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El texto que publicamos a continuación es una denuncia muy argumentada del movimiento feminista. Compartimos el análisis del compañero[1], el movimiento feminista toma cada vez más fuerza en el marco de una tendencia de la sociedad capitalista en descomposición hacia la fragmentación de los “ciudadanos” en categorías y géneros para oponerlos unos contra otros y levantar todas las barreras posibles a la única y verdadera identidad: la identidad de clase del proletariado, la única clase social que puede luchar contra toda la barbarie que exuda esta sociedad y contra las mil y una opresiones particulares que conlleva. Pues el proletariado es “una clase radicalmente esclavizada, una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa, un estado social que es la desaparición de todos los estados sociales; una esfera que obtiene de sus sufrimientos universales un carácter universal y no alega ningún derecho especial porque ella no padece una injusticia social, sino la injusticia en sí”[2]
Solamente quisiéramos hacer una observación que podría servir para llevar un fructífero debate.
El compañero afirma “La política proletaria sólo puede asentarse (…) en el del ser humano concreto y real, sus necesidades como tal, y su antagonismo con las relaciones capitalistas, y en el proceso de lucha y ruptura contra estas para afirmarse como fuerza social y política, como clase contra el dominio del capital”. Posteriormente señala que las trabajadoras de las maquilas mexicanas o de las explotaciones agrarias del sur de España “sólo podrán encontrar una vía de liberación, junto con el resto de la humanidad oprimida, no en tanto que “mujeres” u otra condición particular, sino haciendo valer sus necesidades humanas dentro del marco aglutinador y antagónico al orden existente que la ruptura proletaria contra la “normalidad” atomizada y concurrente de las relaciones sociales y de producción capitalistas requiere para poder existir como fuerza social y política, como clase”.
Esta visión parece reconocer al proletariado únicamente cuando lucha y se manifiesta como clase contra el dominio del capital. Sin embargo, el proletariado, cualquiera que sea su estado de ánimo o su relación de fuerzas con la clase burguesa, es siempre una clase histórica portadora de la destrucción del capitalismo y la creación del comunismo. Como recuerda Marx “No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o aun el proletariado todo entero, se propone momentáneamente como fin. Se trata de saber lo que el proletariado es y lo que debe históricamente hacer de acuerdo con su ser. Su finalidad y su acción histórica le están trazadas, de manera tangible e irrevocable, en su propia situación de existencia, como en toda la organización de la sociedad burguesa actual”[3]. Contrariamente a las teorizaciones del modernismo que solo admite al “proletariado” si “decide luchar”, el proletariado lleva en su propio ser la lucha de resistencia contra la explotación y simultáneamente el combate por la abolición de toda explotación, por la comunidad humana mundial, sin explotación ni fronteras ni clases.
CCI 13-3-19
Notas sobre la “nueva ola feminista”- La perspectiva de superación de las relaciones sociales y de producción capitalistas -el programa comunista-, teniendo como base los antagonismos y potencialidades ya existentes en el seno de la sociedad burguesa, no establece ninguna especie de jerarquización más o menos arbitraria o ideológica de los agravios y sufrimientos a los que la inmensa mayoría de la humanidad oprimida se ve confrontada de forma innecesaria por el mantenimiento de estas. Lo que el programa comunista mantiene, en base a los últimos 200 años de dominación del capitalismo y de luchas de clase en su seno, es que, hasta que la historia demuestre lo contrario, la única fuerza social y política que puede aglutinar en su seno al conjunto de la humanidad oprimida, y darle una dirección política e histórica transformadora al combate contra esa opresión, es el proletariado en lucha y en ruptura con el papel de mano de obra atomizada, concurrente y despolitizada que el capitalismo “en normalidad” le ofrece. Ese carácter universalista, aglutinador y generalizador que la lucha del proletariado como clase contra el capitalismo porta, es la única plataforma histórica donde la opresión particular de la mujer, y en particular el de la mujer proletaria y otras capas no explotadoras, (o las opresiones particulares de determinados grupos sociales o étnicos; o el problema de la degradación absurda e innecesaria por parte de las relaciones capitalistas del medio ambiente necesario para la supervivencia de la especie humana) puede encontrar una perspectiva realista de resolución; la única plataforma histórica donde el conjunto de los problemas a los que de forma innecesaria se ve azotada la humanidad oprimida pueden ser comprendidos y abordados, en lugar de parcelados y mistificados.
- Por tanto, la perspectiva del proletariado como fuerza social y política en ruptura con la “normalidad” capitalista, su antagonismo generalizado a las relaciones capitalistas y su carácter aglutinador y universalista, nada tienen que ver con las concepciones “obreristas”, sindicalistas o economicistas. La primera hace una apología del sacrificado esclavo asalariado del capitalismo en “normalidad”, simpático pero impotente y anulado sociopolíticamente bajo el papel que le asigna la sociedad burguesa y sus “mecanismos de participación” (de ahí que sean tan del gusto de la pequeña-burguesía, y de toda clase de movimientos reaccionarios, izquierdistas, sindicalistas, nacionalistas o fascistas); las segundas hacen una parodia de la política proletaria y de todo su carácter subversivo y generalizador, convirtiendo a esta en una suma economicista de “ciudadanos asalariados” en “defensa de sus intereses”; en una especie de lobby asalariado pidiendo, según las variedades, “responsable” o “intransigentemente”, un trozo más grande en el pastel de la “comunidad nacional”.
- El discurso (que no su base material, que es el control de los medios de producción) de la política burguesa, su lenguaje y su “espectro ideológico”, se asienta sobre dos ejes fundamentales: el eje identitario y el eje cultural-ideológico. La política proletaria sólo puede asentarse sobre un eje opuesto: en el del ser humano concreto y real, sus necesidades como tal, y su antagonismo con las relaciones capitalistas, y en el proceso de lucha y ruptura contra estas para afirmarse como fuerza social y política, como clase contra el dominio del capital.
Cada vez más incapaz de ofrecer aceptables condiciones de vida y trabajo, la sociedad burguesa, su aparato político e ideológico, se vuelca de forma intensiva en “ocupar la opinión pública y el espacio político” con polarización identitaria y cultural-ideológica. Es en ese contexto en el que hay que situar esta “nueva ola de feminismo”, en el que el ala izquierda del aparato político e ideológico burgués (en un reparto de papeles con el ala derecha), sometida como está a los intereses generales del capital y su Estado, incapaz de ofrecer pan, ofrece circo como cortina de humo, ya sea teñida de violeta o de verde. Partiendo de un problema real, -la real opresión particular de la mujer, heredera de sociedades de clases pre-capitalistas, y que la “respetable” sociedad burguesa no sólo ha sido incapaz de solucionar, sino que le ha añadido a nivel internacional todos los condimentos de sus propias e irresolubles taras como civilización: crisis económica de sobreproducción, desempleo masivo, pobreza, emigración, guerra imperialista, gangsterismo, discriminación étnico-social, descomposición de estructuras sociales y estatales-, el feminismo, el feminismo realmente existente (del que el feminismo “radical” es sólo un apéndice exaltado, física y espiritualmente totalmente dependiente del feminismo institucional, como vemos en esta “nueva ola” de feminismo), es incapaz de ofrecer una perspectiva de abordaje global y comprensión de este, y necesaria y naturalmente termina de lleno en los dos ejes de la política burguesa: el eje identitario (“huelgas”, “movilizaciones” y discursos identitarios y disgregadores, bien apoyados y publicitados por los medios burgueses) y el eje cultural-ideológico (en el que poco o nada se cuestionan las bases históricas y materiales fundamentales que posibilitan la opresión particular de la mujer -la ruptura de lazos de comunidad humana y apoyo mutuo bajo la atomización y concurrencia de la dictadura del capital, la pobreza, la emigración, el carácter de clase del Estado burgués sin cuya connivencia o colaboración no puede entenderse la desprotección y opresión particular de la mujer no explotadora- y sí se habla mucho de los mantras superficiales ideológico -culturales: el “hetero-patriarcado”, el “machismo”, etc. Yendo al “mundo de las ideas”, a la polarización ideológico-cultural, la propiedad burguesa y el Estado que la protege quedan tapados bajo el ruido del feminismo.
- El feminismo pues pertenece con toda legitimidad a la misma matriz histórica de la “democracia” burguesa. El nacimiento de su “época dorada” (según regiones y particularidades, como la “democracia”, tras la I Guerra mundial) coincide y complementa el de la mortinata “época dorada” de “las libertades y derechos democráticos”: metáforas largo tiempo muertas, reliquias de ideas caducas, cúmulo de espectros, superstición y ficción para mistificar e idealizar el dominio sobre los medios de producción de parte del capital y su Estado. Mitos ya gastados en 1848, contrarrevolucionarios en 1917, farsa hedionda en 2019. Y como tal, el feminismo pertenece al mundo de la política pequeñoburguesa. Si bien el peso social demográfico de la pequeña burguesía y “clases medias” es relativamente pequeño, y globalmente decreciente (como actor político autónomo es todavía menor: es dependiente de la burguesía), su concepción del mundo y de la política se ha convertido, ya al menos también desde el final de la I Guerra mundial, en una ideología por procuración del domino de las relaciones capitalistas. ¿Qué es en definitiva una política pequeñoburguesa? Es una visión que grosso modo desea mantener intactos los pilares de la sociedad capitalista, pero desprendida de sus incómodas contradicciones, ya sea con un capitalismo “de rostro humano, social y democrático” -o “feminista”- (en su variante de ideología pequeño-burguesa de izquierdas), ya sea añorando “los buenos viejos tiempos” de un capitalismo ordenado, “sin crisis”, limpio y “nacional” de un pasado que nunca existió (en su variante de ideología pequeño-burguesa de derechas). Llora amargamente las consecuencias del capitalismo pero es incapaz de afrontar sus causas (o las falsifica, achacándolas a la “corrupción” o al “machismo” y el “heteropatriarcado”) y sus lógicas conclusiones, pues sus horizontes no van más allá de las relaciones sociales burguesas: un mundo de propiedad y producción burguesas, de individuos burgueses, de naciones burguesas, de “soberanía” burguesa, de “libertades” burguesas, de “democracia” burguesa... pero desprendido de sus lamentables e inevitables consecuencias.
Más allá de obrerismos sociológicos estériles y de un materialismo vulgar simplista, se trata del lenguaje y la ideología comunes de la sociedad burguesa “en normalidad”; una forma idealizada y mistificada del mundo burgués eterno que la clase dominante, incapaz de confesar abiertamente su dominación, utiliza como principal “ideología por procuración” para legitimar y mantener su orden (la “democracia”, la “economía nacional”, la “soberanía nacional”, “los derechos humanos”, los “emprendedores”, “el derecho internacional”...todos esas expresiones de ideología pequeñoburguesa pertenecen al género de “ideología por procuración” de la clase dominante), alimentada por la aparente inexistencia de una alternativa a este y por la lucha cotidiana por la supervivencia bajo las relaciones burguesas, y vehiculada por distintas “capas populares”, principalmente “capas medias” y pequeño-burguesas, aunque también por capas obreras, al ser precisamente el lenguaje y la ideología común del “pueblo” (el “sentido común”) cuando no aparece una alternativa social y política a las relaciones sociales y de producción existentes.
- La dinámica y composición social de esta “nueva ola feminista” confirma lo arriba dicho, siendo por otra parte la típica de una parte importante de movimientos de la “sociedad civil” en “democracia” (aunque no sólo en “democracia”): propaganda, campañas y fondos burgueses a través de los medios, instituciones y organismos dependientes de estas (ong's, fundaciones, sindicatos, etc); dirección organizativa e ideológica por miembros de la pequeña-burguesía (cuadros medios o medios-altos de la administración estatal, de la universidad y sistema educativo; de fundaciones y ong's; representantes del aparato político y sindical burgués; elementos de “profesiones liberales”, “gentes de la cultura”); siendo una de las masas de maniobra predilecta la de “los estudiantes”, cuya función sociopolítica en la sociedad burguesa (al menos en parte de las “sociedades occidentales”), aparte de maquillar las cifras de desempleo alargando de forma cada vez más absurda la “formación” para un mercado laboral cada vez más estrecho, es la de servir de relleno colorido a las campañas de la “sociedad civil”, siendo artificialmente “neutralizada” en su particular status semi- infantil de miseria vital dependiente hasta edades avanzadas, constituyendo un grupo social especialmente maleable y poroso a toda clase de campañas e ideologías pequeño-burguesas: nacionalismos e identitarismos varios, feminismo, ecologismo, pacifismo, etc. En aras de la clarificación es sin duda una suerte que estén coincidiendo temporalmente esta “nueva ola de feminismo” con la “nueva ola de ecologismo”. Ambos movimientos, con sus particularidades y discursos, comparten lo esencial de características tanto en la forma (una pretenciosidad y “espectacularidad” que apenas esconden su vacuidad e impotencia frente a los problemas que dicen confrontar), como en el fondo (matriz pequeñoburguesa dependiente de la burguesía), de ahí su natural -nada nuevo- híbrido: el ecofeminismo.
- Las trabajadoras “ilegales” acosadas por la autoridades en California, las obreras agrícolas norteafricanas agredidas sexualmente por capataces en el sur de España, las proletarias en huelga en las maquiladoras mexicanas, o las esclavas sexuales en los macro- prostíbulos entre Francia y España, todas explotadas y oprimidas con la colaboración o connivencia del Estado “democrático” realmente existente, sólo podrán encontrar una vía de liberación, junto con el resto de la humanidad oprimida, no en tanto que “mujeres” u otra condición particular, sino haciendo valer sus necesidades humanas dentro del marco aglutinador y antagónico al orden existente que la ruptura proletaria contra la “normalidad” atomizada y concurrente de las relaciones sociales y de producción capitalistas requiere para poder existir como fuerza social y política, como clase.
– “El 23 de febrero era el Día Internacional de la Mujer. Los círculos socialdemócratas tenían intención de conmemorar este día de una manera general: reuniones, discursos, folletos. A nadie se le había ocurrido que podría convertirse en el primer día de la revolución. Ni una sola organización convocó huelga para ese día. Es más, incluso una organización bolchevique, y una de las más combativas -el comité del distrito de Vyborg- se oponía a la huelga. […] Sin embargo, a la mañana siguiente, a pesar de todas las directrices, las trabajadoras textiles de varias fábricas se declararon en huelga y enviaron delegadas a los obreros metalúrgicos solicitando apoyo. […] Por tanto, es un hecho que la revolución de febrero se inició desde abajo, superando la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias, bajo la iniciativa de la parte más oprimida del proletariado: las mujeres trabajadoras del textil, entre ellas, sin duda, muchas esposas de soldados. Las crecientes colas frente a las panaderías dieron el último empujón. Alrededor de 90.000 trabajadores, hombres y mujeres, fueron a la huelga ese día.”
"Uno de los antiguos capitanes de la industria rusa, V. Auerbach, relata con indignación cómo "la revolución fue entendida por las clases inferiores como una especie de carnaval: los criados, por ejemplo, desaparecían durante días enteros, se paseaban con cintas rojas, se movían en automóvil, y volvían a casa por la mañana sólo el tiempo justo para lavarse y volver a salir". Es de destacar que al tratar de demostrar el efecto desmoralizador de una revolución, este acusador describa la conducta de los criados exactamente en los mismos términos que con la excepción, sin duda, de la cinta roja- reproducen de forma exacta la vida cotidiana de una patricia burguesa. Sí, una revolución es interpretada por los oprimidos como un día festivo - o la víspera de un día festivo - y el primer impulso de los esclavos que esta ha puesto en pie es aflojar el yugo de la esclavitud humillante, angustiosa e ineluctable del día a día."
Historia de la Revolución rusa, León Trotsky
D. marzo 2019
[1] Ver Huelga feminista: contra las mujeres y contra la clase obrera, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4291/huelga-feminista-contra-las-mujeres-y-contra-la-clase-obrera
[2] Marx: Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm