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La carnicería de más de 400 personas, la mayoría de ellas niños, en la escuela número uno en la ciudad de Beslán, en Osetia del norte, produce indignación y repulsión. Como los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en NYC, esta matanza es un crimen de guerra en el que, como siempre, las principales víctimas son los miembros más indefensos de la población civil. En Beslán, los rehenes sufrieron intimidación, hambre, sed, y ejecuciones sumarias, y a los que sobrevivieron a las explosiones iniciales en el gimnasio donde estaban retenidos, los secuestradores les dispararon por la espalda cuando trataban de escapar.
Los días siguientes a la matanza, los líderes mundiales se han apresurado a expresar “su solidaridad con el pueblo ruso y con su firme líder, el Sr. Putin”. En la convención republicana de NYC, Bush no dudó en incluir la guerra del Estado ruso contra el separatismo checheno en la “guerra global contra el terrorismo” encabezada por USA. En Moscú, decenas de miles de personas participaron en una manifetación oficial antiterrorista bajo pancartas en las que podía leerse: “Putin, estamos contigo”.
Pero una cosa es la solidaridad con las víctimas de Beslán y otra es el apoyo al Estado ruso; porque el Estado ruso es tan culpable de esta pesadilla como los terroristas que tomaron la escuela.
Para empezar, porque gran número de muertos y heridos, lo fueron debido a las operaciones de las tropas rusas que rodeaban la escuela, que usaron fuego de ametralladoras, lanzallamas y morteros indiscriminadamente. Estos métodos recuerdan la forma en que terminó el asedio al teatro Dubrovka de Moscú en Octubre 2002, del que aún no hemos escuchado ningún cuestionamiento por parte de Putin sobre la actuación del ejército entonces. Pero más importante que esto es el hecho de que, igual que la “guerra antiterrorista” de USA ha convertido a Irak y Afganistán en tierra de cultivo ideal para bandas terroristas locales e internacionales, el terrorismo checheno es el subproducto de la devastadora guerra del imperialismo ruso en el Caúcaso.
El terror de Estado ruso en Chechenia
Confrontada a las demandas de independencia de Chechenia tras el colapso de la URSS, Rusia reaccionó con una ofensiva asesina en la que al menos murieron 1000000 personas. En 1999, tras una tregua en el conflicto, Putin lo elevó a niveles aún más bestiales de barbarie, arrasando prácticamente Grozni, la capital de Chechenia. El pretexto que se dio para esta nueva ofensiva fue la voladura de dos bloques de apartamentos en Moscú y Volgodonsk, en la que murieron 300 personas. Aunque entonces se acusó a los terroristas chechenos, hay fuertes bases para creer que en realidad fue obra de los servicios secretos rusos. Desde entonces, Rusia se ha mantenido absolutamente intransigente en su rechazo de cualquier demanda de independencia para Chechenia.Y esto es así porque la pérdida de Chechenia sería un golpe importante para los intereses imperialistas de Rusia. Por un lado, debido a la posición estratégica de Chechenia para la explotación de los pozos petrolíferos y el trazado de los oleoductos; pero aún más porque la secesión de Chechenia de la Federación rusa, abriría las puertas de su desmembramiento, y Rusia perdería así cualquier pretensión de jugar un papel en la arena imperialista mundial.
No ha habido ningún límite a los crímenes del ejército ruso en el Caúcaso. Están documentados en cualquier informe de las “organizaciones de derechos humanos”. “Human Rights Watch por ejemplo, habla del “fiasco de Putin para reponder con credibilidad de los crímenes cometidos por los soldados rusos y las fuerzas de policía; desapariciones fozadas, ejecuciones sumarias y torturas, han minado gravemente la credibilidad de las instituciones rusas entre los chechenos” (citado en “The Guardian”, 2 de septiembre 2004)
Las «democracias occidentales» apoyan los crímenes de guerra del Estado ruso
Estos estragos son similares a cualquiera de los perpetrados por tiranos “oficiales” como Saddam o Milosevic. Y aún así, durante todos estos años de miseria en el Caúcaso, los líderes de las “democracias occidentales”, los abogados de la “Intervención humanitaria” en Kosovo o Irak, han apoyado a Putin incondicionalmente. T. Blair incluso le invitó a tomar el te con la reina. Porque en realidad, detrás de toda su retórica “moral”, Bush, Blair y el resto, sólo están interesados en las necesiades imperialistas de los Estados capitalistas que representan respectivamente. Hoy, esos intereses exigen que Rusia, aunque en muchos aspectos es un rival como ha demostrado su oposición a la guerra de Irak, tiene que preservarse como una unidad nacional sin dejar que se colapse en el caos. Rusia es un enorme almacén de armamento nuclear, y un gigante de energía global.La consecuencia del desmembramiento de la Federación rusa, como ocurrió con la URSS, son demasiado peligrosas para la burguesía occidental. Esto no significa que, mañana (o en algunos casos ya mismo) las grandes potencias no intenten sacar provecho de las dificultades internas de Rusia para avanzar sus propios peones en la región. Pero por ahora todas ellas, incluyendo los principales rivales de USA, Alemania y Francia, han abordado la cuestión rusa con extrema precaución. El presidente francés Chirac, y el canciller alemán Shröder visitaron recientemente a Putin, expresándole su pleno apoyo a la política que lleva en Chechenia, y respaldando la faudulenta elección del nuevo presidente pro-ruso de Chechenia, Alu Aljárov, que sucede a su predecesor asesinado, Kadyrov.
También se ha podido ver a USA y Rusia proclamar que ambos están librando “una guerra antiterrorista”. A cambio de hacer la vista gorda ante la brutal ocupación militar rusa de Chechenia y su apoyo a los pequeños señores de la guerra en el Caúcaso, Washington obtiene la aquiescencia rusa para su política en Oriente Medio y en otras partes.
Contra el terrorismo y el nacionalismo, la revolución proletaria mundial
Puesto que la barbarie del Estado ruso en Chechenia ha producido la barbarie de las bandas terroristas, hay algunos que, desde la crítica de los excesos del Estado ruso, nos piden que “comprendamos” las acciones de los terroristas, de la misma forma que nos piden que “comprendamos” a los “mártires suicidas” que alientan Hamas u otros grupos en Palestina, o que “comprendamos” los ataques de Al Quaeda el 11 de septiembre. Y, sí, “comprendemos” que aquellos cuyas familias han sido asesinadas y violadas por las tropas rusas, o bombardeadas por los aviones y tanques israelís o americanos, se vean abocados a una venganza violenta y empujados a acciones suicidas o a la desesperación. Pero también “comprendemos” que los aterrorizados reclutas rusos en Chechenia, se dejen llevar a actos de insana brutalidad contra la población civil. Esta comprensión no nos lleva a apoyar el ejército ruso, y tampoco nos hace apoyar a los líderes espirituales fundamentalistas o nacionalistas, que explotan la desesperación de los pobres y los oprimidos para empujarlos a llevar a cabo ataques terroristas contra los pobres y oprimidos de otras naciones. Confrontados con la disyuntiva de elegir entre el terror del Estado ruso y el terrorismo checheno, entre el ejército israelí de ocupación y Hamas, o entre el imperialismo USA y Al Quaeda, decimos: ¡Basta de falsas opciones! No caeremos en la trampa de apoyar una fracción del capitalismo contra otra, de buscar el “mal menor” en cualquiera de las guerras imperialistas que hoy arrasan el planeta.
Comprendemos las raices del odio nacional y racial, y por eso precisamente nos oponemos a todas sus posibles expresiones. El nacionalismo fanático de los secuestradores de Beslán les llevó a considerar a sus víctimas como menos que seres humanos; y ahora un pujante sentimiento de venganza contra sus actos inhumanos se extiende no sólo pos Osetia, sino por toda Rusia. El Estado ruso utilizará esos sentimientos para justificar nuevos actos de agresión en Chechenia y en otras partes: sus jefes militares ya han anunciado “ataques preventivos” en cualquier parte del mundo. Esto dará lugar a nuevos ataques terroristas y así a una espiral sin fin de muerte que continuará como ahora en Israel o Irak.
Contra las divisiones nacionales y religiosas de toda clase, nosotros estamos por la solidaridad de los explotados sin distinción de raza, nacionalidad o religión. Contra todos los llamamientos a la solidaridad con “nuestro” Estado, o “nuestros” líderes nacionales, estamos por la solidaridad de clase del proletariado en todos los países.
Esta solidaridad, esta unidadde todos los explotados, sólo puede forjarse en la lucha contra la explotación. No tiene nada en común con los llamamientos a la caridad, con la ilusión de que la solidaridad puede reducirse a enviar dinero o mantas a las víctimas de la guerra y el terror. Las guerras y masacres que se extienden por el mundo son producto de la decadencia terminal de la sociedad capitalista; sólo podemos oponernos a ellas , sólo podemos acabar con ellas, por medio de una lucha común por una nueva sociedad, donde la solidaridad humana sea la única ley.
Uno de los abatidos padres de los niños de Beslán dijo que la inhumanidad del secuestro le hacía pensar que esto era “el principio del fin del mundo”. El hundimiento de toda la decencia humana, de los lazos sociales más básicos, ejemplificado por la matanza de niños, muestra realmente que el mundo capitalista está llegando a su fin, de una u otra forma. Una es la forma capitalista, que lleva al exterminio de la humanidad; la otra es la forma proletaria, que lleva a la destrucción revolucionaria del capitalismo y la construcción de una sociedad comunista sin clases ni explotación, sin Estados ni fronteras nacionales, ni guerras.
CCI, 10 de Septiembre