PPK, Fujimori y la clase política contra los trabajadores en Perú

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Una de las características de la vida de la burguesía a nivel mundial es sin duda la corrupción que carcome sus respectivos Estados e instituciones. Desde el caso Enron, pasando por los de la Fifa, Petrobras, China Commnunications Construction Company, Panama Papers, así como aquellos que involucran a presidentes y altos funcionarios, hasta llegar al actual escándalo de Odebrecht, por hablar sólo de los últimos 20 años, no hay prácticamente actividad económica, política, social, deportiva, entre otras, que escape al robo, a las coimas, a la estafa. La situación política en el Perú no se diferencia de esta realidad, sin embargo, cabe preguntarnos qué es lo que está a la base de esta situación que involucra a la burguesía mundial, qué posición debemos asumir los trabajadores al respecto? Qué método debemos seguir para construir una posición de clase que nos permita diferenciarnos de las “críticas” que desde el campo de la burguesía y la pequeña burguesía, se lanzan contra la corrupción en el sistema económico-político y romper con sus campañas ideológicas que constituyen un ataque al desarrollo de nuestra consciencia política proletaria. Ciertamente para muchos proletarios es indignante, cuando no repugnante, la descarada hipocresía con la cual las facciones o individuos del aparato político de la burguesía se acusan de corruptos unos a otros. No obstante, para el proletariado no tiene ningún sentido inscribirse en las campañas “anti corrupción”, en concentraciones o marchas contra tal o cual político corrupto; tampoco puede confiar en algo así como una regeneración ético-ciudadana, que permitiría superar la putrefacción del sistema capitalista y su aparato político.

La naturaleza de las relaciones mercantiles capitalistas  

Siguiendo el método de Marx, el materialismo histórico, vemos que ya desde la publicación del Manifiesto Comunista, se señala la naturaleza de las relaciones mercantiles capitalistas, la forma como el capital se impone a la par que la dominación política de la burguesía. El frío interés, el cruel pago al contado, el cálculo egoísta, son la base de los vínculos sociales que surgen con el sistema capitalista. Una explotación abierta, descarada, directa y brutal —se señala en el Manifiesto— convirtiendo  la dignidad en un simple valor de cambio. Estas frases del Manifiesto, desnudan la naturaleza de las relaciones capitalistas, es decir, la forma como redujo las relaciones sociales, familiares, a simples relaciones de dinero, donde el fin justifica los medios. Esta situación era la que estaba realmente detrás de todos los discursos de progreso y bienestar, de la acumulación de riqueza a través del trabajo “honesto”. No obstante, en la fase de ascendencia del capitalismo, la burguesía pudo, como señala Marx, forjar un mundo a su imagen y semejanza, donde estableció una base ética y moral que moldeo su ideología, lo cual pudo introducirse efectivamente en la sociedad debido a que las relaciones capitalistas se desarrollaban triunfantes y podían proyectar una superación del estancamiento económico y de los problemas sociales que aquejaban a las sociedades.  

Por otro lado, los conflictos entre grupos o facciones de la burguesía siempre fueron una constante. La necesidad de desplazar a viejas clases, como ocurrió durante la transición del modo de producción feudal al capitalista,  pero también el desarrollo vertiginoso de la competencia, terminaron planteando diferentes visiones sobre la forma de gestionar el capital o de desarrollar determinados rubros o sectores de la economía, a lo que se agregan diferencias en torno a la política expansionista, el tipo de régimen político a desarrollar en determinado momento. Incluso, se menciona también en el Manifiesto, que en estos conflictos entre la burguesía y de ésta con viejas clases, “se vio forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda, arrastrándolo así al movimiento político”, lo que le permitió al proletariado ganar una experiencia en su formación como clase, además de obligar a la burguesía a reconocer algunos intereses, como por ejemplo la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra[1]. Pero al mismo tiempo, su mismo carácter de clase dominante obliga permanentemente a la burguesía a enfrentar en bloque cualquier amenaza contra su sistema, especialmente si se trata de su enemigo de clase, el proletariado. Lo que caracterizó a la burguesía en su ascendencia fue una racionalidad basada en el crecimiento económico, en el desarrollo de las fuerzas productivas, en la expansión del sistema. Para ello fue necesario estructurar un sistema político que permitiera atenuar las diferencias y evitar la parálisis, dentro de un marco que le facilitara organizar con mayor efectividad la explotación de la fuerza de trabajo.

Pero esta expansión del sistema conoce límites, que están ligados al hecho de que “las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno”, lo que significa que los mercados existentes a los inicios del siglo XX ya no son suficientes,  con lo cual la competencia económica va a tomar a partir de I guerra mundial un carácter cada vez más violento, va a abrirse una era de guerras devastadoras, donde la crisis económica y social va a tornarse permanente y a profundizar la pauperización a nivel mundial, esto es, el sistema entra en una fase de decadencia. Dentro de esta fase, va a producirse la necesidad para la burguesía de fortalecer el aparato de Estado hasta llegar a formas totalitarias, pero en general se desarrollará una tendencia a la utilización del capitalismo de Estado para enfrentar la crisis económica y la tendencia a la dislocación del cuerpo político y social[2]. En adelante, tanto los sistemas orientados por “principios liberales”, como aquellos de capitalismo de Estado al estilo de la ex Unión Soviética o China, conocerán no sólo una lucha mortal entre facciones burguesas, sino el desarrollo de verdaderas mafias, pandillas,  cuyo control férreo del Estado favorecerá todo tipo de modalidades corruptas y criminales. Esta tendencia a la criminalización del aparato de Estado va a complementarse con el desarrollo de la delincuencia a nivel social,  actividades como el tráfico ilegal de mercancías y personas, el narcotráfico, el secuestro y el sicariato, la estafa, las pandillas, van marcando una lumpenización social creciente. Como puede verse, la corrupción es un fenómeno ligado tanto a la naturaleza de las relaciones capitalistas, como a la dinámica de luchas entre facciones de la misma clase dominante, no se reduce a un individuo en particular, a un partido, a un país o un determinado tipo de industria.

El fenómeno de la corrupción y de las mafias, ha terminado creando un Estado completamente gansteril

Las diferencias que llevan a la confrontación entre facciones de la burguesía están marcadas por fenómenos que ya habían aparecido en la decadencia del capitalismo, pero que han conocido un mayor desarrollo con la entrada del sistema en una nueva fase histórica, la de la descomposición[3]. Dicha fase, la concebimos como irreversible ya que se corresponde con la agonía de la sociedad capitalista, en la cual, la burguesía ya no es capaz de ofrecer ninguna perspectiva de bienestar a la humanidad ni el proletariado ha podido poner en marcha un proceso revolucionario que termine por destruir las relaciones capitalistas. Este impase histórico, no hace más que acentuar el pudrimiento de la sociedad desde sus bases. Y es precisamente la exacerbación de la corrupción, de la criminalidad y de la delincuencia, fenómenos que como ya se ha mencionado empeoraron con la decadencia, así como la tendencia al caos social y la pérdida de control de la burguesía sobre su propio aparato político, las expresiones de la descomposición del sistema que hoy parecen no conocer límites.

En la actualidad, esta fase de descomposición está ilustrada por el caso Odebrecht, el cual ha salpicado a casi toda Latinoamérica, y que las diferentes facciones, oficialistas y de oposición, utilizan hipócritamente para tratar de defenestrar a sus contrincantes. La política, los procesos electorales, el apoyo a presidentes y partidos, se vuelve cada vez más un terreno salpicado por el crimen, la corrupción o el narcotráfico[4]. Toda esta dinámica se ve agravada por otro elemento de la descomposición, como es, la tendencia al cada uno para sí, en la cual cada quien trata de salvar su pellejo y evitar la pérdida de sus privilegios y un eventual encarcelamiento. La “lucha contra la corrupción” se ha convertido en un mecanismo de presión entre las mismas facciones de la burguesía. Esta situación de agravación de la corrupción y de toda clase de ilegalidades en el manejo de los gobiernos, está afectando a las mismas instituciones de la burguesía, agravando su situación económica y social,  lo cual se traslada dramáticamente hacia el proletariado y la población en general (Venezuela es un buen ejemplo, aunque no el único) lo que se expresa también en una tendencia a la aceleración del caos, la miseria y el crimen, pero también a una tendencia totalitaria de los Estados.

La conjunción de estos elementos termina socavando la gobernabilidad de los Estados, como es el caso actual del Perú. Determinados sectores de la burguesía intentan evitar de los peligros de esta dinámica, como lo expresan las declaraciones del director del Banco Central de Reserva del Perú, al señalar que “el riesgo político puede impactar el PBI”[5];  el BCR había previsto un crecimiento alrededor del 4,2%, meta que no se logró el pasado año 2017, se espera que otro “boom minero” y mayor inversión privada, mantengan el crecimiento en el sector electricidad y servicios, sin embargo este escenario, dominado por la descomposición, hace cada vez más difícil alcanzar niveles mínimos de gobernabilidad. En este sentido, el capítulo inacabado de la vacancia presidencial, que estuvo definido en un primer momento por un acuerdo entre PPK y parte de la bancada fujimorista, para evitar la vacancia de PPK a cambio del indulto al ex presidente Fujimori, ha planteado no sólo la continuación de los intentos de dar vacancia a PPK, sino al inicio de una serie de trámites jurídicos para invalidar el indulto al ex presidente Fujimori. Esto planteó un escenario de recomposición de las fuerzas de la burguesía en el Congreso y la renuncia de algunos funcionarios del gobierno de PPK. Existe una preocupación en sectores de la burguesía peruana, la cual a pesar de experimentar algunos “triunfos”, en términos de ingresos, de captación de inversión o de control de la inflación, temen que un desarrollo de la conflictividad política pueda afectar el escenario de inversiones tanto externas como de aquellas que se hacen por la vía del Estado.

Es de hacer notar que esta confrontación entre facciones de la burguesía peruana no ha impedido que se desarrollen los ataques contra los trabajadores. Desde el año pasado hemos observado los intentos de la clase por desarrollar luchas que parten del plano reivindicativo, los maestros, médicos, por ejemplo, se manifestaron el año pasado por los bajos salarios y las condiciones de explotación a que son sometidos[6]. Este año ha comenzado con amenazas de huelga nuevamente en el sector educación y los médicos desarrollan una serie de paros o manifestaciones para mejorar sus ingresos y el servicio de salud en los hospitales. La reaparición de un proyecto de Ley bautizado popularmente como “ley de la esclavitud juvenil”, que recuerda a otros proyectos de la burguesía a nivel mundial, como la “Ley de contrato del primer empleo” (CPE) en Francia en 2006[7], según la cual el jefe podía despedir a un empleado sin tener que justificar motivo alguno, y que en el mismo Perú se ha tomado como una renovada versión de la Ley Pulpin persiguen, bajo el argumento de preparar mejor a la mano de obra, aumentar la plusvalía y maximizar la explotación de jóvenes que realizan sus estudios universitarios, preparándolos así para que soporten jornadas de más horas de trabajo por sueldos miserables, cuando no trabajar de gratis[8]. Los trabajadores no debemos caer en la trampa de tomar partido por una u otra facción, ya que todas persiguen un mismo objetivo que no es otro que hacernos soportar más horas de trabajo por menos salarios (y eso tomando en cuenta que ya en el Perú no se cumple en general con las 8 horas de trabajo reglamentarias, se trabaja 10, 12 y hasta más horas con apenas 15 minutos para comer algo), dividirnos como clase, lo que va minando nuestra identidad, unidad y capacidad de toma de conciencia política revolucionaria.

Corrupción y pugnas inter imperialistas

Otro aspecto fundamental lo constituye el marco de las confrontaciones inter imperialistas.  Es claro que la burguesía peruana, con PPK a la cabeza, conforman en la actualidad un apoyo importante para los intereses de los USA en la región. PPK visitó personalmente a Trump en febrero 2017 y ha sido un permanente crítico al gobierno de Maduro (considerado en la actualidad el más corrupto de Latinoamérica). Otro elemento importante lo constituye el llamado  “Grupo de Lima”, donde el canciller peruano Ricardo Luna (co presidente de dicho Grupo) ha sido uno de los impulsores de la intervención de la ONU en la crisis que vive actualmente Venezuela. Este grupo formado por 15 países latinoamericanos y que incluye a Canadá, así como la actuación de la OEA a través de su secretario general Almagro, han sido parte de una estrategia de las burguesías regionales y de los Estados Unidos para cerrar filas contra el “socialismo del siglo XXI”. Para Estados Unidos es muy importante acentuar su influencia en la región, sobre todo en vista de los procesos electorales que se celebraran este año 2018: Colombia, Paraguay, México, Brasil y   Venezuela. En Ecuador, aunque no habrá elecciones presidenciales, el expresidente Rafael Correa intenta defenestrar a su antiguo aliado y ahora presidente Lenin Moreno, quien progresivamente se ha venido distanciando del chavismo.  No hay que olvidar que las investigaciones por corrupción, sobre todo aquellos casos relacionados con la empresa Odebrecht, pero también con el blanqueo de capitales y el narcotráfico (que ciertamente significan para las mafias de la burguesía ganancias de miles de millones de dólares anualmente) están siendo usados como un mecanismo de presión política entre facciones de las diferentes burguesías latinoamericanas, pero también es parte de una línea central en el afianzamiento de los intereses de los Estados Unidos, con la salida de presidentes como Lula en Brasil o Cristina Kirchner en Argentina, pero que también involucra a Nicolás Maduro y su alta oficialidad militar, representantes de gobiernos populistas de izquierda, cuyo elemento común ha sido su actitud de contestación hacia los Estados Unidos. En abril de este año se realizará la 8va Cumbre de las Américas, teniendo como sede Lima. Este evento será importante para mostrar los avances de la política de los USA en la región, sobre todo frente a gobiernos anti norteamericanos como Venezuela, Bolivia y la influencia de Cuba. En diciembre pasado, los USA emitieron el documento “Estrategia Nacional de Seguridad” donde definen a China y Rusia como sus grandes rivales a nivel global y sobre todo rechazan la influencia de estos países en la región, debido a las relaciones comerciales en el caso de China y la venta de armas por parte de Rusia, pero fundamentalmente, por el apoyo de estos países al régimen de Nicolás Maduro. La cuestión es, ¿qué grado de influencia tiene esta dinámica geopolítica en los conflictos internos de las facciones de la burguesía peruana? En las disputas actuales no parece haber una relación directa, ya que el indulto a Fujimori y el intento de vacancia de PPK aparecen como cuestiones de estricto orden interno. Sin embargo, es obvio que existe un interés de los Estados Unidos y de otras burguesías de la región en que Perú siga siendo uno de los impulsores de una acción en bloque para evitar el contagio de los populismos tipo Chávez-Maduro y mantener una tendencia más al estilo neoliberal, sobre todo en lo que a reformas de las políticas laborales se refiere.  

Un aspecto particular lo constituye la forma como la burguesía, sus partidos y medios de comunicación presentan este escenario. La descomposición que afecta al sistema en su conjunto y que se expresa en aspectos como el incremento de la corrupción al punto de corroer todos los mecanismos e instituciones del Estado burgués, es presentada como un  problema de “pérdida de ética y de moral”. Los medios de comunicación exhiben a funcionarios y a sectores de la pequeña burguesía rasgándose hipócritamente las vestiduras. La incapacidad de la burguesía como clase dominante para presentar alguna perspectiva de futuro a la humanidad es lo que está realmente al fondo de toda esta escena. Cada vez la burguesía se ve más impedida de cumplir un mínimo de su propia ética, y esto es así no por un problema idealista, sino por la misma naturaleza del sistema. Ya Marx lo señalaba en el Manifiesto, es el frio cálculo egoísta, la competencia, a lo que agregaríamos esa necesidad de sobrevivir a toda costa, la ausencia de escrúpulos y la deshumanización de un sistema que se pudre desde sus raíces. Como revolucionarios debemos rechazar estas visiones de “rescate de la ética”, “de la ciudadanía”, de la “transparencia”; no es un problema fundamentalmente ético, es un problema histórico, que tiene que ver con los límites y con las contradicciones irresolubles de la sociedad dividida en clases. Es de hacer notar que esta visión de rescate de la ética y ciudadanía ha sido utilizada contra el proletariado, para “explicar” las confrontaciones entre facciones de la burguesía. Otro aspecto, lo constituye la criminalización de las protestas y las luchas, confundiendo las expresiones de indignación y las tentativas de lucha de la clase, con expresiones como las del terrorismo de grupos como Sendero Luminoso, MRTA y sus extensiones partidistas, como ocurrió en la huelga de los maestros del año pasado. A la par que se trata de meter al proletariado en una falsa consciencia ética (el cumplimiento del deber sobre todas las cosas, la vocación, entre otras mentiras), se esparce  también la especie de la incapacidad del presidente y de los ministros para “solucionar” los problemas económicos y sociales. Para el proletariado, nada tiene que ver esa actitud de lloriqueo estéril e hipócrita que se da entre sectores de la burguesía y la pequeña burguesía; para el proletariado no es el rescate de la ética burguesa, sino su afirmación en su terreno de clase, su autonomía y la lucha por la construcción del comunismo a escala planetaria, ese es su norte. 

Por último, es importante dejar claro que por más que las facciones de la burguesía se confronten, esto no significaría de por sí una ventaja para la lucha proletaria. No hay que subestimar la capacidad de la burguesía para generar “soluciones” y tampoco olvidar que a la hora de enfrentar a los trabajadores, estas facciones olvidan sus diferencias para enfrentar como bloque cualquier tentativa de cambio por parte del proletariado, así lo ha demostrado la historia. Lo que estamos viendo actualmente es un modus vivendi de la burguesía en la fase de descomposición, lo cual es una seria amenaza al futuro de la humanidad, ya que esta confrontación entre facciones y entre burguesías nacionales está hundiendo a la sociedad en una barbarie jamás conocida. El proletariado y sus fuerzas revolucionarias deben siempre estar claros en que sólo su lucha frontal contra este sistema de explotación es lo único que puede garantizar un futuro para la humanidad.  

Internacionalismo-Perú, febrero 2018.



[1] Manifiesto Comunista, I – Burgueses y proletarios, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm

[4]Véase las toneladas de cocaína encontradas en almacenes de Kenji Fujimori, es solo un pequeño ejemplo

[5] PBI: Producto Bruto Interno de un país.

 

Geografía: 

Cuestiones teóricas: