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El nuevo presidente de la República ha sido por fin elegido, un hombre pretendidamente “nuevo” y “fuera del sistema”: Emmanuel Macron.
Macron promete “cambiar” Francia y “convocar a todos los franceses” en una nueva concordia nacional y fraternal. Promete relanzar la economía francesa y se presenta como el hombre de la renovación europea, promotor de una Zona Euro más democrática y económicamente dinámica. Todos aspectos de naturaleza exclusivamente burguesa. Es indudablemente la clase burguesa la única que puede celebrar los resultados y siempre son sus propios representantes los que ganan las elecciones. No hay nada nuevo. La democracia es la ideología detrás de la cual se esconde la dictadura del capitalismo, su estado totalitario y su dominación sobre la sociedad. Después de más de un siglo, el terreno electoral es una engañifa mistificadora potente contra el proletariado. Las elecciones burguesas son en efecto uno de los momentos privilegiados para la clase dominante para darse los gobiernos conformes a la defensa de sus intereses, desarrollando de manera intensiva y concentrada la ideología democrática para ocultar su codicia y la dictadura del sistema capitalista. A través de ellas, trata de hacer creer que es la mayoría de la población quien gobierna y decide. Esto es exactamente lo contrario de la realidad. La democracia es la dictadura más ideológicamente sofisticada que permite a la minoría explotadora dominar a la mayoría de la población y, sobre todo, al proletariado. Ella oculta los intereses antagónicos de clases aún así irreconciliables. Transforma al proletariado revolucionario en una suma de individuos, de “ciudadanos-electores” aislados, atomizados e impotentes.
Las elecciones marcadas por el peligro del populismo
Es un hecho evidente, la burguesía francesa y sus sectores más responsables desde el punto de vista de sus intereses objetivos estaba muy inquieta por la posibilidad de la llegada del Frente Nacional al poder, partido burgués y defensor también del interés nacional pero totalmente irracional e irresponsable. A este nivel, Ángela Merkel, la canciller alemana, y su tristemente célebre ministro de economía, el señor Schlaubel, estaban igualmente muy preocupados. Ellos no escatimaron su apoyo muy activo a la candidatura Macron. Merkel declaró entre las dos vueltas del escrutinio francés: “Yo no tengo ninguna duda sobre el hecho que Emmanuel Macron, si es elegido, que es lo que deseo, será un presidente fuerte”. Sin olvidar al anterior presidente americano Obama y a la Comisión Europea, que no han parado de hacer campaña para apoyar también esta candidatura. De hecho, la burguesía francesa apostó por dos candidatos juzgados los más aptos para gestionar mejor los intereses del capitalismo nacional, al mismo tiempo que poder frenar al Frente Nacional: los señores Juppé y Macron. Sin embargo la candidatura Juppé estaba desde el principio muy comprometida. Éste, antiguo primer ministro, miembro de un partido rechazado por la mayoría de los franceses (Los Republicanos) y un largo pasado de hombre del aparato, representaba un fuerte riesgo de fracaso. Lo que las primarias de la derecha confirmaron ampliamente con la victoria sorpresa de François Fillon. En realidad, sectores crecientes de la burguesía trabajaban ya cada vez más abiertamente en el éxito del “hombre nuevo” Macron. El apoyo activo del presidente saliente, François Hollande, se convirtió en un secreto a voces. Lo mismo ocurría para un cierto número de tenores dentro de un Partido Socialista en plena bancarrota. Este fenómeno estaba también presente dentro de la derecha igualmente en plena crisis. Apoyado por numerosos medios de negocios (financieros e industriales), exaltado por los medios de comunicación, BFM en cabeza, la campaña era extrema pero eficaz. ¡Había que promocionar a Macron a todo precio! ¿Por qué tal voluntad, tal determinación de parte de los sectores más responsables de la burguesía occidental y francesa? ¡Seguramente no para defender el interés del proletariado! Verdaderamente, todas estas fracciones de la clase dominante tenían miedo de ver al Frente Nacional acceder al poder, y tenía absolutamente que lanzar la ilusión de una “renovación”.
La burguesía es la clase más maquiavélica de la historia
La burguesía es sin duda alguna la clase explotadora más inteligente de la historia. En tanto que clase, ella no puede jamás perder totalmente de vista sus intereses y como defenderlos. La historia del capitalismo lo puede demostrar, ya sea frente al proletariado revolucionario o en la defensa de sus propios intereses económicos e imperialistas. En este sentido, el desarrollo del populismo en muchos de los países occidentales no puede más que alarmarla e inquietarla. Esta gran inquietud, se transformó en preocupación permanente y prioritaria con la victoria del Brexit en Gran Bretaña y la de Trump en los Estados Unidos. No se trata de fenómenos que hayan tenido lugar en países pequeños, débiles y secundarios. Dos de las burguesías más poderosas del mundo habían sido incapaces de impedir la victoria electoral del populismo. La alarma no sólo ha estallado sino que el sonido se mantiene permanente y de manera estridente, tanto que amenaza hacer estallar en pedazos a la Unión Europea. Esto no debía reproducirse en Francia, lugar de existencia de una poderosa formación populista, que socava los fundamentos ideológicos mistificadores con lo que la burguesía mantiene todavía una cierta cohesión social (los “derechos del hombre”, el progreso universal, etc.). Este partido burgués (el Frente Nacional), retrógrado e irracional, es incapaz de encuadrar ideológicamente la sociedad desarrollando la “exclusión”, proclamando abiertamente que el mundo está en marcha hacia el hundimiento y que hay que salvar la nación y sus ciudadanos en detrimento del resto del planeta.
Lo que inquieta en primer lugar a las fracciones de la burguesía más lúcidas, es la incapacidad de estos partidos populistas para defender de manera eficaz y coherente los intereses generales del capital nacional. La propuesta de un referéndum de Marine Le Pen para salir de la Unión Europea o deshacerse del euro es una expresión muy clara. Los partidos populistas se caracterizan por una incapacidad para saber qué política deben llevar, un día proponen una cosa y al siguiente lo contrario; y esto es verdad tanto en materia económica, como imperialista. Impedir al Frente Nacional llegar al poder en Francia fue tan prioritario como igualmente necesario de mostrar al resto del mundo que la victoria del Brexit y de Trump no eran productos de un fenómeno irreversible. El resultado de las elecciones en Francia muestra igualmente un alivio para un gran número de cancillerías. En este sentido las elecciones, a pesar de la fragilidad histórica de la burguesía, son un éxito para ella no solamente en Francia sino igualmente en un plano internacional y particularmente en Europa
Las causas profundas de esta necesaria reacción
La necesidad de una reacción de la burguesía frente al crecimiento del populismo encuentra sus causas principales en el lento proceso de debilitamiento histórico que ella sufre, sobre todo en los países occidentales. En las raíces de este proceso históricamente irreversible se encuentra la profundización de la descomposición del sistema capitalista[1]. Esto se traduce sobre todo en una dificultad creciente para desarrollar una política a largo plazo, para garantizar la cohesión suficiente en la defensa de los intereses nacionales más allá de los intereses de camarillas, de grupos o de rivalidades personales. Esta dinámica afecta en primer lugar a los partidos tradicionales que están a la cabeza del estado burgués desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En Francia, son los partidos de la derecha tradicional y el Partido Socialista los que están particularmente afectados, hasta el punto de convertirse en marginales. Una gran mayoría de la población rechaza a estos partidos. En el gobierno de Francia durante decenios, no han hecho, más que turnarse, desarrollar una austeridad y una precariedad crecientes sin ofrecer ninguna perspectiva y un futuro muy poco creíble. Gangrenados por los escándalos, las peores peleas de clanes y rivalidades de jefes, únicamente suscitan asco y rechazo masivo. Ellos le han hecho la cama al populismo siempre muy presente y reforzado. Este debilitamiento de los partidos más responsables y más experimentados de la burguesía nacional es una realidad que se impone a toda la clase burguesa y que puede tener graves consecuencias, como lo vemos actualmente en Estados Unidos. Sin embargo, nuevos ataques a la clase obrera deben ser puestos en marcha lo más rápidamente posible. Frente a estos retos, a la gravedad y a la urgencia, los partidos tradicionales completamente desacreditados no pueden seguir asumiendo fácilmente sus tareas. Esto sería un factor acelerador del proceso de debilitamiento histórico de la burguesía.
Los grandes ataques en perspectiva contra las condiciones de vida
La burguesía establece de la mejor manera posible los medios operativos para desarrollar ataques sin precedentes a las condiciones de vida y de trabajo. Es lo que Macron acaba de repetir frente a toda Europa en su reciente conferencia de prensa en Berlín: “Yo estoy por la reforma profunda y rápida de Francia. Yo cumpliré mis promesas de campaña”. El proletariado es una vez más advertido. Macron va a actuar, legislar frontalmente y sin restricciones. Él propone también tomar sin retraso una serie de medidas donde el proletariado a la cabeza va a pagar los costes, a partir de este verano, etapa en que una parte de los obreros no están en su lugar de trabajo al lado de sus hermanos de clase.
La palabra clave al respecto es flexibilidad generalizada, el objetivo sería llevar mucho más lejos todavía la ley El Khomri: imponer, sobre cada puesto de trabajo, el nivel salarial, de tiempo de trabajo real y de condiciones de despido en nombre de la competitividad. Es el reforzamiento feroz de la explotación que prepara de este modo Macron. Pero esto no es suficiente. El seguro de paro igualmente va a recibir un fuerte ataque. La subida de la Contribución Social Generalizada y la vigilancia reforzada de los parados están en el programa. En cuanto a las jubilaciones, “las sumas cotizadas individualmente determinarán el nivel de la pensión de cada uno”. Esto está muy claro: habrá que trabajar muchos más años para conseguir unas jubilaciones aún más miserables, con la desaparición de algunas de las garantías todavía existentes. Y Macron se propone igualmente suprimir los regímenes especiales. ¡Esta es su política para “reducir”, como él ha dicho parafraseando al anterior presidente Chirac, la “fractura social”! Precarización y empobrecimiento generalizados para los que trabajan, los parados, los jóvenes y los jubilados. Es toda la clase obrera quien va a ser violentamente atacada por el estado capitalista francés.
No hay otra solución más que desarrollar la lucha de clases
Está claro que las elecciones no son más que un arma en manos de la burguesía. Ayer, Hollande y Sarkozy, actualmente, Macron… Pero para el proletariado, no hay otra perspectiva por delante que la explotación y la degradación de sus condiciones de vida. La burguesía no otorga ninguna dignidad al proletariado, ni a la vida humana. Sólo cuenta su dominación y su ganancia. Para esto, Macron puede contar con las otras fracciones de la burguesía nacional. Mélenchon y su movimiento ya han participado activamente para reforzar la ideología democrática y republicana. En el futuro, ellos tendrán probablemente un papel todavía más importante a jugar contra la lucha del proletariado. ¡Mélenchon, perro viejo del aparato de estado burgués lo sabe perfectamente bien! Como lo saben igualmente los izquierdistas y los sindicatos, CGT y FO a la cabeza, ya que preparan lo que ellos llaman un “tercer tour social”, es decir volver a jugar plenamente su papel de encuadramiento de las luchas para sabotearlas y desviarlas fuera de su terreno de clase.
Para una parte de la clase obrera, un error grave sería pensar que se puede contestar el orden capitalista y cuestionar esta oleada prevista de ataques cayendo en manos de una revuelta reaccionaria y populista, enfrentando a los obreros los unos contra los otros. También sería peligroso el apoyo a las “fuerzas democráticas” del antipopulismo. Los jóvenes poco numerosos en la calle gritaban después de la primera vuelta: “¡Ni Marine, ni Macron, ni patrie, ni patrón!”. Aunque pueda ser confuso este eslogan y a pesar de las grandes dificultades en las que se encuentra el proletariado actualmente desde el punto de vista de la combatividad y de su conciencia, un tal eslogan, llevado por algunos jóvenes, expresa en germen la idea de la lucha de clases y la necesidad de afirmar la perspectiva de otra sociedad. La revolución comunista es la única posibilidad realista para construir una sociedad realmente humana, sin clases sociales y sin explotación. Por todo esto, habrá que afrontar de manera consciente a la burguesía, su estado y su democracia.
Philippe, 19 de mayo 2017
[1] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2123/la-des...