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La muerte de Fidel Castro ha desplegado una serie de expresiones políticas, pero al acompañarla de emociones no hacen sino acrecentar la confusión. La prensa y la web se han llenado de comentarios con insultos e ironías baratas para celebrar la muerte de Castro. Incluso en zonas de Miami estas celebraciones llegaron al extremo de organizar fiestas callejeras. Estas expresiones irreflexivas, sin duda, animadas solo por el odio ciego tienen su complemento con otro tipo de manifestaciones, que también son irreflexivas, pero avanzan sobre un sentido opuesto, cambiando las ofensas por alabanza y el odio por el culto ciego. Ambas presiones están vacías de análisis e impiden la reflexión y por ello la burguesía impulsa estas campañas, pero además las complementa con un tercer tipo de comentarios, los cuales pretenden ser muy objetivos y neutrales, de forma que critican y valoran aspectos de la práctica de Castro, pero manteniendo siempre como rasero las necesidades de la burguesía.
Más allá de las campañas de odio o alabanza que alimenta la burguesía, la clase trabajadora requiere reflexionar de forma más profunda el significado de Fidel Castro y para lograr esto no es posible ceñir el análisis a la personalidad de Fidel. El proletariado debe de analizar la historia y en ella comprender como se ha usado en contra de los trabajadores la simbología y el mito de la llamada “revolución cubana”.
Del dominio colonial al liberalismo burgués cubano
La historia de Cuba ha sido sin duda complicada. Desde el siglo XVI con la colonización, por los métodos bárbaros de explotación aplicados, se extermina casi por completo a los pobladores originarios y luego repetirán y ampliarán esos mismos actos bárbaros con los miles de esclavos traídos desde África, haciendo así a la isla un centro de tráfico de esclavos.
La ubicación geográfica de Cuba la hace una zona política y militarmente estratégica, razón por la cual, en el siglo XVIII se disputan su control las fuerzas españolas e inglesas.
Con ese escenario cargado de disputas y conflictos y con un sol tropical de fondo, las fuerzas del capitalismo buscan también imponer su dominio y expandir su poder. Llega así el siglo XIX acompañado de la expansión de la manufactura azucarera y una lucha continua de la burguesía, la pequeña-burguesía y los terratenientes criollos por librarse de las cargas impositivas y del control político de España.
El “Grito de Yara” de 1868, será un referente de la lucha por la independencia de Cuba, en tanto se abre con él un período de choques internos entre las diferentes fuerzas y por los diferentes proyectos, que se complejizarán con la integración de las ambiciones de España y los EUA (que ya para entonces busca expandir su dominio político y territorial).
De tal forma que una serie de secuelas guerreras y choques entre fuerzas de otros Estados toman como escenario a Cuba durante el final del siglo XIX y el inicio del XX, confirmando el dominio de la mercancía y el poder político de la burguesía. Justamente ese acelerado avance del capitalismo acrecienta la opresión y amplía las disputas entre las mismas fracciones burguesas, revelando, como dice Marx que “El capitalismo viene al mundo chorreando lodo y sangre” (El Capital, Tomo I), aunque al mismo tiempo, esa brutalidad con la que actúa, va a acelerar y revolucionar la historia en tanto imprime una incesante transformación de las fuerzas productivas, en el que participan los diferentes Estados nación, definiendo y extendiendo el dominio del mercado internacional.
Esa dinámica en la que opera el capital a nivel internacional, también se presentó en Cuba y también empujó al desarrollo de las ideas, en particular del pensamiento liberal, que animó a los partidos de la burguesía y se encarnó en personajes como José Martí (1853-1895), que participó activamente en la lucha por la formación del Estado nación, pugnando por su estructura moderna de república. Para José Martí, como para los liberales, la mejor arma del cambio social se encontraba en el libre comercio, por eso afirmaba: “A nadie daña tanto el sistema proteccionista como a los trabajadores…” De la misma forma exponía que la “hermandad de las naciones” tenía como instrumento al mercado: “El libre cambio es la prenda de amistad entre los pueblos, como las reciprocidades entre ellos la garantía de la justicia…”[1]
Esa república burguesa y ese mercado por lo que luchó Martí y el resto de liberales, va tomando forma de forma lenta, no obstante, ya en el siglo XX muestra una particular expansión económica durante la segunda década[2], que verá diluirse con la crisis de 1929.
Batista, de defensor de los intereses burgueses a traba para el desarrollo capitalista nacional
A pesar de que las bases capitalistas fueron impulsadas por la lucha de los liberales del siglo XIX, la republica no logró consolidarse rápidamente, su avance fue lento y con dificultades continuas por efecto de la división imperante en la misma burguesía. Esta división se hace más profunda con la crisis de 1929, dado que la afectación de las ganancias capitalistas conduce a una mayor competencia económica y a una mayor tensión política.
En los años que siguen a la crisis económica, los golpes de estado y las revueltas se repetirán, alentando la presencia política de los militares, entre los que va a destacar el sargento Fulgencio Batista (1901-73) que a partir de 1933 con la caída del gobierno del general Gerardo Machado, va a ir tomando responsabilidades mayores en las estructuras estatales y por tanto irá mostrando sus “cualidades” represivas, que lo llevarán a asumir el poder en diversos momentos.
En 1952 Batista se postula como candidato a la presidencia, en esta votación se tenía como posible triunfador al filósofo Roberto Agramonte, del Partido del Pueblo Cubano (mejor conocido como Partido Ortodoxo). No obstante, el 10 de marzo de 1952, a 3 meses de que se llevaran a cabo las elecciones, el mismo Batista encabeza un golpe de estado, imponiendo una dictadura militar, la cual de forma muy rápida obtiene el reconocimiento político por parte de los EUA.
El ascenso de Batista al gobierno y la consecuente ola represiva que imprime, conduce a que los diversos partidos burgueses expongan de forma abierta su oposición y aunque intentan hacer una coalición, sus mismas diferencias impiden su concreción, ni aún siquiera logran integrarse para operar sus actividades electorales.
Una de las fuerzas políticas más importante de ese momento es el Partido ortodoxo. Este partido fue fundado en 1947 por Eduardo Chibás (1907-1951). En él se agrupaba una masa importante de la población de todas las clases sociales, y aunque dominaba en número la pequeña-burguesía urbana, su programa político respondía a las necesidades de la burguesía nacional[3]. La popularidad de los ortodoxos se debía en gran medida a los discursos demagógicos de Chibás, que exaltaba los ánimos y despertaba simpatías con sus pregones nacionalistas. Tal era el uso que hacía de las emociones este personaje que llegó al extremo de suicidarse mientras realizaba un discurso por la radio. Esta situación resume bien la radicalidad hueca y la desesperación que animaba a esta agrupación, pero sobre todo muestra la falta de argumentos teóricos y políticos, lo cual, por cierto, es una característica propia de la pequeña-burguesía.
La radicalidad y desesperanza impulsada por los ortodoxos toma mayor dimensión en su sector juvenil, que tenían como dirigente al entonces joven abogado Fidel Castro…
El ambiente de pretendida expansión económica de posguerra que se vivía en el mundo chocaba con la fragilidad de la economía cubana, animada solamente por la bonanza del turismo, que estaba controlado (hoteles y casinos) por la unión de Batista y el mafioso Lucky Luciano. La producción manufacturera en cambio se encontraba rezagada e incapacitada para competir con las mercancías de producción norteamericana que acaparaban el mercado. De manera que, ante el ambiente represor, de miseria[4] y ante la imposibilidad de asegurar un desarrollo de la economía nacional, expresiones de la pequeña burguesía estallan en desesperación, y en una radicalización suicida, van en busca de una pretendida solución enfrentando militarmente a la dictadura, que es vista como una traba para el mismo desarrollo de la burguesía nacional. Pero ¿esto significa que la defensa de la economía cubana, es un proyecto revolucionario o progresista?
Las disputas burguesas y las dificultades políticas del proletariado en Cuba
La burguesía al emerger en la historia tenía como tarea imponer su mercado en el planeta. La primera Guerra Mundial hacía evidente que el mercado capitalista había extendido su dominio por todo el mundo y para reconfigurarlo y redefinir su reparto, (ganando o cediendo áreas), las diferentes fuerzas de la burguesía tienen que entrar en una disputa guerrera. De manera que al estar cumplida la tarea histórica de la burguesía, esta clase pierde el carácter revolucionario que tenía en sus orígenes, por lo que es imposible encontrar una fracción de la burguesa con carácter progresista y menos aún revolucionaria.
Tomando estas reflexiones es que podemos entender porque las preocupaciones de la burguesía (en cualquiera de sus fracciones) están muy alejadas de los intereses de los trabajadores. En Cuba sin embargo los diferentes partidos burgueses y pequeñoburgueses lograron integrar a los explotados como carne de cañón.
Debemos de reconocer que la clase obrera por su condición de explotada, en cualquier lugar del planeta, expone su rebeldía y oposición al sistema opresivo al que lo somete el capital, sin embargo, las condiciones para la maduración de sus combates y la capacidad para la asimilación de sus experiencias no avanza de forma lineal, ya encuentra de forma continua obstáculos. El proletariado en Cuba no ha sido una clase con gran experiencia en el combate, aunque hay expresiones de gran combatividad –como las huelgas de tabaqueros en 1887, que buscaron conectarse con las movilizaciones en apoyo a los obreros de Chicago[5]– no logran recuperar e integrar en su lucha las experiencias del movimiento obrero internacional. Un hecho elocuente es que aunque el anarquismo a fines del siglo XIX interviene en la clase e impulsa la formación de agrupaciones proletarias como el “Circulo de Trabajadores de la Habana”, en el fin del siglo XIX e inicios del XX van perdiendo fuerza porque una masa importante de obreros atienden las promesas de libertad que hacen los partidos de la burguesía y luego, la formación del partido comunista se da en un momento en el que la oleada revolucionaria mundial va en declive y por tanto el papel que asumirá estará dominado por la tendencia contrarrevolucionaria que se extendió desde mediados de los años 20 y hasta 1968.
El dominio de la contrarrevolución
La implantación de una fase histórica de dominio de fuerzas contrarrevolucionarias proviene en las primeras décadas del siglo XX, luego de la derrota de la revolución rusa y del aplastamiento de la revolución alemana. Estos acontecimientos abrieron la secuencia de golpes continuos que recibiría la clase obrera y que abrirían un largo proceso de contrarrevolución. Podemos resaltar dos importantes manifestaciones que exponen claramente la implantación de la contrarrevolución:
- con la derrota de la oleada revolucionaria, en la que la revolución rusa y alemana eran la parte más relevante, se posibilita el dominio del estalinismo y el establecimiento de la política del “socialismo en un solo país” (1926), extendiéndose, a la par de esto, la política de exterminio de la generación de comunistas que se oponen a Stalin, logrando desnaturalizar al marxismo, a la III Internacional, y matando la vida proletaria de los partidos comunistas en el mundo;
- el triunfo y dominio de la democracia y de las expresiones más radicales de la burguesía, como el fascismo y nazismo, permite involucrar a los trabajadores, como carne de cañón, en la guerra imperialista y luego, al terminar esta, mediante la imposición de medidas presentadas como de “Estado benefactor”, aseguran un mejor el control de los obreros.
Así tenemos que desde mediados de los 20 la contrarrevolución avanzó sin dejar posibilidades de actuación de la clase obrera, y la burguesía se aseguraba de mantener su control a través de sindicatos y partidos. El marco definido por el dominio de la contrarrevolución se ve ampliado con el fin de la II Guerra Mundial, que lleva a una reconfiguración de la división del mundo mediante la formación de bloques imperialistas opositores y la agravación de las tendencias guerreras. Los países que quedaron como cabeza de bloque imperialista fueron los EUA y la URSS. Estos bloques definieron su poder aglutinando a Estados nacionales bajo una alianza política, económica y militar, buscando en cada momento ampliar su dominio o evitar el ensanchamiento del opositor, manteniendo así una guerra permanente, denominada como “guerra fría”.
La liberación nacional un proyecto de la burguesía
En Cuba la formación del Partido Comunista (PCC), como decíamos renglones arriba, se inscribe justamente en la dinámica de dominio estalinista (1925)[6]. El PCC fue una organización que nació sin tener una conexión con las experiencias relevantes de la clase obrera internacional, por eso de manera muy rápida se integran como instrumento del estalinismo, llevando por tanto una política burguesa. Desde la década de los 30 el PCC busca acercarse al poder pregonando la alianza de clases (obedeciendo mansamente los lineamientos de la III Internacional estalinizada), a tal grado que formará parte de los partidos que apoyan en diversos proyectos electorales a Fulgencio Batista, obteniendo incluso carteras dentro de algunos gobiernos. Aunque luego en los 50, ya con su nueva adscripción de Partido Socialista Popular (PSP), va a ser considerado ilegal, pero seguirá manteniendo su política de control de los trabajadores, mediante la animación de la esperanza en la democracia y el mejoramiento del capitalismo.
Durante esta fase del siglo XX, la clase obrera en Cuba se encuentra sometida y sin las condiciones para lanzar movimientos amplios, esto hace que el descontento presente entre los explotados sea recuperado por los diversos partidos de la clase dominante, ciñendo las movilizaciones a las necesidades de la burguesía, no logra expresarse por ello la esencia revolucionaria del proletariado. Ante esa ausencia de respuestas obreras y ante las diferentes necesidades de la burguesía no cumplidas por el gobierno, los partidos burgueses toman dominio del escenario social y orientan todo descontento a la defensa de la economía nacional, siendo por eso su proyecto más radical el de la liberación nacional.
Los jóvenes pequeñoburgueses seguidores de Chibás
Entre los sectores más activos de la pequeña burguesía se encontraban las juventudes del partido ortodoxo. La pequeña burguesía decía Marx en su carta al escritor Pavel V. Annenkov (28-diciembre-1846), “…se siente deslumbrado por la magnificencia de la gran burguesía y experimenta a la vez simpatía por los sufrimientos del pueblo.” Es una clase cargada de ambigüedades y desesperación, pero sobre todo desprovista de un proyecto propio. La pequeña burguesía cubana se siente en ese momento ofendida por la condición miserable a la que se somete a la población en el campo y la ciudad, pero al mismo tiempo concibe como verdadera solución a los problemas en el impulso del nacionalismo y la reconfiguración de los poderes constitucionales de la república, tal como lo planteaban los liberales del siglo XIX.
En ese sentido la juventud del PCC, con Fidel Castro a la cabeza, retoma el ideario caduco de José Martí, e inicia un trabajo conspirativo para generar un movimiento nacional promotor de las libertades civiles, el impulso de la economía nacional y la oposición al gobierno golpista de Batista, sostenido de forma abierta por los sectores rentistas cubanos, asociados con sectores de la burguesía norteamericana.
Ese movimiento tiene su punto de mayor desarrollo en el asalto al cuartel Mocada el 26 de julio de 1953. El ataque llevado a cabo por más de una centena de milicianos es derrotado en pocos días. La mayor parte de los jóvenes combatientes son asesinados, otros más, entre ellos Fidel Castro, son apresados, no obstante, logran mantener una organización, que va a sostener el mismo programa político del PCC, e involucrará en la formación del M-26-7 a una masa socialmente amorfa, compuesta lo mismo por trabajadores que por sectores de la burguesía y pequeña burguesía. Cuando Fidel Castro logra dejar la cárcel y exiliarse en México, sus relaciones y lazos de simpatías se extendieron también hacia la burguesía mexicana[7].
Naturaleza burguesa del Movimiento 26 de julio
El M-26-7 tiene en su base de construcción a la organización juvenil del partido ortodoxo, por tanto, hay una continuidad de la práctica de ese partido, lo que significa que su preocupación estaba orientada hacia la obtención de soberanía nacional e independencia económica, siguiendo los planteamientos de Martí y Chibás. El ideario del M-26 está claramente definido en el discurso usado por Castro en su defensa, “La historia me absolverá”. En este plantea las “5 leyes revolucionarias” usadas como referente durante la guerra y luego de terminar esta. Tales medidas son enarboladas para explicar cómo habrán de devolver el carácter legal del Estado burgués: “La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado (…) La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos (…) La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros (…) La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del 55% del rendimiento de la caña (…) La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos…” (F. Castro, 1958).
Como se ha podido ver, el M-26 no tenía ni una naturaleza ni un programa proletario. El periodista norteamericano Robert Taber de la CBS, realiza una entrevista a Fidel Castro en su campamento de la Sierra Maestra y le pregunta directamente: “¿Es usted comunista o marxista?”, a lo que el guerrillero responde claramente: “No hay comunismo ni marxismo en nuestras ideas. Nuestra filosofía política es una democracia representativa y la justicia social dentro de una economía planificada…” (Abril-1957). Esa misma respuesta la repetirá en diversas ocasiones en su visita a los EUA en abril de 1959.
Esta confesión, que no deja duda sobre la postura política del M-26, ha alimentado a una serie de mitos para explicar cómo es que un defensor declarado del capitalismo, aparece de un día para otro como baluarte del comunismo.
Unos de los argumentos más burdos que se usan para explicar esa declaración es hablar de una actuación “táctica”, otros más, intentan refinar la justificación y dicen que se trata de una evolución natural de las posturas del M-26. De manera que reconocen que el M-26 impulsa un proyecto burgués “progresista”, que no sería sino la “primera etapa de la revolución”. Porque, según esos argumentos, las contradicciones generadas por la toma del poder y las reformas impulsadas por el nuevo gobierno, devienen en una “evolución” natural hacia el socialismo. El propio Castro ayuda a este mito al afirmar, en una entrevista a la TV sueca, que: “Antes del 10 de marzo [se refiere al golpe de estado de Batista] ya yo era comunista, pero el pueblo todavía no era comunista, la gran masa todavía no respondía a un pensamiento político radical, la gran masa en esa época respondía a un pensamiento político progresista, reformista, pero no era todavía un pensamiento comunista...” (Diciembre-1977).
Pero el “giro” de Castro y el significado de la llamada “revolución cubana” no es posible de ser entendido si no se toma en cuenta la lucha imperialista, en su forma definida al finalizar la II Guerra Mundial.
La disputa imperialista de Cuba
En el año de 1958 la guerrilla comandada por Castro cumplía dos años de asedio al gobierno de Batista y durante esos dos años la población campesina depauperada y maltratada expone su simpatía hacia la guerrilla, pero es más sobresaliente el apoyo que brinda la burguesía cubana. El gobierno de EUA también al quitar su apoyo económico y militar a Batista, anima, de forma un tanto encubierta, a la guerrilla de Castro. El PSP (sometido a los lineamientos de la URSS) que había sido crítico al M-26 desde 1953 (cuando el asalto al Moncada), cambia su política para convertirse en un punto de apoyo y propaganda dentro de las ciudades. Todo ello hace que al finalizar 1958 Batista huya y el avance militar del M-26 le permita asumir el gobierno y empezar a aplicar las “leyes revolucionarias” y los fusilamientos masivos.
Para ese momento las inversiones de EUA en Cuba eran dominantes en diversas áreas de la producción: en las minas representaban el 90% del capital instalado, en los Ferrocarriles era del 50%, en la producción de azúcar 40%, en bancos el 25%... de manera que EUA espera del gobierno de Castro el respeto a esa inversión, pero además requiere asegurar su alineación política. El gobierno de Castro, por su parte, también pretende estrechar la relación con los EUA, de ahí que su primer viaje, luego de asumir el gobierno es a los EUA. No obstante, esta potencia confiada en el peso de sus inversiones, del monto de sus compras y de su fuerza política, presionan al gobierno cubano para imponer disciplina, pero sin ofrecer mucho. El gobierno cubano, buscando definir un terreno adecuado para la acumulación del capital nacional, estatiza empresas de capital norteamericanas, lo cual inicia el alejamiento del Tío Sam, al mismo tiempo la URSS, de forma más escondida lleva a cabo su trabajo de seducción “diplomática”, ofreciendo apoyo y presionando también, pero ofreciendo mayores concesiones económicas, para lograr el objetivo de hacer de Cuba un punto amenazante para los EUA.
Todo este proceso se desarrolla de forma amplia desde 1959 y toma su punto más álgido en 1961, cuando EUA, impone el bloqueo comercial e impúlsala invasión de playa Girón. Como respuesta inmediata se hace pública la declaración de Castro aceptando su alineación completa a la URSS, de manera que de un día para otro se declara el socialismo en la isla, se unifican diversos grupos para formar el Partido Comunista, las exportaciones de azúcar a la URSS se incrementan a cambio de jugosas transferencias y el estalinismo se convierte en la ideología oficial, fortaleciendo así la ideología “anti-imperialista” que identificaba al imperialismo solo con la política de los EUA.
Esta “relación” entre Cuba y la URSS llegó a hacer de la isla un centro de lanzamiento de cohetes nucleares dirigidos a EUA. Este hecho, al ser descubierto, en octubre de 1962, motivó para llevar a un choque directo entre las cabezas de los bloques imperialistas en disputa, el cual termina con el desmantelar de las bases en Cuba y el acuerdo de EUA de no promover la invasión, así como la destrucción de las bases nucleares instaladas en Turquía (justo en la frontera de la URSS) … evidenciando, que a pesar de que el Estado cubano es excluido de las negociaciones, está integrado en la disputa imperialista.
Esto que ocurrió en Cuba no es un fenómeno aislado o único, es expresión del comportamiento del capitalismo en su fase decadente[8]. Rosa Luxemburgo proporciona elementos para explicar este problema de forma clara: “La política imperialista no es obra de un país o de un grupo de países. Es el producto de la evolución mundial del capitalismo en un momento dado de su evolución. Es un fenómeno internacional por naturaleza, un todo inseparable que no puede comprenderse más que en sus relaciones recíprocas y al cual ningún Estado podría sustraerse…” (La crisis de la socialdemocracia, 1914).
Siguiendo ese razonamiento la misma Luxemburgo expone claramente que en el imperialismo no pueden existir guerras nacionales o defensivas dado, que en el contexto histórico que vivimos, toda guerra se transforma irremediablemente en una guerra imperialista. En este marco las guerras de liberación nacional, presentes en el siglo XX, como lo fue el caso de Cuba, se convirtieron inmediatamente en guerras imperialistas, dado que no solo tras la consigna de “independencia nacional” la burguesía escondía sus ansias por obtener un mejor lugar en el mercado nacional e internacional para asegurar mayores ganancias, sino además las ambiciones imperialistas (tanto de EUA como de la URSS) pasan a dominar el escenario y entran en una disputa con la que no solo buscan alinear un nuevo Estado a su bloque, sino fundamentalmente imponer un escenario estratégico político, económico y fundamentalmente militar más adecuado.
La guerra propiciada por la agitación de la pequeña burguesía cubana y alimentada por la burguesía requería definirse entre las fuerzas imperialistas dominantes y al alinearse de frente a la URSS, se posibilitó la formación de grandes mitos que ayudaron a profundizar la confusión de la clase trabajadora, sobre todo en América Latina, llevando a cabo un verdadero ataque en contra el marxismo.
Se levantan así íconos, como Fidel Castro y el Che Guevara, con los que se promueve la ideología anti proletaria del foquismo guerrillero; pero, sobre todo, con la llamada “revolución cubana” se promueve, una y otra vez la idea contrarrevolucionaria de origen estalinista sobre la posibilidad del “socialismo en un solo país” … o en una sola isla.
El estalinismo tropical de Castro
Uno de los argumentos teóricos que definen al marxismo son sus postulados internacionalistas. El llamado con el que Marx y Engels terminan el Manifiesto del Partido Comunista en 1848, sintetiza ese principio: “¡Proletarios de todos los países, uníos!” El mayor ataque que ha recibido el marxismo a partir de la llamada “revolución cubana”, justamente ha sido en la intensión de eliminar su condición internacionalista, supliéndola por el llamado a construir el “socialismo en un solo país”. En Cuba la tradición estalinista no tenía un gran arraigo, ni aún Castro o sus seguidores tenían cercanía a esa ideología y sin embargo la fuerza imperialista de la URSS logró imponerse como la fuerza dominante en la isla, transformar al Estado cubano en su satélite y hacer de Castro un servidor del estalinismo. Ya como dictador, Fidel Castro cumplió muy bien su mandato: someter el descontento y extraer la plusvalía de la clase obrera cubana, pero, sobre todo, extender la confusión entre los trabajadores del mundo sobre la falsa idea de que lo que existe en Cuba es socialismo.
En los países llamados socialistas, como en Cuba, los medios de producción están en manos del Estado, lo cual hace aparentar que no existe el capital, y sin embargo está presente, pero de forma despersonificada, de tal manera que no se percibe a un capitalista individual, sin embargo, la estructura burocrática cumple las funciones de la burguesía, es decir, comandar la represión, organizar la acumulación y asegurar la extracción de plusvalía. Es, a fin de cuentas, una representación burda del capitalismo de Estado[9]. La figura de Castro y el mito de la “revolución cubana” han permitido a la burguesía crear y fomentar la falsa idea de que la revolución socialista tendría que ser como en Cuba, es decir, ser un acto llevado por un grupo militarizado, autonombrado representante de los trabajadores y la imposición de una economía estatizada… Un principio defendido por Marx de frente a la diversas visiones utópicas y voluntaristas-aventureras que se pretendían revolucionarias, es que “La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la misma clase”. Justamente si hacemos la comparación de la revolución rusa de 1917 y la llamada “revolución cubana”, podemos notar que mientras en la primera la clase obrera ésta organizada y activa a través de los soviets, en Cuba el grueso de la clase obrera se encuentra expectante y pasiva al avance de la guerra… Por la gran confusión que ha creado entre los proletarios del mundo la burguesía le debe mucho a Castro.
Hasta la muerte fiel… a la burguesía
El gobierno que se impone en Cuba luego de la toma del poder por parte del ejército de Castro, pudo sobrevivir gracias a las transferencias y contratos comerciales acordados con la URSS, al colapsarse la economía de la URSS (y con ella el bloque imperialista que comandaba), el Estado cubano queda sin padrinos y con una profunda crisis, la cual utiliza para justificar la imposición de medidas de racionamiento brutales a la población y ahondar las penurias de los trabajadores.
Ante la orfandad en que queda el gobierno de Castro, con el desplome de la URSS, desesperadamente busca mecanismos que le permitieran resarcir la dinámica de la acumulación. La estrategia que el estado cubano establece es la apertura al capital foráneo, primero al de origen español, pero luego, aprovechando que el gobierno venezolano de Chávez promueve la caricatura llamada “socialismo del siglo XXI”, Castro establece una alianza política que le permite recibir transferencias de la renta petrolera que recibió la burguesía venezolana durante la coyuntura de altos precios del combustible. De esta forma Chávez apuntalaba el proceso de acumulación de Cuba y a cambio recibía una transferencia de la carga mitológica de la que se ha levantado alrededor de Castro y la “revolución cubana”, ayudando a la confusión que hace pasar a la caricatura grotesca del gobierno de Chávez como una experiencia revolucionaria y de esperanza para la clase obrera.
Con la muerte de Castro (como con la de Chávez hace algunos años) la condición de los explotados no ha cambiado nada. No basta la muerte de un tirano para que las cosas cambien para los trabajadores; mientras el capitalismo se mantenga en pie, la muerte de un tirano será suplida por otro igual o más bestial, ya vemos como Raúl Castro repite las dosis de opresión y explotación para los trabajadores. Lo que sí es cierto es que la muerte de Fidel Castro permitirá a la burguesía dar un nuevo aliento al mito de la “revolución cubana” e intentar lanzar esa carga de ideas confusas a las nuevas generaciones de proletarios que no les tocó vivir ese período y por tanto esos mitos no tienen una afectación directa sobre ellos… de esa forma Fidel Castro aún muerto sigue sirviendo a la burguesía.
RM / 26-diciembre-2016
[1] La primera cita de Martí proviene de “Libertad, ala de la industria.” Del tomo 9 de sus obras. La segunda corresponde a una carta, publicada en el tomo 11
[2] El incremento de los precios del azúcar alentó la ampliación de la producción y refinación, la exportación de azúcar durante 1919-20 fue tan grande, que equivale a la suma de sus ventas totales de azúcar entre 1900-14
[3] Los principios programáticos de los ortodoxos se resumen en lo siguiente: independencia económica, industrialización, intensificación del comercio exterior, diversificación agrícola, nacionalización de los principales servicios públicos, creación de un sistema bancario, control de la producción por parte del Estado, cese de la discriminación racial, elevación del nivel de vida de los trabajadores, eliminación del gansterismo, moralidad administrativa y, cualquier cosa que signifique, equilibrio de las clases sociales
[4] Según el Consejo Nacional de Economía de EUA en 1957, el 35% de la población activa estaba desempleada
[5] Es relevante señalar que José Martí vivió entre 1880 y 1895 en EUA y fue testigo de las amplias movilizaciones obreras, ante las que manifestó un rechazo por estar “radicalizadas” por los “extranjeros” e incluso manifestó su acuerdo con la condena a muerte impuesta a los 8 anarquistas en Chicago y solo hasta meses después cambió de parecer, motivado por la idea de que la clase obrera podía ser una fuerza de apoyo para sus proyectos
[6] En 1944 el PCC cambia su nombre a Partido Socialista Popular (PSP)
[7] Hay una relación muy directa de Castro con representantes de la burguesía mexicana, por ejemplo, con los ex presidentes Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán, pero también con mafiosos empresarios como “Chema” Guardia. Es muy conocido también que recibió la amistad y apoyo de policías sanguinarios, como Fernando Gutiérrez Barios, que en los años 60-80 condujo la “guerra sucia” en México, e incluso hay documentos que lo señalan como agente informador de la CIA
[8] A lo largo de nuestras publicaciones referimos que el capitalismo se encuentra en su fase de decadencia, intentando explicar de forma resumida este concepto, citamos brevemente algunos párrafos de nuestra Plataforma Política: “…La decadencia del capitalismo es el producto del desarrollo de las contradicciones internas inherentes a ese modo de producción (…)
Aunque la mercancía ha existido en la mayor parte de las sociedades, la economía capitalista es la primera basada fundamentalmente en la producción de mercancías. La existencia de mercados en constante aumento es una de las condiciones esenciales del desarrollo capitalista. En particular la realización de la plusvalía producida por la explotación de la clase obrera es indispensable para la acumulación del capital, motor esencial de su dinámica (…) El capitalismo (…) al generalizar sus relaciones al conjunto del planeta y al unificar el mercado mundial, alcanza un grado crítico de saturación de esos mismos mercados que le habían permitido la formidable expansión del siglo XIX. Además, la dificultad creciente que tiene el capital para encontrar los mercados donde realizar su plusvalía, acentúa la presión a la baja que ejerce sobre la tasa de ganancia (…) Esta baja de la tasa de ganancia, en un principio tendencia, deviene cada vez más efectiva, lo cual traba poderosamente el proceso de acumulación del capital y, en consecuencia, el funcionamiento de las estructuras del sistema…” (https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-ado...).
[9] Ver La Experiencia rusa: propiedad privada y propiedad colectiva. /revista-internacional/200711/2089/la-experiencia-rusa-propiedad-privada-y-propiedad-colectiva