Voces disidentes dentro del movimiento anarquista

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En la primera parte de este artículo no solo examinamos el proceso que condujo a la integración de la organización oficial de los anarcosindicalistas (la Confederación Nacional del trabajo, CNT) en el Estado burgués republicano en la España de los años 1936-37 sino que tratamos también de explicar la vinculación de esta traición con las debilidades, programáticas y teóricas subyacentes en la visión anarquista del mundo. Sin embargo, esas capitulaciones tuvieron que enfrentarse al rechazo de las corrientes proletarias de dentro y de fuera de la CNT: las Juventudes libertarias, una tendencia de izquierda del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en torno a Josep Rebull[1]; el Grupo Bolchevique Leninista (trotskista) en torno a Grandizo Munis; Camillo Berneri, anarquista italiano, que editaba Guerra di Clase y en particular la Agrupación Los Amigos de Durruti[2] animada, entre otros, por Jaime Balius. Todos estos grupos, estaban por lo general compuestos de militantes obreros que habían participado en las luchas heroicas de julio de 1936 a mayo de 1937 y que, sin alcanzar nunca la claridad de la Izquierda Comunista Italiana, como se señaló en la primera parte de este artículo, se opusieron a la política oficial de la CNT y del POUM de participación en el Estado burgués y a su acción de rompehuelgas durante las Jornadas de mayo de 1937.

Los amigos de Durruti

La Agrupación de Los Amigos de Durruti, quizás la más importante de todas esas tendencias, era la más numerosa de todas y fue capaz de llevar a cabo una importante intervención durante las Jornadas de mayo de 1937, distribuyendo el famoso folleto en que define sus posiciones programáticas:

CNT-FAI. Agrupación "Los Amigos de Durruti".
¡TRABAJADORES! Una Junta revolucionaria. Fusilamiento de los culpables. Desarme de todos los Cuerpos armados. Socialización de la economía. Disolución de los Partidos políticos que hayan agredido a la clase trabajadora. No cedamos la calle. La revolución ante todo. Saludamos a nuestros camaradas del POUM que han confraternizado en la calle con nosotros.
¡VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIAL, ABAJO LA CONTRARREVOLUCIÓN!

Este Comunicado, editado en forma de octavilla, es una versión abreviada de la lista de exigencias que Los Amigos de Durruti publicaron y difundieron en forma de cartel mural en abril de 1937:

Agrupación de Los Amigos de Durruti. A la clase trabajadora:

1.- Constitución inmediata de una Junta Revolucionaria integrada por obreros de la ciudad, del campo y por combatientes.
2.- Salario familiar. Carta de racionamiento. Dirección de la economía y control de la distribución por los sindicatos.
3.- Liquidación de la contrarrevolución.
4.- Creación de un ejército revolucionario.
5.- Control absoluto del orden público por la clase trabajadora.
6.- Oposición firme a todo armisticio.
7.- Una justicia proletaria.
8.- Abolición de los canjes de personalidades.
Atención trabajadores: nuestra agrupación se opone a que la contrarrevolución siga avanzando. Los decretos de orden público, patrocinados por Aiguadé no serán implantados. Exigimos la libertad de Maroto y otros camaradas detenidos.
Todo el poder a la clase trabajadora.
Todo el poder económico a los sindicatos.
Frente a la Generalidad, la Junta Revolucionaria.

Los demás grupos, incluidos los trotskistas, tendían a ver a Los Amigos de Durruti como una vanguardia potencial -el mismo Munis era optimista en cuanto a su evolución hacia el trotskismo- pero quizás el aspecto más importante de Los amigos de Durruti era que, si bien surgían de la CNT misma, reconocían la incapacidad de ésta para desarrollar una teoría revolucionaria y por lo tanto el programa revolucionario que requería, en su opinión, la situación en España.

Agustín Guillamón llama nuestra atención hacia un pasaje del panfleto “Hacia una nueva revolución”, publicado en enero de 1938, donde su autor, Balius, escribía:

La CNT estaba huérfana de teoría revolucionaria. No teníamos un programa correcto. No sabíamos adónde íbamos. Mucho lirismo, pero en resumen de cuentas, no supimos qué hacer con aquellas masas enormes de trabajadores, no supimos dar plasticidad a aquel oleaje popular que se volcaba en nuestras organizaciones y por no saber qué hacer entregamos la revolución en bandeja a la burguesía y a los marxistas, que mantuvieron la farsa de antaño, y lo que es mucho peor, se ha dado margen para que la burguesía volviera a rehacerse y actuase en plan de vencedora.”[3]

Como se indica en nuestro artículo de la Revista Internacional, Nº 102: "Anarquismo y comunismo", la CNT tenía en realidad, sobre estas cuestiones, una teoría embrollada, que justificaba la participación en el Estado burgués, sobre todo en nombre del antifascismo. La posición de Los Amigos de Durruti era sin embargo correcta en el sentido más general de que el proletariado no puede hacer la revolución sin una comprensión clara y consciente del objetivo al que se dirige y de la dirección en que se mueve y de que la tarea específica de la minoría revolucionaria es elaborar y desarrollar una comprensión basada en la experiencia de la clase obrera como un todo.

En esta búsqueda de la claridad programática, la Asociación Los Amigos de Durruti se vio obligada a cuestionar algunos supuestos básicos del anarquismo, tales como el rechazo de la necesidad de la dictadura del proletariado y de la vanguardia revolucionaria luchando en el seno de la clase obrera por su realización. Guillamón, en particular en su análisis de los artículos que Balius escribió en el exilio, reconoce claramente los progresos realizados por Los Amigos de Durruti en este aspecto:Hay que reconocer,escribe Guillamón- tras la lectura de estos dos artículos, que la evolución del pensamiento político de Balius, basado en el análisis de las ricas experiencias desarrolladas durante la guerra civil, le ha conducido a plantearse cuestiones tabúes en la ideología anarquista: 1.- la necesidad de la toma del poder por el proletariado; 2.- la ineludible destrucción del aparato estatal capitalista para construir otro proletario; 3.- el papel imprescindible de una dirección revolucionaria.’’ [4].

Aparte de en las reflexiones de Balius, la noción de una dirección revolucionaria estaba implícitamente formulada en la actividad práctica de la Agrupación aunque no explícitamente; y no era, ciertamente, muy compatible con la idea que Los Amigos de Durruti tenían de sí mismos, es decir, un "grupo de afinidad" que, a lo sumo, implica una formación política limitada en el tiempo y a unos objetivos específicos y no una organización política permanente basada en un conjunto de principios programáticos y organizativos. Sin embargo, el reconocimiento por parte de la Agrupación de la necesidad de un órgano de poder, proletario, es más explícito y está contenido en la idea de la "Junta Revolucionaria", admitiendo que era, de alguna manera, una innovación para el anarquismo: “En nuestro programa introducimos una ligera variante dentro del anarquismo. La constitución de una Junta revolucionaria."[5]. En una entrevista con la revista trotskista francesa Lutte Ouvrière, Munis considera a la junta como equivalente a la idea de los soviets y sin duda “Este núcleo de obreros revolucionarios [Los Amigos de Durruti] representaba un comienzo de evolución del anarquismo hacia el marxismo. Habían sido impulsados a reemplazar la teoría del comunismo libertario por la de la "junta revolucionaria" (soviet) como encarnación del poder proletario, democráticamente elegido por los obreros.[6].

Guillamón reconoce en su libro esta convergencia entre las "innovaciones" de Los Amigos de Durruti y el marxismo clásico, aunque se empeña en rechazar cualquier idea de la agrupación habría estado influida directamente por los grupos marxistas con los que estuvo en contacto, como era el caso de los Bolcheviques-leninistas. La propia Agrupación, irritada, habría impugnado que se la "acusase" de evolucionar hacia el marxismo, un marxismo que la Agrupación era apenas capaz de distinguir de sus caricaturas contrarrevolucionarias, como refleja el pasaje del folleto de Balius reproducido anteriormente. Y ya que el marxismo es una teoría revolucionaria del proletariado ¿es acaso extraño que los proletarios revolucionarios, cuando reflexionan sobre las lecciones de la lucha de clases, se sientan atraídos por las conclusiones fundamentales de los marxistas? La cuestión de la influencia específica en este proceso de los grupos políticos no es insignificante, pero es un elemento secundario.

Una ruptura incompleta con el anarquismo

Sin embargo, a pesar de estos avances, la Agrupación Los Amigos de Durruti nunca logró hacer una ruptura profunda con el anarquismo. Permanecían fuertemente apegados a las tradiciones y a las ideas anarcosindicalistas: para poder unirse a la Agrupación, se debía ser también miembro de la CNT. Como puede verse en los carteles del mes de abril y en otros documentos, el grupo considera todavía que el poder de los trabajadores podría expresarse no sólo mediante una "junta revolucionaria" o de los Comités de trabajadores creados durante la lucha, sino también, mediante el control sindical de la economía y la existencia de "municipios libres"[7] -fórmulas que revelan una continuidad con el programa de Zaragoza cuyas importantes limitaciones examinamos ya en la primera parte de este artículo. Así, el programa preparado por Los Amigos de Durruti no pudo basarse en la experiencia real de los movimientos revolucionarios de 1905 y de 1917 a 1923 durante los cuales, en la práctica, la clase obrera había ido más allá de la forma sindicato y los espartaquistas, por ejemplo, habían pedido la disolución de todos los órganos de Gobierno local existentes y su sustitución por los Consejos Obreros. A este respecto es significativo que, en las columnas de la revista de la agrupación, el Amigo del Pueblo, (que trató de extraer lecciones de los sucesos de 1936-37), se publicase una serie histórica sobre la experiencia de la revolución burguesa en Francia y nada sobre las revoluciones proletarias en Rusia o Alemania.

Los Amigos de Durruti consideraban sin duda a la "junta revolucionaria" como un instrumento del proletariado para tomar el poder, en 1937, pero ¿podemos decir que Munis tenía razón al decir que la "junta revolucionaria" equivalía a los soviets? Hay en esto poca claridad, debido sin duda a la aparente incapacidad de Los Amigos de Durruti para conectar con la experiencia de los Consejos Obreros fuera de España. Por ejemplo, la misma visión del Grupo sobre la manera en que la Junta debía constituirse no estaba nada clara. ¿Debía surgir directamente de las asambleas generales en las fábricas y en las milicias? o ¿debía ser el producto de los propios trabajadores más decididos? En un artículo publicado en el Nº 6 de el Amigo del Pueblo, la Agrupación se declara partidaria "de que en la Junta revolucionaria solamente participen los obreros de la ciudad, del campo y los combatientes que en los instantes decisivos de la contienda se hayan manifestado como paladines de la revolución social.."[8]. Guillamón no tiene ninguna duda en lo que se refiere a las implicaciones de esta visión: "La evolución del pensamiento político de Los Amigos de Durruti es ya imparable. Tras el reconocimiento de la necesidad de la dictadura del proletariado, la siguiente pregunta que se plantea es ¿quién ejercerá esa dictadura del proletariado? La respuesta es una Junta revolucionaria, que es definida acto seguido como la vanguardia de los revolucionarios. Y su papel, no podemos creer que sea diferente al atribuido por los marxistas al partido revolucionario."[9]. Pero, desde nuestro punto de vista, una de las lecciones fundamentales de los movimientos revolucionarios de 1917 a 1923 y de la revolución rusa en particular es que el partido revolucionario no puede continuar desempeñando su papel si se identifica a sí mismo con la dictadura del proletariado. Aquí Guillamón parece teorizar las mismas ambigüedades, propias de los amigos de Durruti, sobre este asunto. Nosotros insistiremos más adelante sobre este tema. En cualquier caso, es difícil no tener la impresión de que la Junta fue una especie de solución para salir del paso, en lugar de la "forma finalmente encontrada de la dictadura del proletariado" con la que marxistas como Lenin y Trotsky calificaron a los soviets. Por ejemplo, en Hacia una nueva revolución”, Balius destaca que la propia CNT tendría que tomar el poder: "Cuando una organización se ha pasado toda la vida propugnando por la revolución, tiene la obligación de hacerla cuando precisamente se presenta una coyuntura. Y en julio había ocasión para ello. La CNT debía encaramarse en lo alto de la dirección del país, dando una solemne patada a todo lo arcaico, a todo lo vetusto, y de esta manera hubiésemos ganado la guerra y hubiéramos ganado la revolución."[10]. Además de subestimar el profundo proceso de degeneración que corroía a la CNT, desde ya bastante antes de 1936[11], esos propósitos muestran de nuevo una incapacidad para asimilar las lecciones de la oleada revolucionaria de 1917-23, que había aclarado por qué los soviets y no los sindicatos son la forma indispensable de la dictadura del proletariado.

La adhesión de Los Amigos de Durruti a la CNT tuvo también repercusiones importantes en el plano organizativo: en su manifiesto del 8 de mayo caracterizan, sin dudarlo, como una traición el papel desempeñado por las altas esferas de la CNT en el sabotaje de la revuelta de mayo de 1937; aquellos a quienes la Agrupación denunció como traidores habían atacado ya a Los Amigos de Durruti tratándolos de agentes provocadores, haciéndose eco así de las calumnias habituales de los estalinistas, y amenazado con su expulsión inmediata de la CNT. Este antagonismo feroz era sin duda un reflejo de la división de clase entre el campo político del proletariado y las fuerzas que se habían convertido en una agencia del Estado burgués. Pero, ante la inminente posibilidad de que ocurriese una ruptura definitiva con la CNT, Los Amigos de Durruti dieron marcha atrás y accedieron a abandonar la acusación de traición a cambio de evitar la orden de expulsión que les afectaba; un cambio que sin duda alguna perjudicó la capacidad la Agrupación para continuar funcionando con independencia. El apego sentimental a la CNT fue, simple y llanamente, demasiado fuerte para la mayoría de los militantes, aunque un número significativo de ellos -y no sólo los miembros de Los Amigos de Durruti y de otros grupos disidentes – había hecho trizas su carnet ante la Orden de desmantelar las barricadas y volver al trabajo, en mayo de 1937. Este apego está resumido en la decisión de Joaquín Aubi y Rosa Muñoz de dimitir de Los Amigos de Durruti ante la amenaza de expulsión de la CNT: “Sigo considerando a los compañeros pertenecientes a Los Amigos de Durruti como camaradas; pero repito lo que he dicho siempre en reuniones plenarias en Barcelona: "la CNT fue el vientre que me dio a luz y la CNT será mi tumba".[12]

Las limitaciones "nacionales" de la visión de Los Amigos de Durruti

En la primera parte de este artículo, hemos demostrado que el programa de la CNT quedó atrapado en un contexto estrictamente nacional que veía el comunismo libertario como algo posible, en el contexto de un solo país autosuficiente. Algunos de Los Amigos de Durruti tenían una fuerte actitud internacionalista a un nivel casi instintivo -por ejemplo, en su llamamiento a la clase obrera internacional para ayudar a los insurgentes en mayo de 1937, pero ésta no se basaba en un análisis teórico serio de la relación de fuerzas entre las clases a escala mundial e histórica ni en la capacidad de desarrollar un programa basado en la experiencia internacional de la clase obrera, como ya hemos observado al referirnos a la vaguedad del concepto "junta revolucionaria". Guillamón es especialmente mordaz en su crítica de esta debilidad, tal como dicha debilidad se expresa en un capítulo del Folleto de Balius:

El siguiente capítulo del folleto se dedica al tema de la independencia de España. Todo el capítulo está impregnado de concepciones falsas, miopes o propias de la pequeña burguesía. Se defendía un nacionalismo barato y chato, con argumentaciones pobres y simplistas de política internacional. Así, pues, daremos carpetazo a este capítulo diciendo que Los Amigos de Durruti sostenían concepciones burguesas, simplistas y/o retrógradas sobre el nacionalismo.[13].

Las influencias del nacionalismo fueron particularmente determinantes en la incapacidad de Los Amigos de Durruti para entender la verdadera naturaleza de la guerra en España. Como lo escribimos en nuestro artículo de la Revista Internacional Nº102, “Anarquismo y comunismo”:

De hecho las consideraciones de los amigos de Durruti sobre la guerra se hacían desde planteamientos nacionalistas estrechos y ahistóricos del anarquismo, teniendo que recurrir a una versión de los acontecimientos en España que estaba en continuidad con las tentativas ridículas de revolución que llevó a cabo la burguesía en 1808, contra la invasión napoleónica. Mientras que el movimiento obrero internacional debatía sobre la derrota del proletariado mundial y la perspectiva de una segunda guerra mundial, los anarquistas en España pensaban en Fernando VII y Napoleón:

‘Hoy se repite lo ocurrido en la época de Fernando VII. También en Viena se celebró una reunión de los dictadores fascistas para precisar su intervención en España. Y el papel que tuvo El Empecinado entonces es desempeñado hoy por los trabajadores en armas. Alemania e Italia carecen de materias primas. Necesitan hierro, cobre, plomo, mercurio. Pero estos minerales españoles están en manos de Francia e Inglaterra que a la vez intentan conquistar España. Inglaterra no protesta vigorosamente es más busca bajo mano negociar con Franco (...) La clase obrera ha de conseguir la independencia de España. No será el capital nacional quien lo logre, puesto que el capital internacional está estrechamente vinculado de un extremo al otro del mundo. Este es el drama de la España actual. A los trabajadores nos toca arrojar a los capitalistas extranjeros. Esto no es una cuestión patriótica. Es un caso de intereses de clase.(Cita del artículo de Jaime Balius "Hacia una nueva revolución”. Centro de documentación histórico-social, Etcétera. Págs.: 32-33. 1997)’.

Como se constata, se recurre a toda clase de triquiñuelas para convertir una guerra imperialista entre Estados, en una guerra patriótica, una guerra “de clases”. Esto es una manifestación del desarme político al que somete el anarquismo a los militantes obreros sinceros como Los Amigos de Durruti. Estos compañeros, que querían luchar contra la guerra y por la revolución, eran incapaces de encontrar el punto de partida para una lucha efectiva: el llamamiento a desertar a los obreros y campesinos (reclutados por ambos bandos, republicano y franquista), a apuntar sus armas contra los oficiales que les oprimían, a volver a la retaguardia y a luchar, con huelgas y con manifestaciones, en un terreno de clase contra el capitalismo en su conjunto.”

Y esto nos lleva a lo más importante de todo: la posición de Los Amigos de Durruti sobre naturaleza de la guerra de España. No hay duda, el nombre de la Agrupación significa algo más que una referencia sentimental a Durruti[14], cuya valentía y sinceridad fueron tan admiradas por el proletariado español. Durruti fue un militante de la clase obrera, pero era totalmente incapaz de hacer una crítica exhaustiva de lo que les sucedió a los obreros españoles tras la sublevación de julio de 1936, de cómo la ideología antifascista y la transferencia de la lucha del frente social a los frentes militares fue ya un paso decisivo en el alistamiento de los trabajadores en un conflicto imperialista. Durruti, como muchos anarquistas sinceros, quería ir “hasta el final del final”. Refiriéndose a la guerra afirmó que la guerra y la revolución, lejos de estar en contradicción la una con la otra, podrían reforzarse mutuamente siempre que la lucha en los frentes se combinara con transformaciones “sociales” en la retaguardia, algo a lo que Durruti identificaba con la instauración del comunismo libertario. Pero, como señaló Bilan: en el contexto de una guerra militar entre bloques capitalistas, las empresas industriales y agrícolas en autogestión no podrían funcionar sino como un medio para movilizar a los obreros para la guerra. En realidad era una especie de "comunismo de guerra" que alimentaba una guerra imperialista.

Los Amigos de Durruti nunca rechazaron la idea de que la guerra y la revolución debían llevarse a cabo simultáneamente. Como Durruti, llamaron a la movilización total de la población para la guerra, incluso cuando habían concluido que la guerra estaba perdida.[15]

La posición de Guillamón sobre la guerra y sus críticas a BILAN

Para Guillamón, en resumen, los acontecimientos en España fueron "la tumba del anarquismo como teoría revolucionaria del proletariado "[16]. Sólo podemos añadir que, a pesar del heroísmo de los amigos de Durruti y sus encomiables esfuerzos por desarrollar una teoría revolucionaria, el terreno anarquista en el cual intentaron cultivar esa flor demostró ser estéril.

Pero el propio Guillamón no está exento de ambigüedades sobre la guerra de España y esto es evidente en sus críticas a la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista que publicaba Bilan.

Sobre la cuestión central de la guerra la posición de Guillamón, como lo resume en su libro, aparece bastante clara:

"1.- Sin destrucción del Estado no hay revolución proletaria. El Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña (CCMA) no fue un órgano de doble poder, sino de encuadramiento militar de los obreros, de unidad sagrada con la burguesía, en suma, un organismo de colaboración de clases.

2.- El armamento del pueblo no significa nada. La naturaleza de una guerra militar viene determinada por la naturaleza de la clase que la dirige. Un ejército que lucha en defensa de un Estado burgués, aunque sea antifascista, es un ejército al servicio del capital.

3.- La guerra entre un Estado fascista y un Estado antifascista no es una guerra de clases revolucionaria. La intervención del proletariado en uno de esos dos bandos significa que ya ha sido derrotado. Una lucha militar en un frente militar suponía además una insuperable inferioridad técnica y profesional del ejército popular o miliciano.

4.- La guerra en los frentes militares suponía el abandono del terreno de clase. El abandono de la lucha de clases suponía la derrota del proceso revolucionario.

5.- En España, en agosto de 1936, ya no existía una revolución, sólo había lugar para la guerra. Una guerra exclusivamente militar, sin carácter revolucionario de ningún tipo.

6.- Las colectivizaciones y socializaciones en el plano económico no son nada cuando el poder estatal está en manos de la burguesía.[17]

Esta posición se asemeja mucho a las posiciones defendidas por la Izquierda Comunista. Pero Guillamón, en realidad, rechaza algunas de las más importantes posiciones de Bilan, como vemos en otro documento: "Tesis sobre la guerra civil española y la situación revolucionaria creada el 19 de julio de 1936", publicado en 2001 por Balance [18]. Y aunque reconoce que ciertos aspectos del análisis de los acontecimientos en España, realizados por Bilan, eran brillantes, desarrolla sin embargo críticas fundamentales a este análisis y a las conclusiones políticas que de éste se deducen:

1 Bilan no vio que, en julio de 1936, había una "situación revolucionaria”.

 “Bilan reconoce por una parte el carácter de clase de las luchas de Julio y Mayo, pero por otra no sólo niega su carácter revolucionario, sino también la existencia de una situación revolucionaria. Visión que sólo puede ser explicada por la lejanía de un grupo parisino absolutamente aislado, que antepone la abstracción de sus análisis al estudio de la realidad española. No hay en Bilan ni una palabra sobre la auténtica naturaleza de los comités, ni sobre la lucha del proletariado barcelonés por la socialización y contra la colectivización, ni sobre los debates y enfrentamientos en el seno de las Columnas a causa de la militarización de las Milicias, ni una crítica seria de las posiciones de la Agrupación de Los Amigos de Durruti, por la sencilla razón de que prácticamente desconocían la existencia e importancia real de todo esto. Era sencillo justificar esa ignorancia negando la existencia de una situación revolucionaria. El análisis de Bilan quiebra al considerar que la ausencia de de un partido revolucionario (bordiguista) implica necesariamente la ausencia de una situación revolucionaria.”

2 El análisis que hace Bilan de los sucesos de Mayo es incoherente:

"La incoherencia de Bilan se pone de manifiesto en el análisis sobre las jornadas de mayo de 1937. Resulta que aquella "revolución" del 19 de Julio, que una semana después ya no lo era, porque se habían trocado los objetivos de clase por objetivos bélicos, ahora como nuevo Guadiana[19] de la historia se nos vuelve a aparecer como un fantasma que nadie sabía donde se escondía. Y ahora resulta que en mayo de 1937 los trabajadores están de nuevo "de revolución", y la defienden con barricadas. ¿No habíamos quedado que, según Bilan, no había revolución? Y es que Bilan se hace un lío. El 19 de Julio (según Bilan) hay una revolución, pero una semana después, ya no la hay, porque no hay partido (bordiguista); en mayo del 37 se da una nueva semana revolucionaria. Pero ¿desde el 26 de Julio del 36 hasta el 3 de Mayo del 37 qué había?: no se nos dice nada. La revolución se considera un Guadiana que surge al escenario histórico cuando interesa a Bilan para explicar unos acontecimientos que ni comprende, ni explica, ni entiende”.

3. La posición de Bilan, sobre el partido y la idea de que es el partido y no la clase quien hace la revolución, “está basada en una “concepción leninista, totalitario y sustitucionista del partido".

4. Las conclusiones prácticas de Bilan sobre la guerra eran "reaccionarias”:

Según Bilan el proletariado se veía abocado a una guerra antifascista, esto es, se veía enrolado en una guerra imperialista entre una burguesía democrática y otra burguesía fascista. No cabía otra vía que la deserción, el boicot, o la espera de tiempos mejores en los que el partido (bordiguista) saliera a la palestra de la historia desde el escondrijo en que se hallara.” De esta manera, el negar la existencia de una situación revolucionaria en 1936 llevó a Bilan aa defender (sólo en el plano teórico) posiciones políticas reaccionarias como eran la ruptura de los frentes militares, la confraternización con las tropas franquistas, el boicot al armamento de las tropas republicanas, etc...”.

Para responder en profundidad a las críticas que Guillamón dirige a la Fracción Italiana, sería necesario hacer otro artículo pero queremos, entre tanto, insistir en algunas observaciones:

- Es falso decir que Bilan desconocía totalmente el movimiento real de la clase obrera en España. Es posible que no conociera a Los Amigos de Durruti pero estaba en contacto con Camillo Berneri. Por eso, a pesar de sus duras críticas al anarquismo, fue capaz de reconocer que una resistencia proletaria podría surgir todavía de sus filas. Más importante aún: identificó, como reconoce Guillamón, el carácter de clase de los acontecimientos de julio de 1936 a mayo de 1937 y, simplemente, es erróneo pretender que no dijo una palabra sobre los Comités que surgieron de la insurrección de julio. En la primera parte de este artículo hemos citado un extracto del texto "La enseñanza de los acontecimientos de España" publicado en Bilan Nº 36, donde se mencionan esos comités considerándolos órganos proletarios, pero donde también se reconoce el rápido proceso de recuperación de que fueron objeto por la vía de las "colectividades". Bilan da a entender, en ese mismo artículo, que el poder estaba al alcance de los trabajadores y que el siguiente paso era la destrucción del Estado capitalista. Pero Bilan disponía de un marco de análisis histórico e internacional que le permitía tener una visión más clara del contexto general que había determinado el trágico aislamiento del proletariado español (la terrible contrarrevolución triunfante y un curso abierto hacia la guerra imperialista mundial, cuyo ensayo general fue precisamente el conflicto español. Guillamón apenas habla de esto, como tampoco se hablaba en los análisis de los anarquistas españoles de aquel tiempo;

- Los acontecimientos de Mayo no muestran las confusiones de Bilan, sino que, al contrario, confirman sus análisis. La lucha de clases, como la misma conciencia es, en efecto, comparable a un río que puede fluir bajo tierra durante una parte de su trayecto y salir más adelante a la superficie: el ejemplo más importante de esto fueron los acontecimientos revolucionarios de 1917-1918, posteriores a la terrible derrota ideológica de la clase en 1914. El hecho de que el ímpetu proletario inicial, de julio de 1936, fuese contrarrestado y desviado, no significa que el espíritu de lucha y la conciencia de clase del proletariado español estuviesen completamente destrozados; ambos reaparecieron en una última acción de retaguardia contra los ataques incesantes a la clase, impuestos sobre todo por la burguesía republicana. Pero esta reacción fue aplastada por las fuerzas combinadas de la clase capitalista, los estalinistas y la CNT. Una masacre de la que no se recuperó el proletariado español.

- Rechazar la posición de Bilan sobre el partido tratándola de “leninista y sustitucionista”, como lo hace Guillamón, es un ejemplo del recurso a dudosos atajos, algo que sorprende viniendo de un historiador normalmente tan riguroso. Guillamón sugiere que Bilan veía el partido como un “deus ex machina”, que espera entre bastidores a que le llegue su momento propicio. Esto podría decirse de los bordiguistas hoy, que pretenden ser el partido, pero Guillamón ignora totalmente el concepto que tiene Bilan de lo que es la Fracción, un concepto basado en el reconocimiento de que el partido no puede existir en una situación de contrarrevolución y de derrota, precisamente porque el partido es el producto de la clase y no lo contrario. Es cierto que la Izquierda Italiana no había roto aun con la idea sustitucionista del partido que toma el poder y ejerce la dictadura del proletariado -pero ya hemos demostrado que el propio Guillamón no tiene totalmente claro ese concepto y que Bilan en general había comenzado a desarrollar un marco integral para romper con el sustitucionismo[20]. En España, en 1936, Bilan explica la ausencia del partido como el producto de la derrota de la clase obrera a nivel mundial y, aunque no rechaza la posibilidad de levantamientos revolucionarios, fue capaz de precisar que “la suerte estaba ya echada” en contra del proletariado. Y, como el mismo Guillamón reconoce, no puede triunfar una revolución que no haga surgir un partido revolucionario. Por lo tanto, al contrario de lo que se dice a menudo falsamente, Bilan no tenía una posición idealista del tipo: "no hay revolución en España porque allí no hay partido", sino una posición materialista: "no hay partido porque no hay ninguna revolución".

Donde se puede ver más claramente la incoherencia de Guillamón es en el rechazo de la posición “derrotismo revolucionario” de Bilan sobre la guerra. Guillamón acepta la idea de que la guerra se transformó rápidamente en una guerra no revolucionaria y que la existencia de milicias armadas, colectivizaciones, etc., no aportó ningún cambio a todo eso. Pero su idea de una "guerra no revolucionaria" es ambigua: Guillamón parece reacio a aceptar la idea de que era una guerra imperialista y la de que la lucha de clases no podía reanimarse si no era volviendo al terreno de clase, al campo de la defensa de los intereses materiales del proletariado en contra de la disciplina en el trabajo y de los sacrificios impuestos por la guerra. Sin duda, de esta forma se habrían arruinado los frentes militares y saboteado el ejército republicano, y fue precisamente ése el motivo de la represión salvaje durante los sucesos de Mayo. Y sin embargo, cuando se tuercen las cosas, Guillamón argumenta que los métodos convencionales de lucha del proletariado contra la guerra imperialista -huelgas, motines, deserciones, confraternizaciones, huelgas en la retaguardia - eran reaccionarios, por mucho que se tratara de "una guerra no-revolucionaria". Esto es, en el mejor de los casos, una posición centrista que alinea a Guillamón con todos aquellos que se dejaron seducir por el canto de sirena de la participación en la guerra, desde los trotskistas a los anarquistas y a los propios partidos de la Izquierda Comunista. En cuanto al aislamiento de Bilan, éste mismo lo reconoció no como un producto de la geografía, sino del periodo sombrío que atravesaba, cuando todo a su alrededor no era más que traición a los principios del internacionalismo. Así lo describió en un artículo titulado específicamente “El aislamiento de nuestra fracción ante los acontecimientos en España" del nº 36 de su revista (octubre-noviembre 1936):

"Nuestro aislamiento no es fortuito: es consecuencia de una profunda victoria del capitalismo mundial que ha logrado gangrenar incluso a los grupos de la Izquierda Comunista cuyo portavoz, hasta hoy, ha sido Trotsky. No somos tan pretenciosos como para afirmar que en este momento somos el único grupo cuyas posiciones se hayan confirmado en todos los puntos por el desarrollo de los acontecimientos, pero a lo que sí aspiramos categóricamente es que, para bien o para mal, nuestras posiciones han sido una afirmación constante de la necesidad de una acción autónoma y de clase del proletariado. Y fue precisamente en este terreno donde se confirmó la derrota de todos los grupos trotskistas y semi-trotskistas."

Fue la fuerza de la tradición marxista italiana la que fue capaz de generar una Fracción tan clarividente como Bilan. Fue una grave debilidad del movimiento obrero en España, donde fue histórico el predominio del anarquismo sobre el marxismo, el hecho que ninguna fracción de este tipo pudiese surgir en ese país.

Berneri y sus sucesores

En el manifiesto que se publicó en respuesta al aplastamiento de la revuelta de los trabajadores en mayo de 1937 en Barcelona, las Fracciones italiana y belga de la Izquierda Comunista rindieron homenaje a la memoria de Camillo Berneri[21] cuyo asesinato, a manos de la policía estalinista, formó parte de la represión general del Estado republicano contra todos aquellos obreros y revolucionarios que habían desempeñado un papel activo durante las Jornadas de Mayo y que, con palabras o actos, se opusieron a la política de la CNT-FAI de colaboración con el Estado capitalista.

He aquí lo que escriben las Fracciones de Izquierda en la revista Bilan Nº 41, de junio de 1937:

Los obreros de todo el mundo se inclinan ante todos los muertos y reclaman sus cadáveres en contra de todos los traidores: tanto los de ayer, como los de hoy. El proletariado del mundo entero saluda a Berneri, a uno de los suyos, y su inmolación por el ideal anarquista es una protesta contra una escuela política que se ha derrumbado durante los acontecimientos de España: ¡Bajo la dirección de un gobierno con participación anarquista, la policía ha reproducido en el cuerpo Berneri la hazaña de Mussolini en el cuerpo de Matteotti!”.

En otro artículo del mismo número, titulado "Antonio Gramsci - Camillo Berneri", Bilan señala que estos dos militantes, que murieron con unas semanas de diferencia, habían dado su vida por la causa del proletariado, a pesar de las graves carencias de sus posiciones ideológicas:

"Berneri, ¿líder de los anarquistas? No, porque, incluso después de su asesinato, la CNT y la FAI movilizan a los obreros contra el peligro de ser expulsadas de un Gobierno que está empapado con la sangre de Berneri. Éste pensaba que podía apoyarse en la doctrina anarquista para contribuir en la tarea de redimir socialmente a los oprimidos pero es ¡un gobierno del que los anarquistas forman parte el que ha dirigido el ataque contra los explotados de Barcelona!

Las vidas de Gramsci y Berneri pertenecen al proletariado, que se inspira en su ejemplo para continuar su lucha. La victoria comunista permitirá a las masas honrar dignamente a los dos desaparecidos y ayudará a comprender mejor los errores de los que fueron víctimas, errores que añaden a la sevicia del enemigo el tormento íntimo de ver cómo los acontecimientos contradicen trágicamente sus convicciones, sus ideologías."

El artículo concluye diciendo que en el número siguiente de Bilan se darán más detalles sobre estas dos figuras del movimiento obrero. En el número del que se habla (Bilan, Nº 42, julio-agosto de 1937), aparece, efectivamente, un artículo dedicado específicamente a Gramsci que, aunque de considerable interés, está fuera del tema de este artículo. A Berneri sí que se le menciona en el editorial, "La represión en España y Rusia", de dicho número, que examina las tácticas que la policía había utilizado para asesinar a Berneri y a su camarada Barbieri:

"También sabemos cómo ha sido asesinado Berneri. Dos policías se presentan en su casa. ‘Somos amigos’, dicen. ¿A qué vienen? Quieren informarse del paradero de dos fusiles. Regresan, registran la casa y se llevan las dos armas. Vuelven, y esta vez es para dar el golpe final. Están seguros de que Berneri y su compañero están desarmados, que no les queda ninguna posibilidad de defenderse. Los arrestan en virtud de una orden expedida legalmente por las autoridades de un gobierno del que forman parte los amigos políticos de Berneri, los representantes de la CNT y de la FAI. Las compañeras de Berneri y Barbieri se enterarán más tarde de que los cadáveres de sus camaradas se encuentran en el depósito. Sabemos que eso fue desde entonces sobradamente frecuente por las calles de Madrid y Barcelona. Patrullas armadas, a sueldo de los centristas[22], recorren las calles y matan a los obreros sospechosos de tener ideas subversivas. Y todo esto, antes de que el edificio de las socializaciones, las milicias, las cooperativas de ahorro y los sindicatos gestores de la producción, hubieran sido eliminados por una nueva reorganización del Estado capitalista."

De hecho hay diferentes referencias al asesinato: la de Augustin Souchy, contemporáneo de los acontecimientos, en "La semana trágica en mayo", publicado originalmente en Spain and the World (España y el mundo) y luego vuelto a publicar en The May Days Barcelona 1937 (Días de Mayo Barcelona 1937, en Freedom Press, 1998), que es muy similar a la narración de Bilan. También está la breve biografía, escrita por Toni, en Libcom[23], según la cual Berneri fue asesinado en la calle después de haber ido a las oficinas de Radio Barcelona para hablar de la muerte de Gramsci. Hay también otras variantes en la descripción de los detalles. Pero lo esencial, como decía Bilan, es la represión general que siguió a la derrota de la revuelta de mayo de 1937, que se convirtió en práctica corriente para la eliminación física de elementos incómodos, como Berneri, que tuvieron el coraje de criticar al Gobierno socialdemócrata/estalinista/anarquista y la política exterior contrarrevolucionaria de la URSS. Los estalinistas, que dominaban el aparato policial, estaban en cabeza de estos asesinatos. Aunque continuó utilizando el término “centrista” para nombrar a los estalinistas, Bilan los vio claramente como lo que eran: violentos enemigos de la clase obrera, policías y asesinos con quienes no era posible la cooperación. Esto contrasta totalmente con la posición de los trotskistas que continuaron caracterizando a los "PC" como partidos obreros con quien era aún deseable un frente unido y a la URSS como un régimen que debía ser defendido siempre contra el ataque imperialista.

¿Qué terreno es común a Berneri y Bilan?

Si algunos de los hechos sobre el asesinato de Berneri permanecen aún bastante confusos, tenemos aún menos claro lo referente a la relación entre la Fracción Italiana y Berneri. Nuestro libro sobre la Izquierda Italiana nos dice que, tras la marcha de la minoría de Bilan para combatir con las milicias del POUM, la mayoría envía una delegación a Barcelona para tratar de encontrar elementos con los cuales podía ser posible un debate fructífero. Las discusiones con los elementos del POUM resultaron infructuosas y "sólo la entrevista con el profesor anarquista Camillo Berneri tuvo resultados positivos" (p. 129). Pero el libro no especifica cuáles fueron esos resultados positivos. A primera vista, no hay ninguna razón evidente de que Bilan y Berneri habrían encontrado un terreno de entendimiento; por ejemplo, si observamos con detenimiento uno de sus textos más conocidos, la "Carta abierta a la compañera Federica Montseny"[24] fechada en abril de 1937, tras ser nombrada ministra en el gobierno de Madrid, no encontramos gran cosa que permita diferenciar la posición de Berneri de la de tantos otros antifascistas de “izquierda” de entonces. En la base de su planteamiento -que es más un diálogo con una compañera equivocada que la denuncia de una traidora- está la convicción de que está efectivamente en marcha una revolución en España y que no existe contradicción entre la profundización de la revolución y la continuación de la guerra hasta la victoria, a condición de utilizar métodos revolucionarios- pero estos métodos no excluían pedir al Gobierno que tomase medidas más radicales como la concesión inmediata de la autonomía política a Marruecos para debilitar el poder de las fuerzas franquistas sobre los reclutamientos en el Norte de África. El artículo es muy crítico con la decisión de los dirigentes de la CNT-FAI de participar en el Gobierno, aunque hay muchos elementos en ese artículo para apoyar la afirmación de Guillamón de que "La crítica de Los Amigos de Durruti era incluso más radical que la de Berneri, porque éste criticaba la participación de la CNT en el Gobierno, mientras la Agrupación criticaba la colaboración de la CNT con el Estado capitalista."[25] Entonces, ¿por qué la Fracción Italiana mantuvo conversaciones positivas con él? Pensamos que fue porque Berneri, como la Izquierda Italiana, estaba, ante todo y sobre todo, absolutamente comprometido en la defensa del internacionalismo proletario y de una perspectiva mundial; mientras que, como el mismo Guillamón señala, una agrupación como Los Amigos de Durruti aún mostraba signos de un pesado bagaje de patriotismo español. Durante la Primera Guerra Mundial, Berneri había tomado una posición muy clara: siendo aún miembro del Partido Socialista, trabajó estrechamente con Bordiga para excluir a los "intervencionistas"[26] del periódico socialista L’Avanguardia. En su artículo "Burgos y Moscú"[27], en el que se pronuncia sobre las rivalidades imperialistas subyacentes en el conflicto de España, publicado en Guerra di Classe, nº 6 (16 de diciembre de 1936), a pesar de que tiende a llamar a Francia a intervenir para defender sus intereses nacionales[28] se muestra totalmente claro en lo que se refiere a los objetivos contrarrevolucionarios e imperialistas de todas las grandes potencias, fascistas, democráticas y "soviética", en el conflicto en España. De hecho, Souchy defiende la idea de que fue especialmente esa denuncia del papel imperialista de la URSS en la situación de España la que firmaría la sentencia de muerte de Berneri.

En nuestro texto "Marxismo y ética", escribimos: "Una característica del progreso moral es la ampliación del ámbito de aplicación de las virtudes y pulsiones sociales hasta abarcar a toda la humanidad. La expresión más alta de la solidaridad humana, del progreso ético de la sociedad hasta el presente es, en gran medida, el internacionalismo proletario. Este principio es el medio indispensable de la liberación de la clase obrera, el que sienta las bases de la futura comunidad humana"[29]

Detrás de internacionalismo que unía a Bilan y a Berneri, hay una profunda adhesión a la moral proletaria -la defensa de los principios fundamentales cueste lo que cueste: el aislamiento, el ridículo o la amenaza física. Como Berneri escribió en su última carta a su hija Marie-Louise: "Puede uno perder las ilusiones en todo y todos pero no en lo que te dice tu conciencia moral" [30]

La posición de Berneri contra el "circunstancialismo" adoptado por muchos en el movimiento anarquista de la época –“los principios son muy bonitos pero, en estas particulares circunstancias, tenemos que ser más realistas y más pragmáticos” - sin duda habían pulsado una cuerda muy sensible en los camaradas de la Izquierda Italiana cuya negativa a abandonar los principios, ante la euforia de la unidad antifascista y el inmediatismo oportunista que afectaba a la casi totalidad del movimiento político proletariado en aquel momento, les estaba obligando a seguir en solitario su difícil camino.

Vernon Richards y las Enseñanzas de la revolución española

Como hemos indicado en otra parte[31], la hija de Camillo Berneri, Marie-Louise Berneri, y su compañero, el anarquista anglo-italiano Vernon Richards, formaban parte de esa clase de militantes que, en el movimiento anarquista en Gran Bretaña o en el extranjero, mantuvieron una actividad internacionalista durante la Segunda Guerra Mundial, por medio de su publicación “War commentary” [Comentarios de la Guerra]. Este periódico "denunció enérgicamente que la lucha ideológica entre la democracia y el fascismo era un pretexto para la guerra y que las denuncias por los aliados demócratas de las atrocidades nazis eran mera hipocresía, tras la que ocultaban su apoyo tácito a los regímenes fascistas y al terror estalinista, en la década de 1930. Además de destacar el carácter oculto de la guerra como una lucha de poder entre los intereses imperialistas de británicos, alemanes y americanos, War commentary denunció igualmente el empleo por los aliados "libertadores" de métodos fascistas y de medidas totalitarias contra la clase obrera en su propio país"[32]. Marie-Louise Berneri y Vernon Richards fueron detenidos, al final de la guerra, y acusados de fomentar la insubordinación entre las fuerzas armadas. Aunque Marie-Louise Berneri no fue juzgada, en virtud de una ley que estipula que no puede considerarse que ambos cónyuges hayan conspirado juntos, a Vernon Richards le tuvieron nueve meses en prisión. Marie-Louise Berneri dio a luz a un niño muerto, en abril de 1949, y murió poco después de una infección vírica contraída durante el parto; una pérdida trágica para Vernon Richards y para el movimiento proletario.

Richards también publicó un libro que es un referente: Enseñanzas de la Revolución Española[33], basado en los artículos publicados en la revista Spain and the World (España y el mundo) durante la década de 1930. Este libro, publicado primeramente en 1953 y dedicado a Camillo y a Marie-Louise, no posee la menor fisura en su denuncia del oportunismo y de la degeneración del anarquismo “oficial” en España. En su “Introducción” a la primera edición en inglés, Richards nos dice que algunos elementos del movimiento anarquista "se nos ha insinuado también que el presente estudio aporta materiales a los enemigos políticos del anarquismo"; a lo que él respondía: "Fuera del hecho que nuestra causa no puede recibir por un intento de establecer la verdad, la base de nuestra crítica no está en una supuesta ineficacia de las ideas anarquistas en el experimento español, sino en que los anarquistas y los sindicalistas españoles se abstuvieron de poner a prueba sus teorías, y, en cambio, adoptaron las tácticas del enemigo. Luego, no se nos alcanza cómo pueden esgrimir este argumento, sin que rebote contra ellos mismos, quienes tanto confiaron en el enemigo, vale decir, el Gobierno y los partidos políticos."[34].

Durante la II Guerra Mundial, una gran parte del movimiento anarquista había sucumbido a los cantos de sirena del antifascismo y de la Resistencia. Este es particularmente el caso de elementos significativos del movimiento español que han legado a la historia la imagen de carros blindados adornados con banderas CNT-FAI a la cabeza del desfile de la "Libération" en París en 1944. En su libro, Richards ataca la "mezcla de ingenuidad y de oportunismo político" que ha llevado a los dirigentes de la CNT-FAI a adoptar el punto de vista según el cual "no había que escatimar esfuerzos para prolongar la guerra a cualquier precio, hasta el estallido de las hostilidades entre Alemania e Inglaterra, que todo el mundo consideraba inevitable a corto plazo. Como hubo quienes esperaban la victoria cual resultado de la conflagración internacional, así también muchos revolucionarios españoles dieron su apoyo a la 2ª Guerra Mundial con la esperanza de que una victoria de las "democracias" (¡incluyendo a Rusia!) traería consigo automáticamente a la liberación de España de la tiranía Franco-fascista”[35]. Una vez más, esta fidelidad al internacionalismo estuvo plenamente ligada a la firme posición ética expresada, tanto intelectualmente como con su evidente indignación, por Richards ante la conducta repugnante y la auto-justificación hipócrita de los representantes oficiales del anarquismo español. En respuesta a los argumentos del ministro anarquista Juan Peiró, Richards señala el "circunstancialismo" que hay en estas declaraciones: "nos explican: todos esos compromisos, desviaciones, no son “rectificaciones” de los “principios sagrados” de la CNT sino simplemente acciones determinadas por las “circunstancias”; e insisten en que: una vez superadas, retornaremos a los “principios…”". En otro lugar, denuncia a los dirigentes de la CNT porque está "dispuesta a abandonar los principios por la táctica" y por su capitulación ante la ideología de "el fin justifica los medios": "el hecho fue que, tanto para los revolucionarios como para el Gobierno, todos los medios eran lícitos en el empeño de movilizar al país entero en pie de guerra. Y en circunstancias tales, lo primero que se sobreentiende es que todos debieran apoyar la “causa”. A los que no, se les fuerza a ello: a los que se resisten o no reaccionan del modo prescrito, se les persigue, humilla, castiga o liquida".[36]

En este ejemplo concreto, Richards habla de la capitulación de la CNT ante los métodos, utilizados tradicionalmente por la burguesía, para disciplinar a los presos y expresa, igual de lúcidamente, la misma cólera frente a las traiciones políticas de la CNT en toda una serie de campos. Algunas de estas son obvias y bien conocidas:

  • El rápido abandono de lo que había sido tradicional: la crítica de la colaboración, con el gobierno y los partidos políticos, a favor de la unidad antifascista.
    El ejemplo más conocido de este abandono fue la aceptación de cargos ministeriales en el Gobierno Central y la infame justificación ideológica del paso dado por los ministros anarquistas, quienes argumentaban que el Estado dejaría de ser un instrumento de opresión. Richards fustigó también la participación de los anarquistas en otros órganos del Estado, como el Gobierno Regional de Cataluña (la Generalitat) y el Consejo Nacional de Defensa- al que Camillo Berneri había reconocido como parte del aparato gubernamental, a pesar de su etiqueta "revolucionaria", y del cual rechazó una invitación para formar parte de él.
  • La participación de la CNT en la normalización capitalista de todas las instituciones que surgen de la sublevación de los trabajadores en julio de 1936: la incorporación de las milicias al ejército regular burgués y la institución del control de las empresas por el Estado, por mucho que se escondiera tras la ficción sindicalista de que los trabajadores eran ahora sus dueños. Su análisis del Consejo Nacional Económico ampliado, de enero de 1938, muestra hasta qué punto la CNT había adoptado totalmente los métodos de gestión capitalista, su obsesión por el aumento de la productividad y por el castigo de los absentistas. Pero la podredumbre había comenzado en realidad a desarrollarse desde hacía mucho más tiempo, como pone de manifiesto Richards denunciando lo que significaba para la CNT la firma del Pacto de "Unidad de acción" con el sindicato socialdemócrata Unión General de Trabajadores (UGT) y con el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) -estalinista-: aceptando la militarización de las empresas nacionalizadas, simulada con un ligero tinte de "control obrero"; y así sucesivamente[37].
  • El papel de la CNT en el sabotaje de las Jornadas de mayo de 1937. Richards analiza estos acontecimientos como una movilización, espontánea y potencialmente revolucionaria, de la clase obrera y como la expresión concreta de una creciente brecha entre la base de la CNT y su aparato burocrático, el cual utilizó todas sus capacidades de maniobra y puro engaño para desarmar a los trabajadores y volvieran al trabajo.
    Algunas de las declaraciones más reveladoras de Richards se refieren a cómo la degeneración política y organizativa de la CNT implicaba necesariamente una creciente corrupción moral, sobre todo por parte de los más implicados en este proceso; y a cómo se manifestó todo esto en las declaraciones de los líderes anarquistas y en la prensa de la CNT. Tres expresiones de esta corrupción suscitaron particularmente su furia:
  • Un discurso de Federica Montseny en una concentración masiva, el 31 de agosto de 1936, donde dice, de Franco y sus partidarios, que son "…este enemigo sin dignidad ni conciencia, sin sentido de españoles; porque si españoles fueran, si fueran patriotas, no habrían arrojado sobre España a los regulares y a los moros imponiendo la civilización del fascio, no como civilización cristiana, sino como civilización morisca, gente que hemos ido a colonizar para vinieran ahora a colonizarnos a nosotros con principios religiosos e ideas políticas que quieren mantener arraigadas en la conciencia de los españoles"[38]. Richards comenta amargamente: "así hablaba una revolucionaria española, uno de los elementos más inteligentes y capaces de la organización (y apreciada como tal todavía por la fracción mayoritaria de la CNT en Francia). En una sola frase se expresan sentimientos nacionalistas, racistas e imperialistas ¿Protestó alguien?"
  • El culto al liderato: Richards cita artículos de la prensa anarquista que, casi desde el comienzo de la guerra, están encaminados a crear un aura semi-religiosa en torno a figuras como García Oliver: "Los extremos a que llegaron los ‘hinchas’ quedan patentes en un reportaje publicado en Solidaridad Obrera (29 de agosto de 1936) con ocasión de la partida de García Oliver al frente de batalla; se le califica diversamente de “nuestro querido camarada”, “el destacado militante”, "el bravo camarada ", "nuestro entrañable camarada", y así sucesivamente. Richards agrega otros ejemplos de esta adulación servil y termina con el comentario: "Ciertamente, una organización que estimula el culto del líder, del “genio inspirado”, no puede estimular el sentido de responsabilidad entre sus miembros, que es fundamental para la integridad de cualquiera organización”[39]. Es importante destacar que ambos, el discurso de Montseny y la canonización de Oliver, provienen de la época anterior a su nombramiento como ministros.
  • La militarización de la CNT: "Una vez entregados a la idea de la militarización, los líderes de la CNT-FAI se dedicaron de lleno a la tarea de demostrarle a todo el mundo que sus militantes eran los componentes más disciplinados y valerosos de las fuerzas armadas. La prensa confederal está repleta de fotografías de sus líderes militares (¡por supuesto en sus uniformes de oficiales), a quienes entrevistaba y cuya exaltación al grado de coronel o mayor celebraba con ardientes expresiones laudatorias.

A medida que la situación militar empeoraba, el tono de la prensa confederal se hacía más agresivo y militarista; Solidaridad Obrera publicaba diariamente listas de nombres de individuos que habían sido condenados por los tribunales militares en Barcelona y fusilados por "actividades fascistas", "derrotismo" o "deserción". Leemos que un hombre fue sentenciado a muerte por haber facilitado a unos conscriptos la fuga a través de la frontera... ". Richards cita un artículo del Solidaridad Obrera, del 21 de abril de 1938, sobre el caso de otro hombre, ejecutado por haber dejado su puesto: "Tuvo lugar la ejecución de la sentencia en el pueblo…a donde fue trasladado y sentenciado para mayor ejemplaridad. Asistieron las fuerzas de la plaza, que desfilaron ante el cadáver dando vivas a la República” y concluye: "Esta campaña por la disciplina y la obediencia por la intimidación y el terror [...] no impidió las deserciones a gran escala desde los frentes (aunque no a menudo a las líneas de Franco) y un descenso de la producción en las fábricas"[40].

Ideología anarquista y Principio proletario

Estos ejemplos de la indignación de Richards, frente a la traición total de la CNT a los principios de clase, son un ejemplo de la indispensable moral proletaria para cualquier forma de militancia revolucionaria. Pero somos también conscientes de que anarquismo tiende a falsear esta moral con abstracciones ahistóricas; así, esta falta de método resalta, entre algunas otras, como una de las principales debilidades del libro.

El enfoque con el que Richards se aproxima a la cuestión sindical es una ilustración. Detrás de la cuestión de los sindicatos hay una categoría "invariante", básica: la necesidad de que el proletariado desarrolle formas de asociación para defenderse contra la explotación y la opresión del capital. Aunque el anarquismo se ha opuesto históricamente a los partidos políticos, ha aceptado generalmente que los sindicatos de oficio, los sindicatos de industria del tipo IWW y las organizaciones anarcosindicalistas, constituyen tal tipo de asociación. Pero al rechazar el análisis materialista de la historia, no puede entender que esas formas de asociación pueden cambiar profundamente según las diferentes épocas históricas. Lo que no es el caso de la posición de la izquierda marxista para la que, con la entrada del capitalismo en la época histórica de su decadencia, los sindicatos y los antiguos partidos de masas pierden su contenido proletario y se integran en el Estado burgués. El desarrollo, a principios del siglo XX, del anarcosindicalismo fue una respuesta parcial a ese proceso de degeneración de los antiguos sindicatos y de los viejos partidos pero, careciendo de las herramientas teóricas para explicar correctamente el proceso, se encontró atrapado en las nuevas versiones del viejo sindicalismo: el destino trágico de la CNT en España era la prueba de que, en la nueva época, no era posible mantener el carácter proletario y, menos aún, abiertamente revolucionario, de una organización de masas permanente. Influenciado por Errico Malatesta[41] (como lo estaba Camillo Berneri), Vernon Richards[42] era consciente de algunas de las limitaciones de la idea anarcosindicalista: la contradicción que supone construir una organización que, a la vez que proclama la defensa permanente de los intereses de los trabajadores y por tanto abierta a todos los trabajadores, está comprometida con la revolución social; un objetivo que no podrá ser compartido, dentro de la sociedad capitalista, más que por una minoría de la clase. Todo esto no hace sino favorecer las tendencias a la burocracia y al reformismo que surgieron brutalmente durante los sucesos de 1936-39 en España. Sin embargo, esta visión no basta para explicar el proceso por el cual todas las organizaciones de masas permanentes, que en el pasado constituyeron expresiones del proletariado, acabaron en esa época integradas plenamente en el Estado. De modo que Richards, a pesar de algunas intuiciones sobre el hecho de que la traición de la CNT no era simplemente una cuestión de “líderes”, es incapaz de reconocer que el propio aparato de la CNT, al final de un largo proceso de degeneración, se integró en el Estado capitalista. Esta incapacidad para comprender la transformación cualitativa de los sindicatos se percibe también en la manera con la que ve a la Unión General de Trabajadores (UGT) -"socialista": él, que consideraba que cualquier colaboración con los partidos políticos y el gobierno constituía una traición a los principios, estaba positivamente a favor de un frente unido con la UGT que, en realidad, no podría ser más que una versión más radical del Frente Popular.

Sin embargo, la principal debilidad del libro, compartida por una mayoría abrumadora de anarquistas disidentes y de grupos de oposición de la época, está en la idea de que hubo realmente una revolución proletaria en España, de que la clase obrera había llegado al poder o al menos establecido una situación de doble poder que se prolongó más allá de los primeros días de la insurrección en julio de 1936. Para Richards, el órgano de doble poder fue el Comité Central de Milicias Antifascistas; aunque él sabía que el CCMA acabó convirtiéndose en banderín de enganche de la militarización. De hecho, como lo decía Bilan y que nosotros señalamos en el artículo anterior, el CCMA desempeñó un papel crucial en la preservación de la dominación capitalista, casi desde el primer día de la insurrección. En base a este error fundamental, Richards es incapaz de romper con la idea, ya observada en las posiciones de Los Amigos de Durruti, de que la guerra de España sería esencialmente una guerra revolucionaria que podría, simultáneamente, repeler a Franco en el frente militar y establecer los cimientos de una nueva sociedad, en lugar de ver que los frentes militares y la movilización general para la guerra eran en sí mismos una negación de la lucha de clases. Aunque Richards critica muy lúcidamente la forma concreta en que se llevó a cabo la movilización para la guerra: la militarización forzosa de clase obrera, la destrucción de su autonomía y la intensificación de su explotación, es sin embargo ambiguo en lo referente a cuestiones tales como la necesidad de aumentar el ritmo y la duración del trabajo en las fábricas, para asegurar la producción de armas para el frente. Y al adolecer de una visión global e histórica de las condiciones de la lucha de clases en aquel periodo, un periodo de derrota de la clase obrera y de preparación de una nueva división imperialista del mundo, no capta la naturaleza de la guerra de España como un conflicto imperialista ni como un ensayo del holocausto mundial que se aproximaba. Su insistencia en que la 'revolución' cometió un error clave al no emplear las reservas de oro españolas para comprar armas en el extranjero demuestra (como Berneri con su llamamiento, más o menos abierto, a la intervención de las democracias) una profunda subestimación de que el momento había basculado del campo de la lucha de clases al campo militar metiendo el conflicto en la olla a presión de la cocina interimperialista mundial.

Para Bilan, la España del 36 fue para el anarquismo lo que 1914 fue para la socialdemocracia alemana: un acto de traición histórica que marcó un cambio en la naturaleza de clase de quienes traicionaron. Esto no significa que todas las diferentes expresiones del anarquismo se pasaran al otro lado de la barricada, pero -como a los sobrevivientes del naufragio de la socialdemocracia- esto exigía un proceso implacable de auto-examen, una reflexión teórica profunda por parte de quienes permanecieron fieles a los principios de clase. En general, las mejores tendencias dentro de anarquismo no es que fueran muy lejos en esa autocrítica (aunque ciertamente la Izquierda Comunista tampoco fue demasiado lejos en el análisis de los sucesivos fracasos de la socialdemocracia, ni de la revolución rusa ni de la Internacional Comunista). La mayoría -y esto fue sin duda el caso de Los Amigos de Durruti, Berneri y Richards - intentó preservar el núcleo duro del anarquismo cuando es precisamente éste el que refleja los orígenes pequeñoburgueses del anarquismo y su resistencia a la coherencia y la claridad del “partido de Marx” (en otras palabras, de la tradición marxista auténtica). El rechazo del método materialista histórico le impidió desarrollar una perspectiva clara en el período de ascendencia del capitalismo y comprender más tarde los cambios en la vida de la clase enemiga y en la lucha proletaria en la época de la decadencia capitalista. Le impidió siempre elaborar una teoría adecuada para explicar el modo capitalista de producción -sus fuerzas impulsoras y su trayectoria hacia la crisis y el hundimiento. Tal vez lo más crucial sea que el anarquismo es incapaz de desarrollar una teoría materialista del Estado -sus orígenes, su naturaleza y los cambios históricos que ha sufrido - y de las formas de organización del proletariado para derrocarlo: los consejos obreros y el partido revolucionario. En última instancia, la ideología anarquista es un obstáculo para la tarea de elaboración del contenido político, económico y social de la revolución comunista.

CDW

 

[1] Ver en Revista Internacional, Nº 104, "Documento (Josep Rebull, POUM): Las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona". https://es.internationalism.org/book/export/html/213.

[2] Ver sobre este grupo la obra escrita por Agustín Guillamón, desde un punto de vista claramente proletario y con autoridad histórica: La agrupación de Los amigos de Durruti 1937-1939, Aldarull Ediciones, 2013. La paginación corresponde a esa edición.

Se ha traducido en inglés The Friends of Durruti Group 1937-39, AK Press, 1996, versión en la que se basa este artículo. Hablaremos de ese libro a lo largo de esta parte del artículo.

Véase también el artículo en la Revista Internacional, de la CCI, Nº 102, “Anarquismo y comunismo”: https://es.internationalism.org/Rint102/08.htm.

[3] Gullamón, La agrupación Los Amigos de Durruti, p. 65

[4] Ídem, p. 85.

[5] Ídem, p. 71, cita de Balius, cap 8 “El folleto de Balius: hacia una nueva revolución.”

[6] Ídem, p. 91, cita de Lutte Ouvrière, 24 de febrero y 03 de marzo de 1939.

[7] Ídem., p. 53

[8] Ídem. p. 56

[9] Ídem, p. 57

[10] Citado en Ídem, p. 66

[11] Consultar nuestros artículos sobre la historia de la CNT en la serie, más amplia, sobre anarcosindicalismo:

[12] Traducido del prefacio de la versión inglesa The friends of Durruri Group, p. VII.

[13] La Agrupación Los Amigos de Durruti, p. 69

[14] Buenaventura Durruti nace en 1896, hijo de ferroviario. A los 17 años, se implicó en las luchas obreras, primero en los ferrocarriles, luego en las minas y más tarde en los movimientos masivos de la clase obrera que recorrieron España en la oleada revolucionaria tras la Primera Guerra mundial. Se incorporó a la CNT en ese periodo. Durante el reflujo de la oleada revolucionaria, Durruti se enfrentó a los pistoleros que pagados por las patronales y el Estado, asesinaban a sindicalistas; fue acusado de la muerte de al menos una personalidad de alto rango. Exiliado en Europa y América del Sur, durante la mayor parte de la década de 1920, fue condenado a muerte en varios países. En 1931, tras la caída de la monarquía, regresó a España, convirtiéndose en miembro de la FAI y del grupo Nosotros, ambos constituidos para luchar contra las tendencias más reformistas de la CNT. En julio de 1936, en Barcelona, tomó parte muy activa en la respuesta de los trabajadores al golpe de Estado de Franco y formó la Columna de Hierro, una milicia específicamente anarquista que fue a combatir en el frente contra las tropas de Franco al mismo tiempo que propiciaba y apoyaba las colectivizaciones agrarias. En noviembre de 1936, se desplaza a Madrid, con un gran contingente de milicianos, en un intento de aliviar la ciudad sitiada, pero fue asesinado por una bala perdida. 500.000 personas asistieron a su funeral. Para estos y muchos otros trabajadores españoles, Durruti era un símbolo de valentía y entrega a la causa del proletariado.

[15] Ídem, p. 101

[16] Ídem, p. 100

[17] Ídem, p. 12

[18] Agustín Guillamón, « Tesis sobre la Guerra de España 2 », Balance. Cuadernos de historia del movimiento obrero internacional y de la Guerra de España Cuaderno nº 36. Barcelona, noviembre 2011, https://www.upf.edu/materials/bib/docs/acceslliure/Balance/Balance36.pdf

[19] El Guadiana es un río del sur de la península Ibérica que según la leyenda « aparece y desparece » [NdR]

[20] En particular, la insistencia en que el partido no debe identificarse con el Estado de transición, un error que Bilan consideraba haber sido fatal para los bolcheviques en Rusia. Ver un artículo anterior, de esta serie, en Revista International Nº 127, "El comunismo (IV): Los años 1930: el debate sobre el período de transición": [https://es.internationalism.org/revista127-periodo].

[21] Camillo Berneri nació en el norte de Italia en 1897, hijo de funcionario y profesora. Él mismo trabajó durante algún tiempo como profesor en una escuela de magisterio. Ingresó en el Partido Socialista Italiano en su adolescencia y, durante la guerra de 1914-18, con Bordiga y otros adoptó la posición internacionalista contra las fluctuaciones centristas del partido y contra la traición pura y simple de sus posiciones por parte de Mussolini. Pero al final de la I Gran Guerra, se hizo anarquista aproximándose a las ideas de Errico Malatesta. Obligado al exilio por el régimen fascista, continuó siendo un objetivo de las maquinaciones de la policía secreta fascista, la OVRA. Durante este período escribió una serie de contribuciones sobre la psicología de Mussolini, sobre el antisemitismo y sobre el régimen de la URSS. Al enterarse de la noticia de la sublevación de los obreros en Barcelona, se fue a España y luchó en el frente de Aragón. En Barcelona, criticó coherentemente las tendencias oportunistas y abiertamente burguesas dentro de la CNT; escribió para Guerra di Classe y tomó contacto con Los Amigos de Durruti. Como se relata en este artículo, fue asesinado por los matones estalinistas durante las Jornadas de mayo de 1937.

[22] Bilan llamaba “centristas” a los estalinistas que, en realidad, ya no eran sino una fracción más del capitalismo.

[23] Berneri, Luigi Camillo, 1897-1937, en libcom.org:

https://libcom.org/article/berneri-luigi-camillo-1897-1937.

[24]. Guerra di Clase nº 12, 14 de abril de 1937. Reproducido en español "Carta abierta a la compañera Federica Montseny”, en [https://ia600409.us.archive.org/13/items/Entrelarevolucionylastrincheras...

[25] Guillamón, La agrupación Los Amigos de Durruti, p. 69.

[26] Este término designa en Italia a los partidarios de la participación de este país en la Primera Guerra Mundial del lado de la Entente.

[27] También conocido con el título: "Entre la guerra y la revolución". En castellano: https://ia600409.us.archive.org/13/items/Entrelarevolucionylastrincheras....

[28] Esta peligrosa situación aparece aún más explícita en otro artículo de Berneri publicado originalmente en Guerra di Classe Nº 7, 18 de julio de 1937, “No a la intervención ni a la participación internacional en la guerra civil española”; en inglés en la Web: https://struggle.ws/Berneri/International.html.

[29] Revista Internacional, Nº 127: "Marxismo y ética” (debate interno en la CCI) https://es.internationalism.org/revista127-etica.

[30]. Traducido de "Berneri’s last Letters to his family", en la Web "The struggle Site". https://struggle.ws/Berneri/last_letter.html.

[31] Ver nuestro artículo, en inglés, en: World Revolution Nº 270, diciembre de 2003, "Los revolucionarios en Gran Bretaña y la lucha contra la guerra imperialista, parte 3: la Segunda Guerra Mundial": https://en.Internationalism.org/WR/270_rev_against_war_03.html.

Ver también nuestro artículo en francés, "Notes sur le mouvement anarchiste Internationaliste en Grande-Bretagne”: https://fr.Internationalism.org/icconline/2011/notes_sur_le_mouvement_an....

Ver también nuestro folleto en francés y en inglés: “La izquierda comunista británica”, p. 101.

[32] "Los revolucionarios en Gran Bretaña y la lucha contra la guerra imperialista", óp. cit.

[33] Vernon Richards, Enseñanzas de la Revolución española, 1ª edición castellana, París. Traducida en los años 50 por Laín Díez, de Lessons of the Spanish revolution, 1953. Hay una edición más reciente en castellano en la editorial Campo Abierto. Colección ensayo 1, Madrid 1977.

[34] Vernon Richards, Enseñanzas de la Revolución española, p. 14.

[35] Ídem, págs. 185-186

[36] Ídem, p. 260.

[37]. La preocupación por la verdad de Richards significa también que está lejos, en su libro, de hacer apología de los colectivos anarquistas que serían, para algunos, la evidencia de que la "revolución española" superaba a la rusa en su contenido social. Lo que Richards realmente demuestra es que, aunque la toma de decisiones de las asambleas y las experiencias de distribución sin dinero habían durado más tiempo en el campo, especialmente en las zonas más o menos autosuficientes, cualquier desafío a las normas de gestión capitalista había sido erradicado rápidamente de las fábricas, dominadas inmediatamente por las necesidades de producción de guerra. Una forma de capitalismo de Estado administrado por los sindicatos impuso rápidamente la disciplina en el proletariado industrial.

[38] Idem. pp. 258-259.

[39] Ídem, p. 221-222.

[40]Ídem, p. 196. Marc Chirik, miembro fundador de la Izquierda Comunista de Francia y de la CCI, formaba parte de la delegación de la mayoría de la Fracción que fue a Barcelona. Más tarde, habló de la dificultad extrema para discutir con la mayoría de los anarquistas y estima que algunos de ellos serían muy capaces de pegarles un tiro, a él y sus compañeros, por atreverse a cuestionar la validez de la guerra antifascista. Esta actitud es un claro reflejo de los llamamientos en la prensa de la CNT a la ejecución de los desertores.

[41] Malatesta, Sindicalismo y Anarquismo, 1925.

[42] Este problema es tratado en varios capítulos de Enseñanzas de la Revolución española (el XIX y otros).

 

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La Guerra de España pone de relieve las lagunas fatales del anarquismo (IIª parte)