Submitted by CCI Online on
Publicamos a continuación un texto que han elaborado los compañeros de TIA (Trabajadores Indignados y Autoorganizados[1]) como aportación a una reunión organizada por grupos anarquistas en Alicante sobre el tema del peligro fascista[2].
El texto de los compañeros defiende una postura muy clara expresada de forma muy convincente. Nos sentimos reflejados en el documento y lo apoyamos calurosamente. Eso no quita para que veamos necesario precisar algunos pasajes no tanto como expresión de un desacuerdo radical sino por el contrario desde el objetivo de desarrollar un debate que nos permita avanzar en la clarificación.
El primer pasaje es el que dice “Derrotada la revolución y degenerada en capitalismo de Estado”. En realidad, al ser derrotada la revolución en Rusia, este país se integró en el capitalismo mundial adoptando una forma particular de capitalismo de Estado que fue la propiedad estatal de todos los medios de producción. Sin embargo, la tendencia general al capitalismo de Estado abarca desde la primera guerra mundial (1914) a todos los países sea cual sea su régimen político. En la primera guerra mundial, espoleada por las necesidades de la economía de guerra, asistimos a la puesta bajo control estatal de partes enteras del aparato productivo. En la posguerra si de forma general ese control tiende a relajarse, vemos que en países como Italia se desarrolla un creciente intervencionismo estatal. La dictadura de Mussolini es una de las primeras expresiones del desarrollo permanente del capitalismo de Estado. En los años 30, la tendencia al capitalismo de Estado se generalizará a todos los países adoptando diversas variantes: el New Deal en Estados Unidos, el nazismo en Alemania o los “planes quinquenales” en Rusia[3]. Desde entonces, la economía de todos los países funciona bajo la férula del Estado. El control estatal puede tomar diversas formas: estatización completa de la economía que se disfraza como “socialismo”, o lo más común es el control directo del Estado sobre la economía y la fusión entre la gran burguesía y la alta burocracia estatal que es lo que engañosamente llaman “liberalismo”.
Otro pasaje es el que considera «la guerra como forma de reestructuración del modelo capitalista en crisis y aplastamiento de la clase obrera». La guerra imperialista generalizada es el resultado al que se ven abocadas las contradicciones irresolubles del capitalismo decadente. En ese sentido no se trata de una salida racional que buscaría determinados objetivos de reestructuración del capitalismo. Es verdad que cada capital nacional y cada bloque imperialista se prepara deliberadamente para la guerra –potenciación de la industria de armamento, aplastamiento y alistamiento del proletariado para que se convierta en carne de cañón, militarización general de la población– pero no lo hace para reorganizar la producción capitalista sino para sobrevivir a costa de la derrota de sus rivales. En ese sentido, la guerra imperialista es un engranaje ciego que arrastra inevitablemente a todos los capitales nacionales. De ahí la importancia vital que tiene la lucha autónoma del proletariado, cosa que el texto defiende de forma excelente[4].
CCI
Contra el capitalismo de cualquier color, el frentismo y el interclasismo
Decir de entrada que tanto el fascismo como el antifascismo han jugado históricamente un papel contrarrevolucionario y que ambas han constituido y constituyen una forma de adhesión al capitalismo, puede resultar un tanto fuerte o cuando menos extraño. Tratar de argumentar tales afirmaciones o al menos promover un debate sobre este, es necesario para clarificar y desmitificar, allanando el camino del “quehacer” de los revolucionarios.
La cuestión no es nueva. La historia
Hay quien opina que la historia es la carroña de las sociedades y los historiadores sus forenses. Esa quizás sea la historia con mayúsculas, la de las facultades y bibliotecas, la historia que nosotros reivindicamos no es (o no debiera ser) pretenciosamente objetiva, es (o debiera ser) una herramienta crítica para entender el presente y transformarlo. Durante diferentes etapas de la historia las clases dominantes han utilizado en momentos de crisis a movimientos folklóricos y populistas para mantener sus privilegios, llegando a ceder a estos grupos de presión el poder político. Este es el caso del fascismo en el período de entreguerras. Tras la I Guerra Mundial (14-18) el capitalismo ya no juega un papel progresivo, no desarrolla las fuerzas productivas más que provocando crisis y guerras, ha entrado en su fase de decadencia y en la misma guerra ha sufrido, aterrorizado, el movimiento revolucionario más poderoso de la historia (la Revolución Rusa y el periodo revolucionario del 17 al 24) Derrotada la revolución y degenerada en capitalismo de Estado, el capital sigue teniendo el problema de su propio desarrollo estancado en sus propias limitaciones, y el temor a un proletariado, que aunque derrotado, sigue vivo. En este contexto surgirá el fascismo pero también el antifascismo y ambos con el mismo fin, aunque pueda parecer lo contrario, salvaguardar los intereses del capital imperialista y mantener aplastado al proletariado internacional. Como ejemplo, la Guerra Civil española ilustra el papel contrarrevolucionario del antifascismo a la perfección[5]. El 19 de Julio en diversas ciudades de España los obreros cortan el paso a la rebelión militar y comienzan una dinámica de espontánea de expropiación. Poco durará el apogeo de este proceso, la misma constitución del Comité de Milicias Antifascistas (organismo interclasista que traslada el protagonismo de las masas a la dirección de las organizaciones) evidencia el ataque de la burguesía antifascista contra el proletariado. El cónclave de Burgos[6] y el gobierno republicano de Madrid son los ejes de una misma pinza que se cierra contra la clase obrera. España no será el escenario de una guerra revolucionaria, ni tan siquiera de una guerra civil, sino el de una guerra imperialista. La burguesía (tanto nacional como internacional) alineada a ambos lados ventila sus cuentas a costa del proletariado. Desde la República se centra el mensaje en una política de guerra. La guerra como forma de reestructuración del modelo capitalista en crisis y aplastamiento de la clase obrera. La guerra en España servirá de laboratorio de pruebas, un anticipo al mismo fenómeno de reestructuración que se vivirá a nivel mundial (IIa Guerra Mundial). En España se impondrá un modelo capitalista dictatorial (con la complicidad de las democracias occidentales y la URSS), mientras que tras la IIa Guerra Mundial en el resto del mundo se impondrá un modelo capitalista democrático falsamente enfrentado a un supuesto bloque «socialista» antagónico. Tanto el modelo dictatorial como el democrático tienen una misma finalidad: reajustar y mantener el sistema de explotación. Evidentemente España no entrará en el conflicto mundial puesto que el reajuste (vía triunfo dictatorial) se ha producido con anticipación. También es lógico, siguiendo esta argumentación, que las democracias occidentales que decían luchar contra el fascismo no cuestionen el sistema político (fascista) español tras la IIa Guerra Mundial. En la guerra de España la ideología que se impondrá, como supuesta necesidad ineludible, será el antifascismo: el frentismo y la colaboración de clases incluyendo en esto a las cúpulas (no se les puede llamar de otra manera) de la CNT-FAI y los oportunistas del POUM desmarcándose con ello de una política realmente revolucionaria y plegándose al pragmatismo de una política de guerra. La unidad antifascista no es más que el colaboracionismo de clase. El proletariado en lugar de enfrentarse contra sus enemigos, (la burguesía fascista y antifascista), en una verdadera guerra de clases se verá obligado a hacer de carne de cañón de ambas burguesías con la complicidad de algunos de sus “dirigentes más avanzados”. Los sucesos de mayo en Barcelona se evidencian como el epílogo de un deseo frustrado de comunismo por parte del proletariado. Es a partir de mayo que podemos decir que la burguesía (de la mano de sus aliados estalinistas) ha vencido a un deseo de autonomía proletaria, inconcreto y débil desde el principio. El cadáver de Camilo Berneri[7] será el estandarte de uno de los crímenes más evidentes del antifascismo. Los obreros españoles fueron machacados bajo la bandera del antifascismo y en definitiva lucharon (sin ser su deseo) por el triunfo del capitalismo. El proletariado internacional bajo la misma bandera antifascista sólo esbozó los trazos de una solidaridad mediatizada. Este sólo podía respaldar a los obreros españoles mediante acciones de clase dirigidas contra el aparato económico y político del capital. Por eso la ayuda efectiva al proletariado de España, únicamente residía en el cambio radical a nivel mundial de las relaciones de clase. La Guerra Civil española ejemplariza el nocivo papel del antifascismo. El fracaso de la revolución habría que buscarlo en múltiples causas y no solamente en el antifascismo.
Fascismo hoy
Para determinar la función que cumple el fascismo hay que determinar cuál es la realidad en la que se desenvuelve. La decadencia del capitalismo no ha hecho más que agravarse, y a pesar de los altibajos históricos desde los años 10 del siglo pasado, hoy se evidencia que dicha decadencia toma tintes de podredumbre. La necesidad constante del desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo ha llevado a éste a una crisis permanente. Este estado de crisis permanente y estructural es susceptible de generar graves disfuncionalidades. La cada vez mayor desprotección de la población y los ataques continuos del capital contra ésta, generan un malestar masivo que la izquierda capitalista centra en los síntomas del sistema, no en el sistema mismo. Nos dicen los izquierdistas que la culpa es de los políticos corruptos, los banqueros malos, los excesos…, como si todo esto no fuera el síntoma, las consecuencias de un sistema enfermo y degenerado: EL capitalismo. El fascismo aprovecha toda esta falsa crítica para proponerse como alternativa desde su demagogia populista, con el apoyo de una parte de la burguesía que ve en peligro sus intereses, frente a sus competidores (también burgueses) Pero, fundamentalmente, el papel que el fascismo hace al Estado, es el de siempre, promover desde su anti, el colaboracionismo y la idea de que lo primero es unirnos contra la “bestia fascista” y unirnos con todos los que podamos. Nos proponen la lucha contra el supuesto mal mayor, con aliados de ocasión.
El fascismo es repugnante, todo en el apesta: racismo, supremacía, machismo…, por que es la expresión, caricaturizada, del capitalismo mismo, pero solo se combate el fascismo luchando contra el capitalismo en cualquiera de sus formas, y desarrollando una política de clase intransigente; es decir, contra cualquier alianza con la burguesía de izquierda.
Por la autonomía y el internacionalismo proletario
[1] Entre las numerosas e interesantes tomas de posición e iniciativas que han adoptado estos compañeros y que hemos apoyado activamente, destacan los Talleres de Debate de Alicante, ver /cci-online/201212/3601/nada-mas-practico-que-una-buena-teoria
[2] Los notas que lleva el texto son obra nuestra
[3] Se puede leer a este propósito dos artículos que hemos publicado: La experiencia rusa: propiedad privada y propiedad colectiva /revista-internacional/200711/2089/la-experiencia-rusa-propiedad-privada-y-propiedad-colectiva y las Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este https://es.internationalism.org/node/3451
[4] Como materia para una discusión sobre esta cuestión podría abordarse La verdadera naturaleza de la Segunda Guerra mundial https://es.internationalism.org/node/2140
[5] Ver nuestro libro 1936: Franco y la República masacran al proletariado, se puede solicitar a nuestra dirección mail: [email protected]
[6] En Burgos se emplazó la capital del bando franquista
[7] Militante anarquista italiano que vivió en España durante la guerra de 1936 y aunque participó en las milicias antifascistas evolucionó hacia una denuncia de los dos bandos –el republicano y el franquista. Fue asesinado en 1937 por esbirros estalinistas.