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Desde la nacionalización del petróleo en 1938 hasta la venta de la Banca, de Telmex, de la Minería, de carreteras y aeropuertos, etc., sea bajo la forma jurídica que sea, la burguesía y todos sus corifeos de la izquierda del capital y algunos radicales, no han dejado de machacar la idea de que los intereses del proletariado están ligados a “empresas nacionalizadas”. Recientemente con la reforma energética y educativa, vuelven los gritos de la “defensa del petróleo”, la “no privatización de la educación”, pero, de manera más precisa, las baterías de todo el aparato político del Estado se orienta a hacernos creer que “el petróleo es nuestro” y, que por tanto, “Pemex es de todos los mexicanos”. ¿Qué se esconde detrás de estos discursos donde todos, derecha, izquierda y radicales comparten un reparto de tareas?
¡Los obreros no tienen patria!
“Los proletarios no tienen patria. Esta es la base del análisis comunista sobre la cuestión nacional. A lo largo de este siglo ([1]) millones de proletarios han sido mistificados, movilizados y sacrificados bajo las banderas del patriotismo, la defensa nacional y la liberación nacional. En guerras mundiales y locales, en enfrentamientos entre enormes ejércitos estatales o en choques guerrilleros, los obreros de todos los países han sido llamados a entregar sus vidas, por sus opresores. Nada ha quedado mejor demostrado en este siglo que el antagonismo total y absoluto entre el nacionalismo y los intereses internacionales del proletariado” (folleto Nación o clase). Hoy los demócratas y la izquierda se espantan, se muerden la uñas y se horrorizan ante el hecho de que alguien ose “ofender” el concepto de patria. Todas las escuelas, de todos los niveles, se encargan de agrandar y reforzar la mistificación de la “patria”. Esto conviene única y exclusivamente a la clase explotadora. La nación, “máxima unidad que ha alcanzado el capitalismo” (Troski), es el marco político en el cual los capitalistas se agrupan para disputar a sus congéneres cada tramo del mercado mundial, es bajo el Estado-nación que el capital puede presentarnos una falsa comunidad donde explotados y explotadores tendrían los mismos intereses. La “nación” no es un concepto eterno y natural sino histórico, y se identifica con la cobertura ideal para la explotación del trabajo asalariado: “La Nación es la unidad a través de la cual los capitalistas organizan la explotación del proletariado y rentabilizan su producto en el mercado mundial, en competencia con los demás capitalistas. Esta afirmación se ha comprobado mil veces en la práctica:
- en nombre de la defensa de la patria y la independencia nacional, millones de obreros han sufrido la muerte en el frente y el hambre en la retaguardia, en las numerosas guerras imperialistas que han ensangrentado el mundo;
- la “liberación nacional de los pueblos” ha sido la bandera empleada por los bloques imperialistas para repartirse el mundo;
- las luchas contra la “opresión nacional” han sido las trampas para dividir a los obreros y hacerles perder su autonomía de clase;
- la “salvación de la economía nacional” ha sido el camelo para imponer a los obreros toda clase de sacrificios, miseria y austeridad” (Ídem).
No es casual que el Manifiesto Comunista de 1848 haya inscrito en su bandera: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, esta consiga internacionalista representa la antítesis del nacionalismo de la burguesía y al mismo tiempo su superación. Del mismo modo, todo lo que huela a “defensa de la economía nacional” significa atar al proletariado al sistema que tiene que destruir. Todos aquellos que hoy lanzan la consigna de “impedir que nuestra economía caiga en manos extranjeras” es una pose absurda y venenosa para los trabajadores. Tendríamos que ver la composición de “nuestra economía”, de “nuestras empresas nacionales”, por todos lados proliferan las marcas extranjeras, por todos lados los obreros son explotado por igual. Defender la viabilidad de una empresa, sea ésta del país que fuere, es defender la continuidad del sistema del trabajo asalariado. “Que el proletariado no tiene patria significa que todos los obreros de todos los países, razas y lenguas tenemos un mismo interés y un mismo enemigo a destruir: el capital.
Esta verdad tratan de ocultar con todo tipo de apariencias artificiosas:
- la lengua, la cultura, la religión, las costumbres, etc. de “nuestro” país, que nos diferenciarían de la de los trabajadores de los demás países;
- las condiciones de trabajo y de vida, que serían en “nuestro” país distintas de las del vecino;
- la forma de gobierno, el régimen político, la estructura sindical, etc. que serían “peculiares a nuestro pueblo”” (ídem).
La nube patriotera y esa engañosa defensa del “patrimonio de los mexicanos” intentan esconder la realidad. Ni Pemex es “nuestro”, ni Telmex o la Banca lo fueron tampoco… cuando nos dicen esto es para ocultar que es el capitalismo de estado el gestor de los intereses del capital y que al presentar el interés de la explotación burguesa como un “interés de todos” quieren ocultar el carácter irreconciliable que existe entre una clase explotada, los trabajadores, y una clase explotadora, la burguesía.
Propiedad privada o propiedad Estatal: ¡la misma explotación asalariada!
Hoy la clase obrera padece una enorme campaña de la izquierda del capital, le dicen que hay que ir “contra la privatización de Pemex”, la llaman a “defender el interés nacional”. Están propagando la idea que “un patrón Estatal” o “Estado patrón” que dirige una empresa “de todos”, es decir, que sería de “propiedad colectiva”, redundaría en algo benéfico para los trabajadores y éstos deberían entonces defender esos “logros”. La idea que subyace es que, en un “horizonte alternativo”, habría empresas del sector privado que serían más expoliadoras y voraces mientras que las empresas paraestatales serían una suerte de “paraíso obrero”. Se trata de toda una campaña para envolver a todos los trabajadores en una “lucha” estéril, impotente y mistificadora: defender un sistema al que debemos destruir.
A principios de los 80, México contaba con cerca de 1200 paraestatales (Banca, Telmex, Fertimex, Ferronales, etc.). Con la Reforma del Estado iniciada con Miguel de la Madrid arrancó un proceso de venta de todo ese sector. Este proceso lo había iniciado Inglaterra cuando se deshizo del sector minero, pero inmediatamente toda América Latina empezó a seguir los pasos de las privatizaciones. Era un fenómeno ligado estrictamente al desarrollo de la crisis económica mundial que conoció una aceleración justamente a inicios de los 80. Todos los estados burgueses trataron de “adelgazar” sus nóminas, trataron de hacer competitivas aquellas ramas de la producción que aún podían sobrevivir en el mercado mundial, se trataba de hacerlas eficientes. Además, otro factor adicional lo representaba el frente social, no era bueno que los trabajadores identificaran al Patrón con el Estado mismo, sería como develar el gran secreto del Estado capitalista y peligraba con hacer de cada lucha en una empresa paraestatal una lucha directamente contra el Estado-nación. A principios de los 80 se anunciaron “mejores empleos” y “beneficios para todos” justo a partir de los procesos de privatización… ¡Hoy son los mismos cuentos que escuchamos!
La derrota de la Revolución rusa de 1917 y su degeneración condujeron a un proceso de nacionalización y propiedad colectiva estatizada de dimensiones colosales, ejemplos: la URSS, China, Cuba y posteriormente todo el bloque del Este, los mal llamados países socialistas son el mejor ejemplo de que una economía nacionalizada o estatizada no representa un ápice de beneficios para el proletariado. Tal proceso ha dejado muchas lecciones para el movimiento obrero, en particular un esclarecimiento de qué es una economía capitalista y, aunque se pinten de rojo, siguen siendo burguesas. “Lo que determina el carácter capitalista de la producción es la existencia de capital, es decir, de trabajo acumulado en manos de unos, que impone el traspaso del trabajo vivo de otros para la producción de plusvalía (…) lo que otorga el carácter capitalista a la producción no es la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada y la de los medios de producción existían igualmente tanto en la sociedad esclavista como en la feudal. Lo que hace que la producción sea un producción capitalista es la separación de los medios de producción de los productores” ([2]). Esa separación se expresa directamente en el mercado, el trabajador que ha producido un auto, un electrodoméstico o cualquier bien material, se encuentra con esos productos en los supermercados como no propios, como algo ajeno y que lo oprimen, en la tienda su costo los hace inaccesibles o los adquiere con grandes sacrificios; esa es una de las formas en que se expresa cotidianamente la explotación capitalista, el dominio del capital sobre el trabajo asalariado.
Hoy la izquierda vocifera sobre lo “maligno del capital extranjero privado” (¡doble pecado!). ¿Están pensando acaso en un “capitalismo nacional”? ¿Regenteado por inversionistas “nacionales” como Slim? En términos económicos es absurdo, el capital no conoce fronteras, lo mismo invierten en Australia que en México o Asia, las “TRANSNACIONALES” no es expresión de “capitales voraces”, es la esencia misma del capital. Por ejemplo, hay empresarios mexicanos que tiene más inversiones en el extranjero que en México… Oponer lo “nacional” contra lo “transnacional” no es un acto de ignorancia sino una burda manipulación ideológica que esconde, en última instancia, los temores de la burguesía local ante los embates de los tiburones capitalistas mundiales y monta ante los trabajadores el concepto de “una patria amenazada por el ‘mas si osare’”.
¿Cuál es la tarea de la clase y de sus organizaciones revolucionarias?
Todo este alboroto nacionalista nos lo van a presentar bajo la existencia de una supuesta “ala progresista” de la burguesía y, por consecuencia, tendríamos que unirnos a ella para defender el “mal menor”, “las conquistas nacionales” y “nuestros recursos energéticos”. Si el proletariado se deja engañar y apoya estas banderas de la izquierda sería una pérdida de autonomía que va a anunciar una profunda derrota local. En la situación histórica actual todo lo que aleje la perspectiva de la revolución es reaccionario, defender una empresa capitalista, como lo es Pemex, sea bajo el pretexto que sea, representa una defensa abierta de la economía nacional, es decir, de la economía capitalista que tiene en la miseria a millones de trabajadores.
El descontento atraviesa todas las regiones, la indignación ante una vida cada vez más estresante y miserable crece. Las movilizaciones de Cárdenas, Obrador y todo el aparato de izquierda de la burguesía son otras tantas válvulas de escape de esa presión social y, al mismo tiempo, es una trampa tendida para que todos aquellos trabajadores honestos y comprometidos con un espíritu de lucha caigan en los brazos de la “defensa del petróleo”. Mantener la independencia significa rechazar ese terreno podrido. Si hoy no hay condiciones para una lucha masiva en manos de los trabajadores, no debemos quedarnos con los brazos cruzados, hay que impulsar a otros compañeros a que comprendan la diferencia entre nacionalismo e internacionalismo, a que se discuta la naturaleza de las nacionalizaciones, del capitalismo de Estado, las guerras imperialistas, cómo tomar la lucha en nuestras manos… todo lo que sirva para preparar los combates de mañana es un paso en la perspectiva de la revolución mundial.
Marsan, 20 de sept. 2013
[1]) La cita se refiere al siglo XX. Sabemos que el nuevo siglo conoce una agudización terrible de este aspecto.
[2]) “Propiedad privada y propiedad colectiva”, Internationalisme, 1946, Revista Internacional no 61