De pactos, puñaladas y ajustes de cuentas – Los verdaderos sacrificados somos los trabajadores

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Mientras los patrones y sus lacayos a sueldo –políticos, ideólogos, líderes sindicales y “mesías de las masas oprimidas”­– se desgañitan y se jalan de los pelos para conseguir un “Pacto Social” que permita las condiciones para “lograr los acuerdos y las grandes reformas” necesarias para “hacer de México un Estado eficaz”, los trabajadores y demás explotados del capital nos hundimos bajo una avalancha de más y mayores ataques a nuestras condiciones de vida. Cada día más vulneradas, estas condiciones generales se agravan y aunque actualmente ya son trágicamente insoportables para ciertos sectores, en el futuro serán peores… Ante este panorama, para nosotros “seguir igual” es esperar demasiado...

La burguesía nos dice que este pacto por el que lucha –en su propio seno, en un intento contraproducente y cada vez más ineficaz por “poner orden” y “refrenar” “las ambiciones” y “desproporciones” de “ciertos grupos” que no quieren el “beneficio común”, es decir, el beneficio de los tiburones grandes y gordos por sobre el de los tiburoncitos– es en beneficio del “pueblo mexicano”. Y debemos ser claros respecto a lo que esto significa para nosotros, los peces: más cargas laborales para los que “tienen la suerte” de tener un trabajo y para los que no, la imposibilidad real de integrarse salvo por breves temporadas, en calidad de verdadera carne para la picadora. Para nosotros mayor miseria y, en suma, mayor explotación, mientras los burgueses patalean y hacen berrinches para conseguir ­­–difícil, pasajera y precariamente– la “unidad” tan deseada, supuesta base del “próximo desarrollo” que llevan siglos –literalmente– cacareándonos sin que veamos ni su sombra.

Pero detrás de las engañosas carroñas burguesas de “la lucha por la unidad nacional” y del “beneficio del pueblo mexicano” hay dos verdades.

La primera es que entre ellos sí hay una verdadera “lucha por la unidad” –las pugnas inter-burguesas– que explica por qué entre ellos la práctica común es el chantaje, los golpes bajos y las puñaladas por la espalda, como lo ejemplifica la “historia nacional moderna” de cualquier país. Al ser una clase desgarrada en su propio seno por la competencia entre diversos intereses capitalistas, aún siendo de la misma clase dominante, no tienen otra solución –ante la anarquía de la (sobre) producción, la (híper) saturación de mercados y más generalmente, el agravamiento inevitable de la crisis capitalista a nivel mundial– que competir ferozmente entre ellos por el “derecho” de sangrar, exprimir y explotar a los trabajadores. Esa es la verdad que se esconde detrás de los “intereses encontrados” que se expresan en todas las elecciones democráticas y guerras ­imperialistas –contra el terrorismo o en nuestro caso contra el narcotráfico, etc. –, los “quiñazos”, “elbazos” y demás ajustes de cuentas y puñaladas traperas gracias a las cuales el “orden” entre las facciones burguesas parece establecerse, hasta que el grupo “perdedor” contra-ataque en el siguiente revés… Porque la “unidad” entre los intereses de las distintas facciones burguesas es siempre frágil y pasajera pues frágiles y pasajeros son sus “acuerdos” ante la voracidad de su concurrencia en tanto que capitalistas ávidos de ganancia.

La segunda verdad detrás de las mentiras de “unidad” y “beneficio del pueblo mexicano” es que éstas mistificaciones en verdad son beneficiosas para los intereses de la burguesía en su conjunto –en tanto que clase explotadora– frente a su enemiga mortal, la clase trabajadora. Esas asquerosas trampas –además de las otras no menos putrefactas como la democracia y todos sus partidos, la legalidad burguesa con sus sindicatos rojos y blancos, etc.– efectivamente expresan el interés de la burguesía como un todo ante su enemigo de clase, que de este modo se ve imposibilitado de reconocer sus propios intereses y su propio terreno de lucha. Ellos dicen “unidad en beneficio del pueblo” y con eso significan que los explotados deben sacrificarse al interés común –que no es otro que el del capital, sea cual sea la facción burguesa que gestione este interés del capital– y dejar de lado su propia lucha –que no puede ser más que contra toda la burguesía y no sólo contra “la más corrupta” o “la más ladrona”– para “unirse” mansamente a sus explotadores.

Además de la realidad de sus dificultades para “ponerse de acuerdo” para ver quién se lleva la tajada más grande del pastel de carne molida de los explotados, la burguesía no deja de actuar siempre en contra del proletariado que siempre sufre la realidad de la naturaleza asesina de la burguesía toda. Para muestra basta el botón de la explosión de la Torre Pemex que muestra –independientemente de si fue premeditada o producto de la negligencia y abandono de las medidas de seguridad propias de un capitalismo que por la ganancia sacrifica la vida de los trabajadores–, cómo en el contexto de su pugna y su aprovechamiento de las desgracias en provecho de sus “argumentos” en contra y a favor de una u otra facción, la burguesía es una clase de buitres que solo come a costa del cadáver de los trabajadores. El mismo ejemplo vale para “los accidentes” en las diversas ramas productivas e improductivas donde cadáveres proletarios de por medio, la burguesía se destroza con furia en aras de ganancia.

Ya sabemos entonces qué significa para nosotros su Pacto por México y también lo que para ellos representa. Por ejemplo, detrás del “elbazo” están las reales y virulentas pugnas inter-burguesas, sin embargo, estos conflictos no entorpecen la implementación de los ataques a las condiciones de vida de los trabajadores de la educación –que no es más que uno de los frentes del ataque generalizado contra el conjunto del proletariado– independientemente de cuál sea la fracción burguesa que administre las reformas en las que todos –como parte de la misma clase– están de acuerdo, sean del partido, del sindicato y del color que sean.

Por eso una vez más se reafirma que nosotros no podemos confiar en ellos ni en sus pretendidas buenas intenciones. La realidad lo confirma.

Pero más importante aún, no necesitamos salvadores. Nosotros mismos somos la solución: luchando en nuestro propio terreno, como clase, teniendo como bandera la defensa del conjunto de las condiciones de vida del conjunto de los explotados, en contra de los engaños de la patria, los mesías, los pactos sociales y las trampas ciudadano-democráticas.

RM, febrero de 2013

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