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Como auténticos buitres, las fracciones de la burguesía venezolana afilan sus garras para disputarse el control del Estado ante la muerte de Hugo Chávez después de una larga agonía y del bodrio político que representa. El estridente y folklórico personaje que ha mantenido incólume el capitalismo llamándolo al mismo tiempo Socialismo del siglo XXI, había sostenido amarrados los intereses encontrados de los capitalistas a favor del engaño hacia la clase trabajadora, administrando la renta petrolera para simular acciones a favor de los pobres. Las recientes elecciones en el país caribeño significaron para la clase obrera, además de un baño de fantasías y de ilusiones sobre la exaltación de la democracia burguesa, la oportunidad de presenciar a su máximo esplendor la vulgarización de la vida política y la manifestación de la asquerosa ética de sus gobernantes. La explotación de la imagen de un Chávez abatido por una enfermedad, exhibió de los contrincantes de la contienda electoral su cinismo para tentar los corazones de los venezolanos y paliar la ira que naturalmente levantan los afectos de la crisis que sobre ellos recae, al tiempo de ensalzar, como la izquierda latinoamericana aplaude, “la saludable democracia bolivariana”.
No hay duda que la ausencia de Chávez desató en diciembre las pugnas y abrió una peculiar ola de incertidumbre entre la población, ya que por un lado la fracción que respalda al ya caído presidente, necesitaba de su figura para sostener bajo control las ansias de quienes se apuntan en su relevo, mientras que la derecha no atina como sacar provecho de la situación presentándose como una renovación necesaria para el sistema; ambos lucran con la lástima y venden compasión con una biblia en la mano.
Si bien el chavismo controla todos los poderes públicos e instituciones, lo que en teoría facilitaría la elección del candidato, existe un contexto político, económico y social, que plantea la inconveniencia de que los oficialistas convoquen las elecciones de inmediato. En lo político, aun cuando uno de las cabezas visibles de los posibles continuadores de la política oficial, el Vicepresidente Maduro, se vio fortalecido por Chávez a su partida a Cuba, en su ausencia hemos visto cómo los militares, entre los que él se formó teórica y políticamente, han animado la figura de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, para encabezar la “Revolución Bolivariana” sin Chávez. Cualquiera que sea el encumbrado, luego de las escaramuzas que se produzcan, la fracción burguesa en el poder terminará poniéndose de acuerdo para seguir administrando y gestionando medidas para hacer que la crisis económica mundial no le afecte sustancialmente sus ganancias y, por supuesto, recaigan como siempre sobre la clase obrera.
Envueltos en una orfandad incomprensible, pues digámoslo sin tapujos sus amos están muy bien identificados, las huestes chavistas endurecen su política hacia las otras fracciones burguesas intentando salvaguardar su hegemonía, al tiempo que mandan mensajes a los trabajadores para que se encuadren al corporativismo del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) y sus satélites a riesgo de recibir la represión directa quien se lance a la movilización en medio del desconcierto. El combate parlamentario ha tomado tintes grotescos y ridículos con puestas en escena de una comedia en la que unos defienden la gloriosa constitucionalidad mientras que más evocan la santidad de próceres embalsamados. De igual manera se adelantan investigaciones por corrupción a ex-gobernadores de oposición avivando así una galopante descomposición social.
La crisis en su apogeo
Pero el problema mayor que enfrenta la burguesía tras el régimen chavista, como cualquiera en el mundo, es en el plano económico. El chavismo ha pretendido convencer a la opinión pública internacional que puede mantener su proyecto político soslayando la crisis económica mundial mediante el uso de los ingresos petroleros como si fuera un chorro de dólares inagotables a disposición del Estado. Montado en un populismo rampante se lanza al rescate y la salvación de los depauperados y desclasados, a la conquista de clientela política en los amplios cinturones de miseria que ellos mismos han acrecentado, gritando y berrando por doquier que con ello, y con el decreto de una constitución, previa entusiasta votación, está edificando un socialismo quien sabe de qué tipo. Puritita verborrea engaña bobos. De esa forma, y con esa desvergüenza, sin olvidar la invaluable contribución de los sindicatos, cancelan toda posibilidad de una mejoría en las condiciones de vida del proletariado venezolano, pues en ese terreno, el chavismo, su continuación, o su hipotética alternancia de derecha, son muy celosos en salvaguardar la cuota de ganancia de los capitalistas. Desde 1998 en que toma el mando del Estado Chávez al año 2010, el salario real en el sector privado se había devaluado en un 31%. Y en la actualidad el cuadro económico es bastante grave: en el 2012 se superaron todos los records en los índices que evidencian a una economía tan o más enferma que su expresidente: alto déficit fiscal (18% del PIB), resultado del desmesurado gasto público que se ubicó en el 51% del PIB; las importaciones fueron las más altas en 16 años equivalentes al 59% de las exportaciones; 22% de inflación, la más alta de la región. Los gastos del Estado se han cubierto hasta ahora, junto a la renta petrolera, con el crecimiento de la deuda; ésta ha crecido, a 50% del PIB cuando era del orden del 35% en 1998; también se cubren emitiendo dinero inorgánico que no es respaldado por riqueza alguna, lo que ha ocasionado los niveles de inflación más altos de la región en los últimos años.
Producto de una desconfianza generalizada en los Estados para que puedan saldar sus deudas soberanas, China, quien ha hecho préstamos importantes al Estado venezolano en los últimos años, ahora se opone a suministrar más recursos a una economía que parece un barril sin fondo; las dudas sobre la salud ya no de Chávez sino de la economía venezolana hacen más difícil y costosa la colocación de bonos en el mercado, que tienen que pagar una prima del 13,6%. Y en eso, la preocupación es tanto de oficialistas como opositores. La burguesía de la región se muestra preocupada y espera que se estabilice la situación política en Venezuela; principalmente los miembros de los países del ALBA ([1]) y los beneficiarios de las rebajas en la factura petrolera. También los representantes del “imperio” (EEUU), principal cliente de las exportaciones petroleras, piden que se respete la constitución y la democracia; Brasil (país con el que Venezuela mantiene deudas importantes) y Colombia por su parte, esperan una salida estable. Todos se verían afectados por una prolongación de la situación de incertidumbre reinante en Venezuela.
Solo la lucha proletaria tiene futuro
Sin la fuerza mediática y la estridencia de su presidente “socialista”, la burguesía se ve temerosa de tomar las medidas draconianas que le demanda el agravamiento de la crisis económica mundial intentando salirle al paso a una posible quiebra de las finanzas públicas, pero sobre todo buscando no desatar la ira de los trabajadores expresada en movilizaciones que desestabilicen la ya de por si endeble situación social. Las llamadas Misiones, punta de lanza de su política encaminada a paliar las dramáticas condiciones de pobreza que enfrentan amplias capas de la población y base del sustento electoral del chavismo, tendrán que ver reducidos los suministros de recursos y poner al descubierto la gran mentira de los supuestos logros del “Socialismo del siglo XXI”. Sin embargo, son los trabajadores quienes recibirán los mayores ataques de la burguesía. Generadores cautivos de impuestos, los obreros cargan con el oneroso aparato burocrático venezolano, con los programas anticrisis y lejos de verse beneficiados con el gasto social en salud, educación y vivienda, han tenido progresivas reducciones en sus salarios a tal grado que un 60% de la masa laboral recibe alrededor de un salario mínimo mensual (321 dólares, que se reduce a cerca de 100 según la tasa de cambio no oficial). En estas condiciones, los trabajadores tienen ante sí la necesidad vital de reencontrar sus lazos de unidad y solidaridad que le permitan recobrar su identidad de clase y emprender una lucha en favor de una mejoría en sus condiciones de vida; en medio del estruendo sentimental y la mistificación del proyecto de Chávez, la clase obrera apenas empieza a dar muestras de su combatividad y confianza en sus propias fuerzas para combatir a su enemigo cual sea el camuflaje con el que le presenta en la nación caribeña. Muestra de ello es que los sindicatos de toda calaña, ya empiezan a preparar sus más sofisticadas maniobras para tratar de encuadrar la emergente protesta que se avecina hacia la defensa de una tal revolución que solo ha beneficiado a la burguesía y fortalecido al capitalismo.
Las minorías de la clase tenemos la responsabilidad de mostrar ante la clase que pertenecemos que tanto el “socialismo bolivariano” de izquierda, como la “democracia social” de la derecha, son dos caras de un la misma bestia decadente y deben ser confrontados teórica y políticamente para abrir el camino hacia la emancipación de la clase obrera y el comunismo.
Pedro-Cadinv, 25 de febrero
[1]) Alternativa Bolivariana para las Américas de la cual forman parte Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Cuba y otros países.