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Todas las reformas emprendidas en los últimos años han llevado el sello de golpear directamente las condiciones de vida y trabajo del proletariado. Vengan de gobiernos emanados de la derecha o de la izquierda electoral del capital contienen el mismo veneno, medidas que invariablemente buscan paliar los efectos de la crisis echando todo su peso en los hombros de los trabajadores. Por si fuera poco, la clase trabajadora sufre las consecuencias de la reducción en los costos de producción (menos mantenimiento es anuncio de más accidentes) y está indefensa ante las consecuencias de los ajustes de cuentas entre fracciones de la burguesía (atentados, guerras…). Ya sea que se trate de accidentes producto de la “reducción de costos” o de atentados resultado de las luchas intestinas entre fracciones, cualquiera que sea el caso los muertos los pone la clase obrera. Es en ese contexto en el que se enmarcan las recientes explosiones en la torre B2 del Centro Administrativo de Petróleos Mexicanos (PEMEX) en la Cd. de México, la empresa más importante del país, generadora de algo así como el 40% de la riqueza. Cualquiera que sea el dictamen que arroje la supuesta investigación que realiza la Procuraduría sobre lo acontecido, además del descrédito popular y de la sorna con que se presentará tratando de explicar lo inexplicable; lo que abrirá será el camino a la cacaraqueada modernización de PEMEX. Sobre los trabajadores muertos, la burguesía derramará sus lágrimas de cocodrilo gritando a los cuatro vientos que fueron el sustento espiritual con el que se edificará la robusta nueva empresa.
El golpe asestado a los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro mediante el despido masivo de más de 44 mil electricistas representó una manifestación de fuerza de la burguesía mexicana y una derrota a uno de los bastiones más importantes de la clase obrera en México que fue posible solo gracias al encuadramiento del sindicato (SME) que se encargó de maniatar a los trabajadores con miles de artimañas para evitar que desplegaran sus propias respuestas ante ese ataque. Los ataques en el sector del magisterio no han cesado, el de la salud no se salva y todos vemos como el salario alcanza para menos; ahora lo que se viene es contra los trabajadores petroleros que sufrirán inevitablemente la destrucción del contrato colectivo de trabajo; quienes hasta ahora se habían “salvado” de los ataques, hoy están en la mira con “reforma energética” que va a significar una embestida contra las condiciones de vida de este sector pintado durante años como el de los “trabajadores privilegiados”. En los próximos días, veremos como toda la prensa y los medios masivos de la burguesía se alinean con la maquinaria gubernamental para machacar hasta la saciedad argumentos relacionados con una supuesta “vida aristocrática” de los trabajadores de PEMEX y sobre los “altos costos fiscales” que le implican al erario público, y demás patrañas que acompañan a esos procesos, tal como sucedió luego del decreto que extinguió la fuente de trabajo de los electricistas en octubre de 2009.
La explosión de las oficinas administrativas de la paraestatal ubicadas al norte de la Ciudad de México, forma parte de una larga cadena de accidentes, sabotajes y atentados, cuyo común denominador es la muerte o lesiones permanentes en los trabajadores. A los 38 fallecidos y más de 100 lesionados en la torre B, había que sumar los que durante los últimos años han corrido esa misma suerte en distintos sucesos que han acompañado a la crisis y que han tenido como característica la baja de los costos de producción a toda costa, la corrupción y el robo de combustible. Del año 2001 al 2010 el gobierno reconoce públicamente la muerte de al menos 47 trabajadores y lesiones en otros 165 en distintos eventos en las instalaciones de todo el país. Sin olvidar la histórica explosión de 1984 en San Juan Ixhuatepec, estado de México, no muy lejos del lugar donde se registró la más reciente, o la de Guadalajara en 1992, donde por cientos fallecieron trabajadores y sus familias residentes de colonias menesterosas por un pésimo manejo de los combustibles y el catastrófico estado de ductos y plantas de almacenamiento, o las más recientes de Reynosa, Tamaulipas en septiembre de 2012 donde una terrorífica explosión sembró muerte y destrucción.
Crisis y descomposición social son parte del paisaje en la última etapa de la humanidad y siendo PEMEX de una importancia central en México no tendría por qué estar exenta de ello, sobre todo cuando ha sido parte del proceso de acumulación en el que se ha formado mucha de la burguesía nacionalista que puebla hoy la amplia membrecía de partidos y sindicatos. Los “accidentes” han ocupado un papel relevante en las confrontaciones que se dan entre la clase explotadora, en las disputas por controlar el aparato burocrático del Estado, tan solo baste recordar que en la misma Torre B2 que hoy aparece como protagonista estelar en los medios, se registró en 1982 un incendio que terminó con miles de documentos y archivo que contenían pruebas de fraudes y corruptelas de todo tipo.
Las enormes ganancias de PEMEX son una tentación para la burguesía que airosa navega por los caudales del petróleo y abona en gran medida al estado desastroso de la principal industria del país. Reconocido por la Secretaría de Hacienda y por la propia empresa, existe una pérdida diaria de 25 000 barriles de crudo (1% de la producción total) por robos registrados en toda la red de ductos diseminados en el país, que significan el jugoso botín de 2.5 millones de dólares, ¿A dónde va a parar ese petróleo?, pues sencillamente circula, cual mercancía es, por las redes de distribución y venta normales, y al igual que cualquier capital, las ganancias de cada capitalista son también manejadas por la Banca, tal como se manejan las carretadas de dinero que le suministra el narcotráfico. Piratas modernos peleándose por el tesoro en un pantano. Ladrones robándoles a ladrones con ayuda de los ladrones. Así las cosas, la burguesía vuelve sobre sus mismas fórmulas fracasadas para tratar de solucionar lo irremediable: ahora surge, según ellos, la privatización de la explotación energética como la salvación a todos los males, como si la profunda crisis económica que vive el capitalismo a nivel mundial sea una cuestión atribuible a la ineficacia o ineptitud del sector público, la irresponsabilidad fiscal de los gobiernos o linduras por el estilo que la izquierda del capital (PRD, MORENA, PT y Convergencia) va a usar como bandera para restregarnos de nuevo la “defensa del patrimonio nacional”. Como si en el fondo resultara relevante la forma que adopta la administración o gestión del capital, cuando las relaciones sociales de producción se mantienen intactas. Para los trabajadores es completamente indiferente quien se apropia del producto de su trabajo, si es el capitalista individual, un monopolio o el Estado (poseedor) capitalista, mientras subsista el trabajo asalariado y la explotación de la mayoría de la humanidad por una minoría rapaz, no habrá cambiado en esencia nada en su vida; su papel es entender esa relación y construir con los suyos, con su clase, la perspectiva para destruirla.
Hoy, sobre la tragedia de las familias de los trabajadores, la hipócrita burguesía abrirá el telón de las peores frivolidades y perversiones, y usará a todos sus personeros para montar el gran teatro cargado de la misma cantaleta nacionalista de siempre, con los adoradores de la democracia disparando sus místicos discursos y los llamados a la movilización para encuadrar el descontento en el terreno que la burguesía domina, ya nos sabemos el guión. Para el proletariado en general es importante reflexionar sobre la calamidad que implica padecer este sistema que en su decadente final que se acerca patalea y se retuerce dejando muerte y destrucción en cada resuello moribundo; y en este mismo proceso tomar conciencia de que el único camino para mejorar las condiciones de vida es plantearse transformar su realidad radicalmente con sus las armas de combate que tiene: la solidaridad y la confianza en sus propias fuerzas como clase, porque en su salvación está la de toda la humanidad.
Cadinv, 15-02-13