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El 11 de enero de 2013, el Presidente francés, François Hollande, lanzó la operación “Serval” en Mali para luchar contra “el terror”. Aviones, tanques, vehículos de todo tipo y hombres armados hasta los dientes se despliegan en el sur del Sahel. Al tiempo que escribimos este artículo, los aviones lanzan sus bombas, las ametralladoras escupen su munición y empiezan a caer las primeras víctimas civiles.
La burguesía francesa otra vez se pone a la cabeza de los conflictos bélicos en África, y de nuevo en nombre de la paz. Esta vez lo hace en Mali, con la excusa de “luchar contra el terrorismo y defender a la población civil”. Por supuesto, la crueldad de las bandas armadas que campan por sus respetos en el Norte de Malí es indudable, los señores de la guerra siembran muerte, desolación y terror allá por donde andan, pero las razones de la intervención militar francesa no tienen nada que ver con aliviar el sufrimiento de los lugareños. El único móvil del Estado francés es defender sus propios intereses imperialistas.
La TV nos muestra imágenes de los habitantes de Bamako de pletóricos de alegría que ven a François Hollande como un Salvador. Aunque esas son las únicas imágenes de esta guerra que hoy por hoy se difunden: poblaciones aliviadas ante la expectativa de que se frene el avance hacia la capital de esas hordas mafiosas responsables de los abusos más atroces. Pero esta felicidad no durará mucho. Cuando una “gran democracia” avanza con sus tanques, la hierba no vuelve a crecer, lo que crece tras su paso es la desolación, el caos y la miseria.
Este mapa muestra la relación entre los principales conflictos que asolaron África en la década de los 90 del siglo XX y el hambre. El resultado es muy revelador: a cada guerra –a menudo justificada como intervención humanitaria, como en Somalia en 1992 y en Ruanda en 1994– le acompañó la escasez de alimentos. Lo mismo pasará en Malí, la desestabilización de toda la región y el aumento del caos.
Una guerra imperialista
“Conmigo como Presidente, se acabó la Françáfrica” dice François Hollande. Tamaña mentira daría para partirse de risa si no fuera por los montones de cadáveres que se van a amontonar. La izquierda desde hace casi un siglo se viste de humanista para para ocultar su auténtica naturaleza: ser una fracción burguesa que, como todas las demás, se presta a todo para defender el interés nacional. Como es el caso ahora en Malí: defender los intereses estratégicos de la Francia. Al igual que hizo François Mitterrand al intervenir militarmente en Chad, Iraq, antigua Yugoslavia, Somalia y Ruanda. “Los socialistas” nunca han sido reacios a proteger sus “valores” (es decir, los intereses burgueses de la nación, en este caso de la francesa) a punta de bayoneta.
Desde el comienzo de la ocupación del norte del país por los islamistas, las grandes potencias, especialmente Francia y Estados Unidos, azuzaron a los países de la zona para que metieran sus botas imperialistas a cambio de financiación y apoyo logísticos. Pero en ese juego de alianzas y manipulación, Estados Unidos es más hábil que Francia y poco a poco va ganando influencia. Para Francia esto resultaba inaceptable, tenía que reaccionar con fuerza ante tamaña intromisión en su “jardín privado” “a la hora de las decisiones, Francia tiene que actuar haciendo gala de su “derecho y deber” de antigua potencia colonial. Malí se acerca demasiado a los Estados Unidos, hasta tal punto que aparecen como sede informal de AFRICOM, el mando militar unificado para África, establecido en 2007 por George Bush y luego consolidado por Barack Obama” (Correo Internacional del 17 de enero de 2013).
De hecho, en esta región del globo, las alianzas imperialistas son muy complejas e inestables. Los amigos de hoy pueden convertirse en los enemigos de mañana, o incluso ser ambas cosas ¡al mismo tiempo! Como todo el mundo sabe Arabia Saudita y Catar al tiempo que se declaran “grandes aliados” de Francia y Estados Unidos, son los principales financiadores de los grupos islámicos en el Sahel. Por eso no es ninguna sorpresa que el Primer ministro de Catar utilice las páginas del periódico francés Le Monde para poner en cuestión la operación “Serval”. Y, qué decir de la actitud de las superpotencias, Estados Unidos y China, que “oficialmente” apoyan a Francia pero por lo bajini empujan a sus peones a seguir avanzando.
Francia se atasca en el Sahel
Como le ocurrió a Estados Unidos en Afganistán, Francia tiene todos los números para atascarse en las arenas del Sahel. El imperialismo francés ha caído de bruces en el “Atolladero maliense” y por tiempo indefinido (en palabras de Hollande: “el tiempo que haga falta”). “Si la operación militar está justificada con respecto a los peligros que plantean las actividades de grupos terroristas bien armados y cada vez más fanáticas, no está exenta de riesgos como empantanarse y aumentar de forma duradera la inestabilidad en todo el África occidental. De hecho no se puede impedir que estrechen lazos con Somalia. La violencia en el país, como consecuencia de los trágicos acontecimientos de Mogadiscio a principios de 1990, se ha extendido por el Cuerno de África, y veinte años después aún no se ha estabilizado. “ (A. Bowden, Le Monde, 15 de enero de 2013). Esta idea es importante: la guerra en Somalia desestabilizó el Cuerno de África y “veinte años después aún no se ha estabilizado”. Esto es lo que son estas guerras supuestamente “humanitarias” o para “luchar contra el terrorismo”. Cuando las “grandes democracias” agitan al viento su bandera de intervención armada para defender el “bienestar de los pueblos, la “moral” y “la paz”, siempre dejan tras de sí montañas de ruina por las que campa el hedor de la muerte.
El caos se extiende de Libia en Malí, de Costa de Marfil a la Argelia…
“Es imposible (...) no darse cuenta de que el reciente golpe de estado (en Mali) es un efecto colateral de las rebeliones en el norte, que a su vez son resultado de la desestabilización de Libia por parte de una coalición occidental que ni se siente responsable ni tiene el más mínimo remordimiento. Resulta difícil no reconocer el tufillo que hoy sopla en Mali tras haberlo olido en sus vecinos Costa de Marfil, Guinea, Níger o Mauritania “(Courrier international, 11 de abril de 2012). De hecho, muchos de los que están hoy en Mali eran grupos armados que luchaban junto a Gadafi.
Acordémonos de que en Libia la intervención de la “Coalición occidental” también se hizo en nombre de “restablecer el orden y la justicia” y por “el bien del pueblo libio...”. Esa misma barbarie continua propagándose hoy por esta parte del mundo con su secuela de sufrimiento para la población. Con la guerra en Malí le toca el turno de desestabilizarse a Argelia.
El 17 de Enero un batallón de AQMI toma como rehenes a cientos de personas que trabajan en una planta de producción de gas en Tigantourine. El ejército argelino responde escupiendo fuego contra los secuestradores sin importarle lo más mínimo a cuantos rehenes se cargaba en el intento. Ante tamaña carnicería, el Presidente “socialista” francés Sr. Hollande, no tiene el más mínimo rubor en avalar la masacre afirmando que: “un país como Argelia ha dado, en mi opinión, la respuesta más adecuada pues no cabe la negociación”. Semejante irrupción de Argelia en la guerra del Sahel, aclamada como cabe todo un Jefe Estado, testimonia el círculo vicioso en el que nos sume el capitalismo. A fin de cuentas: “Para Argel, esta acción sin precedentes en su territorio hunde un poco más al país en una guerra que quería evitar a toda costa por temor a las consecuencias dentro de sus propias fronteras” (Le Monde, 18 de enero de 2013).
Desde el comienzo de la crisis de Malí, el poder argelino llevó un doble juego como se ve en dos hechos importantes: por un lado “negoció” abiertamente con algunos grupos islamistas, permitiéndoles aprovisionarse con grandes cantidades de combustible en su sobre Konna en su camino hacia Bamako; por otro lado, Argel permitió que aviones franceses sobrevolasen su espacio aéreo para que bombardearan posiciones de grupos jihadistas en el Norte de Malí. Esta posición contradictoria y la facilidad con que los elementos de AQMI pudieron acceder al complejo industrial “más seguro” del país, muestra la descomposición del funcionamiento del Estado y de toda la sociedad. La entrada de Argelia en la guerra, como la de otros Estados del Sahel, acelerará el proceso de descomposición que ya está en marcha.
Estas guerras muestran que el capitalismo está sumido en una espiral muy peligrosa que amenaza el futuro de la humanidad. Cada vez más zonas del planeta se sumen en el caos y la barbarie más extrema. Se entrelazan el salvajismo de torturadores locales (señores de la guerra, jefes de los clanes, bandas terroristas...), la crueldad de los segundos espadas imperialistas (Estados pequeños y medianos) y el poder devastador de las grandes naciones. Cada uno de ellos está dispuesto a todo: intrigas, golpes bajos, manipulación, todo tipo de crímenes y atrocidades... para defender sus miserables y patéticos intereses. Los constantes cambio de alianzas escenifican una danza macabra.
Este sistema moribundo deja de hundirse y los conflictos guerreros van a seguir propagándose engullendo cada vez más partes del mundo. Elegir bando, en nombre del mal menor, es participar en esa dinámica cuyo resultado es la aniquilación de la humanidad. Sólo hay una alternativa realista, sólo hay una forma de salir de ese engranaje infernal: la lucha masiva e internacional de los explotados por otro mundo en el que no haya clases sociales ni explotación, ni pobreza ni guerra.
Amina (19 de enero)