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Publicamos este texto ampliamente inspirado en un artículo que nuestros camaradas de los EUA han publicado después de la reelección de Obama. El artículo completo está disponible sobre nuestro sitio en inglés (en.internationalism.org)
La elección presidencial de 2012 concluyó con un resultado positivo para las fracciones principales de la burguesía estadounidense. Venciendo al serio desafío de su rival republicano Mitt Romney, el Presidente Obama ha asegurado su reelección, lo que significa que el Partido Demócrata dirigirá el Estado cuatro años más.
Después de la elección, los medios de comunicación han organizado un alboroto ensordecedor: Obama ha obtenido una victoria abrumadora con 332 votos del Colegio electoral contra 206 de Romney, nos dicen. Ha golpeado a su rival con más de 3 millones de votos populares de ventaja. Los escenarios apocalípticos de una impugnación, como la del 2000, se redujeron a cero. […] Los republicanos lamiendo sus heridas de una derrota que incluso los ha llevado a perder varios de sus escaños en el Senado, seguramente tendrá que moderar su retórica y acudir a la mesa de negociaciones.. […] Finalmente, después de cuatro años de obstruccionismo empecinado , el GOP ([1]) se verá obligado obligado a adoptar un discurso más racional y volver a las importantes negociaciones sobre la reducción del déficit que la burguesía estadounidense no ha podido tratar durante el primer mandato de Obama.
Los expertos más optimistas, esperan incluso que los resultados de la elección marquen el final de la creciente influencia del Tea Party en el seno del Partido Republicano y subrayan que los elementos más racionales (¿Jeb Bush, quizá?) podrán imponerse ahora y hacerse cargo el partido. Otros prevén una verdadera guerra en el seno del GOP puesto que sus posiciones racistas actuales, su política sexual retrógrada, sus teorías conspirativas, su defensa de las tesis creacionistas, anti-científicos y su odio a los inmigrantes son cada vez más incompatibles con el ejercicio efectivo de la presidencia y constituyen un obstáculo real al retorno de este partido al gobierno.
Por nuestra parte, frente a estas interpretaciones tan optimistas, creemos que el resultado de la elección y la campaña que la precedió, confirman nuestro análisis según el cual asistimos al desarrollo de una “crisis política” en el seno de la burguesía estadounidense ([2]).
El peso de la descomposición social en el seno de la burguesía norteamericana
Podemos examinar las características principales de esta crisis según varios ejes.
Los efectos de la descomposición social ejercen más que nunca una fuerza centrífuga en el seno de la burguesía, provocando una incapacidad creciente de algunas fracciones para actuar en interés general del capital nacional.
Sin embargo, este proceso no ha afectado de la misma manera a todas las fracciones de la burguesía. El Partido Republicano está especialmente afectado por una degeneración ideológica, poniendo en duda su capacidad de actuar como partido de gobierno burgués creíble.
La incapacidad de la burguesía para encontrar una solución a la crisis económica ha fortalecido las tendencias hacia las luchas internas dentro de la misma burguesía.
La descomposición ideológica del Partido Republicano significa que tiende a perder la capacidad para administrar racionalmente la crisis económica, cayendo en un dogmatismo económico conservador completamente desacreditado, desperdiciando su energía en políticas antisindicales que amenazan con privar al Estado de su mejor baluarte contra la clase trabajadora.
Dada la situación actual, era demasiado arriesgado para las fracciones de la burguesía más responsables poner de nuevo al Partido Republicano a cargo del Gobierno nacional. Y esto, a pesar del peso de la crisis económica y de la necesidad de adoptar una política de austeridad brutal, a pesar de que este contexto debería empujar a la burguesía a reservar en la oposición a la izquierda de su aparato político para preparar mejor las condiciones que permitan encuadrar las futuros expresiones de descontento de la clase trabajadora.
Debido a la degeneración del Partido Republicano, los demócratas se quedan en el poder para dirigir el Gobierno y deberán llevar a cabo la política de austeridad necesaria para la defensa del capital nacional. Esto puede afectar la tradicional división ideológica del trabajo dentro de la burguesía, haciéndolos directamente responsables a los demócratas de los dolorosos recortes en programas sociales por venir, en contraste con la retórica que han utilizado durante la campaña electoral sobre el relanzamiento de la economía.
Las fracciones más responsables de la burguesía se enfrentan a una situación en la que resulta más difícil imponer su voluntad sobre el proceso electoral. La descomposición ideológica del Partido Republicano va pareja con un endurecimiento ideológico generalizado de la propia sociedad y el país está más dividido que antes en dos bloques políticos –aproximadamente del mismo tamaño. La presidencia de Obama, aún cuando ha revitalizado el mito electoral, particularmente entre las minorías víctimas del racismo y estigmatizadas por los ocho años de la presidencia de Bush, solo ha provocado un endurecimiento aún más fuerte y mucho más duradero en la derecha.
¿Qué puede esperar la clase trabajadora de la reelección de Obama?
No debemos hacernos ninguna ilusión sobre lo que significa un segundo mandato de Obama para la clase trabajadora. Se puede resumir en una sola palabra: austeridad. […] La única pregunta es saber cuál será la profundidad de los ataques y el ritmo en que se ejecutarán.
En realidad es simple. La burguesía estadounidense, ya sea demócrata o republicana, de izquierda o derecha, en su conjunto coincide en que las perspectivas presupuestarias en los Estados Unidos son perfectamente insostenibles. Todos ellos comparten la visión de que debe haber “reformas” que tendrán que agregarse a los programas “previstos” para intentar frenar el déficit. […] Es cierto que las posiciones defendidas por el excandidato a la vicepresidencia, Paul Ryan, como la transformación del Medicare ([3]) en un sistema de bonificaciones, era demasiado draconiano para ponerse en marcha actualmente. También es cierto que las principales fracciones de la burguesía rechazan la mentira grosera según la cual la seguridad social debería ser privatizada para que esté a “salvo”. Pero esto no significa que tratarán de preservar estos programas tal como están. Por el contrario, hay que esperar ataques dolorosos.
El Presidente Obama ya ha expresado su deseo de reducir programas sociales. Se trata de un elemento esencial del llamado “gran pacto” salido del proceso de negociación con John Boehner, el presidente republicano de la cámara de representantes, durante la crisis del verano 2011 acerca del techo de la deuda. La única diferencia real en esta cuestión ha sido simplemente el deseo del Presidente de envolver los recortes al presupuesto de salud con algunos aumentos de impuestos a los más ricos para vender su basura a la población con la retórica política bien conocida del “sacrificio compartido”.
Solo la intransigencia del Tea Party ha impedido a Boehner aceptar este “gran pacto”, vinculando al Congreso a compromisos complejos que plantean la necesidad de que la burguesía estadounidense imponga por la fuerza aumentos automáticos de impuestos y recortes en los gastos presupuestarios y todo esto, desde inicios del próximo año.
De hecho, los comentaristas políticos dicen ya que la elección es un verdadero reto. En efecto, Obama tiene ahora el capital político que necesita para forzar a los republicanos, que todavía son la mayoría en la Cámara de Representantes, a negociar para que, al menos, se incluyan algunos aumentos de impuestos para los ricos que pueden, cuando llegue el momento, venderse a la población como el “sacrificio compartido”. La izquierda del Partido Demócrata puede gritar que ella quiere “proteger los tres grandes” ([4]), pero podemos dudar realmente de lo que sigue al acuerdo firmado, ¿no intentarán vendernos la idea de que habría sido peor si los Republicanos controlaran la Casa Blanca? ¿O no tratarán de sensibilizarnos de nuevo en el hecho de que al menos los multimillonarios no serán excluidos de este “justo reparto de sacrificios”? ¿Pero exactamente qué quedará de esta asistencia a los beneficiarios de Medicare que han visto derretirse sus escasos beneficios o subir sus deducciones? ¿Qué quedará de esos mineros del carbón de 65 años que ahora tendrán que esperar uno o dos años más para recibir su pensión de jubilación?
Lo mejor que pueden hacer los comentaristas sobre la recuperación económica es recordar los días de gloria cuando el Presidente Clinton aumentó impuestos y equilibró el presupuesto mientras se presentaba como el Presidente de la “la mayor expansión económica en la historia estadounidense”. Esta visión miope y ahistórica de la burguesía confirma que se ha perdido la memoria sobre el hecho de que la mayoría de ese llamado “crecimiento” de los años de Clinton fue el resultado de una explosión de la deuda impulsado por la reserva monetaria y ha generado una verdadera burbuja especulativa que llevó a la actual recesión!
Parecen creer que las recetas de la era Clinton pueden ser resucitadas y aplicadas hoy en día, sin tener en cuenta el contexto histórico y económico. No sabemos si realmente la administración de Obama cree realmente en esta campaña mediática que dice que la economía iría mejor bajo esos criterios de gobierno. No importa, aunque reconozcan la necesidad de un relanzamiento, no podrán hacer nada en ese sentido. Cualquiera que sea el nuevo modo de cooperación que adopte el Partido Republicano como consecuencia de su aplastante derrota electoral, es poco probable que se adhiera a una política de recuperación económica. La Reserva Federal ha sido llamada recientemente para actuar por su cuenta mediante la compra de valores hipotecarios, pero los economistas más serios están de acuerdo en decir que ésta sólo tendrá el mismo efecto sobre la economía que la picadura de un mosquito sobre la piel de un elefante.
En última instancia, sin embargo, incluso si existe una voluntad política para tal intento de relanzamiento económico, no se sabe de dónde vendría el dinero ¿acaso de darle a la máquina de billetes? ¿de más préstamos a China? Todo esto contrarrestaría directamente la necesidad urgente de reducción del déficit. La burguesía está realmente entre dos fuegos. Aunque pudiera relanzar la economía, una vez más, esto no sería –al final– más que dar palos de ciego.
Se desprende de todo esto que la victoria de Obama no lo es para la clase trabajadora. Por el contrario, él sabe que ahora tiene crédito político suficiente para fortalecer los programas de austeridad que ha planificado y que requiere y exige el capital nacional. Aunque queda el peligro para la burguesía de que el Partido Demócrata sea percibido como el partido que realizó los drásticos cortes, ese hecho se suaviza, en cierta medida, por el éxito ideológico que ha tenido la administración Obama para vender al público el hecho de que bajo los republicanos las medidas habrían sido peores. Es principalmente por esta razón, más que por una profunda convicción o apoyo a la política de Obama, como muchos trabajadores fueron a las urnas y votaron por los demócratas. La lógica de lo menos malo parece predominar ([5]).
Pero los trabajadores que tienen aún ilusiones en la Presidencia de Obama, que cree aún que él puede “salvar a la clase media” o que es una especie de campeón de “los derechos de los trabajadores”, sólo tienen que mirar los acontecimientos ocurridos durante la huelga de maestros de Chicago para tener un conocimiento real del punto de vista del jefe de la casa blanca sobre estas cuestiones. No debemos olvidar que son los compañeros del Presidente los que han golpeado a los profesores ([6]). ¿Puede alguien dudar de que su concepción del sector educativo –en realidad de toda la clase obrera– es íntimamente compartido por el propio presidente? De hecho, la persona responsable del plan de reforma del sistema escolar de Chicago no era otro que el ex asesor de la escuela de Chicago, Arne Duncan –actual Secretario de Estado en Educación de Obama.
Debemos afirmar, contra todos los cálculos electorales posibles, que los intereses de la clase obrera están ausentes en los proyectos del Estado, y están presentes sólo en sus luchas autónomas para defender sus condiciones de vida y de trabajo. Es comprensible que los trabajadores teman las medidas draconianas defendidas por el Partido Republicano. Es muy posible que ese partido hubiera perdido realmente la cabeza y no hubiera dudado en aplicar la política más retrógrada a nivel nacional, si hubiera llegado al gobierno. Sin embargo, ¿ significa esto que debemos esperar más clemencia por parte de los demócratas? ¡En absoluto! Está claro que, a este nivel, la única diferencia real entre los dos partidos es el ritmo y la fuerza con que los ataques van a caer sobre nosotros. En última instancia, los dos caminos llevan al mismo lugar. Cuando votamos demócratas, somos nosotros, los trabajadores, los que damos palos de ciego. La única verdadera solución para defendernos es retomar el camino de nuestras luchas autónomas relacionadas con nuestros problemas de clase.
Desde nuestro punto de vista, la reelección del Presidente Obama no predice una nueva era de paz, prosperidad y cooperación.
Aunque probablemente habrá un intento por las fracciones más racionales del Partido Republicano, atentos a desmarcarse del Tea Party y de recuperar credibilidad, no es posible garantizar que tengan éxito. Además, sería un error reducir los problemas de la burguesía estadounidense a este aspecto solamente. Los desafíos que ésta tiene son inmensos y, con toda probabilidad, insuperables. Para la clase trabajadora, la conclusión es clara: no hay ninguna salvación en la política electoral burguesa. Podemos defender nuestros intereses sólo en un terreno diferente al electoral.
Henk,14 noviembre
[1]) Great Old Party (Gran Viejo Partido), apodo del Partido Republicano.
[2]) Ver también en nuestro sitio el artículo “En los Estados Unidos, escándalo sobre ‘la eliminación de los electores’: engaño político e ilusión democrática”.
[3]) Es el sistema de salud estadounidense.
[4]) Estas son las palabras del portavoz del ala izquierda del Partido Demócrata, Ed Schultz, para hablar sobre el seguro social, Medicare (sistema de seguro de salud) y Medicaid (el sistema de seguro de salud para los más pobres).
[5]) Debe señalarse, sin embargo, que la participación este año fue inferior en 10 % respecto al 2008.
[6]) Vea nuestro volante “Solidaridad con los maestros de Chicago”
En Internationalism.org/internationalismusa/201209/5162/Solidarity-Chicago-Teachers