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Grecia se hunde en la miseria
Lo que nos espera a todos
Ante el enésimo plan de austeridad impuesto a la población griega, la cólera ha irrumpido en las calles. Entre 80,000 y 200,000 personas se concentraron delante del Parlamento, en la plaza Sintagma, durante la noche del 12 al 13 de febrero durante la cual los diputados estaban votando las medidas de austeridad. Hubo duros enfrentamientos con la policía antidisturbios. El balance de lo que la prensa llamó “noche de guerrilla urbana” da un saldo de 48 edificios quemados y 150 almacenes saqueados. Hubo, sobre todo, unos cien heridos y 130 detenidos. Las imágenes de tales escenas de violencia, Atenas casi en llamas y los escombros humeantes a la tenue luz del amanecer que evocaban los estragos de una guerra, pasaban y volvían a pasar por las pantallas para así impresionar y meter miedo al resto del mundo. Lo que no se vio y sí se sabe gracias a muchos testimonios colgados en Internet es que casi 300,000 personas no pudieron ni siquiera acercarse a aquella plaza del Parlamento, bloqueadas por la policía en las calles adyacentes o a las bocas del metro. Y fue la policía la que empezó a lanzar gases lacrimógenos para dar caza y dispersar a la muchedumbre en pequeños grupos por todo el centro de la ciudad. Se ha hablado de bandas de jóvenes rompiéndolo todo a su paso, cuando en realidad había muchas personas maduras de ambos sexos participando en los actos violentos o en los jaloneos. Los incendios o los saqueos podrán haber sido la obra de provocadores o el resultado de la desesperación, pero lo que sí es cierto es que la rabia de la población era palpable como demuestran las imágenes de quienes tiraban piedras o cócteles Molotov contra las fuerzas represivas.
Medidas de austeridad sin precedentes en un callejón sin salida para la burguesía
El último tren de medidas impuesto por la “troika” (Fondo Monetario Internacional, Unión Europea y Banco Central Europeo) resulta especialmente intolerable. Todos los manifestantes lanzaban el mismo grito: “imposible seguir alimentando a la familia o seguir protegiendo a los hijos, no queremos que se nos siga estrangulando de esta manera”. Para darse cuenta de ello, basta con mencionar:
– 22 % de reducción del salario mínimo (pasa de 750 a 480 euros) y 32 % para los empleos de jóvenes de menos de 25 años, lo cual da una idea de la enormidad del tijeretazo a los salarios en general;
– en efecto, para la mayoría de los proletarios, los salarios se han dividido por 2 por término medio, desde hace un año.
A ello se añaden:
– supresión inmediata o a corto plazo de 15,000 funcionarios a quienes se les pagará el 60 % de su sueldo de base durante un año o dos antes de ser despedidos;
– reducción del monto de las pensiones de jubilación;
– limitación a un año del subsidio de desempleo;
– supresión de subidas automáticas de salarios, incluidas las basadas en la antigüedad;
– reducción del presupuesto de la seguridad social, privando a amplias capas de la población de cuidados sanitarios;
– limitación a tres años de los convenios colectivos salariales.
¡Y la lista no es exhaustiva!: la tasa oficial de desempleo era, en noviembre de 2011, de 20,9 % (¡un alza de de 48,7 % en un año!). La tasa de desempleo de los jóvenes entre 18 y 25 años se acerca al 50 %.
En dos años la cantidad de los sin techo ha subido un 25 % y la hambruna amenaza. El hambre se ha vuelto la preocupación cotidiana de mucha gente, algo parecido a lo que ocurrió durante la ocupación que vivió Grecia en la Segunda Guerra Mundial.
Así refiere el diario francés Libération (30-01-2012) el testimonio de un médico de una ONG: “Empecé a preocuparme cuando traté en consulta primero a uno, luego a dos y poco después a diez niños que acudían a tratamiento con el estómago vacío sin habar comido nada la víspera”.
La cantidad de suicidios se ha duplicado en dos años, sobre todo entre los jóvenes, una persona de cada diez sufre depresión, el sobre-endeudamiento de las familias se ha disparado.
El rechazo casi unánime del último plan de austeridad ha sido tal que en el momento de votarlo, unos cien diputados se retiraron o expresaron su rechazo, incluidos unos cuarenta pertenecientes a los dos grupos mayoritarios de derecha y de izquierda, desmarcándose de la disciplina de voto de su partido, precisamente porque su accionar antiobrero se hace cada vez más evidente y abierto e intentan guardar un poco las apariencias. La situación es cada día más caótica: los dos grandes partidos tradicionales, totalmente desprestigiados, Nueva Democracia (o sea los conservadores) y el PASOK, tras 3 años de poder “socialdemócrata”, rondarían en torno al 25 % de votos. En ese clima general, la burguesía lo va a tener difícil para organizar las próximas elecciones legislativas anunciadas para el mes de abril. Tanto más porque los ministros de finanzas de la UE han decidido retrasar la decisión de desbloquear los 130,000 millones de euros previstos en el plan de ayuda, que debía acompañar la votación de las medidas de austeridad por el Parlamento griego. Son cada vez más fuertes las presiones y las reticencias de los 3 países de la UE que poseen todavía ese talismán de la triple A, Alemania sobre todo, países que preferirían que Grecia acabara declarándose en quiebra y abandonara la UE en lugar de tener que arrastrarla como un peso muerto.
Grecia no es, además, sino un eslabón de la férrea cadena de austeridad que atenaza ya a bastantes países europeos. No hay que hacerse ilusiones. Después de Grecia la troika se desplazó a Portugal para hacer la misma operación. Y siguiendo el mismo camino, le tocará después a Irlanda. Después le tocará a España y a Italia; incluso el nuevo presidente del Gobierno italiano, Mario Monti, recién instalado en el poder para hacer tragar mejor la misma amarga pócima, se inquieta por el porvenir de su país cuando critica la “dureza con la que se está tratando a Grecia”. Francia, cuya economía se tambalea cada día más, se encontrará pronto en la lista. En la propia Alemania, cuya salud y solidez económicas tanto se encomian, se puede ver cómo hay una buena parte de la población, especialmente los estudiantes, que se hunde en la precariedad. Y Europa ni es ni será la única zona afectada: ningún país del mundo podrá evitar la plaga económica. Porque no hay solución a una crisis mundial que se debe claramente a la quiebra total del sistema capitalista.
¿Cómo luchar contra los ataques?
Una profesora declaraba: “Antes de la crisis yo cobraba 1200 €, ahora 760. Cada día de huelga me quitan 80 € y las medidas son retroactivas: este mes solo he cobrado 280 €. Trabajar no sirve para nada, de modo que mejor manifestarse y arrasar con todo para que entiendan que no vamos a dejar que nos sigan machacando.”
La exasperación y la cólera que muestra ese testimonio se están generalizando y se han ido reforzando. La causa de esa desesperación estriba en que se comprueba que lo estériles e impotentes para hacer retroceder los planes sucesivos de rigor que han sido las huelgas generales a repetición, de 24 o de 48 horas, que han convocado desde hace dos años los dos sindicatos principales, la ADEDY (confederación sindical de la función pública) y la GSEE (confederación sindical del sector privado), vinculados al PASOK (Partido socialista griego), que se reparten la labor con el PAME, correa de transmisión del Partido comunista, para dividir a los trabajadores y encuadrar y desfogar su hartazgo.
En tal situación, la agitación social en Grecia es intensa y la solidaridad intenta organizarse. Se han organizado asambleas en barrios, ciudades y pueblos, se han instalado comedores y repartos de comida, y el objetivo de la ocupación de algunas universidades es servir de lugar de intercambio y debates. Ha habido ocupaciones de ministerios (Trabajo, Economía, Sanidad), de juntas regionales (en Islas Jónicas o Tesalia), en la central eléctrica de Megalópolis, en el ayuntamiento de Holargos, como también han habido productores que han repartido leche y patatas entre la población. Y se ha producido un acto de autoorganización de trabajadores en el diario Eleftherotypia que emplea a 800 personas.
Pero la reacción más significativa, a la vez que demuestra la determinación del movimiento en Grecia, también es un concentrado de todas sus debilidades y sus ilusiones: es lo ocurrido en el hospital de Kilkis en la Macedonia central, al norte del país, en donde el personal reunido en asamblea general decidió ponerse en huelga y ocupar el hospital para exigir la parte del salario no pagada a la vez que decidían seguir con las urgencias y proporcionar cuidados gratuitos a los más necesitados. Los empleados lanzaron un llamamiento hacia los demás trabajadores proclamando que “la única autoridad legítima para tomar decisiones administrativas será la Asamblea general de trabajadores.” Reproducimos en nuestra página Web en francés una traducción de ese llamamiento ([1]) que expresa una voluntad clara de no quedarse aislados, llamando no solo a los demás hospitales sino a todos los trabajadores de otros sectores a unírseles en la lucha. Sin embargo, ese llamamiento deja también traslucir muchas ilusiones democráticas, al querer apoyarse en “una reacción ciudadana” y en una confusa “unión popular”, “con la colaboración de todos los sindicatos y organizaciones políticas progresistas y los media de buena voluntad”. Está también muy impregnado de patriotismo y de nacionalismo: “estamos decididos a seguir hasta que los traidores que han vendido nuestro país se vayan”, todo lo cual son auténticas ponzoñas para el futuro de la lucha. Ése es en efecto el factor principal de pudrimiento de ese movimiento “popular” en Grecia que sigue metido en las trampas del nacionalismo y de las divisiones que le tienden los políticos y los sindicatos que fomentan por todos los medios. Por todas partes flotan en el corazón de las manifestaciones las banderas griegas. Todos los partidos y los sindicatos jalean el resentimiento del “orgullo nacional ultrajado”. A la cabeza de esa demagogia populista, el Partido comunista griego (el KKE), que hace el mismo papel que Le Pen padre e hija en Francia, difunde machaconamente esa propaganda chovinista ampliamente aguijoneada por los demás partidos principales llevando así al movimiento a meterse en el atolladero de la defensa de los intereses del país: se acusa al gobierno de vender el país al extranjero a precio de saldo, de ser un traidor a la defensa de la nación. Se inocula la idea de que el responsable de la situación no es el sistema capitalista, sino la Europa “alemana” o Estados Unidos. Ese verdadero veneno que embrutece el combate de clase desviándolo hacia los caminos de las divisiones nacionales, en donde se realiza precisamente la competencia capitalista, no sólo es un callejón sin salida sino, sobre todo y evidentemente, el obstáculo principal para el internacionalismo proletario. No tenemos intereses nacionales que defender. Nuestra lucha debe desarrollarse y unificarse por encima de las fronteras. Por eso es vital que los proletarios de otros países entren en lucha, demostrando así que la respuesta de los explotados del mundo entero contra los ataques del capitalismo no puede desarrollarse en el terreno nacional.
W, febrero 2012