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Represión y muerte en Guerrero
La burguesía es una clase de asesinos
sangrientos
¡Y de nuevo, por enésima vez, los trabajadores o sus hijos son masacrados sin miramientos por las fuerzas policiacas del Estado!
El lunes 12 de diciembre de 2011, cuando se encontraban bloqueando la autopista México-Acapulco, después de ser engañados como siempre por las falsas promesas de los gobernantes, algunos meses atrás, para mejorar sus condiciones de vida dentro del internado y otras demandas como la de aumento de la matrícula y otorgamiento de plazas al concluir los estudios, alrededor de medio millar de estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, Guerrero, fueron disueltos a balazos con armas largas de alto poder cuyas balas hicieron blanco en las cabezas de dos jóvenes normalistas que así pagaron su “osadía” de “perturbar el orden”.
Como en otras ocasiones, todos los sectores de la burguesía se desbaratan en lamentaciones hipócritas, ensayan sus mejores poses y, claro está, enjugan sus más gruesas lágrimas de cocodrilo ante estos hechos, los cuales rápidamente sus medios se apresurarán en “olvidar” como otras tantas veces, como siempre que los trabajadores son masacrados por el Estado burgués.
El juego de la bolita
Apenas estaban levantando los restos de los jóvenes asesinados y ya se podía ver en todos los medios un juego de pin pong por demás escandaloso y asqueroso: el gobierno estatal y el federal, parados sobre los cadáveres, acusándose mutuamente de los disparos con peritajes ex profeso y videos incluidos, como si importara realmente a las familias de los muertos y al resto de la clase proletaria que hace suya también esta desgracia pues se trata de miembros de capas explotadas y oprimidas como lo son los campesinos pobres y también de familias obreras y a quienes poco les importa si las balas que los matan vienen de un grupo de la burguesía o de otro. Efectivamente, lo que está muy claro, es que se trata de la misma clase burguesa y sus equipos de gobiernos, del color que sean: amarillos, azules o tricolores.
El juego de la especulación eterna
Después del innombrable crimen, los “especialistas” politólogos, columnistas, analistas de toda ralea, se “hundían” en sesudas reflexiones acerca de las probabilidades de que tales acciones hubieran sido producto de la torpeza de tal o cual grupo policiaco (federal o estatal) o de la provocación deliberada de tal o cual grupo político (federal o estatal) de la burguesía. Por décadas se han dedicado a lo mismo, a sepultar bajo las más densas versiones explicativas la verdad de los hechos: el que la barbarie es responsabilidad de la burguesía y su Estado.
Que los cuerpos policiacos una vez ordenados para reprimir son hordas bestiales sin más estándares que imponer el orden a toda costa para nadie es una novedad, como tampoco lo es el que actúan completamente bajo las órdenes de sus superiores en orden ascendente hasta llegar hasta los círculos de mando de los gobiernos de todos los niveles (federal, estatal, municipal). Que pueden cometer actos “indecibles” en su accionar es algo que está sobreentendido y, además, nunca será un problema el castigo a algún “mal servidor público” si se preserva la función represiva esencial del Estado.
Que se trata de provocaciones lanzadas desde algún bando de la burguesía para quemar al otro y así ajustar cuentas (un método muy recurrente dentro de sus filas), también es muy probable. Es más, antes de los acontecimientos y, sobre todo, después de ellos, han salido en los medios muchos datos que abonan en ese sentido, sin embargo, a nosotros no nos toca indagar los elementos para probar esa hipótesis.
Es un hecho que la burguesía está fracturada en varias fracciones que se disputan el más mínimo espacio de los negocios capitalistas, enfrentándose no sólo en el terreno de la competencia económica sino también en el de la política pues las posiciones de gobierno logradas significan automáticamente un beneficio directo de los empresarios o los grupos de ellos que apuntalaron a tal o cual grupo político y su candidato.
Que a cada momento tales grupos, cual verdaderas mafias, hagan lo indecible para no solo desprestigiarse sino incluso desplazarse de sus puestos mutuamente, no importando los métodos ni las consecuencias, es una de las enseñanzas que la clase trabajadora ha debido asimilar dolorosamente a lo largo de cientos de años pues invariablemente es a los miembros de su clase a quienes les ha tocado pagar de manera sangrienta con represión, humillaciones, sufrimientos, muertes… esas pugnas burguesas. El caso actual, sumado al número infinito de los habidos anteriormente, lo ilustra de manera terrible e indignante. En los últimos días los grupos burgueses implicados compiten de manera asquerosa para lograr el campeonato en la habilidad de salpicar a sus enemigos con la mayor cantidad de mierda, para llevar agua a su molino, sobre… los cadáveres de los hijos de las familias proletarias.
¿Justicia?
Para el proletariado, no tiene sentido la demanda mediática de encontrar a los responsables intelectuales y materiales de los asesinatos (aunque para las familias afectadas represente un alivio inmediato ver a los chivos expiatorios siendo juzgados por los tribunales burgueses): siempre podrá procesarse a algún funcionario menor, empleado o policía, los que, dicho sea de paso, podrán purgar condenas light, o incluso, podrá reclamarse la cabeza del gobernador, sin embargo, lo que nunca se hará es poner en la picota al capitalismo, a su Estado y su maquinaria política y represiva encargados de mantener este sistema basado en la explotación del trabajo asalariado.
Lo que se impone cada vez más es la evidencia descarnada de que un segundo más de supervivencia del sistema capitalista se traduce para la humanidad y para el proletariado en inmensos sufrimientos y una barbarie sin fin.
Como lo afirma nuestra editorial: el capitalismo está en quiebra ¡hay que derribarlo!
CCI