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El lunes 16 de julio la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) se enfrenta a fuerzas policiacas en el cerro del Fortín para tratar de realizar una “Guelaguetza popular” en contrapartida a la “Guelaguetza oficial” del gobernador Ulises Ruiz. El boicot a la “Guelaguetza oficial” terminó en marchas y enfrentamientos con las fuerzas del Estado. A pesar que la APPO insiste en que su movimiento es “civil y pacífico”, no desaprovecha momento para conducir a sus agremiados a enfrentamientos estériles que en nada hacen avanzar la conciencia proletaria.
Por otro lado, en este periodo se suscitaron también atentados contra las instalaciones de PEMEX, los atentados en Guanajuato y Querétaro han sido reivindicados por el Ejército Popular Revolucionario (EPR)[1]. A principios de agosto ha habido otro atentado en un centro comercial de Oaxaca, este atentado también ha sido reivindicado por el EPR. Tanto la violencia del enfrentamiento estéril de la APPO así como la violencia terrorista de minorías “decididas” son expresiones de la desesperación y del aislamiento; el proletariado expresa su violencia de forma masiva, organizada y, sobre todo, de manera conciente.
La violencia obrera contra la violencia ciega y desesperada
Ya se ha hecho un lugar común que al hablar de las acciones de la APPO las vinculemos casi automáticamente con enfrentamientos con los cuerpos de seguridad del Estado. Las acciones recientes de la APPO por tratar de boicotear la “Guelaguetza oficial” han conducido, una vez más, a las masas a enfrentarse a los antimotines y a la quema de algunos hoteles.
Uno de los primeros aspectos que debemos señalar es que los objetivos de la APPO siguen atados a intereses oscuros de grupos enquistados en el Estado mexicano, la consigna de la salida del gobernador priísta Ulises Ruiz sigue siendo el eje de su programa, no es raro que fracciones de la burguesía utilicen a las masas empobrecidas como carne de cañón en sus luchas intestinas.
Las demandas de una “Guelguetza alternativa” y detrás de la cual se ha movilizado a maestros y otros explotados, es completamente inofensiva para el capital. Mientras que las masas son arrastradas a enfrentamientos con la única perspectiva de imponer una “Guelaguetza popular”, las condiciones de vida se siguen degradando y la conciencia de qué métodos de lucha implementar sigue sin abordarse.
La historia reciente está repleta de ejemplos donde la violencia ciega se ha mostrado impotente ante el capital: Argentina 2001, Francia 2005, Zapatistas y APPO en México, etc. Si bien esas expresiones son producto de la pauperización a la que el capitalismo somete a la población y son una reacción que se enfoca contra los guardianes del régimen y que, en ocasiones, logran hacerlos retroceder (como el 16 de julio en Oaxaca), están fincadas en el plano inmediatista y no ofrecen una perspectiva de trastrocamiento del capitalismo. Por violentas y radicales que parezcan sus acciones, no cuestionan el modo de producción capitalista y su accionar se reduce a reaccionar en lo inmediato.
Si los medios de comunicación le dan tanta difusión a los enfrentamientos de la APPO se debe, principalmente, a que quiere inculcar en los jóvenes que este tipo de acciones condenadas al fracaso sería “la única opción” de lucha, intenta así desmoralizar y dispersar a las nuevas generaciones que intentan abrirse un camino en la lucha contra el capitalismo.
Se nos podría objetar que la quema de hoteles es “un ataque a la propiedad privada” y ello sería, a fin de cuentas, un ataque al capitalismo, empero quemar un hotel (o una fábrica) no altera en lo más mínimo la relación social que es el capital, esos actos podrán afectar individualmente a una propiedad o podrán afectar a sus dueños, pero el capitalismo sigue en pie como si nada. Detrás de esas frases radicaloides de ataque a la “propiedad privada” se esconde una mentira entera, el hacernos creer que la violencia destructora sería el camino para la liberación de la humanidad de la explotación y la miseria. La violencia del proletariado no está enfocada a la “destrucción” material de edificios o personas, su violencia está dirigida la destrucción de las relaciones actuales de explotación. El hecho que puntualmente tenga que ejercer su violencia masiva contra el régimen, no significa que esa violencia en sí misma sea un objetivo.
Atentados terroristas, métodos ajenos a la lucha obrera
Toda la intelectualidad mexicana se “divide” entre los que condenan todo acto terrorista por “ilegal” y los que alaban y glorifican los recientes atentados a las instalaciones de PEMEX por la sencilla razón de que “no cobraron vidas humanas”. Las acciones reivindicadas por el EPR están dirigidas a contestar al Estado mexicano por la guerra sucia que se ha profundizado (desaparición de personas) y por la represión que el Estado ha desatado en Atenco y Oaxaca. Es evidente que los revolucionarios y el proletariado no podemos sino repudiar al ejercicio del terror estatal, luchamos contra toda forma de opresión. Sin embargo los métodos de la violencia minoritaria y aislada, por espectacular que parezca, pertenecen al terrorismo y no a la lucha revolucionaria del proletariado.
Recordemos cómo hemos ya analizado estas acciones: “La combatividad de esos elementos, procedentes sobre todo de los artesanos y de la intelectualidad desclasada, nace más de su situación de individuos desesperados que de la lucha de clases del proletariado, lucha ésta que, por otra parte, les cuesta mucho integrar y entender. Lo que les caracteriza es, antes bien, el individualismo, la impaciencia, el escepticismo, la desmoralización, por lo que sus acciones tienen más que ver con el suicidio espectacular que con un combate para alcanzar una meta. Habiendo perdido “su pasado”, y sin porvenir alguno ante sí, esos elementos viven en un presente miserable, y se rebelan desesperados contra la miseria de ese presente que sienten en lo inmediato y como algo inmediato (…) La expresión política de esas corrientes toma formas muy variadas que van desde la mera acción individual hasta las diversas formas de las sectas cerradas, conspirativas, preparadoras de “golpes de Estado”, de acciones ejemplares y, en última instancia, el terrorismo.” (Revista Internacional 14, 1978).
Esta posición de la CCI no es nueva, es la posición que el marxismo ha ido precisando y clarificando al calor del desarrollo de la lucha de clases. Así, en 1903 Rosa Luxemburgo tomaba una posición de claridad meridiana sobre el asunto del terrorismo así señalaba que los revolucionarios: “... no considera al terrorismo como una forma de lucha objetiva y conducente a la meta (…) el terror no puede combinarse con las formas de lucha obrera, más bien las dificulta y compromete”[2]. En efecto, cada acción del terrorismo sólo contribuye a que el Estado tenga los mejores pretextos para reprimir las expresiones de lucha obrera así como el justificante ideal para aumentar los gastos tendientes a militarizar cada vez más la sociedad, es decir, cada acto del terrorismo incrementa el terror estatal.
No podemos cuestionar las intenciones individuales de los actores del terrorismo, seguramente son honestas; dicho esto, no podemos, sin embargo, aprobar esos métodos. “El proletariado no tiene lección alguna que sacar del terrorismo radical, sino es la de separarse de él rechazándolo, pues la violencia del terrorismo se sitúa, fundamentalmente, en el campo burgués de lucha. El proletariado comprende la necesidad indispensable de la violencia a partir de su existencia misma, de sus luchas, de sus experiencias, de sus enfrentamientos con la clase dominante. Esta violencia, por su naturaleza y por su contenido, por su forma y métodos, se distingue tan radicalmente del terrorismo pequeño burgués como del terror de la clase explotadora dominante.”[3].
Además, en la situación actual, los grupos “guerrilleros” que pueblan el horizonte mexicano adolecen de una pobreza teórica que no rebasa el marco del nacionalismo y el “mejoramiento” del capital nacional (EZLN, EPR. ERPI, etc.) por lo que encuadran muy bien con los intereses de alguna fracción de la burguesía, si no es que desde sus orígenes la lleva como “patrocinadora”. La historia mundial ha demostrado cómo estos grupos han terminado como peones de uno o de otro bando imperialista en la arena mundial. No hay motivos para suponer una situación “inédita en México”.
¿Cómo ejerce el proletariado su violencia?
Para empezar tenemos que afirmar que la violencia que desarrolla el proletariado, es una violencia impulsada por las circunstancias históricas en que debe hacer su revolución, no expresa un culto ciego a esta. Lo que caracteriza la naturaleza revolucionaria de la clase obrera no es la violencia, sino la conciencia y su capacidad de organización. No decimos que la clase obrera es pacifista. Decimos simplemente que su violencia esta subordinada a su capacidad de organización y, sobre todo, a su capacidad de toma de conciencia. La forma masiva de su combate así como la claridad en sus metas hacen que la lucha proletaria no tenga punto de comparación en la historia.
Las discusiones y decisiones colectivas del proletariado son el medio para avanzar en su combate, el futuro pertenece a estos métodos. Los bombazos de pequeñas minorías y las acciones de la violencia por la violencia son caminos que alejan a los explotados de su emancipación.
Marsan. 2-08-07
[1] Surgido a la luz pública en 1996 durante el primer aniversario luctuoso de la matanza de campesinos en Aguas Blancas Guerrero, este grupo guerrillero se supone continuidad con el PROCUP-PDLP, ha conocido varias escisiones y se dudaba ya de su existencia. El EPR se reclama de la tradición de los grupos guerrilleros de los 70 que fincaban su actividad en la Guerra Popular de carácter prolongado.
[2] Rosa Luxemburgo, “En memoria al partido ‘Proletariado” (1903).
[3] Revista Internacional 14, arriba citada.