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El pasado 30 de Diciembre, ETA hacía estallar un coche-bomba cargado con probablemente más de 500 kilos de explosivos en el aparcamiento del aeropuerto de Barajas en Madrid. Como consecuencia de este atentado han muerto dos trabajadores de origen ecuatoriano, y cientos de personas se han visto afectadas por heridas, ataques de pánico, pérdida de sus vehículos (más de mil), amén de unos destrozos que costarán al Estado (o sea sobre todo plusvalía expoliada a la clase obrera) más de 30 mil millones de euros.
Una vez más, la barbarie que rezuman las pugnas entre las diferentes facciones de la burguesía muestra la espiral de creciente horror que es lo único que este sistema de explotación puede ofrecer como futuro, y una vez más las principales víctimas de ese terror somos nosotros: los trabajadores.
Una prueba más de la barbarie en que se descompone la sociedad capitalista
Quienes tienden a justificar la barbarie “etarra” señalan que no puede achacárseles el asesinato de obreros puesto que ellos avisaron de la colocación del artefacto. Este argumento es repugnantemente cínico puesto que equivale a decir que ETA confía en que su ancestral enemigo: la Policía española - plagada según ellos mismos de criminales y torturadores –, cumpla su papel y salve a las víctimas. Se excusan con criminal hipocresía en que el asesinato de trabajadores no es su objetivo, sino “daños colaterales” de su guerra contra el Estado español. Como puede comprobarse los pequeños gángsters copian cada vez más los discursos de los grandes “padrinos”. Pero no imitan únicamente la jesuítica coartada (el “fin justifica los medios”), sino también el propio “modus operandi” de los grandes gángsters democráticos: la guerra imperialista.
Como mostramos en nuestro análisis del 11-M (ver en Revista Internacional nº 117: “Atentados de Madrid: el capitalismo siembra la muerte”), los atentados terroristas son cada vez más actos de guerra cuyas víctimas no son señalados representantes del enemigo, sino una población civil indefensa y aterrorizada; actos de guerra que ya no se atienen a las “convenciones” con que los propios matones capitalistas han intentado reglamentar los conflictos armados (¡¡¡ la prensa burguesa se escandaliza de que antes del 30-D, ETA no hubiera adelantado el fin de la “tregua”!!!); actos de guerra al alcance ya no sólo de estados o de potentes organizaciones, sino de pequeños “señores de la guerra”, o de líderes de minúsculas facciones. También la prensa especula estos días con que no habría sido la dirección política de ETA, ni su brazo político –Batasuna – quien estaría detrás de la ruptura de la “tregua”, sino una especie de fracción “incontrolada” de los comandos. Asimismo en su reciente petición a ETA para que vuelva al “espíritu del 23 de Marzo” (fecha del anuncio de la susodicha tregua), el líder de Batasuna, Arnaldo Otegui, debía reconocer que eso no excluía nuevos atentados.
No son menos cínicos y criminales los argumentos para llamar a la población a cerrar filas en torno al “Estado de derecho” que nos presentan como freno a la irracionalidad, la violencia, y la bestialidad de los “terroristas”, cuando ese mismo Estado capitalista es igualmente una máquina al servicio de los intereses criminales de los explotadores. Ese Estado democrático que nos venden como un oasis de “convivencia pacífica”, lleva a cabo una verdadera guerra (tampoco “oficialmente” declarada) contra la vida y las condiciones de existencia de los explotados. Baste ver el número creciente de víctimas de accidentes de trabajo, de obreros con contratos precarios, carentes de vivienda,... Baste ver los efectos devastadores de la supervivencia de este sistema - defendida a sangre y fuego por ese Estado democrático – sobre la salud de los seres humanos y la del planeta. Baste ver la participación cada vez más activa de esos mismos Estados tan “civilizados” ellos, en las cada vez más numerosas y más sangrientas matanzas (Oriente medio, Afganistán,...).
No cabe hacer distinción alguna entre la moral de los matones al mando de los Estados democráticos y quienes hoy a formar nuevas maquinarias de explotación, nuevas patrias a las que sacrificar la vida de los explotados. Todos ellos respiran la misma repugnante lógica de un sistema social que se hunde en su descomposición terminal, sin ningún futuro que obtener, pero que no duda en preservar su dominación social aún a costa de llevarse por delante a la humanidad.
El final de la “tregua” pone de manifiesto una creciente crisis en el aparato político de la burguesía.
En 1990, cuando publicamos por primera vez nuestro documento: “La descomposición fase última de la decadencia del capitalismo” (ver Revista Internacional nº 62), ya pudimos vislumbrar cómo, en ausencia de una alternativa revolucionaria del proletariado, el capitalismo incapaz sin embargo de disciplinar a la sociedad en torno a su “solución” a la crisis histórica de su modo de producción (la III Guerra Mundial), tendería a desarrollar sus rasgos más destructivos, aquellos que empujan ciegamente a la desintegración social: desde la dislocación de las relaciones humanas a la agravación de la destrucción medioambiental, del caos y la multiplicación de los conflictos bélicos, al terrorismo, etc. En este mismo cuadro hay que entender la creciente tendencia a la pérdida de control del juego electoral y de la disciplina de los diferentes partidos políticos del Estado burgués.
Así hemos visto por un lado la irrupción, incluso en países avanzados, de formaciones sin ninguna alternativa realizable para los distintos capitales nacionales, pero que sin embargo distorsionan el mecanismo electoral. Tal fue el caso de Le Pen en Francia en las pasadas elecciones presidenciales, o más recientemente de los sectores religiosos ultraconservadores norteamericanos que impidieron hace un par de años a la burguesía USA licenciar al incompetente equipo Bush tal y como deseaba. La vulnerabilidad de los aparatos políticos de la burguesía de incluso países importantes ante la acción de estas facciones, se puso ya de manifiesto en el atentado perpetrado el pasado 11-M cuando una banda de pequeños “camellos” y soplones puso “patas arriba” los pronósticos electorales del 14-M. Hoy nos encontramos, de nuevo, ante una situación en que la acción de una pequeña banda, cuyos principales dirigentes están “controlados” por las autoridades, da al traste con el “Proceso de paz”, que se ha convertido en el único([1])eje de actuación política del gobierno Zapatero. Y lo hace además dejando a este en el más completo de los ridículos (no es casualidad que el atentado se produjera al día siguiente de que Zapatero anunciara que el “proceso” iba bien y que iría aún mejor), y sin capacidad de reacción. Hoy, de nuevo, distintos analistas políticos señalan que el resultado de las próximas elecciones (de las municipales de Mayo 2007, y de las generales previstas en principio para 2008) depende de lo que quiera hacer ETA, pues un atisbo de “nueva tregua” daría un cierto respiro al actual equipo dirigente del PSOE, mientras nuevos atentados llevarían al PP a la Moncloa.
Lo que más preocupa a los principales capitalistas españoles no es un dudoso fortalecimiento de la influencia de ETA entre sus sectores afines. Lo que les inquieta es ver como el resto de partidos políticos que conforman su Estado, se deja llevar cada vez más por la irresponsabilidad que les lleva a embarcase en aventuras políticas arriesgadas, por la indisciplina de anteponer intereses particulares de fracción a los intereses de conjunto del capital nacional español.
Ya cuando ZP abrió el “proceso” de paz tras la tregua apalabrada con ETA (ver en AP nº 189: “Para eliminar el terror, la clase obrera debe erradicar el capitalismo”) señalamos que se trataba de una operación política para evitar un nuevo pacto de Lizarra (acordado en 1998 entre ETA y el PNV), que dejara a Ibarretxe y su famoso plan “soberanista” como único medio de alcanzar la “paz”. Esta era la estrategia, compartida por el PSOE y el PP y reforzada desde el Pacto Antiterrorista del año 2000, que Aznar quiso llevar a cabo prohibiendo a Batasuna y persiguiendo incluso judicialmente a representantes del PNV como Atutxa; y que Zapatero , sin embargo, quiso llevar a cabo ofreciendo el puesto de interlocutor privilegiado a la propia ETA, y,... poco o nada más. Pese a la “escandalera” de la Derecha y sus medios de comunicación afines, lo cierto es que ZP (¡y además ha presumido de ello!) ha hecho menos concesiones reales que Aznar en la “tregua” de 1998. Y ello es así, porque como hemos demostrado en numerosos artículos[2], el problema de la mala soldadura del capital nacional español no sólo ha sido y es históricamente irresoluble, sino que tiende a agravarse en la etapa de la descomposición capitalista. Lo que los sectores más importantes de la burguesía reprochan hoy al PSOE no es que no haya resuelto ese problema, sino que con su temeraria “Operación Proceso” haya contribuido más bien a agravarlo.
En efecto a resultas del fracaso del tan manido “proceso” el PSOE se ve cogido entre dos fuegos, entre el PP y el PNV, dispuestos ambos a “ofrecerle” ¡el abrazo del... oso!, pues o bien ZP se desdice de su estrategia y vuelve al Pacto Antiterrorista con el PP y sin los nacionalistas, lo que equivale prácticamente al “harakiri” político de su camarilla al frente del PSOE[3], y carga de razón a la fracción más “ultramontana” del PP; o bien entabla un nuevo “romance” con el PNV, que se ve así fortalecido para imponer condiciones al PSOE, y es fácil imaginar de que tipo. Hemos podido ver, por ejemplo, recientemente al secretario general del PS vasco, Patxi López, reconocer que se veían “obligados” a ir a una manifestación convocada por el jefe del gobierno vasco, y tras una pancarta que reclama “Paz y Diálogo”, mientras otros sectores del PSOE se han desgañitado hasta la lipotimia para afirmar que “ya no hay diálogo que valga”. Este puede ser, uno de los primeros efectos secundarios de la purga administrada por ETA el 30-D: la aparición de tensiones crecientes en el partido político más cohesionado, y hasta hace poco más coherente defensor de los intereses de conjunto del capital nacional español: su Partido “socialista”.
¿Qué hemos de hacer los trabajadores?
¡No dejarnos engañar!, eligiendo entre opciones aparentemente distintas (el nacionalismo vasco o el nacionalismo español; la barbarie terrorista etarra o islamista o el terror del estado capitalista) pero que representan todas una misma perspectiva, un mismo aciago futuro para todas las generaciones obreras: más miseria, más guerra y más barbarie.
¡No dejarnos engañar!, creyendo que la legítima solidaridad con los trabajadores directamente golpeados por el terrorismo pasa por la defensa de la democracia de los explotadores, como nos proponen los sindicatos CCOO y UGT para la manifestación del próximo día 13, o la asociación de emigrantes ecuatorianos, que nos llama a desfilar en esa misma manifestación tras la bandera de la “patria ecuatoriana”, una patria que como todas ellas es el coto privado de los explotadores del país, que han expulsado del país – vía miseria – a la mitad de sus “ciudadanos”.
¡No dejarnos engañar!, pensando que la forma de hacer frente a los problemas de los explotados pasa por cambiar el color del gobierno en una próxima cita electoral. Ya el atentado del 11-M hizo que muchos jóvenes y trabajadores, recelosos de lo que habían significado los anteriores 12 años de gobierno “socialista” o desencantados de la farsa electoral y democrática, decidiesen sin embargo a última hora ir a votar, para echar al incompetente y mentiroso gobierno del PP, y ya vemos 2 años después que lo sustancial de las condiciones de vida obrera (el poder adquisitivo menguante de los salarios, el paro y la precariedad, la inaccesibilidad de una vivienda,...) ha seguido degradándose imparablemente, que la guerra sigue extendiéndose (el gobierno ZP ha batido todos los récords de envíos de tropas a los conflictos, y por mucho que se lavara las manos en Irak eso no significa que se haya detenido la matanza, además de ser por ejemplo cómplice directo de las acciones de castigo de las tropas de la OTAN contra la población en Afganistán,...), que la amenaza terrorista no solo no se desvanece sino que se acrecienta. Tampoco es una alternativa válida para los trabajadores, el llamado “voto de castigo” que en sus diferentes alternativas (votos blancos o nulos, candidatos alternativos,...) nos venden como una forma de mostrar nuestra desafección de la llamada “clase política” tradicional, pero que, en realidad refuerza entre los trabajadores la idea de la impotencia, puesto que lo único que podríamos hacerle al sistema es... ¡la puñeta!
Por el contrario ¡hemos de tomar conciencia! de que sólo destruyendo este inmundo sistema de miseria, terror y barbarie, podemos aspirar a una verdadera vida humana, y que esa tarea y esa enorme responsabilidad incumbe a los explotados, a la única calase revolucionaria de esta sociedad: el proletariado mundial.
Acción Proletaria 9/01/ 2006.
[1] En nuestra Resolución sobre la situación en España que publicamos en el anterior número de Acción Proletaria (ver “En España como en todo el mundo, el futuro pertenece a la lucha de clases”), mostramos como el gobierno ZP había prácticamente tirado la toalla en sus propósitos de detener la degradación de la economía española, o de frenar el debilitamiento de su posición internacional.
[2] Recomendamos especialmente a nuestros lectores los artículos que publicamos en AP nº 103,112,126,135,138,141,143, 150, y 189.
[3] Amén de otras repercusiones en la estabilidad parlamentaria del gobierno central, el tripartido catalán, el gobierno autonómico gallego, etc