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Día a día aumentan los conflictos y la tensión bélica en diferentes zonas del planeta y, especialmente, en el Próximo y Medio Oriente. Al infierno sin límites en el que se ha convertido Irak se han sumado recientemente el Líbano y, los problemas entre Palestina e Israel tampoco conocen verdadera tregua. Mientras crece asimismo la tensión de Irán con sus vecinos, Afganistán vuelve a conocer una situación de guerra abierta en diferentes zonas del país, situación que en filigrana comienza a darse en Somalia.
Esta terrible situación que expresa dramáticamente la descomposición y la barbarie en la que se hunde un sistema capitalista moribundo, va a agravarse en diferentes partes del planeta. En primer lugar, las grandes potencias mundiales, y muy especialmente Estados Unidos, van a seguir azuzando directa o indirectamente todas las tensiones para poder conseguir imponer sus intereses. El fracaso evidente de su política en Irak pretende corregirse con más de lo mismo. La “nueva estrategia” del Gobierno Bush que teóricamente debía hacerse eco de las recomendaciones del llamado Plan Baker (una política menos “militarista y más diplomática” en la zona”) ha consistido en enviar 21.000 soldados más para imponer algo que aún no han conseguido cientos de miles de soldados ya presentes, el control manu militari de Bagdad. La respuesta de sus rivales no se han hecho esperar: los chiítas declaran que los nuevos soldados volverán en ataúdes, e Irán y Siria siguen con su política de desafío sistemático y calculado a las exigencias norteamericanas. Las amenazas de uso de nuevos medios de destrucción como las que están lanzando Israel a Irán no son ni una casualidad ni un farol de jugador de póquer.
Pero no asistimos únicamente a un crescendo de tensiones entre los distintos países de la zona, sino también al estallido dentro de estos de violentos conflictos entre distintas etnias o confesiones religiosas (Irak, Líbano, Somalia), e incluso entre los partidarios de una misma “causa”, como es el flagrante caso en Palestinas con los tiroteos de militantes de Hamás contra los de Al Fatah y viceversa. Se dibuja en el horizonte una profunda división y enfrentamiento que en algunos casos, como sucede en Líbano o Irak, amenaza con el desarrollo de situaciones de guerra civil entre comunidades cada vez más antagónicas, es decir un siniestro de chantajes, miseria y muerte que sufre una población civil aterrada por quienes se presentan como sus “salvadores”. Si algo demuestran las muertes cotidianas en Gaza y Cisjordania, como las de Beirut o Bagdad es que estas facciones que dicen representar a las masas son tan imperialistas y criminales como las grandes potencias capitalistas.
El Líbano al borde de la guerra civil
Líbano es un pequeño país de cuatro millones de habitantes que no cuenta con ningún recurso estratégico o económico digno de mención: no hay petróleo, no hay gas, tampoco enclaves que interesen a los militares de forma especial, nada que en apariencia desate el apetito de los depredadores imperialistas del mundo. Y, sin embargo, gran número de imperialismos grandes y pequeños están implicados en la grave crisis en la que esta sumido el país. ¿De donde viene el interés de todas estas potencias imperialistas?, ¿Qué futuro puede esperar la población civil atrapada en la espiral de tensiones bélicas en la zona?
El domingo 10 de Diciembre de 2.006, Beirut, capital del Líbano, fue recorrida por manifestaciones masivas, de gentes excitadas y dispuestas a hacer todo tipo de barbaridades. En algunos barrios de la ciudad centenares de miles de chiítas, partisanos del partido pro-sirio Hezbollá, a los que se unieron los cristianos seguidores del General Aoun (que actualmente apoyan a los pro-sirios), proclamaron violentamente su odio contra la comunidad sunnita.
Esta muchedumbre, encuadrada por milicianos armados, reclamaba a grito pelado la dimisión del Gobierno. Al mismo tiempo, en Trípoli, una muchedumbre de similares características, formada esencialmente por sunnítas, manifestaba su apoyo al Gobierno. Durante el mes de Diciembre, Hezbollá, reforzado política y militarmente tras su aparente victoria de Agosto de 2006 sobre el ejército israelí e indirectamente sobre el “gran demonio americano”, ha organizado el asedio físico y político del Serail, residencia del primer ministro Fouad Siniora.
Decenas de puestos del control se han implantado en el centro de la ciudad de Beirut, bloqueando todos los accesos al Serail, sin que el ejército libanés pudiera hacer nada. Por su parte grupos armados sunnítas ha amenazado con asediar el Parlamento y secuestrar a su Presidente, el chiíta Nabil Berri, y se aprestaban a cortar las carreteras que unen Beirut con el valle de la Bekáa donde Hezbollá tiene su bastión fundamental.
Con tal nivel de tensión entre las distintas comunidades (incluyendo a los drusos), la menor chispa puede incendiar este país. Y no faltan pirómanos. En una reciente entrevista concedida a la televisión, el general Michel Aoun dijo: « debemos desarrollar un plan de la oposición para formar un nuevo Gobierno (…) y escuchar las reflexiones del presidente de la República Emile Lahoud, y del presidente del Parlamente Nabil Berri, sobre cómo debemos hacer caer al Gobierno de Fouad Siniora...». (citado por “Courrier International” del 14 de Diciembre de 2.006). En ese sentido reiteran su propuesta de que el nuevo Gobierno ha de ser de orientación pro-Siria y que estaría apoyado por Hezbollá y todos sus aliados actuales, incluida la fracción chiíta del Ejército libanés.
La perspectiva de enfrentamientos armados entre las diferentes comunidades va abriéndose paso en el Líbano, alimentada e impulsada, eso sí, por bandidos imperialistas de mayor calibre que secundan a tal o cual fracción.
El Líbano en el centro de las tensiones imperialistas mundiales
Sería erróneo pensar que cientos de miles de personas rodean la sede del Gobierno de Fouad Siniora, sólo para derribar este Gobierno. Lo que está en juego es mucho más e implica directamente a muchos de los Estados de la región, tras los cuales se esconden los grandes bandidos imperialistas del planeta. Lo que en realidad pretenden los chiítas y los partisanos del general Aoun, es simplemente que Siria vuelva a hacerse con el control del Líbano.
Para Siria, que junto a Irán apoya política y militarmente a Hezbollá, se trata de aprovechar al máximo el debilitamiento del Estado israelí y de su aliado americano, para hacer valer sus apetitos en el Líbano e indirectamente en la región del Golan ocupada por el ejército hebreo. Nunca desde la retirada de sus tropas del Líbano en 2005, Siria se había encontrado una situación tan aparentemente favorable a sus intereses. Pero Irán, actual aliado de circunstancias de Siria, no ha conseguido desarrollar aún su influencia propia en el Líbano conforme a sus intereses. Para reforzar el poder de la comunidad chiíta en el Líbano, necesita que también se fortalezca en Irak. Eso llevaría al Estado iraní a afirmarse como principal protagonista de la contestación a los intereses de Israel y Estados Unidos.
Pero, por su parte, Egipto, Arabia y Jordania países dirigidos por sunnitas, se muestran inquietos por ese reforzamiento del poder de un Irán chiíta que financia a Hezbollá, y apoyan al gobierno de Siniora. Estos países árabes, particularmente influenciados por la política imperialista americana, expresan abiertamente su disgusto y hostilidad ante el aumento de la influencia del “hermano”, enemigo, iraní.
Considerando todos estos elementos se atisba una ruptura profunda e irremediable en el seno del conjunto del mundo musulmán. Y, evidentemente, el aumento de las tensiones en el seno del mundo árabe no presagia nada bueno para el futuro de toda esta región.
Por otra parte, esta brecha abierta es una oportunidad para potencias como Alemania y Francia que cuenta además con una presencia militar directa sobre el terreno. El martes 5 de Diciembre, estos dos países dieron a conocer una declaración común en la que hacían saber que no permitirían ninguna ingerencia extranjera (¿¿??) en el Líbano, y advertían directamente a Siria para que «se abstuviera de aportar su apoyo a las fuerzas que buscan la desestabilización del Líbano y de la región, y establezca con Líbano una relación de igualdad y respeto de la soberanía de cada uno de los dos países» (publicado en el periódico “Liberation” del 15 de Diciembre de 2.006). Para todo bandido imperialista que se precie el enemigo de mi aliado es, de momento, mi propio enemigo. Francia, que no tiene más apoyo en el Líbano actual que la mayoría cristiana acérrima enemiga de Siria, no ha dejado por tanto de criticar abiertamente a este país.
La barbarie capitalista no conoce límites
El aumento de las tensiones bélicas en toda la región que se comprueba en la crisis libanesa, se ha confirmado neta y brutalmente con el denominado “verdadero-falso lapsus nuclear” del primer ministro israelí Ehoud Olmert. Mientras la política tradicional de la burguesía israelí ha sido siempre mantener en la ambigüedad la posesión de arsenal nuclear, resulta que en una reciente entrevista en la TV alemana, el pasado 12 de Diciembre y cuando criticaba las justificaciones iraníes para dotarse de armamento nuclear, el citado Olmert dio claramente a entender que Israel posee armas nucleares, al mismo nivel que Francia, Rusia o los Estados Unidos. Este intencionado “gazapo” cobró todo su sentido cuando días más tarde el nuevo ministro de defensa norteamericano Robert Gates reconoció en su comparecencia en el Congreso USA que Israel es uno de los países que poseen la bomba atómica. Es evidente que no hay error ni “lapsus” que valgan, sino un “aviso” a Irán de lo que están dispuestos a hacer sus enemigos si sigue acrecentando su poderío. Según el diario árabe “Al-Quds-Arabí”, se trataría igualmente de una «preparación para un eventual recurso a la potencia nuclear, si Israel decidiera en algún momento atacar a las ciudades que acogen bases nucleares iraníes» (citado por “Courrier International”, 13 de Diciembre de 2.006). No podemos, desgraciadamente, descartar en modo alguno esta eventualidad. Marx ya constató hace más de ciento cincuenta años que el capitalismo nació entre el fango y la sangre. Hoy en día, su descomposición como sistema social, su lenta y terrible agonía puede llevar a la humanidad por el camino de un infierno terrorífico.
Únicamente la lucha del proletariado puede ofrecer una perspectiva para erradicar definitivamente esa barbarie, ya que su lucha por defender sus intereses como clase le opone a todos los sectores de la clase explotadora. Por ello resultan muy significativas las luchas obreras que han tenido lugar en Palestina e Israel (ver artículo en este mismo número de AP), pues muestran la negativa de los trabajadores a sacrificar sus condiciones de vida en aras al interés imperialista y criminal de sus explotadores. Sólo el desarrollo de esos combates, y a su cabeza los de los proletarios de los países centrales del capitalismo, puede abrir una salida a la humanidad.
Adaptado de Révolution Internationale, publicación en Francia de la CCI.