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El gobierno de Chávez y sus
consortes, utilizando como justificación la “casi inminente” invasión de EEUU,
nos repite una y otra vez que: “La mejor forma de garantizar la paz, es
armándonos para la guerra”; que “Somos un pueblo de paz, nos armamos para la
defensa de nuestra soberanía”. Como todos los gobiernos capitalistas, en nombre
de la paz, el estado venezolano justifica uno de los más ambiciosos planes
armamentistas.
A pesar de la oposición de EEUU,
quien ha bloqueado la compra de armas a Brasil y España, el gobierno venezolano
ha llegado a acuerdos con Rusia para adquirir: 24 aviones de combate Suhoi 30,
53 helicópteros, 100 mil fusiles Kalashnikov AK-103 (de los cuales han llegado
33 mil), y la instalación en el país de una fábrica de éstos fusiles y sus
municiones; acuerdos que ascienden a los 3 mil millones de dólares. También con
Rusia está prevista una compra de misiles tierra-aire TOR-M1, barcos de patrulla
y eventualmente un submarino de tipo Amour. Con España, aunque paralizada por
los momentos, sigue prevista la compra de 12 aviones de transporte militar a la
empresa EADS-Casa, y 31 patrulleras al grupo español Rodman Polyships. Según
declaraciones de especialistas en armamentos, con la compra del armamento ruso,
Venezuela se convierte en una potencia militar importante en América del Sur[1]; y
según el último informe de junio pasado del Instituto Internacional Estocolmo
para la
Investigación Sobre la
Paz, al analizar los gastos militares de Venezuela en el
2005, concluyen que “el país se convirtió en el tercero de América del Sur que
mas elevó esos gastos, después de Brasil y de Chile”[2] .
¿A qué se debe este desproporcionado armamentismo?
Toda burguesía nacional requiere
de cuerpos o fuerzas armadas para mantener su dominación de clase,
principalmente para mantener la “paz social” a nivel interno, y para
contrarrestar cualquier acción de rapiña de sus burguesías vecinas. Esto ha
sido una norma en el capitalismo, mucho mas en su período de decadencia, cuando
cada estado, grande o pequeño, tiende a dominar a naciones mas débiles; es
decir, cuando el imperialismo se ha transformado en el modo de vida de los
estados capitalistas.
Existen precedentes en el siglo
pasado en América Latina que evidencian que varias burguesías de la región
tuvieron que recurrir a la fuerza bélica, no sólo para reprimir revueltas
sociales o luchas obreras, sino para enfrentar a otros estados: guerra de las
Malvinas, guerra entre Ecuador y Perú, conflicto de Venezuela con Colombia y
Guyana por problemas limítrofes, etc. Durante este periodo, los propios EEUU
permitían y suministraban los armamentos necesarios para mantener cierto
equilibrio bélico entre las naciones, con el fin principal de permitirles
contrarrestar la influencia del imperialismo rival ruso en la región.
Esta situación ha cambiado
radicalmente en la región y en el mundo después de la caída del bloque ruso en 1989. A partir de entonces,
cuando se pensaba que con la desaparición del “imperio del mal” disminuirían
los conflictos bélicos, más bien éstos se han multiplicado. Se ha roto la
situación de equilibrio forzado que existía en la época de los bloques y se ha
abierto una verdadera “caja de Pandora”, donde no sólo las grandes potencias
buscan posicionarse mejor en la arena imperialista, sino que estados medianos o
pequeños tienden a jugar su propia política imperialista, lo que lleva a unos y
otros a enfrentarse con el “gendarme del mundo”, los EEUU.
En este contexto, el gobierno
izquierdista de Chávez, en nombre del conjunto de la burguesía venezolana se ha
trazado una agresiva estrategia geopolítica para posicionarse mejor en sus
áreas de influencia (El Caribe, Centro América, países andinos de América del
Sur), lo que inevitablemente lo lleva a una confrontación con los EEUU y sus
principales aliados en la región, dentro de ellos Colombia. En ese sentido, la
política armamentista de Venezuela es en parte para responder al
desproporcionado suministro de armamentos de EEUU a Colombia a través del Plan
Colombia, que ha creado un desbalance bélico en la región.
Conciente de esta situación, el
gobierno de USA considera “desproporcionada” la cantidad de armamentos a
adquirir por Venezuela; y muestra preocupación por que este armamento vaya a
caer en manos de la guerrilla colombiana. El gobierno venezolano ha respondido
que sólo se está “rearmando”, debido a la obsolescencia del armamento, y que lo
adquiere en Rusia debido al “bloqueo” del imperialismo norteamericano al oponerse
a vender armas al país.
Vemos como el gobierno de Chávez,
astuto militar izquierdista, utiliza los petrodólares para hacerse de un
espacio geopolítico, aprovechando el crecimiento del malestar social de las
masas depauperadas y el consiguiente desprestigio de muchos gobiernos de la
región; además del rechazo y las dificultades de la política imperialista de
EEUU en el mundo. En recientes declaraciones, Bush dijo que “Chávez no
representa una amenaza en el plano militar, pero que es un factor de desestabilización
de la democracia en la región”. Bien sabe la burguesía americana que esa
“desestabilización” es aprovechada por otras potencias mayores o menores, como
Francia, Rusia, China, España, Irán, etc. que brindan su apoyo a “la revolución
bolivariana” como una forma de tener más influencia en América Latina y para
“molestar” al imperio americano en su propio patio trasero.
El chavismo no tiene la vía libre para sus planes
No es sólo el gobierno americano
quien ve como un factor de desestabilización al populismo izquierdista de
Chávez y sus planes, sino que así lo consideran varios sectores de las
burguesías de la región; incluso burguesías “aliadas” como la de Brasil, cuyos
intereses se han visto afectados por las recientes medidas de nacionalización de
los hidrocarburos del gobierno de Evo Morales en Bolivia, apoyado abiertamente
por Chávez.
Los EEUU no se han quedado de
brazos cruzados ante este “infant terrible” que quiere jugar a su propia
política imperialista en la región. Han desarrollado una estrategia diplomática
con varias burguesías de la región no sólo para detener las veleidades de
Chávez en la región, sino los avances del populismo de izquierda más radical;
de allí los fracasos electorales de Oyanta Humala en Perú, de López Obrador en
México, y las dificultades que está teniendo Evo Morales para concretar sus
planes. Para fortalecer esta estrategia, John Negroponte, jefe del Servicio de
Inteligencia del Departamento de Estado, nombró recientemente un director para
Cuba y Venezuela, al nivel de cargos similares para Corea del Norte, Irán y la
lucha contra el terrorismo.
Este acoso al chavismo, no sólo
se da a nivel externo, sino en el plano interno a través de sectores opositores
de la burguesía venezolana. Esto explica el hecho de que, ante las próximas
elecciones presidenciales de diciembre de este año, los grupos y partidos de
oposición han logrado lo que hace apenas unos meses parecía imposible:
aglutinarse alrededor de la candidatura única de Manuel Rosales, gobernador del
estado Zulia (uno de los 2 estados gobernados por la oposición de un total de
24), que según las encuestas tendría posibilidades de retar a Chávez (ver
artículo en esta revista).
Por otra parte, a nivel de la Fuerza Armada,
hechos recientes muestran que parece ser que no es tan monolítico su respaldo
al “comandante”: por una parte, parece ser que existen sectores que se oponen a
la entrega de armamento a las milicias promovidas por el chavismo[3]; hace
pocas semanas (precisamente cuando Chávez abrió su campaña por la reelección)
se fugó de una cárcel militar Carlos Ortega[4], uno
de los presos políticos mas importantes del régimen, supuestamente con
colaboración de militares de rangos medios y altos.
¿A quiénes van a apuntar las armas compradas por el chavismo?
El armamento adquirido por el
chavismo, como el de todos los gobiernos burgueses, se hace en detrimento de
las condiciones de vida del proletariado y del conjunto de la población. Y en
última instancia estas armas van a utilizarse contra el proletariado, a quien no
le quedará otro camino que enfrentar de manera abierta y decidida al estado
venezolano. Pero también van a apuntar contra esa masa de excluidos sociales
que ya comienza a mostrar su frustración ante el gobierno chavista, que como
todos los anteriores le ha sembrado la esperanza de salir de la pobreza y tener
una vida mejor. Ni Chávez ni cualquier otro gobernante va a sacarnos de la pobreza,
pues el crecimiento de la pauperización tiene su génesis en las propias
contradicciones del modo de producción capitalista, el cual sólo puede ser
superado por la revolución proletaria a nivel mundial, y no por una supuesta
“revolución” que lo que ha logrado es desplazar a un sector de la clase
dominante para colocar a otro con un “nuevo” proyecto capitalista de estado de
corte radical. En ese sentido, la represión está a la orden del día.
Y el chavismo ya tiene quien
empuñe estas armas: no sólo están preparadas la Fuerza Armada y
todas las policías del país como en cualquier otro estado burgués, sino que al
mejor estilo fascista y estalinista, ha conformado una serie de organizaciones
donde destacan La Reserva
y las Guardias Territoriales, de los cuales ya han sido entrenados alrededor de
250.000 del total de un millón que espera formar el gobierno, según
declaraciones del anterior jefe del Comando de la Reserva y Movilización
Social, adscrito a la presidencia de la República. Según
el Ministro del Interior Jesse Chacón, éstas fuerzas intervendrán en caso de
“presentarse una agresión externa a la soberanía del país o una subversión
interna”. ¡Mas claro no canta un gallo!
Pero dentro de estas fuerzas
chavistas paralelas a los cuerpos represivos formales, tal como lo hicieron
Mussolini o Hitler en su momento, se ha conformado una verdadera Guardia
Pretoriana, un cuerpo de elite llamado Frente Francisco de Miranda. Este grupo
lo conforman entre 15 y 20 mil jóvenes, adiestrados en Cuba y Venezuela, que
tienen como grito de guerra, a la usanza cubana: ¡Ordene Comandante! Cada uno
de sus miembros recibe una “beca-trabajo” mensual de Bs. 350.000 (alrededor de
$160), que no llegan a ganar muchos trabajadores. Chávez en un acto de masas
del 30 de junio pasado, llamó a este Frente “hijo prodigioso de la revolución”
y ordenó asignarles el próximo lote de fusiles Kalashnikov.
Ya hay precedentes de cómo estos
grupos de choque del chavismo han amedrentado e incluso atacado a trabajadores
en lucha por reivindicaciones laborales, tal como ha sucedido con trabajadores
del Metro de Caracas y con trabajadores de la Maternidad Concepción
Palacios en Caracas, para solo mencionar algunos casos. También han sido
asesinados varios trabajadores en diferentes ciudades del país y en condiciones
muy dudosas, algunos de ellos sindicalistas de base de partidos o grupos
opositores al gobierno; así como trabajadores de la Alcaldía Metropolitana
en la zona del 23 de Enero en Caracas; su muerte, que nunca ha llegado a
esclarecerse, ha sido presentada como acciones del “hampa común”. No es de
sorprender que el gobierno eche mano al sicariato para hacer callar o
desaparecer a sus opositores.
Pero tampoco se descarta que
estas armas e incluso las milicias chavistas sean utilizadas contra proletarios
y pobladores de otros países. Ya Cuba, cuando estaba bajo la órbita del
imperialismo ruso, intervino militarmente en otros países. También las fuerzas
armadas de Venezuela formaron parte de las “fuerzas de paz” en los años 70
cuando la guerra de guerrillas en Centroamérica. Hoy, no se descarta que ante
cualquier “agresión del imperialismo” contra un “aliado”, el “gobierno
revolucionario” envíe armas y/o tropas a otros países.
El proletariado debe rechazar
esta locura armamentista y guerrerista de la burguesía. La única forma efectiva
de detenerla, en Venezuela y en el mundo, es a través de la lucha frontal del
proletariado contra su propia burguesía. De esta manera, la lucha le traerá al
proletariado el doble beneficio de fortalecer su conciencia de clase e impedir
que la burguesía, sea chavista o no, derrame sangre obrera en Venezuela y en el
mundo.
P. 15-09-06
[1] El Nacional, 28-07-06
[2] Descifrado, 17-08-06
[3] El actual Ministro de la Defensa, Luís Baduel, declaró a la prensa no haber recibido órdenes de armar a civiles, refiriéndose a la entrega de fusiles rusos a grupos de elite, anunciada por el propio Chávez.
[4] Presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, principal organización sindical no oficial. Lideró junto con empresarios y lideres de oposición varias acciones para derrocar a Chávez; dentro de ellas el paro de la industria petrolera a finales de 2002.