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El gobierno de Chávez, con el apoyo de sus fuerzas militares y sus bandas armadas ha reprimido de la manera más brutal las manifestaciones promovidas por la oposición entre finales de febrero e inicios de marzo, para presionarlo a la convocatoria de un referéndum para revocar el mandato presidencial. El dramático balance: 13 muertos, más de mil heridos, decenas de presos y torturados. En este sentido, el gobierno de izquierda de Chávez nada tiene que envidiarle a los anteriores gobiernos de derecha o centroizquierda adecos y copeyanos a los que critica con tanta vehemencia; ha asimilado muy bien las lecciones de sus maestros: Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez (CAP), Raúl Leoni, Rafael Caldera, etc., a quienes en ningún momento «les tembló la mano» para reprimir, torturar, asesinar o simplemente hacer desaparecer a sus opositores.
Si bien el ejecutor de esta brutal represión ha sido el gobierno, los sectores de la oposición agrupados en la Coordinadora Democrática (CD) son sus cómplices al haber movilizado la «carne de cañón», tal como lo hicieron cuando el golpe de Estado de Abril de 2002: ellos sabían que iban a ser fuertemente reprimidos, pues el gobierno no iba a aceptar que le «aguaran la fiesta» de la reunión del «Grupo de los 15» reunido en Caracas para lo cual habían previsto la movilización de más de 10.000 militares y policías. La oposición logró su objetivo: una cobertura mediática internacional de la movilización y «calentar la calle» para intentar el revocatorio contra Chávez. Necesitaba algunos muertos, heridos y presos, y allí los tiene.
La movilización convocada por la CD representa una nueva manifestación de la guerra a muerte que por el control del estado, sostienen los sectores de la burguesía agrupados en ella, contra la «nueva burguesía» que se agrupa bajo el ropaje del chavismo[1]. Como siempre, el grueso de la carne de cañón la ponen las masas que son arrastradas por uno u otro bando. Es por ello que tanto el gobierno como la oposición, en sus desenfrenadas acciones para mantenerse en el poder los primeros, e intentar el control del Estado los segundos, tratan de sacar el mejor provecho de estas manifestaciones a su favor. Todo el cuerpo gubernamental, de la manera más cínica y descarada, ha justificado la escalada represiva diciendo que se trata de minorías manipuladas por la oposición, que sólo eran los «ricos» quienes protestaban, pues los barrios pobres estaban tranquilos. Nada más falso: si bien la mayoría de las protestas se realizaron en sectores donde vive la llamada clase media, también se dieron en sectores populares de Caracas y del interior del país.
Lo que muestran estas movilizaciones es que al lado de los que protestan respondiendo a los llamados de los dirigentes de las fuerzas burguesas en pugna, hay un amplio sector de la población de todos los niveles sociales, que muestra su indignación por la barbarie que vivimos a diario (criminalidad, impunidad, represión) y también expresa el descontento frente al desempleo, los aumentos de precios de productos y servicios de primera necesidad, congelación de salarios, etc.[2]; incluso, durante los acontecimientos hubo algunos saqueos en el centro de Caracas. Los burgueses de uno y otro bando, saben que las condiciones económicas y sociales continuarán agravándose, que las esperanzas depositadas en Chávez por las capas más empobrecidas, están comenzando a flaquear pues en vez de reducirse los niveles de pobreza, éstos se han incrementado durante su gobierno, lo que se expresa en la pauperización no sólo de las masas que ya eran pobres al comienzo del gobierno chavista en el 99, sino también en la acelerada pauperización de las capas medias. En este sentido no hay que llamarse a engaños: cuando las expresiones de descontento sean mas frecuentes y masivas dentro de los sectores populares, al gobierno de los «pobres» de Chávez tampoco «le temblará la mano» para masacrarlas; situación que no está muy lejana de que ocurra, ante la aceleración brutal de la crisis capitalista. De la misma manera, la represión de los cuerpos de seguridad del Estado, y ataques de las bandas armadas del chavismo y sindicatos, serán utilizados para atacar a los trabajadores cuando éstos se vean en la necesidad de arreciar sus protestas contra el despiadado ataque a sus condiciones de vida: ya los vimos actuar contra los trabajadores que se plegaron al paro de finales del 2002.
Dentro de los muertos, heridos y presos de estas movilizaciones hay varios trabajadores. No es la primera vez que esto sucede, ya que varios han perdido la vida, han sido heridos o reprimidos en anteriores movilizaciones, promovidas tanto por el chavismo como por la oposición. Debemos decir de la manera mas firme que estos trabajadores mueren o son heridos luchando tras banderas burguesas, son víctimas de una causa que solo beneficia a sus propios explotadores, sean del sector chavista o de la oposición. Este es el alto precio que pagan los proletarios al estar atrapados en la confrontación chavismo-antichavismo, al no tener la capacidad de romper con este manejo ideológico maniqueo que presenta como únicas «salidas» a la crisis actual las opciones que proponen los burgueses de uno u otro bando. Tanto unos como otros, a través de sus monstruosas campañas mediáticas destinadas a confundir a los trabajadores y debilitar su toma de conciencia, promueven el interclasismo, terreno donde los trabajadores quedan atomizados, individualizados, confundidos en la masa de los «pobres», del «soberano», tal como lo pregona el chavismo; o de «los ciudadanos» o de la llamada «sociedad civil», tal como lo pregona la oposición. De esta manera los trabajadores quedan a merced de los intereses del capital.
Las movilizaciones interclasistas por si mismas no tienen futuro (ver artículo sobre las revueltas sociales en esta revista), salvo ser utilizadas por las fracciones burguesas del chavismo y la CD, o las que intentan guardar distancia de éstas. Ellas expresan la desesperación y frustración de amplias capas de la sociedad, que quisieran que las cosas mejoraran de la noche a la mañana o que pretenden volver a los días de la «Venezuela Saudita» del primer gobierno de CAP; mas la historia no tiene vuelta atrás. Su destino inevitable será nutrir con más muertos, heridos y presos las confrontaciones que se van a seguir generando entre las facciones de la burguesía, las cuales son inevitables e indetenibles pues tienen sus causas profundas en la crisis que sacude al capitalismo a nivel mundial. En este sentido, la situación que hoy se vive en Venezuela se inscribe dentro de las convulsiones políticas y sociales que sacuden a países como Argentina, Bolivia, Perú o Haití, para sólo mencionar a algunos de América Latina; donde amplias masas de obreros, desempleados, campesinos, indígenas, capas medias pauperizadas, etc. son arrastrados tras banderas burguesas, creándoles la ilusión de que pueden mejorar sus condiciones de vida, lo cual es imposible en el capitalismo decadente y en descomposición.
Paradójicamente, la única perspectiva para que estas movilizaciones tengan una salida está en manos de los trabajadores, de la clase obrera; mas, no en una clase obrera maniatada y confundida tras las banderas de sus enemigos de clase, sino en una clase obrera que actúe como clase diferenciada de las otras capas de la sociedad, que se manifieste en su propio terreno y con sus propias armas de lucha (la huelga, las asambleas, los comités de fábrica, controlados por los propios trabajadores). El proletariado necesita recuperar su identidad de clase, lo que exige que se muestre ante el conjunto de la sociedad como clase autónoma con la capacidad de luchar por sus propios intereses; exige fortalecer la solidaridad de clase, oponerse a cualquier confrontación entre los propios trabajadores (activos o desempleados): las divisiones y confrontaciones entre trabajadores sólo beneficia a los explotadores, se vistan éstos con el ropaje de la izquierda o la derecha, y también exige evitar que sus acciones sean desviadas hacia la confrontación ínter burguesa o hacia revueltas estériles como las de febrero 89; debe recuperar y conocer su pasado histórico que lo llevó a importantes batallas contra su clase enemiga y sus consortes: partidos de derecha e izquierda, sindicatos, parlamento, etc.[3]. Sólo plantándose en su propio terreno, el proletariado podrá generar la confianza en sus propias fuerzas y transformarse en una referencia para las otras capas de la sociedad sumidas en la miseria.
Así mismo, los trabajadores deben cerrar las puertas a las ilusiones democráticas, en particular a la mistificación electoral: tanto el chavismo como la oposición hacen lo imposible para presentársenos como los verdaderos demócratas, los paladines defensores de los derechos humanos. La democracia es la forma mediante la cual el capitalismo mantiene su sistema de explotación basado en el trabajo asalariado; en este sentido, fortalecer la democracia es fortalecer el capitalismo. Las elecciones son el mecanismo por excelencia mediante el cual se le da credibilidad a la democracia, y se crean ilusiones en los trabajadores de que pueden mejorar sus condiciones de vida en el capitalismo. La cruda realidad es que en más de 50 años de gobiernos democráticos en Venezuela (incluyendo el de Chávez), el número de pobres no ha dejado de crecer; situación que se debe, no a un problema de mala gestión de tal o cual equipo de gobierno, sino a las propias contradicciones del modo de producción capitalista, verdadera máquina generadora de pobreza.
Ante la agudización de la crisis del capitalismo, la clase dominante, a través del gobierno chavista u otro cualquiera que le suceda, no tiene otra opción que seguir atacando las condiciones de vida del proletariado. En este sentido, los trabajadores no podrán evadir la lucha para resistir a un mayor deterioro de sus condiciones de vida; salvo que, como dijimos, sus energías sean totalmente canalizadas hacia la confrontación interburguesa. Varios sectores de la clase han mostrado la necesidad de la clase de resistir ante los ataques del capital: Metro, trabajadores del sector público: salud, educación, etc.; mas estas manifestaciones han sido muy débiles y fácilmente controladas por los sindicatos oficialistas o de oposición.
La dramática situación actual exige que la clase obrera venezolana y mundial recupera su identidad de clase, fundamentalmente la solidaridad que históricamente ha existido dentro de sus rangos. Mas, la situación también exige la intervención de sus minorías revolucionarias hacia los elementos o grupos que mediante un proceso de reflexión y clarificación, andan en búsqueda de una perspectiva proletaria que permita superar el actual estado de cosas. En manos del proletariado, y de sus minorías revolucionarias, está el dilema de: o, sucumbir ante la barbarie que genera el capitalismo decadente o, retomar el camino de la lucha de clases, de la verdadera revolución proletaria.
P.10-03-04
[1] Nos referimos a los nuevos capitalistas privados que apoyan al chavismo, que han pasado a formar parte de la nueva burguesía importadora, que ha desplazado o intenta desplazar a la vieja «oligarquía importadora» que se opone al chavismo. Este sector de la burguesía se beneficia de la importación sin restricciones de alimentos y productos que sustentan los planes sociales del gobierno.También forman parte de esta «nueva burguesía», los funcionarios públicos, parlamentarios, militares, burócratas sindicales, etc. que dan su apoyo incondicional al «proyecto chavista», que se reparten los ingresos del Estado y que devengan salarios que llegan a ser equivalentes a entre 20 y 60 salarios mínimos mensuales.
[2] En los últimos meses, taxistas y choferes de camionetas de pasajeros han realizado paros de actividades y bloqueo de vías, en protesta contra los altos niveles de delincuencia que a diario afecta a choferes y pasajeros; así como por el deterioro de la vialidad. Jubilados y pensionados protestan por el retraso en el pago de sus pensiones y por aumento de las mismas, que son carcomidas por el incesante aumento de precios. Los enfermos crónicos protestan la falta de medicinas que les son suministradas por el estado. Los trabajadores de la salud realizan movilizaciones por la falta de insumos en los hospitales, y el reclamo de deudas acumuladas. Otros trabajadores del sector público lo hacen contra la congelación de sueldos y salarios, debido al retraso en la discusión de las contrataciones colectivas...
[3] Como referencia, para un balance de las luchas en el sector petrolero durante el actual gobierno, ver Internacionalismo Nº 51.