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Cuando todavía se descubrían los estragos del Tsunami que sacudió al Sudeste Asiático, las lluvias en Venezuela volvieron a recordar los trágicos días de diciembre de 1999 donde murieron miles de personas en el Estado Vargas, ya que ese Estado nuevamente fue uno de los mas afectados. Al igual que en esa oportunidad, el gobierno izquierdista de Chávez volvió de manera hipócrita a ofrecer “soluciones” a los miles de damnificados, que sabemos no se cumplirán. Hipocresía, mentiras e ilusiones es lo único que puede ofrecernos la burguesía ante estas “catástrofes naturales”, que precisamente se transforman en catástrofes sociales debido a la imposibilidad del capitalismo de atender las verdaderas necesidades de la sociedad. En este sentido, tampoco hay diferencia entre el comportamiento de las fracciones burguesas de derecha o izquierda. Vamos a ver con qué cuento nos vendrán cuando comiencen a aparecer los damnificados durante el próximo período de lluvias.
Las cifras oficiales indican que a consecuencia de las lluvias que cayeron sobre el territorio nacional, sobre todo en el mes de febrero, 61 personas fallecieron, 44 resultaron lesionadas, 127 desaparecidas, 22.449 quedaron damnificadas y 175.950 afectados. Sólo en el Estado Vargas, la región que se ha visto más afectada y que aún sufre las consecuencias del deslave de 1999, han resultado 9.315 personas damnificadas y se hace necesaria la reubicación de 5.000 viviendas. En esta localidad, después de 4 años de aquel lamentable suceso, la mayoría de las obras de reconstrucción no han sido concluidas; algunas de las represas construidas no cumplen con los requisitos de seguridad necesarios1. Las consecuencias han vuelto a ser terribles, tanto en pérdidas de vidas humanas, como en daños materiales y sufrimiento de la población.
Tal como ha ocurrido en ocasiones anteriores, se difunde la idea según la cual nada puede hacerse frente a la voluntad de la naturaleza, dándole incluso un matiz de fatalidad, ante el cual sólo nos quedaría la resignación. O, dando declaraciones tal como las hechas por el presidente Chávez, quien en su delirio “antinorteamericano” y de la manera mas descarada, ha dicho que la causa de esta desestabilización atmosférica se debe a que los EEUU contribuyen con un alto porcentaje en el calentamiento global de la tierra2: como vemos el “antiimperialismo” da para todo, incluso para intentar ocultar la irresponsabilidad de la burguesía chavista en la atención de las necesidades de la población, principalmente de los sectores más pobres que son los mas afectados por los deslaves e inundaciones. Esta misma visión, se ha aplicado también en numerosos “desastres naturales” en el mundo. Así ha ocurrido con el reciente maremoto en el Sudeste Asiático, una de las mayores tragedias que ha sufrido la humanidad en las últimas décadas. Esta forma de apreciar el problema tiene la intención de ocultar la responsabilidad que ha tenido el capitalismo, como un sistema que ya no garantiza las más elementales condiciones de seguridad para la población a nivel planetario.
En un documento que ha publicado recientemente nuestra organización a propósito de la tragedia humana ocurrida en Asia del Sur el 26 de diciembre del año pasado, hemos denunciado la responsabilidad que han tenido los gobiernos de esa región, ya que conocen desde hace tiempo que ésta área del mundo esta expuesta a los movimientos sísmicos e incluso los organismos internacionales estaban al corriente de las consecuencias que acarrearía el terremoto, ya que se había producido uno, dos días antes en el Océano Índico. A pesar de la inminencia del peligro y de la información técnica disponible no se alertó a las poblaciones para tratar de evitar las dimensiones de la catástrofe.3 De igual manera, afirmamos en dicho documento que el capitalismo no es el responsable directo de los terremotos, pero sí hay una responsabilidad de los gobiernos, ya que para éstos la instalación de sistemas de alarma y de seguridad no constituye una actividad rentable, aún cuando ellos pudieran ayudar a salvar miles de vidas humanas.
La lógica del capital lleva a todos los Estados y sus respectivos gobiernos a reducir al mínimo los costos que acarrea la construcción de infraestructura, de viviendas, de servicios, de vías de comunicación, las cuales las hacen sumamente vulnerables ya que no cumplen con las más mínimas condiciones de calidad, y a considerar como “gastos superfluos” a aquellos destinados a la dotación de equipos y de logística con la cual se podría hacer frente a una situación de emergencia. Esta reducción se lleva a cabo, debido a las consecuencias que acarrea la crisis económica mundial capitalista y a la necesidad de subsistir en la aguda competencia que se establece entre las diferentes naciones, lo que se refleja en una disminución considerable de los presupuestos destinados a dichos sectores y medios tecnológicos de prevención4.
Esta situación se ha agudizado en la fase de descomposición en la cual se encuentra actualmente el sistema capitalista, expresándose en una falta de mantenimiento de las edificaciones, de la red vial, de un deterioro de los servicios y de los centros de salud; de igual forma, se manifiesta en la irresponsabilidad que significa construir urbanizaciones, barrios, complejos turísticos, etc., en zonas proclives a desastres. Aunque ésta realidad se vive a nivel mundial, es sin embargo en los países de la periferia como Venezuela, donde se presenta más aguda y dramática.
En Venezuela, la conformación de numerosas barrios, los cuales constituyen verdaderos cordones de miseria, son el producto de la pauperización a que han sido sometidos amplios sectores del proletariado y población en general, quienes han tenido que soportar durante décadas todo el peso de la crisis económica. En este sentido, se vieron obligados a vivir en construcciones verdaderamente precarias, en zonas de alto riesgo, potencialmente inundables, a orillas de ríos, quebradas, e incluso en zonas montañosas proclives a los derrumbes.
La zona centro norte costera del país es un buen ejemplo de esta situación. En ésta región, las migraciones internas de grandes masas en busca de “mejores condiciones de vida y empleo” en los últimos 40 años, terminaron produciendo un crecimiento anárquico de barrios y urbanizaciones, los cuales en su mayoría, no cuentan con sistemas de drenaje y tampoco cumplen con condiciones de seguridad y salubridad mínimas. Cabe mencionar la irresponsabilidad de los diversos gobiernos de turno, quienes durante muchos años han aupado e incluso financiado la construcción de “soluciones habitacionales” en zonas propensas a siniestros. Anualmente, centenares de habitantes pierden sus viviendas a consecuencia de las inundaciones que resultan del desbordamiento de quebradas y ríos.
Lo ocurrido recientemente en el Estado Vargas, pero también en otras regiones del país, no es una excepción a la situación antes planteada. La mayoría de los habitantes de este Estado han perdido de la noche a la mañana tanto sus casas como sus enseres. No sólo destaca la ausencia de un plan integral de desarrollo y urbanismo, sino que las obras más elementales, como la restitución de la vialidad original y las obras de protección hidráulica, no han sido concluidas. Las promesas hechas por el gobierno tras el deslave de 1999, de transformar a Vargas en un “emporio turístico y urbanístico”, no sólo expresan la hipocresía y el cinismo de la burguesía, sino también su incapacidad para solucionar la situación de centenares de familias. Como ha ocurrido ya en el pasado, muchas de ellas quedarán abandonadas a su suerte; incluso, algunas han preferido regresar a sus casas, aún cuando éstas corren el riesgo de desplomarse.
En la medida en que éstos desastres naturales producen mayores devastaciones, debido a la falta de prevención, al descuido de la infraestructura, de los servicios, la precariedad de las viviendas y a las construcciones en zonas de alto riesgo, mayores son los gastos que acarrea la reconstrucción de las zonas afectadas (cuando ello es posible técnicamente) y menores son las posibilidades de los gobiernos de poder cubrirlos en un contexto de crisis que más bien, como ya hemos señalado, los obliga a reducir costos. En este sentido, las “respuestas o alternativas” que ha ofrecido el actual gobierno, resultan más quiméricas en la medida en que sus representantes intentan explicarlas. Basta mencionar algunos indicadores, para darse cuenta que ellas constituyen un nuevo intento para engañar a la población: según cifras ofrecidas por la prensa burguesa, el costo de la canasta básica asciende actualmente a Bs. 1.516.038, representando el salario mínimo sólo el 21,20% de éste monto; el poder adquisitivo de los trabajadores ha disminuido en un 48%; sólo dos de cada diez trabajadores reciben salario mínimo. A esto se agregan los altos niveles de inflación (19% el año pasado) y las devaluaciones recientes del bolívar, que producen un aumento en los precios de los artículos de primera necesidad y reducen la capacidad de consumo, así como también los altos niveles de desempleo, que se expresan en mayor miseria y depauperación. En estas condiciones, es prácticamente imposible para miles de proletarios adquirir una vivienda, aún si existiera algún financiamiento del gobierno a través de la banca5. Aunque el gobierno ha recurrido al mantenimiento del impuesto al débito bancario, al incremento de las utilidades cambiarias del Banco Central, el uso de recursos del fondo de Estabilización Macroeconómica, no puede cubrir los niveles de gasto, que incluye evidentemente la construcción de nuevas viviendas6 .
Los insistentes llamados de Chávez y demás funcionarios, para que los afectados acudan a solicitar créditos para adquirir sus viviendas sólo constituyen una burla más. En realidad, se ha venido reduciendo la inversión para la construcción de nuevas viviendas y para la reconstrucción de las localidades que se han visto afectadas; mucho menos podría cumplir con el plan de “desplazamiento poblacional” desde el centro norte al Sur y Este del país, que ha propuesto como “solución”.
Aún cuando los vecinos de las diferentes barriadas afectadas habían venido advirtiendo sobre la posibilidad de nuevos desastres, los diferentes organismos gubernamentales hicieron caso omiso, para luego de que éstas ocurrieran, hacer un despliegue que intentaba mostrar la “preocupación” y la “solidaridad” con la gente. Es esta la misma respuesta hipócrita, la que ha recibido durante años el proletariado de parte de la burguesía en su conjunto y que en su momento ofreció la facción de la burguesía que conforma la oposición a Chávez. En este sentido, resultan verdaderamente repugnantes, las campañas que ambas facciones han desplegado en los diferentes medios de comunicación.
La mayor expresión de solidaridad que puede expresar el proletariado a la humanidad, tanto en Venezuela como a nivel mundial, consiste en acabar con el capitalismo para liberarla del caos y la barbarie a que la somete. No hay que olvidar que es principalmente la clase obrera quien sufre no sólo la explotación, sino que también es la principal víctima de éstas tragedias naturales. Es fundamental para el proletariado tomar conciencia y reflexionar acerca de las causas reales de las catástrofes y comprender la responsabilidad que en éstas tiene el capitalismo. La indignación y el rechazo hacia la política criminal que desarrolla la burguesía mundial, así como las manifestaciones de solidaridad hacia las victimas de éstas tragedias, son elementos esenciales en la recuperación de la identidad y la conciencia de clase. Tal como hemos afirmado en el documento al que ya nos hemos referido, sobre la catástrofe en Asia: “por eso la solidaridad del proletariado debe ir mucho más allá de la simple solidaridad emocional. No debe estar basada en sentimientos de impotencia o culpabilidad, sino sobre y ante todo, de su conciencia de clase. Sólo el desarrollo de su propia solidaridad de clase, una solidaridad basada en la conciencia de la quiebra del capitalismo, podrá poner las bases de una sociedad en la que los crímenes que la burguesía nos presenta como catástrofes “naturales” no podrán ser nunca más cometidas, en donde esta barbarie pueda ser definitivamente superada y abolida.”
C.25-02-05
1Carlos Genatios, coordinador de la Autoridad Única de Vargas después de los deslaves del 99 y ex ministro de Ciencia y Tecnología, ha declarado que existen muchas obras que habría que cambiarlas, destruirlas y volverlas a hacer. Agrega, que los criterios que fueron propuestos por el organismo que presidió para dar los lineamientos técnicos fueron cambiados por Corpovargas por razones económicas y se han utilizado tecnologías desechadas en otros países. A esto habría que agregar, que existen estudios científicos con soluciones de ingeniería para esta zona desde los años 50, después de un deslave que se dio en 1951.
2“Atribuir al calentamiento global las causas de las lluvias ocurridas durante la última semana resulta una incongruencia...en el país no hay investigaciones rigurosas que permitan atribuir al efecto invernadero los altos niveles de pluviosidad registrados...”, declaraciones del jefe de Ingeniería Meteorológica de la UCVa El Universal, 13-02-05.
3¡ No estamos pues ante una negligencia, sino ante una política criminal que revela el profundo desprecio de las clases dominantes por la población y el proletariado que son las principales víctimas de la política burguesa que desarrollan todos los gobiernos locales!. De hecho hoy ya se conoce de forma oficial, aunque a regañadientes, que no se lanzó la alerta oficial para no...inquietar al sector turístico. Con otras palabras, para defender unos sórdidos intereses económicos y financieros han sido sacrificados decenas de miles de personas. Maremoto en el Sudeste Asiático ¡La verdadera catástrofe social es el capitalismo! CCI. Enero 2005
4Mientras se reducen los costos y presupuestos destinados a los servicios básicos como la salud o la vivienda, el gobierno actual no escatima en gastos militares para apuntalar su política imperialista a nivel regional y perfeccionar los métodos de represión a nivel interno. Así lo demuestra la reciente adquisición de 100.000 rifles AK 47 a Rusia; por otro lado se adelantan negociaciones con el gobierno español para la adquisición de cuatro corbetas artilladas cuyo costo oscila entre 780 y 1.040 millones de dólares.
5.- “Durante los seis años completos de gobierno, éste ha construido 94.000 soluciones habitacionales (que no sabemos si están bien o mal construidas). El déficit de viviendas es de 1.800.000 soluciones habitacionales. Sin contar el crecimiento vegetativo de la población, a este ritmo, el gobierno necesitaría 115 años en solucionar el problema. Se obliga a los bancos a prestar de manera dirigida el 10% de su cartera al sector vivienda. La cartera total de los bancos es de 22 billones de bolívares. El 10% es de 2,2 billones de bolívares. Si calculamos el precio de una vivienda en Bs. 40.000.000 y dividimos los 2,2 billones entre los 40 millones, nos darían 55.000 viviendas. Se necesitarían 72 billones de bolívares, o sea, 3,27 veces la cartera total de créditos de la banca para resolver el problema.” Oscar García. Banquero. El Universal (03/03/05, 1-17)
6.- Las cifras del Sistema Integrado de Indicadores Sociales (Sisov), el cual está adscrito al Ministerio de Planificación y Desarrollo, señalan que en el 2003 el gasto destinado a la construcción de soluciones habitacionales fue 1% del PIB, pero en el 2004 registro una caída de 40%, lo que significa que se redujo a 0,6% del PIB. Según estimaciones de la Cámara Venezolana de la Construcción (CVC) 12,5 millones de personas requieren de una vivienda, debido a que el déficit habitacional se encuentra en 1,6 millones de unidades y cada familia tiene 4,5 integrantes promedio. Además 1,1 millones de unidades requieren ser mejoradas por las condiciones de servicio. DE cada dos venezolanos uno no tiene vivienda adecuada, vive en hacinamiento o en un rancho que no cumple con las condiciones mínimas. El Universal /08-03-05. 1-14