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En su último periplo que lo llevó por varios países (Brasil, Uruguay, Argentina, India, Qatar y Francia), el presidente Chávez no sólo hizo derroche de antinorteamericanismo, sino que pregonó ante los auditorios previamente montados para su visita, que no se podía superar la pobreza del Tercer Mundo bajo el sistema capitalista de libre empresa, que para lograrlo habría que inventar el “socialismo del siglo XXI”.
Veamos como este invento no tiene nada de nuevo, sino que representa una adaptación del capitalismo de Estado a unas condiciones de mayor agudeza de la crisis y sobre todo de mayores niveles de descomposición del orden capitalista. Esta situación requiere de una readaptación de las políticas económicas, así como de toda la parafernalia ideológica que necesita desarrollar cada burguesía nacional, para confundir e intentar someter al proletariado. A cada burguesía nacional, con mas énfasis en los países de la periferia, no le queda otro camino que redistribuir la miseria, tal como lo pretende este “neo-socialismo” propuesto por Chávez aplaudido por todo el espectro altermundialista, ya que bajo el capitalismo es imposible erradicar la pobreza
El “proyecto” chavista: un proyecto netamente burgués
El proyecto chavista tiene su génesis en el movimiento cívico-militar-bolivariano desarrollado por los ideólogos de la lucha guerrillera de los años 60 que rompieron con el Partido Comunista de Venezuela, y que es retomado en los años 80 por el movimiento MBR-2001; es un proyecto que tiene como norte el desarrollo de una verdadera “burguesía nacionalista”, diametralmente opuesta a la burguesía “oligárquica” que emergió después de la derrota de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez en 1958. Este movimiento está sustentado en un modelo capitalista de Estado con fuerte influencia de la ideología estalinista (llamada “marxismo-leninismo” por la izquierda), pero tropicalizada con la ideología bolivariana; y se ubica en la extrema izquierda del espectro de las fuerzas políticas de la burguesía venezolana. Como todo proyecto capitalista, está sustentado en la plusvalía extraída de la explotación de la clase obrera venezolana.
El vertiginoso ascenso de Chávez, se debe fundamentalmente al alto grado de descomposición que presenta la burguesía venezolana, expresión de la descomposición del sistema capitalista en su conjunto. Los sectores de la burguesía que gobernaron durante las últimas décadas del siglo pasado, enquistados en el poder, amparados en un ambiente de impunidad y corrupción; perdieron la capacidad de crear expectativas hacia los sectores mas empobrecidos, mas bien restringieron progresivamente los planes sociales que le permitieron mantener la “paz social”; situación que incrementó los niveles de pauperización, mientras que a la par se implantaban draconianas medidas de austeridad a través de los planes para enfrentar la crisis económica, lo que incrementó los niveles de desempleo y aceleró la pérdida del nivel de vida de las masas trabajadoras.
La incapacidad de reacción de estos sectores de la burguesía en el poder quedó al desnudo con las revueltas del hambre de 1989, cuando fueron saqueados y quemados miles de comercios, principalmente en Caracas, dejando un saldo no oficial de más de 10 mil muertos. A pesar de esta clarinada de desesperación que dieron los sectores depauperados, la burguesía nacional fue incapaz de introducir un mínimo de cambios en sus estructuras de poder para que le permitieran contener el malestar social.
Este contexto preparó el terreno para que se diera el primer paso para la concreción del proyecto chavista: el intento de golpe de Estado de 1992, que aunque fracasó permitió catapultar la figura de Chávez, hasta entonces un desconocido. Después de salir en libertad en 1994, se lanza a la arena electoral, con un discurso demoledor contra las facciones de la burguesía hasta entonces en el poder. Basado en su carisma, fue adaptando el proyecto de la “revolución bolivariana” de los años 60 a los nuevos tiempos de desaparición de los dos grandes bloques imperialistas; arrastrando tras de sí a millones de pobres, al sembrarles la ilusión de que de llegar al poder se superaría su situación de pobreza.
Después del arrollador triunfo de Chávez en las elecciones de 1998, se inicia un proceso que domina el escenario político hasta nuestros días, donde se confrontan dos facciones del capital nacional: la “vieja” burguesía, representada a través de los partidos tradicionales (principalmente AD, COPEI, algunos sectores del MAS, etc.); contra la “nueva burguesía”, representada por partidos y grupos de izquierda, izquierdistas, militares, etc., excluidos de los factores de poder que habían dominado durante el último medio siglo. En este sentido, cuando el chavismo y sus consortes dicen que el gobierno bolivariano es el gobierno de “los excluidos”, de ninguna manera se refieren a la inmensa masa de pobres que habitan el país que día a día crece sin cesar, sino a esos sectores de la burguesía y la pequeña burguesía que hoy detentan el poder y se reparte el botín de los ingresos del Estado, y que arremeten con toda su carga de resentimiento contra la otra contraparte de la burguesía nacional. Tal como lo hicieron adecos y copeyanos en el pasado, no tienen otra opción que acentuar las condiciones de explotación de los trabajadores y arremeter contra esa misma masa de pobres que dicen defender, masificando la miseria, repartiendo migajas entre los sectores mas empobrecidos a través de las llamadas misiones2 para intentar mantener la “paz social”; eso sí, utilizando una verborrea “revolucionaria” y haciendo uso de la demagogia y el populismo que aprendieron de sus maestros burgueses que hoy son sus enemigos.
El chavismo: un movimiento nacido descompuesto
Sería un error ver el ascenso del chavismo como un producto “made in Venezuela”, es decir, como resultado de aspectos meramente venezolanos. El “fenómeno” chavista, es el resultado de las propias contradicciones del sistema capitalista. Por una parte, de la crisis que sacude al capitalismo a nivel mundial desde finales de los años 60, que requiere de cada burguesía nacional un ataque permanente a las condiciones de vida de las masas trabajadoras, y de la población en su conjunto. Pero principalmente, es resultado del período de descomposición que vive el capitalismo desde hace dos décadas, cuya mayor expresión ha sido la desaparición del sistema de bloques que imperó hasta el derrumbe del exbloque “socialista” en 1989.
En el caso particular de Venezuela, el surgimiento del chavismo expresa de manera caricatural la descomposición de la burguesía nacional, ya que su conflicto de intereses creó las condiciones para que surgiera un gobierno liderado por sectores de la pequeña burguesía izquierdista; con claras intenciones de mantenerse en el poder a toda costa. El sector chavista de la burguesía intenta diferenciarse “radicalmente” del basamento ideológico democrático de la “vieja oligarquía”, adaptando parte del acerbo burgués de la izquierda del capital venezolano y del izquierdismo a los nuevos tiempos del “fin de la historia”3:
-al bolivarianismo retomado de la guerrilla izquierdista de los años 60 junto con el pensamiento zamorano y robinsoniano4, se unen el indigenismo y la negritud, para plantear una vuelta al pasado, con una carga de misticismo y religión, que le dan una connotación fundamentalista a la ideología bolivariana. De esta manera, se expresa el carácter ahistórico e irracional de la ideología chavista, que pretende ir hacia adelante pero viendo hacia el pasado, con planteamientos aun más atrasados que los de la burguesía en el siglo XIX cuando ésta aun era una clase revolucionaria.
-a la democracia representativa en la que se sustentaban los viejos partidos, el chavismo opone la democracia “participativa y protagónica”, en la que estaría el fundamento del “socialismo” chavista. ¿Por qué?
La democracia “participativa y protagónica” le permitió al chavismo movilizar a la población para adaptar jurídicamente el modelo democrático-burgués para controlar las instituciones del Estado mediante la aprobación de una nueva constitución. Pero lo “innovador” de este modelo burgués es que permite darle sustentación a la “nueva burguesía” chavista mediante dos vías:
-en lo económico, mediante el llamado “desarrollo endógeno”, basado en el cooperativismo, la cogestión y la autogestión, se desarrollan las políticas capitalistas de Estado mediante la asignación de los recursos del estado a la “nueva burguesía” chavista y a los sectores del capital privado que apoyan el proyecto;
-en lo político y social, la asignación de recursos del Estado a través de organizaciones como los Círculos Bolivarianos, misiones, milicias, etc., le permiten al chavismo un control político y social de los sectores mas empobrecidos, que son la mayoría de la población (en esto el chavismo no se diferencia de los regímenes estalinistas o fascistas). Pero sobre todo esta asignación de recursos a través de las misiones, le permiten al chavismo repartir las migajas que le dan sustento a toda la ideología de “redistribución de la riqueza” y el “igualitarismo” de la izquierda; lo que según el chavismo y el conjunto de la izquierda abriría el camino al “socialismo del siglo XXI”.
Pero este “socialismo”, antes que “redistribuir la riqueza” (quimera inventada por la burguesía para justificar su dictadura de clase), lo que se propone es la redistribución de la miseria, “igualar” a la sociedad pero por abajo, en la precariedad. Mediante las misiones, se informalizan las condiciones de trabajo, lo que “flexibiliza” (es decir, hace precaria) la fuerza de trabajo a través de las cooperativas, donde los trabajadores perciben salarios de hambre menores que el salario mínimo sin ningún tipo de cobertura social; por otra parte, por cada área de servicio o producción que se cubre a través de las misiones, se desmejoran las condiciones salariales y sociales de los trabajadores formales que hasta ahora laboran en esas áreas, ya que son violadas las contrataciones colectivas y son chantajeados con el despido, de no acogerse a las condiciones impuestas por el Estado; por último, debido a que las misiones cumplen principalmente una función política de control social, ya que se exige la militancia con la “revolución” para poder obtener las migajas que reparte el Estado, se desmejora la calidad de los servicios públicos prestados, ya que no son la prioridad real. En la medida que crezca la cobertura social de las misiones, en esa misma medida se extenderá la precariedad al conjunto de la clase trabajadora y al conjunto de la sociedad. Por otra parte, el cooperativismo, la cogestión y la autogestión, formas organizativas de producción de bienes o servicios a las que la izquierda y los izquierdistas asignan de manera mágica un carácter “anticapitalista”, de ninguna manera eliminan la explotación de los trabajadores por el capital, sea éste de origen privado o estatal: por una parte, no se eliminan las relaciones de jerarquía y explotación propias de toda forma de organización de producción capitalista; por la otra, los bienes y servicios producidos por los trabajadores, deberán someterse tarde o temprano a las leyes del marcado; es decir, será éste quien regirá los precios y por ende el nivel de los salarios de los trabajadores.
La burguesía, aquí y en todas partes, no tiene otra opción que manipular la pobreza; y el chavismo ha resultado ser un maestro en esta materia. Por ello, estas ideologías intentan ser impuestas a sangre y fuego por el chavismo en el conjunto de la sociedad, en un ambiente de represión, persecución, chantaje y ataque despiadado a las condiciones de vida de los trabajadores, a través del desempleo, de salarios de hambre, cargas impositivas; de crecimiento de la pauperización, que se expresa en un crecimiento de la indigencia, la desnutrición5, la criminalidad y la prostitución infantil y juvenil; mientras los nuevos ricos chavistas se reparten el botín de los ingresos del Estado, a través de asignaciones financieras y de sueldos decenas de veces mayores a los de un trabajador, promoviendo y permitiendo niveles de corrupción tales, que los corruptos de los gobiernos anteriores quedan como niños de pecho. Todo esto justificado por la supuesta “superioridad moral” de la izquierda del capital, que no es otra cosa que la hipócrita moral burguesa pero en grado superlativo.
En este sentido, el chavismo no sólo es un producto de la descomposición de la burguesía venezolana, sino que es un factor acelerador de la descomposición de la clase burguesa y de la sociedad venezolana en su conjunto. Y es precisamente a esta putrefacción lo que llaman la izquierda y los izquierdistas del mundo una “revolución”. ¡Que descaro!
La única revolución posible y verdadera es la revolución proletaria
En su radicalismo pequeño-burgués, los sectores izquierdistas que conforman el chavismo por conveniencia ideológica se empeñan en llamar “revolución” algo que como vemos, no es mas que una variante de capitalismo de Estado; una “nueva” forma jurídica de administración del Estado burgués para proseguir la explotación del trabajo por parte del capital nacional. El hecho de que Chávez y sus discípulos y aduladores llame a esto “socialismo” no representa nada nuevo: la izquierda y los izquierdistas de todo cuño, se han encargado durante todo el siglo XX de calificar de “socialista” a cualquier gobierno donde el Estado asume el control de la vida económica, política y social, tal como sucedió con los países bajo la órbita rusa que formaban el “bloque socialista”, de los cuales sobreviven aun China, Corea del Norte y Cuba; donde es eliminado o se tiende a eliminar el capital privado, mientras los medios de producción pasan a ser controlados por el Estado, a través de la burocracia estatal; según ellos, mientras mas fuertes sean estas medidas, mas rápido se transitará la vía al “socialismo”. Hoy, la izquierda del capital, como fuerza defensora de los intereses del capital nacional, retoma de nuevo el “socialismo”, es decir, el capitalismo de Estado, pero esta vez bajo la cobertura de los movimientos antiglobalización y altermundialistas, para tratar de darle sustento ideológico a su planteamiento de que “otro mundo es posible”.
También este “neo-socialismo” retoma las políticas populistas, a las cuales se ve en la necesidad de recurrir la burguesía en momentos de crisis económicas y políticas como las que vivimos en la actualidad. En efecto, la manipulación de los sectores más pobres de la población o de la pequeña burguesía depauperada, es un recurso al que hecha mano la burguesía para tratar de controlar el malestar social generado por el crecimiento de la pobreza y los utiliza como fuerza social para proseguir su dominación de clase.
Con esta visión del “socialismo del siglo XXI” en mente, el chavismo nos ofrece erradicar la pobreza para el 2021. Para esta fecha, de seguir el chavismo en el poder, posiblemente logre una sociedad “igualitaria” en el sentido de que la casi totalidad de la población estaría “igualitariamente depauperada”, excepto obviamente, los nuevos ricos del chavismo; tal como lo ha logrado la burguesía en Cuba, Corea del Norte o China, sobrevivientes del viejo “socialismo”. La realidad es que el crecimiento de los índices de pobreza es inocultable e indetenible: a pesar de las descaradas manipulaciones de las cifras por parte de los organismos del Estado, el Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que el índice de pobreza había crecido en 10 puntos porcentuales durante los 6 años de gobierno chavista6. Este crecimiento de la pobreza no se debe a un problema de mala gestión del chavismo, como pretenden hacerlo creer los sectores burgueses de la oposición: bajo el capitalismo es imposible eliminar la pobreza, ya que el mismo modo de producción capitalista, no sólo requiere de un ataque incesante al salario y a las condiciones de vida de los trabajadores, sino que en su período de decadencia genera una masa cada vez mayor de proletarios que son lanzados a la calle, sin posibilidad de ser reabsorbidos por el aparato productivo. A la burguesía no le queda otro camino que hacer más precarias las condiciones de vida del proletariado, debido a que sus gastos los orienta a mantener su competitividad en el mercado mundial, a confrontar a las fracciones burguesas contrarias y, obviamente, a defender y mantener los privilegios que detenta como clase dominante.
Sin embargo la burguesía chavista tiene un factor que atenta contra sus planes: la agudización de la crisis del capitalismo y la propia descomposición del conjunto de la burguesía. Aunque la burguesía venezolana cuenta con importantes ingresos debido al alza histórica de los precios del petróleo, éstos no son eternos y por otra parte son insuficientes para el nivel de gastos que requiere mantener la “revolución”. Mas temprano que tarde la profundización de la crisis dará al traste con las misiones y todo el aparataje populista montado por el chavismo; en ese momento las masas volverán a manifestarse; pero estas manifestaciones terminarán en el callejón sin salida de la revuelta y la impotencia, a menos que la clase obrera tenga la capacidad de darle un sentido a esas manifestaciones de los depauperados, hacia la superación del capitalismo. Por ello es de suma importancia que los trabajadores reaccionen con su lucha ante los ataques a sus condiciones de vida, y enfrenten toda esta ideología bolivariana igualitarista; la igualdad ha sido la quimera ideológica que ha utilizado la burguesía junto con la ideología democrática desde mucho antes de la revolución francesa, para justificar su dominación de clase. Por ello es fundamental que la clase recupere su identidad de clase, su solidaridad y su moral proletaria. Así mismo, es fundamental la reflexión y discusión de los elementos mas politizados de la clase, para contrarrestar esta ofensiva ideológica de la burguesía.
En el capitalismo decadente, la burguesía, sea de derecha o izquierda, no tiene otra opción que recurrir a aplicar variantes al capitalismo de Estado, así lo adorne de bolivarianismo o de otro recurso ideológico. El “neo-socialismo” o “socialismo del siglo XXI” que pregona el chavismo no es mas que la implantación progresiva de unas condiciones de vida cada vez más precarias para los trabajadores y el conjunto de la sociedad. Ni las fuerzas de derecha ni de izquierda del capital pueden introducir reformas al sistema capitalista, y mucho menos hacer una revolución: la época en que la burguesía era una clase revolucionaria quedó cerrada cuando el modo de producción capitalista llegó a todos los confines del planeta; así mismo, la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, período marcado por la Primera Guerra Mundial, clausuró el período en el cual el proletariado podía luchar por reformas para obtener mejoras durables en sus condiciones de vida. Desde entonces hasta nuestros días el capitalismo sobrevive gracias a un ataque despiadado a las condiciones de vida de lo trabajadores y pauperizando a millones de seres humanos, labor que realiza con el apoyo de sus partidos de derecha e izquierda, y los sindicatos.
En este corto espacio no podemos desarrollar la visión marxista de la revolución proletaria7. Sin embargo, el factor que define a un movimiento como revolucionario es que esté liderado por el proletariado en armas organizado en Consejos Obreros, quien destruye de arriba abajo al Estado burgués y se erige como clase dominante de la sociedad, tomando el control de los medios de producción e incorporando a las masas no explotadoras a su causa. Estas son las enseñanzas, el abc, que surge de las mayores experiencias de los movimientos revolucionarios de la clase obrera: Comuna de París, la Revolución Rusa de 1905, la oleada revolucionaria que se inaugura con la Revolución Rusa en 1917. Esta es la única vía para pasar del reino de la penuria que es el capitalismo, al reino de la abundancia que es el comunismo.
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1Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 formado en su gran mayoría por los militares que insurgieron junto con Chávez Frías en 1992.
2Organizaciones promovidas y financiadas por el Estado, mediante las cuales se prestan servicios públicos de salud, educación, distribución de alimentos, etc. También mediante éstas se promueve el empleo precario mediante el cooperativismo. Mediante las redes que conforman las Misiones, los partidos que apoyan al gobierno realizan un control social, ya que se exige un compromiso con la “revolución bolivariana” para poder recibir las ayudas del Estado.
3Uno de los asesores de Chávez en los años 90 fue el argentino Norberto Ceresole, quien creó un modelo llamado “posdemocracia” que combinaba un espectro de ideologías que van desde el fascismo hasta el bolivarianismo, pasando por el estalinismo. Vemos que el cóctel ideológico de Chávez, propio de la descomposición, tiene paternidad.
4Se refiere al “guerrero” Ezequiel Zamora, líder de insurrecciones campesinas de mediados del siglo XIX; y a Simón Rodríguez, quien vivió entre los siglos XVIII y XIX , fue maestro de Bolívar y cambió su nombre por el de Samuel Robinson; su modelo planteaba que la América Española debía tener gobiernos e instituciones “originales”, que no copiara modelos foráneos.
5Un estudio reciente del Instituto Venezolana de Investigaciones Científicas arroja la dramática cifra que un tercio de los niños entre 2 y 15 años encuestados en estados del centro del país padecen de anemia; llegando al 71% en los niños menores de de 2 años en uno de esos estados. En la década de los 80 el porcentaje era comparable al de los países desarrollados.
6El Instituto Nacional de Estadística señaló que la pobreza había crecido de 42,8% en 1999 al 53% en el 2004. Sin embargo, un estudio de la empresa Datos señala que la pobreza abarca a 81% de la población, equivalente a 21 millones de personas (El Nacional, 31-03-05).
7Invitamos a nuestros lectores a conocer mas en profundidad nuestras posiciones al respecto en nuestro sitio en internet www.internationalism.org