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Pero en esa misma semana, el desempleo en España franqueaba un Rubicón especialmente dramático: la tasa del 20%. Explosión del desempleo que no tiene nada de "made in Spain" sino que se vive con dureza en otros muchos países: Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia etc.
Dos noticias que nada tiene de "asunto de especialistas" sino que afectan de lleno a la vida cotidiana de muchos millones de personas. Por una parte, la evolución de la economía plantea angustiosos interrogantes sobre el porvenir, sobre el futuro personal pero también de las generaciones más jóvenes o que vendrán después. ¿Qué mundo están teniendo y, sobre todo, van a tener?, tal es la pregunta que vuelve una y otra vez por mucho que se la quiera expulsar por incómoda, dejándose llevar por las múltiples "distracciones mediáticas" que el sistema nos ofrece, desde el fútbol hasta la "guerra de jueces" que arrasa la llamada "Justicia".
Por otro lado, el desempleo es una plaga que muchos millones de trabajadores en todo el mundo están sufriendo en toda su crudeza. Según una noticia recogida en Kaosenlared la cifra mundial de parados habría alcanzado 210 millones en 2009 y se calcula que entre 2009 y 2010 habría 51 millones de nuevos parados. De las cifras recién aparecidas en España no solo hay que ver el titular, el 20%, sino el contenido: 1,3 millones de familias tienen todos sus miembros en el paro y 1,8 millones de trabajadores llevan más de un año sin encontrar un empleo.
El desempleo no afecta únicamente a quienes no tienen trabajo, constituye una amenaza para quien todavía tiene "el privilegio" de seguir pudiendo ganarse la vida, además de que significa una presión a la baja sobre los salarios y provoca una sobrecarga general de trabajo entre los que siguen trabajando[1]. Por otra parte, crea un medio ambiente especialmente duro para los jóvenes que acaban los estudios o que buscan un primer empleo. Es igualmente el túnel que espera a los estudiantes de enseñanza secundaria o universitaria.
¿Salimos de la crisis?
Desde hace unos meses nos han pintado el "porvenir radiante" de que "la recuperación ya está en marcha", "se ven señales positivas", los "brotes verdes" de la ministra Salgado, los "hemos tocado techo" de tantos gobernantes etc.
Y sin embargo ¡los hechos son tozudos!: no solo no salimos de la crisis sino que estamos entrando en una nueva fase de la misma, fase superior y más grave, fase que podría denominarse crisis del híper endeudamiento.
No podemos hacer un análisis detallado[2], pero de forma muy sucinta podemos decir que el capitalismo es un sistema cuya producción está destinada a obtener un beneficio y no a satisfacer necesidades humanas. Por ello precisa de compradores solventes, es decir, agentes económicos que pueden pagar por los bienes y servicios producidos. Estos forman el mercado.
¿Cómo es este mercado? ¿Sería como una especie de goma que se puede estirar todo lo que se quiera sin límite alguno? ¿Sería el mercado algo infinitamente elástico? Esta es la ilusión que se hacen los capitalistas y sus defensores para convencerse -y convencernos- que el capitalismo es eterno, que sería el "sistema de convivencia más adaptado al ser humano".
Pero la historia y la experiencia nos demuestran que eso no es así, que la producción capitalista no crea su propio mercado[3]. El mercado capitalista no es infinito ni infinitamente elástico. Tiene unos límites históricos. El límite general lo marcó la formación del mercado mundial ya a principios del siglo XX. El choque del capitalismo con sus propios límites históricos abrió una era de catástrofes sin precedentes en la historia: dos Guerras Mundiales de una barbarie infinita, por innumerables guerras localizadas, crisis económicas recurrentes devastadoras (destacan la Gran Depresión de 1929 y lo que se ha llamado la Gran Recesión inaugurada en 2007), el totalitarismo estatal que ha dado lugar a toda clase de atrocidades (perpetradas por todo tipo de regímenes: fascistas, democráticos o estalinistas), el declive moral y cultural, la destrucción del medio ambiente. A su lado, los progresos científicos y tecnológicos, los momentos efímeros de prosperidad económica o el maquillaje de una degradación profunda realizado por el llamado "Estado del Bienestar", no son más que fuegos de artificio que esconden la decadencia y podredumbre del sistema.
Es cierto, que tras unos años de tremendas convulsiones (1914-45, lo que los comentaristas e historiadores llaman los "30 desastrosos"), hubo una etapa de relativa prosperidad que los adalides del capitalismo llamaron los "30 gloriosos" y utilizaron para proclamar que el capitalismo había superado definitivamente sus crisis, que los desastres de las dos guerras pasaban a la historia etc. Comprender esos "30 gloriosos" es necesario[4] pero podemos adelantar una idea general: el capitalismo intentó durante ese periodo extenderse hasta los últimos rincones del planeta y reforzó más la integración en los circuitos mercantiles y salariales de áreas donde predominaba todavía la agricultura tradicional y la artesanía. Todo ello le dio un relativo respiro.
Ahora bien, a partir de 1967, y muy particularmente desde 1973-75, esas últimas bocanadas de oxígeno se fueron extinguiendo, y el capitalismo se hunde en la crisis de sobreproducción.
¿Cómo ha intentado escapar a ella? Recurriendo en dosis cada vez más astronómicas a un endeudamiento generalizado, es decir, echando mano del mecanismo del crédito. El crédito aparenta resolver el problema pues parecen estirar el mercado como si fuera de goma. Pero en realidad lo que crean son burbujas que acaban estallando. Los últimos 40 años han estado salpicados por numerosos episodios donde el carácter contradictorio y artificial de esa constante huida hacia delante se ha puesto de manifiesto: en 1971 estalló la crisis del dólar que obligó a desvincularlo del patrón oro; en 1974-75 hubo una fuerte recesión; a finales de la década de 1970 toda la economía mundial se vio afectada por la estampida inflacionaria; si en los años 80, gracias a una brutal purga, pareció retomar el crecimiento económico, pronto se vio que aquello era un espejismo con desbarajustes como el crack de 1987 o la entrada de Japón a partir de 1989 en un largo estancamiento. 1991-93 vio una nueva recesión y una crisis monetaria en numerosos países europeos que obligó a la arriesgada operación de iniciar el camino hacia el euro. En 1997-98 el pánico se extendió por el planeta con la caída de los "tigres asiáticos". En 2001 estalló la crisis de la burbuja Internet y en 2007 la crisis de la burbuja inmobiliaria.
Ante todos esos episodios de convulsión, la "salida" ha sido siempre la misma: dosis enormes de endeudamiento. Sin embargo, cada vez se han necesitado dosis mayores de endeudamiento para obtener niveles de crecimiento cada vez menores.
En la crisis de 2007 se han necesitado movilizar unos 7 BILLONES de dólares para tapar el agujero cuyo principal exponente era todo el sistema bancario mundial. Esta cifra hace de las sumas empleadas para salir de anteriores convulsiones pura calderilla: en 1997-98 se lanzaron 80.000 millones de dólares, es decir, una cifra ¡casi 100 veces inferior!, y además mucho menor que la cifra que hoy se maneja para Grecia únicamente y que según el FMI equivaldría a unos 150.000 millones de dólares.
¿Y para que sirvieron los 7 billones de dólares? Apenas para salvar provisionalmente el sistema bancario y para evitar un desplome brutal. Pero hoy vemos como los problemas vuelven como un boomerang con mucha más fuerza poniendo en jaque la solvencia misma de los Estados.
¿Por qué tantas vacilaciones alemanas para "ayudar a Grecia"?
Prensa, políticos, economistas etc., con esa lamentable superficialidad que les caracteriza, atribuyen a "cálculos electorales", a "nacionalismos egoístas", la causa del espectáculo de inacción que se está viviendo ante la crisis griega. La UE no toma medidas y los acuerdos que se adoptan se vuelven papel mojado a las pocas horas.
Hay como mínimo dos razones de peso que explican las dificultades de toda la UE y en particular de Alemania. La primera razón es que en realidad la crisis griega no es sino la punta del iceberg tras la que se ocultan crisis mucho más peligrosas y que van desde Portugal e Irlanda hasta España y también Italia[5]. Alemania, primera potencia económica de la eurozona, ella misma con enormes dificultades, es consciente de que las cifras que se tendrían que movilizar para tapar los nuevos agujeros negros y en especial el español no están al alcance de sus debilitados bolsillos. Si Alemania se compromete en la complicada y arriesgada operación de "salvamento" de las economías griega, portuguesa, española etc., no solo puede acabar ella misma en la bancarrota sino que además las probabilidades de superar el problema son cada vez más limitadas.
Una segunda razón de fondo, es que si durante los últimos 40 años, las grandes potencias capitalistas han sido capaces de mantener una relativa cooperación en el terreno económico para mejor controlar la crisis y evitar verse salpicadas por sus peores efectos, la situación que se abre desde 2007 hace mucho más difícil esa cooperación y agudiza una tendencia innata y consustancial al capitalismo que es el SALVESE QUIEN PUEDA, el CADA UNO A LA SUYA. Este ADN del cuerpo capitalista se manifiesta claramente en el terreno guerrero e imperialista y en otros muchos planos de la vida social pero era menos visible en el campo económico.
Asistimos a una agudización del "nacionalismo económico". Las dificultades para "salvar a Grecia" no solo muestran los problemas de sus "salvadores" sino que manifiestan igualmente su patente indisciplina, el ventajismo y las trampas que cada cual hace para "arrimar el agua a su molino", la multiplicación de contradicciones entre ellos.
En Alemania hay una insistente campaña contra "los griegos" que supuestamente estarían "viviendo a costa de los alemanes". A su vez, en Grecia apuntan los dardos contra los alemanes que estarían "volviendo a las andadas" imitando a sus "antepasados nazis". Se trata de campañas canallescas destinadas a dividir a la clase obrera y a lanzar a unos obreros contra otros. Pero estas campañas se apoyan en las tendencias crecientes hacia el "nacionalismo económico" que erosionan la relativa e interesada "cooperación entre bandidos" que se mantuvo anteriormente.
Así pues no es descabellado vislumbrar en el horizonte una crisis del euro cuyas consecuencias desastrosas harían palidecer los problemas que hemos sufrido en 2007-2009. Pero sería un error limitarlo a un fenómeno europeo. Su marco más global es lo que podríamos llamar una crisis de las monedas que se está incubando y en la que el dólar puede ser igualmente el protagonista.
Las economías tienden a la parálisis. Los enormes "estímulos" en forma de grandes sumas de dinero público no pueden ser retirados pues ello supondría que la débil llama de la "recuperación" se apagaría bruscamente y dejaría paso a una brutal caída. Pero la continuación de las "ayudas" crea una enorme presión sobre las finanzas de los Estados de la cual es muy difícil liberarse. Todo esto genera una perspectiva bastante caótica consistente en que la gran mayoría de economías tienden a meterse en una estrecha senda donde en un lado está el abismo de la deflación y en otro lado el no menos abismal peligro de la inflación.
Los planes de austeridad no son la "salida"
Los políticos y los economistas hablan de "planes de austeridad" que permitirían un "cambio de política". Este es el gran mantra que repiten no solo en Grecia sino igualmente en Gran Bretaña o España y en países que supuestamente "estarían mejor" como Alemania y Francia.
En condiciones donde los mercados podían crecer y la producción podía extenderse, aunque fuera provisionalmente, los planes de austeridad proporcionaron un saneamiento de la economía. Tras la Segunda Guerra Mundial, en países como Gran Bretaña o Francia se produjeron duros ajustes que luego acarrearon una prosperidad que llegó hasta los 60. En España el famoso Plan de Estabilización de 1959 abrió la puerta al magro "desarrollismo" de los 60. Evidentemente, estas purgas supusieron tremendos sufrimientos para los trabajadores. Sin embargo, proporcionaron un cierto alivio.
Pero hoy las condiciones no son las mismas que en los años 50-60. Las posibilidades de modesta expansión que entonces todavía tenía la economía mundial han desaparecido. Hoy el mercado mundial se ha hecho crecientemente rígido e inelástico y la gigantesca montaña de deudas con la que ha logrado mantenerse cierra gradualmente las puertas de salida.
En ese contexto, los planes de austeridad, aún siendo imprescindibles pues de otra manera la bancarrota de los Estados podía materializarse, no pueden ofrecer ninguna salida, peor aún, tienden a encoger todavía más el mercado, agudizan una tendencia que desde hace tiempo se viene perfilando en la economía capitalista mundial: su gradual empobrecimiento, el fenómeno de que las bases de su reproducción se hacen cada vez más estrechas y más frágiles.
Cuando sectores obreros intuyen e incluso llegan a formular en voz alta el eslogan LOS SACRIFICIOS SOLO TRAEN NUEVOS SACRIFICIOS no están simplemente expresando un grito de dolor, están poniendo en evidencia la realidad científica de la marcha de la economía capitalista, algo que es un arcano para muchos economistas y que por desgracia también lo es para gentes que se dicen "marxistas" y se llenan la boca con sesudos y complicados esquemas.
Podrá haber altos y bajos, habrá quizá aparentes sobresaltos de recuperación, pero algo se precisa cada vez más: el capitalismo mundial como un todo tiende a un empobrecimiento, a que la acumulación -lo que asegura su reproducción año tras año- tenga unos cimientos cada vez más estrechos y convulsos. Como decían nuestros antepasados de la Izquierda Comunista de Francia "El capitalismo se asemeja a un rascacielos que obligado a crecer sin cesar para paliar los efectos de su crisis histórica, construye nuevos pisos con los materiales excavados de sus cimientos. Cuanto más imponente es el edificio más frágiles y débiles son las bases que lo sustentan" (1952).
Del capitalismo y de sus planes de austeridad solo podemos esperar MAS DESEMPLEO, MAS MISERIA, MAS SUFRIMIENTO, MAS BARBARIE.
Lo único realista aunque el camino para llegar a ello sea enormemente duro y difícil es la lucha masiva de la clase obrera en la perspectiva de la revolución mundial. Como dijo la Internacional Comunista en 1919 PARA QUE LA HUMANIDAD PUEDA VIVIR EL CAPITALISMO DEBE MORIR.
Smolny 1-5-10
[1] Un ejemplo entre otros muchos que ha sido denunciado por trabajadores en las manifestaciones de correos: en muchos lugares de España el cartero tiene que emplear ¡una semana! para repartir todas las cartas tal es la extensión del área que tiene encomendada.
[2] Nos remitimos a los numerosos artículos que hemos publicado en nuestra Revista Internacional. Entre otros: La crisis económica más grave de la historia del capitalismo (nº 136: /content/2484/la-crisis-economica-mas-grave-de-la-historia-del-capitalismo ), El mito de la Green Economy (nº 138: https://es.internationalism.org/node/2633 ).
[3] Un axioma del economista burgués Say duramente criticado por Marx.
[4] Ver el debate que llevamos en nuestra Revista Internacional: nº 133 (/revista-internacional/200806/2280/debate-interno-en-la-cci-las-causas-del-periodo-de-prosperidad-con ); nº 136 (/revista-internacional/200904/2535/debate-interno-en-la-cci-iii-las-causas-de-la-prosperidad-consecut );nº 138 (https://es.internationalism.org/node/2628 )
[5] Hay que señalar que Gran Bretaña que está en la UE pero no en la eurozona arrastra un déficit igual o más grave que el español o el griego: 11,8%.