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Hemos seguido, desde el principio (ver RM anterior y www.internationalism.org), las pugnas burguesas e imperialistas con ocasión del golpe de Estado del 28 de junio del 2009[1] perpetrado por una parte importante de la clase capitalista hondureña con Roberto Micheletti a la cabeza que ha derrocado a la fracción de Manuel Zelaya alineada en los últimos años a las pretensiones imperialistas de la burguesía chavista en la región; una situación que ha revelado el intento de los EU para retomar su iniciativa en un contexto de debilitamiento de su liderazgo a nivel mundial y en particular en la región de América Latina y sobre todo en Centroamérica frente al avance del Estado venezolano con su "franquicia" del "Socialismo del Siglo XXI". A escasos cuatro meses se ha cumplido la previsión de la CCI en el sentido de que conforme ha avanzado el tiempo ha aparecido inevitablemente la "mano que mece la cuna", tanto del lado de los golpistas donde EU muy democráticamente se ha ido descubriendo detrás de los "gorilas", tanto del lado de los zelayistas donde, por su parte, la burguesía chavista asume de manera cada vez más evidente la defensa y la promoción de Zelaya. En varias oportunidades hemos analizado la cuestión de la estratégica geopolítica de las acciones llevadas a cabo por los Estados nacionales de la región y, sobre todo, por los EU que intentan retomar el control que han visto relajarse por el protagonismo imperialista no sólo de Caracas sino también de otros polos capitalistas importantes en el área como Brasil que, a pesar de considerarse muy cercano a la burguesía norteamericana, también hace valer sus propias veleidades imperialistas. Todo esto confirmado últimamente con los acontecimientos recientes. Las relaciones imperialistas constituyen hoy una maraña de desestabilización, caos y guerras que cubre absolutamente todo el mundo. Ningún país, por grande o pequeño que sea, escapa al siniestro juego de las pugnas imperialistas.
En esta ocasión, deseamos poner de relieve dos peligros mortales contra la clase obrera derivados de este tipo de enfrentamientos burgueses: la democracia y el nacionalismo. En efecto, soportando una miseria material inaudita desde hace ya varias décadas y sufriendo últimamente los golpes económicos más brutales por parte de la burguesía para echar sobre sus espaldas el costo de las medidas anticrisis, la clase obrera de la región al igual que sus hermanos de clase en todo el mundo tiene por delante la tarea de reflexionar sobre el futuro que le depara el capitalismo y en particular de intentar buscar cómo enfrentar a la burguesía. En particular, se trata de encontrar su identidad de clase perdida que le ha llevado en varias ocasiones y en varios países a participar como una capa social descontenta en medio de movimientos o revueltas interclasistas olvidando la defensa de sus propios intereses de clase.
El nacionalismo y la democracia burgueses: veneno mortal contra el proletariado
La democracia. Cuando Zelaya fue derrocado, de inmediato la fracción burguesa que lo apoya convocó al "pueblo" a movilizarse para defender "la democracia mancillada" por los golpistas y en particular arengó a las masas de trabajadores que fueron movilizadas por los partidos de izquierda e izquierdistas, organizaciones sociales, campesinas, indigenistas y, claro está, los sindicatos, los cuales, aparte de encuadrar y controlar a la clase obrera, en tiempos de enfrentamientos interburgueses también actúan para enrolarla como carne de cañón tras tal o cual fracción burguesa. Para los trabajadores, "defender la democracia y el régimen constitucional de Honduras" es un terreno completamente minado pues se está comprometiendo en la salvaguarda de los valores de la burguesía. Si la democracia significa el método de dictadura más eficaz del capital contra las masas explotadas, la puesta en cuestión de las instituciones democráticas por una parte de la misma burguesía se debe a pugnas internas dentro del Estado capitalista que se disputan los beneficios que reporta el control del poder central del país. Es decir, se trata pura y llanamente de un pleito interburgués donde las distintas fracciones buscan siempre cómo enrolar al "pueblo" (término interclasista que esconde la realidad de la lucha de clases) en sus enfrentamientos sangrientos y particularmente al proletariado al que en todo momento intentan alejar de sus propios intereses para canalizar y esterilizar su descontento y sus esperanzas como clase.
El nacionalismo. Junto a la democracia es uno de los mejores engaños de la burguesía para conseguir que la clase obrera identifique sus intereses con la defensa de los "verdaderos intereses nacionales"; en este conflicto interburgués en Honduras la trampa consiste en que cada facción apela al "pueblo" como el disfraz del interés nacional donde cabrían la gran mayoría de capitalistas "demócratas", la pequeña burguesía, los trabajadores, en fin, toda la nación, excepto los "vendepatrias" según las consideraciones de cada bando. Se trata de enmascarar el verdadero conflicto entre tiburones capitalistas e imperialistas defensores de sus propios intereses de fracción para que el proletariado no descubra las verdaderas razones de la disputa, lo cual podría posibilitar que los trabajadores identificaran claramente el verdadero interés imperialista y democrático en juego, favoreciendo la toma de conciencia comunista no sólo de los obreros del país sino de la región continental y del globo entero poniendo en perspectiva lo que verdaderamente está en juego para el proletariado y para la humanidad en este periodo histórico. Es decir, las pugnas nacionales e imperialistas de la burguesía siempre se camuflarán con motivos nobles y progresistas pues temen que el proletariado tome conciencia de sus verdaderas razones y se posibilite su alejamiento de las trampas nacionalistas y democráticas y la búsqueda de sus propios intereses y métodos de lucha. En esta región precisamente hay una afectación particular hacia los trabajadores quienes por generaciones fueron sometidos a la influencia de la propaganda nacionalista con motivo de las "luchas de liberación nacional" del periodo de la Guerra Fría (después de la II Guerra Mundial hasta 1989) promovidas por los dos bloques imperialistas existentes en la época y que enrolaron tras esa ideología a miles de proletarios que se perdieron para la causa proletaria en aras de los intereses del capital.
La Nación es un pilar básico del capitalismo desde el que la burguesía defiende la plusvalía y la posición que tiene en el mercado mundial frente a la competencia de las otras naciones, para lo cual intensifica sin cesar la explotación y los sacrificios de los trabajadores y sus familias. Por consiguiente el interés nacional y el interés de los trabajadores son radicalmente incompatibles y antagónicos. Las ideas en disputa en este conflicto insisten según sus intereses en que existiría un interés nacional "favorable a los trabajadores". Los zelayistas arguyen en el sentido de que "defendiendo a la democracia y sus libertades" con... Zelaya, el "pueblo", o sea los trabajadores, lograrán mejoras a sus condiciones de vida y de trabajo. Los golpistas tratan, por su lado, de convencer que con ellos, defendiendo la verdadera democracia y no la de los chavistas, los trabajadores conseguirán lo que nunca soñaron en esos mismos rubros. ¿A quién creerle? ¡A NINGÚN BANDO BURGUÉS! La historia del siglo XX y la primera década del XXI nos demuestra que con el señuelo de un "interés nacional al servicio de la mayoría" la burguesía ha conseguido descarrilar al proletariado de su terreno de clase y desviarlo hacia el abismo de su destrucción física y de su conciencia.
¿Qué debe hacer la clase obrera?
En los conflictos interburgueses dentro de un país o en el terreno imperialista, la burguesía gana y los perdedores son el proletariado y las otras capas explotadas que son arrastradas detrás de los dos bandos beligerantes, poniendo el sufrimiento, el hambre y los muertos. Tampoco hay que caer en la trampa que tienden los izquierdistas para enrolar a elementos que no apoyan a ningún bando, en la formación de todo tipo de agrupaciones políticas, con la pretensión de apoyar la "resistencia popular" para lograr un cambio importante en la región al nivel de la democracia o por el bien de patria; esta "resistencia popular" al fin y al cabo reivindica la categoría de "pueblo" que, como ya lo dijimos, oculta la lucha de clases, y en la dinámica actual busca aprovechar la buena voluntad de elementos en búsqueda de una real alternativa proletaria para enredarlos en esta "resistencia" haciendo finalmente el caldo gordo a una u otra facción burguesa.
Para evitar la trampa democrática y nacionalista "La autonomía del proletariado frente a las demás clases de la sociedad es la condición esencial del desarrollo de su lucha hacia el objetivo revolucionario. Todas las alianzas, y particularmente con las fracciones de la burguesía, no pueden más que conducir a su desarme ante su enemigo haciéndole abandonar el único terreno en donde puede templar sus fuerzas: su terreno de clase" (punto IX de la Plataforma de la CCI que puede consultarse en www.internationalism.org).
RR / octubre del 2009
[1] Un hecho que revela hasta qué punto se ha profundizado el desarrollo de la descomposición capitalista y ha dado al traste con la pretensión arrogante de la burguesía en el sentido de haber logrado erradicar este tipo de anacronismo político desde hace ya dos décadas con su sacrosanta marea democrática en la región.