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La huelga que se desarrolla desde el 20 de enero en Guadalupe, se ha extendido como una mancha de aceite en Martinica a partir del 5 de febrero y amenaza con extenderse próximamente a la isla de la Reunión y a Guyana, e incluso a los demás DOM (departamentos de ultramar). No tiene nada de exótico o de conflicto identitario. Es realmente una expresión de la recuperación internacional de la lucha de clases actualmente en curso, lo que demuestra un aumento general de la ira y la combatividad de los trabajadores frente a la vida cara y a la degradación de las condiciones de vida y de los salarios.
En las Antillas, los precios son en promedio de 35 a 50% más caros que en la metrópoli (las zanahorias el 164%, las endibias el 135%, los puerros el 107%, la carne de pollo más del 50% etc.), mientras que el desempleo alcanza oficialmente más de 24% de la población- y 56% entre los jóvenes de menos de 25 años - (este territorio cuenta también más de 52 000 RMIstes[1]). A pesar de la influencia nacionalista y sindicalista que sin duda ha pesado sobre el movimiento, los 146 reivindicaciones expuestas por los huelguistas están todas vinculadas a la cuestión de los ataques del nivel de vida: disminución inmediata del precio de los combustibles, reducción de los precios de todos los productos de primera necesidad, así como de los impuestos y gravámenes, congelación de los alquileres, aumento de los salarios de 200 euros neto para todos los trabajadores, así como para las pensiones y las prestaciones sociales mínimas, reducción del precio de agua y de los transportes públicos, titularizar los contratos para todos los empleos precarios tanto en el sector privado que en el sector público. La popularidad de esas reivindicaciones como la perseverancia de la lucha en hacer retroceder el Gobierno reflejan el alcance de la movilización y la combatividad de los trabajadores, lo que se une a las manifestaciones del 29 de enero en Francia, a las luchas de los trabajadores jóvenes en Grecia[2], las manifestaciones masivas en Islandia o las recientes huelgas obreras en Gran Bretaña[3]
A pesar de la propaganda difundida por los medios de comunicación poniendo por delante el folklore local animado por las asociaciones culturales (manifestaciones y cantos Rítmicos a base del tambor tradicional), y especialmente con toda la bulla alrededor de la reivindicación de la "creolidad" frente a los « békés » blancos y el tono nacionalista "anti-colonial" que ha querido darse al movimiento, estas características tradicionales del movimiento en las Antillas han sido constantemente relegadas a un segundo plano. El colectivo LKP (Lyannaj kont profitasyon, Unión contra los Superbeneficios) que reagrupa 49 organizaciones sindicales, políticas, culturales y asociativas con su líder Carismático Elie Domota a la cabeza, han buscado a canalizar la lucha que cuestionaba claramente las condiciones de explotación de los trabajadores.
Debemos encomiar el carácter masivo, unitario y solidario de la huelga que muestra la vía en la cual el conjunto de la clase trabajadora hoy debe comprometerse ante el deterioro general de sus condiciones de vida.
Desde el comienzo de la huelga, los autobuses no circulan, los establecimientos escolares, la universidad, los hipermercados, las administraciones y la mayoría de las empresas y comercios están cerrados. El puerto, el Centro comercial y la zona industrial de Pointe-à-Pitre están desiertos. Una vez más, frente a la escasez de alimentos o de gasolina, una verdadera solidaridad de clase se ha expresado, a todos los niveles, entre parientes, amigos o vecinos. Los movimientos de protesta contra la vida cara habían comenzado desde los dias 16 y 17 de diciembre de 2008 con manifestaciones en las calles de Pointe-à-Pitre y de Basse-Terre mientras que el prefecto había negado a recibir una delegación de huelguistas considerada demasiado numerosa y había impedido su acceso a la prefectura mediante el despliegue de numerosas fuerzas de policía.
En Guadalupe, la manifestación del 30 de enero de Pointe-à-Pitre empezó con varios miles de personas y poco a poco se le fueron sumando hasta 65000 personas que llegaron al centro de la ciudad. Fue la mayor manifestación jamás realizada en el archipiélago. En proporción a la población de la isla equivaldría a que 10 millones de personas desfilaran por las calles de París.
Un millar de secundaria y estudiantes se sumaron a los trabajadores en huelga.
El Palacio de la Mutualidad de Pointe-à-Pitre se ha convertido en un lugar de reunión, de expresión, de debates de muchos trabajadores y en particular las obreras han podido tomar la palabra para hablar de su ira o de su consternación por sus condiciones de existencia. En una de las primeras sesiones de negociaciones, el 26 de enero, periodistas y técnicos huelguistas de Radio-Francia ultramar (RFO) habían colocado las cámaras en el interior de las salas donde tenían lugar las negociaciones y altavoces para que todo el mundo las pudiera conocer y seguir en directo.
En Fort-de-France, el 9 de febrero desfilaron unas 20000 personas que planteaban las mismas reivindicaciones y consignas que los trabajadores de Guadalupe.
La llegada de Yves Jégo, Secretario de Estado de Ultramar, a la isla ha permitido la vuelta al trabajo de la mayoría de los 115 estaciones de combustible (cuyos pequeños empresarios también estaban en huelga) con la promesa la limitación de creación de nuevas estaciones de servicio automáticas en manos de los grandes grupos petroleros. El Viceministro ha multiplicado las promesas para tratar de resolver el conflicto (reducción de los impuestos sobre los productos derivados del petróleo, sobre los productos lácteos, reducción de los tipos del impuesto de vivienda y el impuesto territorial), comprometiéndose a favorecer la negociación ante el patronato de exenciones diversas equivalente a 130 euros por asalariado. Mientras que la negociación de los 200 euros de aumento salarial mensual estaba en curso entre patronos y sindicatos, bajo la égida del prefecto, Jégo era llamado al orden urgentemente desde París. Su salida precipitada, sus declaraciones contradictorias (al principio decía que no se inmiscuía en las negociaciones salariales puesto que según él solo eran de la incumbencia de patronal y sindicatos), su espectacular regreso a la isla, donde se vio "acompañado" por dos "mediadores" que no le dejaban hacer nada, su nueva salida de la isla sin haber resuelto nada, acabaron por atizar la ira de la población, indignada por el desprecio de que era objeto y las continuas mentiras.
Bajo la presión de la ira de los huelguistas y de la población en general, los sindicatos y el LKP se vieron obligados a radicalizar sus posiciones. Se celebraron Asambleas Generales en las empresas y se formaron "delegaciones volantes" que iban de una empresa a otra a dialogar con los trabajadores, se fortalecieron los piquetes de huelga. Para desactivar el conflicto el PS local lanzó la propuesta de pagar durante 3 meses una prima de 100 euros lo cual fue aceptado por el Gobierno regional pero fue vigorosamente rechazado por los huelguistas.
El 14 de febrero, se celebró una manifestación en La Moule con asistencia de más de 10.000 personas en conmemoración de los acontecimientos de 1952 donde los gendarmes habían disparado contra los manifestantes, matando 4 obreros que trabajaban en la caña de azúcar y hiriendo a 14 más, tras una huelga que había durado 3 meses y medio. Este lugar alberga aún la fábrica de caña de azúcar Gardel que, junto con una central térmica, da de comer a unas 9000 personas. En 1967 una represión aún más sangrienta de una manifestación de obreros de la construcción y de las Obras Públicas en Pointe-à-Pître había costado un centenar de muertos.
Durante semanas, los innumerables maniobras y las redes utilizadas para dividir a los huelguistas y desactivar el movimiento, tratando de encerrarlo en un terreno puramente nacionalista, no tuvieron éxito. El 16 de febrero, mientras que el LKP organizaba bloqueos en las carreteras para "denunciar el bloqueo de las negociaciones", el Gobierno francés alzaba el tono, declarando «intolerable la continuación de la situación » y la policía comenzó a cargar contra los manifestantes (hasta entonces no había intervenido), e hirieron a dos de ellos y procedieron a una cincuentena de detenciones aunque todos eran puestos en libertad 3 horas más tarde.
En las Antillas, como en la metrópoli, como en otros lugares, el vendaval social que tanto inquieta a los gobiernos, ha empezado a soplar. En muchos lugares, confrontándose a la dura experiencia de la agravación de la crisis y las manifestaciones de la quiebra del capitalismo, la clase obrera empieza a reapropiarse su identidad de clase y a desarrollar una lenta toma de conciencia a pesar de la multiplicación de trampas y de obstáculos que le tienden sus enemigos irreductibles. Se prepara para entrar en un periodo histórico donde nada será como antes, «donde los de arriba ya no pueden y los de abajo ya no quieren» -como decía Lenin hace un siglo.
W 17 febrero 2009
[1] Una especie de salario mínimo
[2] Ver en Revista Internacional nº 136 artículo sobre luchas en Grecia: /revista-internacional/200904/2483/las-revueltas-de-la-juventud-en-grecia-confirman-el-desarrollo-de-
[3] Ver artículo en https://es.internationalism.org/node/2493