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La agravación de la crisis económica hace más necesaria que nunca la lucha colectiva y solidaria de los trabajadores. En el desarrollo de esa lucha una pregunta se plantea: ¿sirven los sindicatos como herramienta para la lucha obrera? O, por el contrario, ¿la única forma de defender con un mínimo de fuerza las reivindicaciones obreras es hacerlo fuera de la tutela sindical?
Para responder a estas cuestiones abrimos una rúbrica en nuestras publicaciones donde todos los que estén interesados podrán plantear no solo sus preguntas sino también respuestas, propuestas, iniciativas etc.
¿La lucha reivindicativa de los obreros, tiene que ser necesariamente una lucha sindical?
Empezamos con un tema que se ha planteado en diferentes foros1. No vamos a citar quién ha dicho tal cosa sino qué se ha dicho. Se trata de aclarar los problemas y que todos salgamos más claros y más fuertes y no de hacer una competición por ver quién tiene razón. En el debate proletario TODOS GANAN: tanto los que aparentemente "tenían razón", como los que "estaban equivocados", pues en la síntesis a la que se llega todos transforman las ideas iniciales con las que entraron en el debate.
En un Foro, un compañero afirma: «Yo conozco personas que tienen casa, carro y trabajo, y no pueden ni comer bien, viven bajo presiones, viven exaltados, porque están apretados económicamente, y cinco pesos que les den de aumento es un gran alivio para ellos ¿como yo podría conseguir pensiones, seguro de salud, y retiros si no es a través de una organización de reclamos económicos? ¿Van los trabajadores a decirle no me den nada de eso, que esta es una organización burguesa y reformista?»
Para los partidos de "izquierda" y también - desgraciadamente - para un cierto número de grupos proletarios, es un dogma decir que si los trabajadores quieren defender sus reivindicaciones tienen que pasar por las oficinas sindicales. Pero es un dogma inculcado por la ideología dominante: hay patronos que les dicen a sus obreros "si queréis plantear una reivindicación acudid a los sindicatos o constituid vosotros un sindicato".
La persistencia de ese dogma provoca desorientación en muchos compañeros: resulta que la tasa de sindicación es, en la inmensa mayoría de los países industrializados, enormemente baja2, en España por ejemplo apenas alcanza al 10% de la población laboral. ¿Qué pasa entonces? se preguntan, ¿Que los obreros no quieren defender sus intereses? ¿Que son tan aburguesados e insolidarios que no se apuntan a los sindicatos?
Sin embargo, el problema está en el dogma lucha sindical = lucha reivindicativa. Pero hace ya muchos años3 que ese dogma no casa con la realidad. Los sindicatos en nuestra época no defienden la lucha reivindicativa de los trabajadores y estos en cuanto tienen un mínimo de fuerza y compañerismo llevan su lucha fuera de los sindicatos.
Es más estos profesionales de la "negociación" y de la "consecución" de las reivindicaciones obreras no nos garantizan ni seguro de salud, ni pensiones, ni esos 5 pesos más de salario, sino todo lo contrario, participan mano a mano con patronal y gobierno en el empeoramiento de nuestras condiciones de vida. Y hay cientos de ejemplos de ello. Sin ir más lejos en España, con gobiernos de Aznar y de Zapatero, los dos grandes sindicatos han acordado año tras año con la patronal el llamado marco de referencia para los convenios colectivos, que, en la práctica ha representado una pérdida neta del poder adquisitivo de los salarios. Según un reciente estudio realizado sobre la pobreza (www.barometrosocial.es) el salario medio ha disminuido un 2'4% entre 1994 y 2006. En cuanto al llamado salario indirecto que es un indicativo del bienestar social ha descendido un 8% en términos de PIB en ese mismo período.
Los sindicatos tampoco representan un muro de protección contra los despidos sino que negocian con la patronal la manera de aplicarlos. ¿Qué se lo pregunten por ejemplo a los obreros de SEAT, de astilleros y de tantas otras empresas y sectores? Los sindicatos no garantizan las prestaciones de la seguridad social ni son un dique ante la precariedad, sino que han firmado numerosos acuerdos para ponerles más difíciles a los trabajadores acceder a pensiones y subsidios, y facilitar en cambio a los empresarios el recurso de una mano de obra con salarios de miseria, sometida al chantaje de los contratos temporales y que puede ser despedida por cuatro perras.
La defensa de la economía nacional y de la empresa
¿Por qué se comportan así, por qué nos clavan una y otra vez la puñalada por la espalda? Lo que impide a los sindicatos defender los intereses de los trabajadores es que pretenden que estos serían compatibles con el interés de la economía nacional y de la empresa.
¿Qué significa salvar la empresa? ¿Qué significa defender el interés nacional?
La economía capitalista está basada, no en la satisfacción de las necesidades humanas, sino en el logro de la acumulación capitalista. Este es el fin último de la explotación de la fuerza de trabajo del proletariado. Sin aquella ésta no tiene sentido en el capitalismo como puede comprobarse fácilmente observando la escalada del desempleo en estos momentos de crisis (ver artículo en este mismo número de AP). Por ello la acumulación de capital pasa por encima de las necesidades obreras. Así por ejemplo, el interés de la empresa, o de esa empresa colectiva, que es la nación exige:
- Eliminar aquellos puestos de trabajo tanto en la empresa privada como en la administración pública que no son rentables;
- Desarrollar la precariedad para que la producción sea lo más flexible posible ante las necesidades del mercado;
- Importar mano de obra emigrante y someterla una presión de ilegalización, racismo etc., para reducir a la baja los costes laborales;
- Llegado el caso: "deslocalizar" la producción hacia China lo que significa, por un lado despidos aquí y salarios de hambre allá;
No hay ninguna manera humana de hacer compatibles los intereses de los trabajadores con los intereses de la empresa y de la economía nacional. 4.
Pero la función que les incumbe a los sindicatos en el organigrama del Estado capitalista es precisamente escamotear a los trabajadores esa incompatibilidad, esa lucha de clases. Por ello se inventan patrañas tales como que podría mejorarse la rentabilidad de la empresa sin aumentar la explotación de los obreros (gracias al incremento de la sacrosanta "productividad"), o que el Estado democrático permitiría a la mayoría de la población que es la clase trabajadora imponerles a los capitalistas un reparto "ecuánime" de los sacrificios y que ahora, por emplear una frase que no se quitan de la boca los principales dirigentes sindicales: «la crisis la paguen los capitalistas».
Respecto a lo primero y ese "NODO" del I+D+I que ahora nos venden como "panacea" para empresas y trabajadores es, en la situación actual del capitalismo mundial, una vía para aumentar la explotación. Desde sus inicios el movimiento obrero ha señalado que el capital acrecienta la plusvalía (es decir el tiempo de trabajo del obrero que no se le remunera) bien a través de la "vía absoluta" (resumidamente diremos que mediante la disminución de la remuneración o del aumento de la jornada manteniendo el salario) o bien a través de la "vía relativa" (también de manera sintética: manteniendo salario y jornada pero haciendo que produzca más mercancías por hora trabajada). En el periodo de decadencia capitalista, los aumentos de productividad van ligados a los despidos y al aumento de la extracción de plusvalía relativa - y en momentos de crisis como el presente también de la plusvalía absoluta -. Estamos hartos de ver como la inauguración de nuevas factorías "a la última", o la informatización de las oficinas representa el despido y la condena a un desempleo crónico de miles de compañeros, del mismo modo que hemos comprobado una y otra vez en carne propia como quienes tienen el "privilegio" de conservar el puesto de trabajo de esas nuevas factorías "superautomatizadas" ven empeoradas sus condiciones de salud como consecuencia del aumento de los ritmos, de la creciente deshumanización de la actividad laboral cada vez más reducida a reproducir una rutina a menudo absurda, o la creciente atomización y soledad que se extiende del trabajo a todas las esferas de la vida en la sociedad actual. En una sociedad como la capitalista, dividida en clases, la ciencia, la tecnología, el "progreso",... no son instrumentos neutros al servicio de la humanidad sino ante todo instrumentos para incrementar la acumulación capitalista.
Lo mismo cabe decir del Estado por muy "democrática" que sea su fachada, que tampoco es un medio de conjugar los distintos intereses presentes en la sociedad, sino una maquinaria al servicio del mantenimiento de los privilegios de la clase dominante. Por ello el cuento de sean los capitalistas "paguen la crisis" parte de otra falsedad como es la de creer que explotados y explotadores formamos parte de una misma comunidad que es el Estado nacional, en la que lo que se produce hay que repartirlo entre los ciudadanos. Pero esta es la tesis que repetía el ideólogo del fascismo español -José Antonio - según la cual "trabajadores y capitalistas vamos en el mismo barco". Sin embargo, la nación es la finca privada del conjunto de capitalistas donde estos, a través del Estado, luchan contra las demás naciones por el reparto del mundo y por obtener las porciones más ventajosas del mercado mundial.
Creer que los capitalistas se van a conformar con una ganancia razonable, que van a renunciar a aumentarla o incluso van a bajarla, para que sus "compatriotas" trabajadores vivan un poco mejor... es una ¡pura utopía reaccionaria! El engranaje de la economía capitalista obliga a los capitalistas, como decíamos, a incrementar incansablemente sus ganancias. Si un capital nacional o un capitalista individual se "conformaran" con una ganancia "equitativa" se verían devorados por sus rivales. El capitalismo lleva en sus propios cromosomas la competencia a muerte, la dinámica incesante de obtención de ganancias.
¿Serían posibles unos sindicatos que tuvieran como norte la defensa de los trabajadores y no la defensa de la economía nacional y de la empresa?
Los sindicatos fueron creados en el siglo XIX por los propios trabajadores como instrumentos de su lucha reivindicativa. Fue un periodo histórico donde globalmente y de manera progresiva y gradual se podían obtener mejoras reales y duraderas de la condición obrera porque el capitalismo era un sistema en expansión, que tendía a extenderse a todos los rincones del planeta. En un debate dentro de la Primera Internacional, Marx puso el ejemplo de que la sopera de la economía mundial se hacía cada vez más grande y dentro de ella los trabajadores podían aumentar su ración si hacían su cuchara cada vez mayor5.
Mientras el orden capitalista contribuyó - pese a los enormes sufrimientos que causó - al desarrollo de las fuerzas productivas, mientras fue un sistema en expansión y desarrollo, esa tarea de luchar por mejoras y reformas tenía pleno sentido; pero ¿qué pasa cuando el capitalismo se hunde en guerras devastadoras, cuando sus fases de prosperidad tienden a reducirse mientras que sus momentos de depresión y crisis tienden a aumentar, cuando se ve que, pese a los momentos de euforia y bienestar, lo que domina globalmente la vida de la inmensa mayoría de los seres humanos es la tendencia a la miseria, la inseguridad ante el futuro, la convulsión y la inestabilidad?
En tales condiciones generales que son las que tienden a primar desde principios del siglo XX y hoy las podemos comprobar en toda su virulencia, los sindicatos se transforman en herramientas que, absorbidas por el Estado capitalista, contribuyen junto con Patronal y Gobierno al empeoramiento de las condiciones de vida.
Esto ya lo preveía Rosa Luxemburgo en su obra "Reforma o Revolución" escrita en 1899: «si el desarrollo de la industria ha alcanzado su punto máximo y empieza, por tanto, el "declive" capitalista en el mercado mundial; si tiende a bajar la cuesta, la lucha sindical será entonces doblemente difícil: primero porque se empeoran las condiciones objetivas que el mercado ofrecerá a la fuerza de trabajo, puesto que la demanda será más lenta y la oferta más rápida, como actualmente ya ocurre, y segundo, porque el capital, para resarcirse de las pérdidas, discutirá cada vez con más encono la porción del producto correspondiente a la mano de obra».
¿En qué consiste la lucha reivindicativa de los trabajadores?
La lucha reivindicativa de los trabajadores consiste en defender sus necesidades como seres humanos de comer, vestir, dar un futuro a sus hijos, darse los medios para gozar de un mínimo de bienestar y dignidad. Esas necesidades elementales tienen vigencia haya o no haya crisis, vaya bien o vaya mal la empresa, vaya bien o vaya mal la economía nacional.
¿Qué pasa si empresas como Martinsa, como Futura, como Spanair, con Freddy Mac, como General Motors van mal y se ven afectadas por la crisis? ¿Los trabajadores tienen que dejar por ello de comer, de alimentar a sus hijos? ¿Tienen que atar su suerte a la de la empresa y la Nación y seguir esa bárbara costumbre que aún perdura en algunos lugares de la India donde inmolan a la mujer cuando muere el marido? ¿Los trabajadores tienen que morir por la Patria y por la Empresa?
Los trabajadores deben romper con esa atadura siniestra, si el capitalismo tiene un futuro cada vez más negro, los trabajadores deben desarrollar su propia lucha autónoma e independiente para ofrecerse a sí mismos y a la humanidad otro porvenir. Si el Titanic capitalista se hunde, los obreros -junto con toda la humanidad oprimida y explotada- no deben hundirse con él.
La clave para que la lucha reivindicativa de los trabajadores defienda seriamente sus intereses más elementales es romper con todo planteamiento de defensa de la economía nacional y de salvación de la empresa.
Una lucha reivindicativa consecuente lleva necesariamente a asumir que el capitalismo no puede satisfacer las necesidades más elementales de la inmensa mayoría. Un organismo que no puede ser calificado de "radical" como la Caixa Catalunya reconocía en un informe reciente que «un 10,3% de los niños españoles sufre altos niveles de pobreza» y que «La pobreza moderada se concentra en los dos extremos del ciclo vital. El 24% de los menores de 16 años y el 31% de los mayores de 65 la sufren» y esto por ceñirnos únicamente a España pues si vamos a Estados Unidos u otros países "desarrollados" los datos son aún más elocuentes.
La lucha reivindicativa contra el aumento de la explotación necesita unirse de forma indisoluble a la lucha revolucionaria por la abolición de la explotación puesto que como decía la Internacional Comunista en 1919 «Para que la humanidad pueda vivir el capitalismo debe morir».
Smolny 9-9-08
1 luxemburgism.forumr.net, www.luchaobrera.org, https://www.yahoo.com/.
2 Salvo países como Bélgica o Gran Bretaña donde la sindicación es obligatoria en muchos sectores.
3 Como explicamos en nuestro folleto "Los sindicatos contra la clase obrera", estos organismos nacieron en el siglo XIX como instrumentos de la lucha obrera, del combate por la solidaridad, la dignidad y las condiciones económicas de los obreros; aunque con la entrada del capitalismo en su periodo de decadencia a partir de 1914 y el consecuente cambio de las condiciones de la lucha obrera, los sindicatos fueron integrados al Estado burgués y participaron directamente, como en Alemania, en la movilización de los obreros para la guerra imperialista y en la masacre de la revolución. A partir de ese momento, el sindicalismo dejó de ser un instrumento de la lucha obrera.
4 Y no dudamos de la sinceridad de compañeros que atrapados en la lógica sindical se devanan los sesos para encontrar esa alquimia maravillosa, pero en la gran mayoría, los compañeros más sinceros acaban hastiados de la corrupción sindical y de falsedad de unos "dirigentes" que dicen servir a los trabajadores cuando se inclinan ante los designios del amo.
5 Salario, Precio y Ganancia, 1869.