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Tras los disturbios que estallaron en todo el país esta semana, los voceros de la clase dominante
-el gobierno, los políticos, los medios de comunicación, etc.-
nos piden participar en la defensa de una campaña diseñada para apoyar su "programa":
aumento de la austeridad y represión acrecentada contra cualquiera que se oponga.
Austeridad acrecentada porque no tienen ninguna solución para remediar la crisis económica de
su sistema en agonía. Lo único que pueden hacer, es eliminar puestos de
trabajo, bajar los salarios, recortar los gastos en ayuda social, pensiones,
salud, educación. Todo esto no puede significar más que una considerable agravación
de las mismas condiciones sociales que precisamente empujaron a esos
disturbios. Condiciones que conducen a la creencia, en una parte importante de toda
una generación, que ellos no tienen ningún futuro. Por eso, toda discusión
seria sobre las causas económicas y sociales de los disturbios ha sido denunciada
como querer encontrar "una excusa" para los manifestantes. Nos han
dicho que son criminales y que podrían ser tratados como tales. Punto final.
Esto es muy práctico porque el Estado no tiene ninguna intención de dar dinero
a los centros urbanos, como lo hizo después de los disturbios en los años 1980.
Represión acentuada porque es lo único que la clase dominante nos puede ofrecer. Ésta
saca la máxima ventaja de la preocupación de las poblaciones por las destrucciones
causada por los disturbios para aumentar los gastos de la policía, para equiparla
con balas de goma, cañones de agua y también para plantar la idea de imponer un
toque de queda y el ejército en la calle. Estas armas, junto con la mayor
vigilancia de las redes sociales en Internet y la "justicia"
expeditiva que se ha abatido sobre aquellos que han sido detenidos después de
los disturbios, no sólo se utilizarán contra el saqueo y la destrucción.
Nuestros gobernantes saben muy bien que la crisis no puede más que desembocar
en un torrente de levantamientos sociales y luchas obreras que ya se han extendido
desde África del Norte a España y de Grecia hasta Israel. Son perfectamente
conscientes de que se enfrentarán a movimientos de masas en el futuro y que
todas sus pretensiones democráticas sirven únicamente para justificar el uso de
la violencia contra estos movimientos, de la misma manera que lo han hecho regímenes
abiertamente dictatoriales, como en Egipto, Bahrein o en Siria. Fue ya demostrado
en la lucha de los estudiantes en Gran Bretaña el año pasado.
La "gran estatura moral" de la clase dominante
La campaña sobre los disturbios se basa en la proclamación de nuestros gobernantes
que defienden así la moral de la sociedad. Vale la pena considerar el contenido
de esas declaraciones.
Los portavoces del Estado condenan la violencia de los disturbios. Pero es el propio Estado el que ejerce
hoy la violencia, y en una escala mucho mayor, contra las poblaciones en
Afganistán y en Libia. Una violencia que cada día se presenta como heroica y altruista,
mientras que sólo sirve a los intereses de nuestros gobernantes.
El gobierno y los medios de comunicación condenan a los fuera de la ley y el delito.
Pero es la brutalidad de sus propias fuerzas de represión, en nombre del mantenimiento
de la ley y el orden, que la policía, en primer lugar, prendió fuego a la pólvora con el
asesinato de Mark Duggan y con el comportamiento grosero hacia su familia y sus
amigos que se manifestaban frente la estación de policía de Tottenham para
averiguar lo que había sucedido realmente. Y esto es parte de una larga
serie de muertes de personas en las comisarías situadas en zonas similares a
Tottenham o personas que sufren cotidianamente el acoso policial en las calles.
El Gobierno y los medios de comunicación condenan la codicia y el egoísmo de los manifestantes.
Pero son ellos los guardianes y los propagandistas de una sociedad que funciona sobre la
base de la codicia organizada, de la acumulación de riqueza en las manos de una
pequeña minoría. Son ellos los que nos empujan constantemente a consumir más
para realizar sus ganancias, a identificar nuestro valor social según la
cantidad de mercancías que podemos comprar. Ya que este sistema sólo se basa en
la desigualdad, que es cada vez peor, no es sorprendente que los que están en
la parte inferior de la escala social, que no pueden tener "cosas
bonitas" -cosas cuya necesidad ha sido creada por los propios capitalistas-
piensen que la respuesta a su problema es tomar todo lo que puedan, cuando puedan.
Los gobernantes condenan los saqueos "en la semana", mientras que ellos mismos
están involucrados en una vasta operación de saqueo a escala planetaria: las empresas
petroleras o forestales que están destruyendo la naturaleza para su beneficio particular,
los especuladores que engordan aumentando el precio de los alimentos, los
traficantes de armas que viven de la muerte y destrucción, las respetables
instituciones financieras que lavan miles de millones de euros del tráfico de
drogas. Un complemento esencial de ese saqueo es que una parte creciente de la
clase explotada esté hundida en la pobreza, en la desesperación y en la delincuencia.
La diferencia es que los pequeños delincuentes generalmente son castigados,
mientras los grandes criminales no lo son.
En resumen: ¿la moralidad de la clase dominante? ¡No existe!
El verdadero problema: ¿cómo defenderse?
La pregunta real a la que está confrontada la inmensa mayoría que no se beneficia con esta enorme empresa
criminal llamada capitalismo, es la siguiente: ¿cómo podemos defendernos realmente,
mientras que este sistema, ya en vías de desplomarse sobrecargado por las deudas,
se ve obligado a quitarnos todo?
¿Los motines que hemos visto a principios de agosto de 2011 en Gran Bretaña
nos dan un método para combatir, para tomar el control de esas luchas,
para unir nuestras fuerzas, para crear un futuro diferente para nosotros mismos?
Muchos de los que participaron en los disturbios han expresado claramente su ira contra la policía
y contra los propietarios de la riqueza que son considerados como la causa esencial de su
miseria. Pero, casi de inmediato, los manifestantes han secretado los aspectos
más negativos, los comportamientos más problemáticos, alimentados por décadas
de desintegración social en los barrios urbanos más pobres, por moral propia de
las pandillas, a la que los ha llevado el desarrollo de la filosofía dominante
del ¡"cada uno para sí mismo" y del "ser rico o morir en el
intento para serlo"! Es así que al principio una manifestación contra la
represión policiaca ha degenerado en un caos francamente antisocial y en
acciones antiproletarias: intimidación y agresión contra individuos, robo de comercios
en los alrededores, ataques contra los paramédicos y bomberos, incendios de
edificios sin discriminación, mientras que a menudo los ocupantes estaban aún
dentro.
Tales acciones no ofrecen absolutamente ninguna perspectiva que permita colocarse en contra de este
sistema de saqueo en que vivimos. Por el contrario, sirven sólo para ampliar
las divisiones entre los que sufren este sistema. Frente a los ataques contra los
comercios y edificios, los residentes se han armado ellos mismos con bates de
béisbol y han formado "unidades de autodefensa". Otros se ofrecieron como
voluntarios para operaciones de limpieza después de los disturbios. Muchos se
quejaron de la falta de presencia policial y pidieron medidas más enérgicas.
¿Quién se beneficiará de esas divisiones? La clase dominante y su Estado.
Como hemos dicho, los que están en el poder se reivindicaron ya de una petición popular
para reforzar el aparato represivo policíaco y militar, para tipificar como delito toda forma de
protesta, manifestaciones y desacuerdos políticos. Los disturbios ya han sido imputados a "anarquistas"
y hace una semana o dos, la policía de Londres (MET) cometió el error de publicar encuestas sobre
personas que militan por una sociedad sin estado.
Los disturbios son un reflejo del estancamiento alcanzado por el sistema capitalista.
No son una forma de la lucha de la clase trabajadora; son más bien una expresión de rabia
y desesperación en una situación donde está ausente la clase obrera como clase.
Los saqueos no son un paso hacia una forma de lucha superior, sino un obstáculo
en este camino. De allí la frustración justificada de una mujer del distrito
londinense de Hackney, que fue vista por miles de personas en Youtube[1],
denunciando el saqueo, porque éste impedía que las personas se reunieran y
reflexionaran juntos sobre cómo llevar a cabo la lucha. ¡"Me joden...
no estamos reunidos para luchar por la defensa de una causa. Sino que vamos a
robar una zapatería"?!
Reunirse y luchar por una causa: estos son los métodos de la clase trabajadora;
es la moral de la lucha de clases proletaria, pero estos métodos corren el riesgo
de ser engullidos por la atomización y el nihilismo al punto que sectores enteros de la clase
trabajadora olvidan quiénes son.
Pero existe una alternativa. Se puede percibir en los movimientos masivos que se desarrollan
en Túnez, Egipto, España, Grecia o en Israel con el resurgimiento de una identidad de clase,
con el resurgimiento de la lucha de clases. Estos movimientos, con todas sus
debilidades, nos dan una visión general sobre una forma distinta de llevar a
cabo la lucha proletaria: a través de asambleas en la calle donde todo el mundo
puede tomar la palabra; a través de un intenso debate político donde pueda discutirse
cada decisión; a través de una defensa organizada contra los ataques de la
policía y de los matones; a través de manifestaciones y huelgas de
trabajadores; mediante la propuesta de la cuestión de la revolución, de la
interrogación sobre una forma de sociedad completamente diferente, no basada ya
en la visión de que el hombre es un ‘lobo del hombre' sino en la solidaridad
entre los seres humanos, basada no sobre una producción para la venta de mercancías
y de la ganancia, sino en una producción para satisfacer nuestras necesidades
reales.
A corto plazo, debido a las divisiones creadas por los disturbios, porque el Estado ha logrado su golpe
matraqueando el mensaje según el cual cualquier lucha contra el sistema actual
está condenada a terminar en destrucciones libres, es probable que el
desarrollo de un real movimiento de clase en el Reino Unido se confronte con aún
mayores dificultades que antes. Pero a escala mundial, la perspectiva es la
misma: el hundimiento en la crisis de esta sociedad verdaderamente enferma, la resistencia
cada vez más conciente y organizada de los explotados. La clase dominante en
Gran Bretaña no podrá ser perdonada por ninguna de estas dos realidades.
CCI (14/08/2011)