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En la guerra sin cuartel en la que desde hace una década se confrontan las facciones de la burguesía venezolana, los sectores opositores al chavismo se han anotado un importante avance en las elecciones de alcaldes y gobernadores de Estado del 23 de noviembre pasado: después de controlar 2 gobernaciones. ahora gobiernan 5; y aunque han perdido varias alcaldías, han ganado la «Joya de la Corona», la Alcaldía Mayor (gobierno local de Caracas) y también en 4 de las 5 alcaldías de la capital, arrebatando al oficialismo la alcaldía del Municipio Sucre, emblemática para el chavismo debido que en ésta habita un porcentaje importante de los pobres de Caracas, sector hacia donde el chavismo ha privilegiado sus campañas ideológicas. En Caracas y en los Estados que ahora gobierna la oposición son los Estados mas poblados, concentran el 45% de la población del país y la mitad del padrón electora1[1]
Después de este avance de la burguesía «traidora» y «pitiyanqui» (calificativo, entre otros, que el chavismo utiliza contra sus opositores) el chavismo se vio ante la cruda realidad de que su máximo líder tendrá que abandonar el poder dentro de 4 años, en un contexto nada favorable para la burguesía en su conjunto, pero mucho menos para la llamada «boliburguesia» en el poder:
- una pérdida progresiva de la popularidad del chavismo entre los sectores más depauperados de los principales centros urbanos: situación que se refleja en los resultados de estas elecciones y en las de diciembre de 2007 cuando fue derrotado en referéndum la propuesta oficialista de reforma de la constitución, que entre otros aspectos, contemplaba la reelección indefinida.
- un avance lento pero persistente de las fuerzas de oposición, quienes han cambiado su estrategia de confrontación «golpe a golpe» evitando caer en las provocaciones del chavismo, mientras éste se agota de manera progresiva a nivel interno y externo.
- un temor a la pérdida del poder y sus consecuencias: el chavismo sabe que de ser desplazado por las fuerzas opositoras, no solo perderá el control del Estado sino que éstas le pasarán factura para intentar aniquilar políticamente a Chávez e incluso enjuiciar a sus altos dirigentes por corrupción, entre otras acusaciones.
- la aceleración de la crisis mundial del capitalismo, que ha ocasionado que el precio de la cesta petrolera venezolana haya tenido un bajón espectacular de $126 a $34 en tan sólo 4 meses; lo que representa una importante disminución de los recursos necesarios para proseguir la política populista a nivel interno y los planes geopoliticos que se ha trazado la burguesía venezolana, que utiliza el suministro de petróleo como arma de penetración.
- el cambio de gobierno en USA, que le- puede dificultar a Chávez y a los gobernantes que comulgan con la ideología del «Socialismo del Siglo XXI», justificar la retórica «anati-imperialista» debido a la reorientación que puede sufrir la política americana hacia Al (sobre todo tratando de privilegiar el diálogo mostrando una careta de «apertura»).
- por último y no menos importante: el auge progresivo de las luchas del proletariado en su propio terreno de clase, que evidencian una tendencia a intentar romper con la polarización política en sus filas: y la aceleración de las protestas sociales, en su mayoría protagonizadas por simpatizantes del chavismo indignados por el incumplimiento de las promesas gubernamentales.
Ante este panorama, Chávez, de manera precipitada ha comenzado a movilizar su maquinaria política del Partido Socialista Unido de Venezuela y a presionar a las instituciones del Estado para promover una enmienda constitucional que le permitiría postularse a las próximas elecciones presidenciales y subsiguientes, lo que abriría la posibilidad para su reelección indefinida. Es tal la premura, que se ha propuesto el voto de la enmienda a la constitución en tiempo record para febrero de 2009. y ya la Asamblea Nacional, casi en su totalidad oficialista, está a punto de aprobar la convocatoria. Con esta campaña a favor de la enmienda tipo ‘«patria o muerte» y el frenesí que le ha puesto el propio Chávez, se expresa una situación de «huida hacia adelante», pues el oficialismo está dispuesto a jugárselo todo por permanecer en el poder. De ganar el oficialismo la enmienda, se acentuaría el acoso contra las facciones opositoras; pero sobre todo, tendría un aval para implantar las inevitables medidas impopulares para enfrentar el vendaval de la crisis capitalista.
La burguesía aguza la polarización política
Esta frenética campaña por la reelección ha sido acompañada por una aceleración de la confrontación política ofícialismo-oposicion. Aunque el Consejo Nacional Electoral y el propio Chávez han reconocido formalmente el triunfo de los opositores, hacen todo lo posible para impedirles que gobiernen: se les amenaza con no entregarles los recursos presupuestarios; el ejecutivo ha emitido decretos que les elimina competencias en materia de salud, educación, seguridad pública, etc.; prácticamente ha habido un saqueo de las gobernaciones y alcaldías antes de ser entregadas a la oposición y se ha movilizado a elementos radicalizados del chavismo para amedrentar a los nuevos gobernantes e incluso para impedirles que asuman el cargo.
Estos acontecimientos evidencian el alto grado de descomposición que reina en las filas de la burguesía venezolana, que es capaz de poner en riesgo la estabilidad de su Estado y su propia capacidad de gobernar, en beneficio de una u otra facción. Chávez. que llegó al poder como un garante de la gobernabilidad ante la descomposición de las facciones burguesas que le precedieron en el poder, sustentado en su ascendencia en la inmensa masa de pobres del país; después de una década en el poder, se ha transformado en uno de los factores mas activos de ingobernabilidad al querer jugar sus propias cartas excluyendo a varios sectores del capital nacional.
Sólo la lucha del proletariado puede acabar con el caos capitalista
En esta lucha enconada y sin pausa enirc las facciones burguesas chavistas y opositoras, la carne de cañón la pone el proletariado y esas capas depauperadas que cifran sus esperanzas en unos u otros. De allí la incesante campaña por polarizar a los proletarios y la población a favor de uno u otro bando. Esa estrategia de la polarización no sólo ha llevado a los proletarios a confrontarse unos contra otros y a debilitar los lazos de solidaridad, sino que ha permitido que la burguesía en su conjunto acentúe las condiciones de explotación y miseria sobre el proletariado y el conjunto de la población; condiciones que se van a exacerbar con la agudización de la crisis capitalista mundial: los ataques al salario y a las condiciones de vida se van a acentuar; ya los discursos de la burguesía no pueden ocultar que la baja en los ingresos petroleros se va a sentir en nuestros bolsillos y nuestras espaldas; la burguesía no va a sacrificar sus intereses de clase y geopolíticos por los «desposeídos», tal como lo pregonan. La inflación, que este año superará el 30% la congelación de los salarios, las deudas saláriales y sociales pendientes, el retraso en los pagos de sueldos, salarios y pensiones; la escasez de alimentos, que dependen de un 70% de las importaciones: están a la orden del día.
Debido a las necesidades urgentes del capital nacional ante el avance inexorable de la crisis, tanto oficialistas como opositores exacerban las campañas para movilizar al proletariado tras las banderas que sólo benefician a las clases dominantes: «comunismo» vs. democracia; totalitarismo vs. democracia, centralismo vs. descentralización, nacionalización vs. empresa privada, etc.
De allí la necesidad de que el proletariado logré romper el corsé maldito de la polarización y se oriente a defender de manera combativa sus intereses de clase: lo que abrirá las vías para superar de forma positiva la barbarie en que nos sumerge día a día la clase burguesa y su sistema decadente y en descomposición.
Varios sectores del proletariado han iniciado este camino, aunque de manera tímida y dispersa: las luchas emprendidas por los obreros siderúrgicos de la región de Guayana desde comienzos de año, nos han mostrado que el proletariado es capaz de colocar en primer plano su lucha, pese a las campañas a favor o en contra de la nacionalización de la industria y a la polarización electoral. Así mismo los petroleros, los obreros de las industrias básicas de Guayana, trabajadores del Metro, los trabajadores de los tribunales y otros trabajadores del sector público se han manifestado en ese sentido.
Pero también está abierto el camino hacia la revuelta social como la de 1989, que en nada beneficia a la lucha del proletariado. Ya el chavismo está mostrando un agotamiento para responder a las necesidades de las masas excluidas sociales, que le sirvieron de sustento para su ascenso; las manifestaciones casi a diario de indignación de esas masas así lo indican. Sólo la figura de Chávez (que mantiene todavía cerca de un 50% de popularidad) logra mantener una relación afectiva con estas masas, que la crisis se encargará de debilitar.
La única salida para estas capas y para el conjunto de la sociedad es que los trabajadores, mediante su lucha persistente en su terreno de clase, puedan convertirse en un factor de fuerza ante las facciones de la burguesía, que no dudarán en ponerse de acuerdo para enfrentarlo.
Un factor a favor de la luchas es la agudización de la crisis capitalista, que inevitablemente forzará al proletariado de los países centrales a luchar contra sus respectivas burguesías, ;o que de seguro servirá de inspiración para el proletariado de la periferia.
Internacionalismo
17/12/2008
[1] El oficialismo ganó el 7 de 22 gobernaciones y 269 de 335 alcaldías; obtuvo 52% y la oposición 48% de un total de millones de votos