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1918-19: La formación del partido,
la ausencia de la Internacional
Cuando estalla la Primera Guerra mundial se reunieron un puñado de socialistas en Berlín, la noche del 4 de agosto de 1914, para entablar el combate internacionalista: eran siete en el domicilio de Rosa Luxemburg. De esa reunión, cuya evocación nos recuerda que una de las cualidades más importantes de los revolucionarios es saber ir contracorriente, no debe concluirse que el partido proletario habría desempeñado un papel secundario en los acontecimientos que sacudieron el mundo en aquella época. Es todo lo contrario, como hemos querido demostrarlo en los dos artículos precedentes de esta serie con la que conmemoramos el 90º aniversario de las luchas revolucionarias en Alemania. En el primer artículo defendíamos la tesis de que la crisis de la Socialdemocracia, especialmente la del SPD de Alemania - partido líder de la IIª Internacional - fue uno de los factores más importantes que permitió que el imperialismo alistara al proletariado en la guerra. En el segundo artículo, mostrábamos lo crucial que fue la intervención de los revolucionarios para que la clase obrera volviera a encontrar, en plena guerra, sus principios internacionalistas y lograra poner fin a la carnicería imperialista por medios revolucionarios (la revolución de noviembre de 1918). Y así pusieron los revolucionarios las bases para la fundación de un nuevo partido y de una nueva Internacional.
Subrayábamos que durante esas dos fases, la capacidad de los revolucionarios para comprender cuáles eran las prioridades del momento era la condición previa para poder desempeñar ese papel activo y positivo. Tras el desplome de la Internacional frente a la guerra, la tarea del momento era comprender las razones de ese desastre y sacar sus lecciones. En la lucha contra la guerra, la responsabilidad de los verdaderos socialistas era, ante todo, la de izar los estandartes del internacionalismo, iluminar el camino hacia la revolución.
Los consejos y el partido de clase
El levantamiento de los obreros del 9 de noviembre de 1918 precipita el fin de la guerra mundial a partir de la mañana del día siguiente. Cae la corona del Emperador alemán y, con ella, cantidad de pequeños "tronos" alemanes, a la vez que se iniciaba una nueva fase de la revolución. Aunque el levantamiento de noviembre fue realizado por los obreros, Rosa Luxemburg lo llamó la Revolución de los soldados, porque lo que predominaba era una profunda aspiración a la paz. Un deseo que les soldados, tras cuatro largos años en las trincheras, albergaban más que nadie. Fue lo que dio a aquella jornada inolvidable su color particular, su gloria, pero, también, lo que alimentó las ilusiones. Como a algunos sectores de la burguesía también les alivió el fin tan esperado de la guerra, el estado de ánimo del momento era de confraternización general. Incluso los dos protagonistas principales de la lucha social, la burguesía y el proletariado, se vieron arrastrados por los ilusiones del 9 de noviembre. La ilusión de la burguesía era que podría todavía utilizar a los soldados contra los obreros. Esta ilusión se desvaneció en unos cuantos días. Los soldados querían regresar a sus casas y no luchar contra los obreros. La ilusión del proletariado, era que los soldados estaban ya de su lado y que querían la revolución. Durante las primeras sesiones de los consejos obreros y de soldados elegidos en Berlín el 10 de noviembre, los delegados de los soldados estuvieron a punto de linchar a los revolucionarios que defendían la necesidad de proseguir la lucha de la clase y denunciaban al gobierno socialdemócrata como enemigo del pueblo.
En general, esos consejos de obreros y de soldados se caracterizaron por cierta inercia, una inercia que, curiosamente, marca el principio de las grandes insurrecciones sociales. En gran parte, los soldados eligieron a sus oficiales como delegados, y los obreros nombraron a los candidatos socialdemócratas por los que habían votado antes de la guerra. O sea, que los consejos no tenían otra cosa mejor que hacer que nombrar un gobierno dirigido por los belicistas del SPD y decidir ya su propio suicidio al pedir que se celebraran elecciones generales en un sistema parlamentario.
A pesar de lo totalmente inadaptado de esas primeras medidas, los consejos obreros eran el corazón de la revolución de noviembre. Como lo subrayó Rosa Luxemburg fue el propio surgimiento de esos órganos lo que expresó y encarnó el carácter fundamentalmente proletario de la insurrección. Pero, ahora, una nueva fase de la revolución se abría, y en ella, la cuestión ya no era la de los consejos, sino la del partido de clase. La fase de las ilusiones llegaba a su fin, llegaba el momento de la verdad, se acercaba el estallido de la guerra civil. Los consejos obreros, por su función y estructura mismas por ser órganos de las masas, son capaces de renovarse y revolucionarse de un día para otro. Ahora la pregunta clave es: la visión proletaria, revolucionaria ¿acabará imponiéndose en el seno de los consejos obreros, en la clase obrera?
Para ganar, la revolución proletaria necesita una vanguardia política centralizada y unida en la que tiene puesta su confianza la clase obrera en su conjunto. Esa era la lección más importante de la revolución de Octubre en Rusia del año anterior. Como lo había desarrollado Rosa Luxemburg en 1906 en su folleto sobre la huelga de masas, la tarea del partido no es organizar a las masas sino darles una dirección política y una confianza real en sus propias capacidades.
Las dificultades del agrupamiento de los revolucionarios
A finales de 1918, en Alemania, sin embargo, no existía un partido de esas características. Los socialistas que se habían opuesto a la política belicista del SPD, se encontraban sobre todo en el USPD, la antigua oposición que había sido excluida del SPD. El USPD era un agrupamiento heteróclito de decenas de miles de miembros, desde pacifistas y gente que quería reconciliarse con los belicistas, hasta verdaderos internacionalistas revolucionarios. La organización principal de éstos, Spartakusbund (la Liga Espartaco), era una fracción independiente en el seno del USPD. Otros grupos internacionalistas más pequeños, como los Comunistas internacionales de Alemania, los IKD (que venían de la oposición de izquierda de Bremen), estaban organizados fuera del USPD. Spartakusbund era muy conocida y respetada entre los obreros. Pero los dirigentes reconocidos de los movimientos de huelga contra la guerra no pertenecían a esos grupos políticos, sino a la estructura informal de los delegados de fábrica, los revolutionäre Obleute. En diciembre de 1918, la situación se vuelve dramática. Ya ha habido unas primeras escaramuzas hacia la guerra civil abierta. Pero los diferentes componentes del virtual partido de clase revolucionario -Espartaco, otros elementos de izquierda del USPD, los IKD, los Obleute seguían siendo entidades separadas y muy vacilantes.
Bajo la presión de los acontecimientos, la cuestión de la fundación del partido empezó a plantearse más concretamente. Al final acabó siendo tratada a toda prisa.
El Primer congreso nacional de Consejos de obreros y de soldados se reúne en Berlín el 16 de diciembre. 250 000 obreros radicales se manifiestan en el exterior para ejercer presión sobre los 489 delegados (entre los cuales solo había 10 representantes de Espartaco y 10 de los IKD); A Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht no se les permitió intervenir en la reunión, so pretexto de que no tenían mandato. Cuando el Congreso se concluye con la propuesta de entregar el poder en manos de un futuro sistema parlamentario, queda claro que los revolucionarios, ante semejante conclusión, tenían que dar una respuesta unida.
El 14 de diciembre de 1918, la Liga Espartaco publica una declaración programática de principios: ¿Qué quiere Espartaco? El 17 de diciembre, los IKD celebran una Conferencia nacional en Berlín que llama a la dictadura del proletariado y a la formación del partido mediante un proceso de agrupamiento. La Conferencia no logra alcanzar un acuerdo sobre si participar o no en las futuras elecciones a una Asamblea parlamentaria nacional.
Más o menos al mismo tiempo, dirigentes de izquierda del USPD, como Georg Ledebour, y delegados de fábrica como Richard Müller empiezan a plantearse la necesidad de un partido unido de los obreros.
Por las mismas fechas, se reúnen en Berlín los delegados del movimiento internacional de la juventud, y organizan una secretaría. El 18 de diciembre se celebra una Conferencia Internacional de la juventud, seguida de un mitin de masas en el barrio Neukölln de Berlín en el que intervienen Karl Liebknecht y Willi Münzenberg.
Fue en ese contexto cuando, el 29 de diciembre en Berlín, una reunión de delegados de Spartakusbund decide romper con el USPD y formar un partido separado. Tres delegados votaron contra esa decisión. La reunión convocó también una conferencia de Espartaco y de los IKD para el día siguiente, en la que participaron 127 delegados de 56 ciudades y secciones. La Conferencia pudo celebrarse en parte gracias a la mediación de Karl Radek, delegado de los bolcheviques. Muchos delegados no habían comprendido, antes de su llegada, que se les había convocado para formar un nuevo partido ([1]). No se invitó a los delegados de fábrica pues se tenía la impresión de que era todavía prematuro asociarlos a unas posiciones revolucionarias muy resueltas que defendía una mayoría de miembros y simpatizantes, a menudo muy jóvenes, de Espartaco y de los IKD. Lo que sí se esperaba, en cambio, es que los delegados de fábrica se unieran al partido una vez éste constituido ([2]).
Lo que iba a ser el Congreso de fundación del Partido comunista de Alemania (KPD) reunió a dirigentes de Bremen (incluido Karl Radek, aunque en esa reunión representara a los bolcheviques) que pensaban que la fundación del partido se había retrasado demasiado, y de Spartakusbund como Rosa Luxemburg y, sobre todo, Leo Jogisches, cuya mayor preocupación era que esa etapa era quizás prematura. Paradójicamente, ambas partes tenían buenos argumentos para justificar sus posiciones.
El Partido comunista de Rusia (bolchevique) mandó a seis delegados a la Conferencia; a dos de ellos la policía les impidió participar en ella ([3]).
Congreso de fundación: gran avance programático
Dos de las discusiones principales de lo que iba a acabar siendo el Congreso de fundación del KPD trataron sobre la cuestión de las elecciones parlamentarias y los sindicatos. Esas cuestiones ya habían sido importantes en los debates de antes de 1914, pero habían quedado postergadas durante la guerra. Y ahora volvían a ser centrales. Karl Liebknecht planteó de inmediato la cuestión parlamentaria en su ponencia de apertura sobre "La crisis del USPD". El primer Congreso nacional de Consejos obreros en Berlín ya había planteado la pregunta, que acabaría desembocando inevitablemente en una escisión del USPD: ¿Asamblea nacional o República de Consejos? Era responsabilidad de todos los revolucionarios denunciar las elecciones burguesas y el sistema parlamentario como contrarrevolucionarios, como fin y muerte de los consejos obreros. Pero la dirección del USPD se negó a oír los llamamientos de Spartakusbund y los Obleute para que se debatiera esa cuestión y se decidiera en un congreso extraordinario.
En su intervención en nombre de la delegación del Partido ruso, Karl Radek explicó que eran los acontecimientos históricos los que decidían no sólo si era necesario un congreso de fundación sino también su orden del día. Con el fin de la guerra, la lógica de la revolución en Alemania iba a ser necesariamente diferente a la de Rusia. La cuestión central ya no era la paz, sino el abastecimiento de alimentos, los precios y el desempleo.
Al poner la cuestión de la Asamblea nacional y de las "luchas económicas" al orden del día de los dos primeros días del Congreso, la dirección de Spartakusbund esperaba que se tomara una posición clara sobre los consejos obreros contra el sistema burgués parlamentario y contra la forma, superada ya, de la lucha sindical, como sólida base programática del nuevo partido. Pero los debates fueron más lejos. La mayoría de delegados se declaró contra todo tipo de participación en las elecciones burguesas, incluso como medio de agitación contra ellas, y contra el trabajo en los sindicatos. En esto, el Congreso fue uno de los momentos más importantes de la historia del movimiento obrero. Permitió formular, por primera vez en nombre de un partido revolucionario de clase, unas posiciones radicales correspondientes a la nueva época del capitalismo decadente. Esas ideas influirían fuertemente en el Manifiesto de la Internacional comunista, redactado unos meses más tarde por Trotski. Y habrían de ser las posiciones de base de la Izquierda comunista hasta nuestros días.
Las intervenciones de los delegados que defendían esas posiciones estaban marcadas, bastantes de ellas, por la impaciencia y cierta falta de argumentos; fueron criticadas por los militantes experimentados, incluida Rosa Luxemburg que no compartía las conclusiones más radicales. Pero las actas de la reunión ilustran de sobra que esas nuevas posiciones no eran cosa de unos individuos y sus debilidades, sino el resultado de un movimiento social profundo que implicaba a cientos de miles de obreros conscientes ([4]). Gelwitzki, delegado de Berlín, animó al Congreso a que, en lugar de participar en las elecciones, fueran a los cuarteles a convencer a los soldados de que "el gobierno del proletariado mundial" es la asamblea de los consejos, y, en cambio, la Asamblea nacional es el gobierno de la contrarrevolución. Eugen Leviné, delegado del Neukölln (Berlín), insiste en que la participación de los comunistas en las elecciones no haría más que reforzar las ilusiones de las masas ([5]). En el debate sobre las luchas económicas, Paul Frölich, delegado de Hamburgo, defendió que la antigua forma sindical de lucha estaba ya superada pues se basaba en una separación entre las dimensiones económica y política de la lucha de la clase obrera ([6]). Hammer, delegado de Essen, refirió que los mineros del Ruhr tiraban sus carnés sindicales. Y Rosa Luxemburg, que, por su parte, siempre había estado a favor de trabajar en los sindicatos por razones tácticas, declaró que la lucha del proletariado por su liberación implicaba luchar por la liquidación de los sindicatos.
Huelga de masas e insurrección
Los debates programáticos del Congreso de fundación tuvieron una gran importancia histórica, más que nada por su proyección hacia el futuro.
Pero en el momento mismo en que se fundó el Partido, Rosa Luxemburg tenía profunda razón cuando decía que la cuestión de las elecciones parlamentarias o la de los sindicatos tenían una importancia secundaria. Por un lado, el problema del papel de esas instituciones en una época que se había convertido en la del imperialismo, de la guerra y de la revolución, era todavía demasiado nuevo para el movimiento obrero. Tanto el debate sobre el tema como la experiencia práctica eran todavía demasiado insuficientes para su plena clarificación. Por el momento, estar de acuerdo en que los órganos unitarios de masas de la clase obrera, los consejos obreros y no el parlamento o los sindicatos, eran los medios de la lucha obrera y de la dictadura del proletariado, era suficiente.
Por otro lado, esos debates tendían a que el Congreso se desviara de su tarea principal, o sea la de identificar las etapas siguientes de la clase en su camino hacia el poder. Por desgracia, el Congreso no logró esclarecer esto último. La discusión clave de esa cuestión la introdujo Rosa Luxemburg en una ponencia sobre "Nuestro programa" en la tarde del segundo día del Congreso (31 de diciembre de 1918). Rosa explora en esa presentación la naturaleza de lo que ella había nombrado "segunda fase de la revolución". La primera, decía, había sido política de entrada, pues estaba dirigida contra la guerra. Durante la revolución de noviembre, el problema de las reivindicaciones económicas específicas de los obreros se había dejado de lado. Esto explicaba a su vez el nivel relativamente bajo de conciencia de clase, un nivel que se había plasmado en el deseo de reconciliación y "reunificación" del "campo socialista". Para Rosa Luxemburg, la característica principal de la segunda fase de la revolución debía ser el retorno de las reivindicaciones económicas al primer plano.
No por eso se olvidaba ella de que la conquista del poder es ante todo un acto político. Pero ponía de relieve otra diferencia entre el proceso revolucionario en Rusia y en Alemania. En 1917, el proletariado ruso tomó el poder sin haber desplegado demasiado el arma de la huelga. Pero, subrayaba Rosa Luxemburg, eso fue así porque la revolución rusa no empezó en 1917 sino en 1905. En otras palabras, el proletariado ruso ya había vivido la experiencia de la huelga de masas antes de 1917.
En el Congreso, no repitió las ideas principales desarrolladas por la izquierda de la socialdemocracia sobre la huelga de masas después de 1905. Suponía, con razón, que los delegados las recordaban perfectamente. Recordémoslas nosotros brevemente: la huelga de masas es la condición previa indispensable a la toma del poder, precisamente porque anula la separación entre lucha económica y lucha política. Y, mientras que los sindicatos, incluso en los momentos más intensos como instrumentos de los obreros, sólo organizaban a minorías de la clase, la huelga de masas, en cambio, moviliza a "la masa compacta de los ilotas" del proletariado, las masas no organizadas, desprovistas de educación política. La lucha obrera no combate únicamente la miseria material. Es una insurrección contra la propia división del trabajo realizada por sus víctimas principales, los esclavos asalariados. El secreto de la huelga de masas es, sencillamente, el combate de los proletarios para convertirse en seres humanos plenamente. Last but not least, la huelga de masas es llevada a cabo por unos consejos obreros revitalizados, que dan a la clase los medios para centralizar su lucha por el poder.
Por eso Rosa Luxemburg, en su discurso ante el Congreso, insistió en que la insurrección armada era el último y no el primer acto de la lucha por el poder. La tarea del momento, decía ella, no es derribar al gobierno, sino minarlo. La diferencia principal con la revolución burguesa, defendía, es el carácter masivo de la proletaria, la fuerza que viene "de abajo" ([7]).
La inmadurez del Congreso
Pero eso fue precisamente lo que el Congreso no comprendió. Para muchos delegados, la siguiente fase de la revolución no se caracterizaba por movimientos de huelga de masas, sino por la lucha inmediata por el poder. Otto Rühle ([8]) expresó muy claramente esa confusión al declarar que era posible tomar el poder en dos semanas. Pero no era el único; el propio Karl Liebknecht, aún admitiendo la posibilidad de un curso más largo de la revolución, no quería excluir la posibilidad de "una victoria muy rápida" en "las semanas próximas" ([9]).
Tenemos todos los elementos para creer lo que refirieron los testigos presentes según los cuales a Rosa Luxemburg, especialmente, la dejaron sorprendida y alarmada los resultados del Congreso. A Leo Jogisches le pasó lo mismo, y se dice que su primera reacción fue aconsejar a Luxemburg y Liebknecht que dejaran Berlín y fueran a hacerse olvidar durante algún tiempo ([10]). Temía que el partido y el proletariado no estuvieran yendo de cabeza a la catástrofe.
Lo que más alarmaba a Rosa Luxemburg, no era, ni mucho menos, las posiciones programáticas adoptadas, sino la ceguera de la mayoría de los delegados ante el peligro que representaba la contrarrevolución y la inmadurez general con la que se habían realizado los debates. En muchas intervenciones se tomaban los deseos por la realidad, dando la impresión de que una mayoría de la clase ya estaba detrás del nuevo partido. La ponencia de Rosa Luxemburg fue saludada con gran júbilo y se adoptó inmediatamente una moción presentada por dieciséis delegados; ella pidió que se publicara su ponencia lo antes posible como "folleto de agitación". Pero el Congreso no la discutió seriamente. Prácticamente ninguna intervención retomó la idea principal de la ponencia de Rosa: la conquista del poder no estaba todavía al orden del día. Una excepción digna de mención fue la contribución de Ernst Meyer quien habló de su reciente visita a las provincias al este del Elba. Refirió que amplios sectores de la pequeña burguesía hablaban de la necesidad de dar una lección a Berlín. Y proseguía:
"Y me chocó más todavía que ni siquiera los obreros de las ciudades habían comprendido las necesidades de la situación. Por eso debemos desarrollar, con toda nuestra capacidad, nuestra agitación no solo en el campo sino también en las ciudades pequeñas y medianas."
Meyer contestó también a la idea de Paul Frölich de animar a la creación de repúblicas locales de consejos:
"Es perfectamente típico de la contrarrevolución el propagar la idea de la posibilidad de repúblicas independientes, lo cual no es sino la expresión del deseo de dividir a Alemania en zonas de diferenciación social, de alejar a las zonas atrasadas de la influencia de las regiones socialmente progresistas" ([11]).
La intervención de Fränkel, delegado de Königsberg, fue especialmente significativa: propuso que la ponencia no fuera discutida en absoluto: "Creo que una discusión sobre el magnífico discurso de la camarada Luxemburg no haría sino debilitarlo", declaró ([12]).
A esa intervención le siguió la de Bäumer, el cual afirmó que la posición proletaria contra cualquier participación en las elecciones era tan evidente que él incluso "lamentaba amargamente" que se hubiera discutido el tema ([13]).
Le incumbió a Rosa Luxemburg concluir la discusión. En fin de cuentas no hubo conclusión. El presidente anunció:
"la camarada Luxemburg, lamentablemente, no podrá hacer la conclusión, no se encuentra bien" ([14]).
Lo que más tarde Karl Radek describiría como la "inmadurez juvenil" del Congreso fundador ([15]) se caracterizaba por la impaciencia y la ingenuidad, pero también por una falta de cultura de debate. Rosa Luxemburg había mencionado ese problema el día anterior:
"Tengo la impresión de que os tomáis vuestro radicalismo demasiado a la ligera. El llamamiento a "votar rápidamente" lo demuestra. No es la madurez ni la seriedad lo que predomina en esta sala... Estamos llamados a cumplir las mayores tareas de la historia universal, y nunca seremos lo suficientemente maduros, lo suficientemente profundos cuando uno piensa en las etapas que nos esperan para alcanzar nuestras metas sin riesgos. Unas decisiones de tal importancia no deben tomarse a la ligera. Lo que aquí falta es una actitud reflexiva, una seriedad que en absoluto excluye el ímpetu revolucionario, sino que ambos deben ir emparejados" ([16]).
Las negociaciones con los "delegados de fábrica"
Los revolutionäre Obleute de Berlín mandaron una delegación al Congreso para negociar la posibilidad de adherirse al Partido. Una particularidad de esas negociaciones era que la mayoría de los siete delegados se consideraba representante de las fábricas en las que trabajaban y votaba sobre cuestiones específicas sobre la base de una especie de sistema proporcional, únicamente tras haber consultado a "su" fuerza de trabajo que, por lo visto, se habría reunido para ello. Liebknecht que llevaba las negociaciones en nombre de la Liga Espartaco, refirió al Congreso que, por ejemplo, sobre la cuestión de participar en las elecciones para la Asamblea nacional, había 26 votos a favor y 16 en contra. Liebknecht añadía: "pero en la minoría hay representantes de fábricas muy importantes en Spandau que tienen 60 000 obreros tras ellos." Däumig y Ledebour que representaban a la izquierda del USPD, y no a los Obleute, no participaron en la votación.
Otro litigio fue la demanda de los Obleute de una paridad en las comisiones para el programa y la organización nombradas por el Congreso. Esa demanda fue rechazada por el hecho de que si bien los delegados representaban a una gran parte de la clase obrera berlinesa, el KPD representaba a la clase en todo el país.
Pero la discrepancia principal que parece haber envenenado la atmósfera de unas negociaciones que habían empezado con ánimo muy constructivo, concernía la estrategia y la táctica en el período venidero, o sea la cuestión que debería haber sido central en las deliberaciones del Congreso. Richard Müller pidió que Spartakusbund abandonara lo que él llamaba su táctica golpista. Parece ahí referirse en particular a la táctica de las manifestaciones armadas cotidianas en Berlín, organizadas por Spartakusbund, en un momento en que, según Müller, la burguesía buscaba provocar un enfrentamiento prematuro con la vanguardia política en la capital. A lo que Liebknecht contestó: "diríase un portavoz del Vorwärts" ([17]) (diario contrarrevolucionario del SPD).
Según el relato que de esas negociaciones hizo Liebknecht ante el Congreso, fue entonces cuando parece haberse producido el giro negativo de aquéllas. Los Obleute que hasta entonces parecían estar satisfechos con cinco representantes en las comisiones mencionadas, empezaron a exigir 8, y así. Los delegados de fábrica amenazaron incluso con formar su propio partido.
El Congreso prosiguió adoptando una resolución de censura a "los elementos pseudoradicales del USPD en quiebra" por el fracaso de las negociaciones. Con diferentes "pretextos", esos elementos intentaban "capitalizar la influencia que tenían sobre los obreros revolucionarios" ([18]).
El artículo sobre el Congreso, aparecido en el Rote Fahne el 3 de enero de 1919 y escrito por Rosa Luxemburg, expresaba un estado de ánimo diferente. El artículo habla de inicio de negociaciones hacia la unificación con los Obleute y los delegados de las grandes fábricas de Berlín, comienzo de un proceso que:
"con toda evidencia llevará irresistiblemente a un proceso de unificación de todos los elementos verdaderamente proletarios y revolucionarios en un marco organizativo único. El que los Obleute revolucionarios del gran Berlín, representantes morales de la vanguardia del proletariado berlinés, acabarán aliándose con Spartakusbund es algo que han demostrado ya prueba ambas partes por su cooperación en todas las acciones revolucionarias de la clase obrera en Berlín hasta hoy" ([19]).
El pretendido "luxemburguismo" del joven KPD
¿Cómo explicar esas debilidades en el nacimiento del KPD?
Tras la derrota de la revolución en Alemania, se dieron toda una serie de explicaciones tanto en el KPD como en la Internacional comunista, que insistían en las debilidades específicas del movimiento en Alemania, sobre todo al compararlo con el de Rusia. A Spartakusbund se le acusaba de defender una teoría "espontaneísta" y pretendidamente luxemburguista de la formación del partido. Ese sería el origen de todo, desde las pretendidas vacilaciones de los espartaquistas para romper con los belicistas del SPD hasta la pretendida indulgencia de Rosa Luxemburg hacia los jóvenes "radicales" del partido.
Esa supuesta "teoría espontaneísta" sobre el partido de parte de Rosa Luxemburg suele remontarse al folleto que ella escribió sobre la revolución de 1905 en Rusia - Huelga de masas, partido y sindicatos -, en la que habría presentado y llamado a la intervención de las masas contra el oportunismo y el reformismo de la Socialdemocracia, como una alternativa a la lucha política y organizativa en el partido mismo. En realidad, la tesis fundamental del movimiento marxista que considera que la progresión del partido de clase depende de una serie de factores "objetivos" y "subjetivos" de los cuales uno de los más importantes es la evolución de la lucha de la clase, es muy anterior a Rosa Luxemburg ([20]).
Además, Rosa Luxemburg propuso una lucha muy concreta en el seno del partido. La lucha para restablecer el control político del partido sobre los sindicatos socialdemócratas. Era una opinión común, entre los sindicalistas especialmente, que la forma organizativa del partido político estaba más predispuesta a capitular ante la lógica del capitalismo que los sindicatos que organizaban directamente a los obreros en lucha. Rosa Luxemburg había comprendido que lo cierto era lo contrario, pues los sindicatos reflejan la división del trabajo reinante, base principal de la sociedad de clases. Había comprendido que los sindicatos y no el SPD, eran los portadores principales de la ideología oportunista y reformista en la socialdemocracia de antes de la guerra y que, so pretexto de la consigna a favor de su "autonomía", los sindicatos, en realidad, estaban ocupando el lugar del partido político de los obreros. Es cierto que la estrategia propuesta por Rosa Luxemburg apareció insuficiente. Pero eso no significa que sea una teoría "espontaneista" o, incluso, anarcosindicalista como se ha llegado a pretender. Y la orientación de Espartaco durante la guerra de formar una oposición en el SPD primero y en USPD después, tampoco era la expresión de una subestimación del partido, sino, al contrario, de la determinación sin fisuras de luchar por el partido, de impedir que sus mejores elementos cayeran en manos de la burguesía.
En una intervención durante el IVo Congreso del KPD, en abril de 1920, Clara Zetkin dijo que en la última carta que recibió de Rosa Luxemburg, ésta le escribió que el Congreso no había tenido razón al no haber hecho de la aceptación de participar en las elecciones una condición de pertenencia al nuevo partido. No hay razón alguna para dudar de la sinceridad de Clara Zetkin en esa declaración. La capacidad de leer lo que los demás escriben, y no lo que uno desearía ver escrito, es, sin duda, más escasa de lo que suele creerse. La carta de Luxemburg a Zetkin, fechada el 11 de enero de 1919, sería publicada más tarde. Esto es lo que Rosa Luxemburg escribió:
"Pero, sobre todo, por lo que se refiere al tema de la no participación en las elecciones: tú le das demasiada importancia a esa decisión. Ningún "pro Rühle" estaba presente, Rühle no era un líder en la Conferencia. Nuestra "derrota" no fue más que el triunfo de un radicalismo indefectible un tanto inmaduro y pueril... Todos nosotros decidimos unánimemente no hacer de esa cuestión un asunto de más importancia, de no tomárnoslo en plan trágico. En realidad, la cuestión de la Asamblea nacional acabará directamente relegada a un segundo plano por la evolución tumultuosa, y si las cosas siguen como ahora, parece muy dudoso que haya algún día elecciones a la Asamblea nacional" ([21]).
El hecho de que fueran los delegados que mostraban más impaciencia e inmadurez los que solían defender las posiciones radicales, dio la impresión de que esa inmadurez era el producto del rechazo a participar en las elecciones burguesas o en los sindicatos. Esa impresión tendría consecuencias trágicas un año más tarde cuando la dirección del KPD, en la Conferencia de Heidelberg, excluyó a la mayoría a causa de su posición sobre las elecciones y sobre los sindicatos ([22]). No era ésa la comprensión de Rosa Luxemburg. Ella sabía que no había otra alternativa a la necesidad de que los revolucionarios transmitieran su experiencia a la generación siguiente y que no se puede fundar un partido de clase sin la nueva generación.
El pretendido carácter desclasado de los "jóvenes radicales"
Tras haber sido excluidos del KPD los radicales, tras haber sido excluido después el KAPD de la Internacional comunista, se empezó a teorizar la idea de que el papel de los "radicales" en el seno de la juventud del partido era la expresión del peso de elementos "desarraigados" y "desclasados". Sin duda será cierto que entre los partidarios de Spartakusbund durante la guerra y, sobre todo, en el seno de los grupos de los "soldados rojos", de los desertores, de los inválidos, etc., hubiera corrientes que no soñaban sino con destrucciones y "terror revolucionario total". Algunos de esos elementos eran muy dudosos y los Obleute tenían razón en desconfiar de ellos. Otros eran unos cabezas locas o, sencillamente, jóvenes obreros que se había politizado con la guerra y no conocían otra forma de expresión que la de pelearse con fusiles y cuya aspiración era lanzarse a una especie de "guerrillas" como la que pronto iba a dirigir Max Hoelz ([23]).
Esa interpretación fue retomada en los años 1970 por autores como Fähnders y Rector, en su obra Linksradikalismus und Literatur ([24]). Éstos intentaron ilustrar su tesis sobre el vínculo entre el comunismo de izquierda y la "lumpenización" con el ejemplo de biografías de artistas radicales que, como el joven Máximo Gorki o Jack London, habían rechazado la sociedad existente situándose fuera de ella. A propósito de uno de los miembros más influyentes del KAPD, aquéllos escriben:
"Adam Scharrer era uno de los representantes más radicales de la revuelta internacional... lo que lo llevó a la posición extrema y rígida de la Izquierda comunista" ([25]).
En realidad, muchos jóvenes militantes del KPD y de la Izquierda comunista se habían politizado en el movimiento de las juventudes socialistas antes de 1914. Políticamente, no eran, ni mucho menos, los productos ni del "desarraigo" ni de la "lumpenización" causadas por la guerra. Lo que sí es verdad es que su politización giraba en torno al tema de la guerra. Contrariamente a la vieja generación de obreros socialistas que había vivido décadas de rutina política en una época de relativa estabilidad del capitalismo, la juventud socialista se había movilizado de entrada en contra del espectro de la guerra que se anunciaba, desarrollando una fuerte tradición "antimilitarista" ([26]). Y aún cuando la Izquierda marxista quedó reducida a una minoría aislada en la Socialdemocracia, su influencia, en cambio, en el seno de las organizaciones radicales de la juventud era mucho mayor ([27]).
La acusación, por otro lado, según la cual los "radicales" habrían sido unos vagabundos en su juventud, no tiene en cuenta que esos años de "vagabundeo" eran, en aquella época, algo bastante normal en la vida de los proletarios. Era, en parte, un vestigio de la vieja tradición del tiempo de aprendizaje del maestro artesano que caracterizó a las primeras organizaciones políticas en Alemania coma la Liga de los comunistas, una tradición que era ante todo el fruto de la lucha de los obreros para que se prohibiera el trabajo de los niños en las fábricas. Muchos jóvenes obreros se marchaban a "ver mundo" antes de someterse al yugo del trabajo asalariado. Se iban andando a explorar los países de lengua alemana, o a Italia, los Balcanes e incluso Oriente Medio. Los que estaban relacionados con el movimiento obrero encontraban alojamiento barato o gratuito en las Casas sindicales de las grandes ciudades, establecían contactos sociales y políticos, apoyaban las organizaciones juveniles locales. Y fue así como, en el mundo obrero, se fueron desarrollando centros internacionales de intercambio sobre cuestiones políticas, culturales, artísticas, científicas ([28]). Otros se embarcaron, aprendieron idiomas y establecieron vínculos socialistas por todo el planeta. ¡No hace falta preguntarse por qué una juventud así se convirtió en la vanguardia del internacionalismo proletario a través de toda Europa! ([29]).
¿Quiénes eran los "delegados revolucionarios"?
La contrarrevolución acusó a los Obleute de ser agentes pagados por gobiernos extranjeros, por la Entente, y después por el "bolchevismo mundial". Son, en general, conocidos en la historia como una especie de corriente sindicalista de base, localista, centrada en la fábrica, antipartido. En los círculos obreristas se les solía admirar como una especie de conspiradores revolucionarios cuya finalidad era sabotear la guerra imperialista. Es así como se explica la manera con la que "infiltraron" sectores y factorías clave de la industria armamentística alemana.
Examinemos los hechos. Al principio, los Obleute, era un pequeño círculo de funcionarios del partido y de militantes socialdemócratas que se granjearon la confianza de sus colegas por su oposición sin concesiones a la guerra. Estaban fuertemente arraigados en la capital, Berlín, y en la industria metalúrgica, sobre todo entre los torneros. Pertenecían a los obreros educados, los más capaces, con los salarios más altos. Pero eran conocidos por su comportamiento de apoyo y solidaridad hacia los demás, hacia los sectores más frágiles de la clase obrera como las mujeres movilizadas para sustituir a los hombres enviados al frente. Durante la guerra, hubo toda una red de obreros politizados que creció en torno a ellos. No eran, ni mucho menos, una corriente antipartido, sino que en su práctica totalidad eran antiguos socialdemócratas, ahora miembros o simpatizantes del ala izquierda del USPD, incluido Spartakusbund. Participaron apasionadamente en todos los debates políticos que se produjeron en la clandestinidad durante la guerra.
En gran parte, la forma particular que tuvo esa politización se debió a las condiciones del trabajo clandestino, que hacían que las asambleas de masas clandestinas fueran muy escasas y las discusiones abiertas imposibles. En las fábricas, los obreros protegían de la represión a sus dirigentes, a menudo con un éxito notable. El tupido sistema de espionaje de los sindicatos y del SPD solía fracasar cuando querían dar con los nombres de los "cabecillas". En caso de arresto, cada delegado había nombrado un sustituto que cubría inmediatamente su ausencia.
El "secreto" de su capacidad para "infiltrar" los sectores clave de la industria era, pues, muy sencillo. Formaban parte de los "mejores" obreros, de modo que los capitalistas se los disputaban. De este modo, los propios patronos, sin saberlo, pusieron a esos internacionalistas revolucionarios en puestos neurálgicos de la economía de guerra.
La ausencia de la Internacional
El que las tres fuerzas antes mencionadas desempeñaran un papel crucial en la formación del partido de clase no es algo específico de la situación alemana. Una de las características del bolchevismo durante la revolución en Rusia fue cómo unificó esas mismas tres fuerzas que existían en el seno de la clase obrera: el partido de antes de la guerra que representaba el programa y la experiencia organizativa; los obreros avanzados, con conciencia de clase, de las fábricas y demás lugares de trabajo, que arraigaban al partido en la clase y tuvieron un papel decisivo en la resolución de diferentes crisis en la organización; y la juventud revolucionaria politizada por la lucha contra la guerra.
Lo que llama, comparativamente, la atención en Alemania es la ausencia de la misma unidad y de la misma confianza mutua entre esos componentes esenciales. Es eso y no una no se sabe qué calidad inferior de esos elementos mismos, lo que era crucial. Los bolcheviques poseían los medios para esclarecer las confusiones de unos y otros a la vez que mantenían y reforzaban su unidad. Y no era lo mismo en Alemania.
A la vanguardia revolucionaria en Alemania le faltaba unidad y confianza en su misión.
Una de las explicaciones principales es que la revolución alemana se enfrentaba a un enemigo mucho más poderoso. La burguesía alemana era sin lugar a dudas mucho más despiadada, si cabe, que la burguesía rusa. Además la fase inaugurada por la Guerra mundial le había aportado armas nuevas y poderosas. En efecto, antes de 1914, Alemania era el país con las mayores organizaciones obreras de todo el movimiento obrero mundial. Y cuando en el nuevo período, los sindicatos y los partidos socialdemócratas de masas dejaron de servir la causa del proletariado, esos instrumentos se transformaron en obstáculos ingentes. Aquí nos topamos con la dialéctica de la historia. Lo que había sido una fuerza de la clase obrera alemana en una época se convertía ahora en una desventaja.
Se necesita valor para encararse a una fortaleza semejante. Es grande la tentación de ignorar la fuerza enemiga para darse seguridad. Pero el problema no era únicamente la fuerza de la burguesía alemana. Cuando el proletariado ruso acabó con el Estado burgués en 1917, el capitalismo mundial estaba todavía dividido por la guerra imperialista. Es algo bien conocido que los militares alemanes ayudaron de hecho a Lenin y otros dirigentes bolcheviques a volver a Rusia, pues esperaban que eso debilitara la resistencia militar de su adversario en el frente del Este
Pero, ahora, la guerra había terminado y la burguesía mundial se unía contra el proletariado. Uno de los momentos fuertes del Congreso del KPD fue la adopción de una resolución que identificaba y denunciaba la colaboración del ejército británico y el ejército alemán con los propietarios de tierras de los Estados bálticos para poder entrenar en sus posesiones a unidades paramilitares contrarrevolucionarias dirigidas contra "la revolución rusa hoy" y "la revolución alemana mañana".
En tal situación, sólo una nueva Internacional habría podido dar a los revolucionarios y a todo el proletariado de Alemania la confianza, la seguridad y el aplomo necesarios. La revolución podía todavía salir victoriosa en Rusia sin que existiera un partido de clase mundial, porque la burguesía rusa era relativamente débil y aislada, pero no en Alemania. La Internacional comunista no se había fundado todavía cuando el enfrentamiento decisivo de la revolución alemana ya había ocurrido en Berlín. Solo una organización así, que reuniera las adquisiciones teóricas y la experiencia del conjunto del proletariado, habría podido encarar la tarea de llevar a cabo una revolución mundial.
Fue el estallido de la Gran guerra lo que hizo tomar conciencia a los revolucionarios de la necesidad de una oposición de izquierda internacional verdaderamente unida y centralizada. Pero en las condiciones de la guerra, era muy difícil mantener vínculos organizativos como tampoco esclarecer las divergencias políticas que separaban cada día más a las dos principales corrientes de la izquierda de la preguerra: los bolcheviques en torno a Lenin, y la izquierda alemana y la polaca en torno a Luxemburg. La ausencia de unidad antes de la guerra hizo más difícil todavía el transformar las capacidades políticas de las corrientes de los diferentes países en una herencia común de todos y atenuar las debilidades de cada uno.
El choque del hundimiento de la Internacional socialista no fue en ningún otro sitio tan fuerte como en Alemania. Aquí, la confianza en cualidades como la formación teórica, la dirección política, la centralización o la disciplina de partido fue duramente zarandeada. Las condiciones de la guerra, la crisis del movimiento obrero no facilitaron la restauración de la confianza ([30]).
Conclusión
En este artículo nos hemos centrado en las debilidades que aparecieron en el momento de la formación del Partido. Es necesario para comprender la derrota de principios de 1919, tema del artículo siguiente. Sin embargo, a pesar de esas debilidades, quienes se agruparon cuando la fundación del KPD eran los mejores representantes de su clase, de todo lo noble y generoso de la humanidad, los verdaderos representantes de un porvenir mejor. Volveremos sobre esto al final de la serie.
La unificación de las fuerzas revolucionarias, la formación de una dirección del proletariado digna de ese nombre se había vuelto un problema central de la revolución. Nadie comprendió mejor ese problema que la clase social directamente amenazada por ese proceso. A partir de la revolución del 9 de noviembre, el principal objetivo de la vida política de la burguesía fue la "liquidación" de Espartaco. El KPD se fundó en medio de ese ambiente de pogromo en que se preparaban los golpes decisivos contra la revolución qua iba llegando.
Ese será el tema del próximo artículo.
Steinklopfer
[1]) El orden del día de la invitación era:
1. La crisis del USPD
2. El programa de Spartakusbund
3. La Asamblea nacional
4. La Conferencia internacional
[2]) Contrariamente a esa posición, parece ser que una de las preocupaciones de Leo Jogiches era asociar a los Obleute a la fundación del partido.
[3]) Seis militantes presentes en la Conferencia fueron asesinados por las autoridades alemanas en los meses siguientes.
[4]) Der Gründungsparteitag der KPD, Protokoll und Materalien (Congreso de fundación del KPD, actas y documentos). publicado por Hermann Weber.
[5]) Eugen Leviné fue ejecutado unos meses más tarde por haber sido dirigente de la República de los Consejos de Baviera.
[6]) Frölich, conocido representante de la izquierda de Bremen, escribiría más tarde una célebre biografía de Rosa Luxemburg.
[7]) Ver las actas en alemán, op. cit. (nota 4), p. 196 à 199
[8]) Aunque poco después rechazara toda noción de partido de clase como burguesa y desarrollara una visión más bien individual del desarrollo de la conciencia de clase, Otto Rühle se mantuvo fiel al marxismo y a la clase obrera. Ya durante el Congreso, era partidario de los Einheitorganisationen (grupos politico-économicos) que debían, según él, sustituir a la vez al partido y a los sindicatos. En el debate sobre "Las luchas económicas", Luxemburg contesta a su idea diciendo que la alternativa a los sindicatos son los consejos obreros y los órganos de masas, y no los Einheitorganisationen.
[9]) Actas en alemán, op.cit., p. 222.
[10]) Según Clara Zetkin, Jogisches, en reacción a las discusiones, quería que el Congreso fracasara, o sea que se aplazara la fundación del partido.
[11]) Actas en alemán, op. cit., p. 214
[12]) Según las actas, esa sugestión fue acogida con exclamaciones como "¡Muy justo!". Felizmente no se adoptó la moción de Fränkel.
[13]) Op. cit., p. 209. El día anterior, por la misma razón, Gelwitzki, había dicho que se sentía "avergonzado" de haber discutido esa cuestión. Y cuando Fritz Heckert, que no tenía la misma fama revolucionaria que Luxemburg y Liebknecht, intentó defender la posición del comité central sobre la participación en las elecciones, fue interrumpido por una exclamación de Jakob: "¡Quien está hablando aquí es el espíritu de Noske!" (Op.cit., p. 117). Noske, ministro del ejército socialdemócrata del gobierno burgués del momento entró en la historia con el mote de "perro sangriento de la contrarrevolución"...
[14]) Op. cit., p. 224
[15]) "El Congreso ha demostrado con fuerza la juventud e inexperiencia del Partido. El vínculo con las masas era muy tenue. El Congreso ha adoptado una actitud irónica hacia los Independientes de izquierda. No he tenido la impresión deque, ante mí, existía ya un Partido" (Ídem, p. 47).
[16]) Ídem, p. 99-100.
[17]) Ídem, p. 271.
[18]) Ídem, p. 290.
[19]) Ídem, p. 302.
[20]) Ver los argumentos de Marx y Engels en el seno de la Liga de los Comunistas, tras la derrota de la Revolución de 1848-49.
[21]) Citado por Hermann Weber en los documentos sobre el Congreso de fundación, op.cit., p. 42, 43.
[22]) Una gran parte de los excluidos fundó el KAPD. Así, súbitamente, había dos Partidos comunistas en Alemania, ¡una trágica división de las fuerzas revolucionarias!
[23]) Max Hoelz era simpatizante del KPD y del KAPD; él y sus partidarios, armados, estuvieron activos en la Alemania central a principios de los años 20.
[24]) Walter Fähnders, Martin Rector, Linksradikalismus und Literatur, Untersuchungen zur Geschichte der sozialistischen Literatur in der Weimarer Republik ("Radicalismo de izquierda y literatura; estudios de historia de la literatura socialista en la república de Weimar").
[25]) P. 262. Adam Scharrer, gran figura del KAPD, siguió defendiendo la necesidad de un partido de clase revolucionario hasta el aplastamiento de las organizaciones comunistas de izquierda en 1933.
[26]) La primera aparición de un movimiento de jóvenes socialistas radicales ocurrió en Bélgica en los años 1860, cuando les jóvenes militantes hicieron agitación (con cierto éxito) ante los soldados en los cuarteles para impedir que fueran utilizados contra los obreros en huelga.
[27]) Ver la novela de Scharrer, Vaterlandslose Gesellen (que viene a significar algo así como "El granuja antipatriótico"), escrita en 1929, así como la biografía y el comentario de Arbeitskollektiv proletarisch-revolutionärer Romane, republicado por Oberbaumverlag, Berlin.
[28]) Uno de los testigos principales de ese capítulo de la historia es Willi Münzenberg, especialmente en su libro Die Dritte Front ("El tercer frente"): "Recuerdos de quince años en el movimiento proletario juvenil", publicado por primera vez en 1930.
[29]) El líder más conocido del movimiento de la juventud socialista antes de la guerra era, en Alemania, Karl Liebknecht y en Italia, Amadeo Bordiga.
[30]) El ejemplo de la maduración de la juventud socialista en Suiza gracias a las discusiones regulares con los bolcheviques durante la guerra mostró que eso era posible. "Con una gran capacidad psicológica, Lenin agrupó a los jóvenes en torno a él, participando en sus discusiones por la noche, animándolos, y criticándolos siempre con un espíritu de empatía. Ferdy Böhny lo recordaría más tarde: "la manera con la que discutía con nosotros se parecía a la del diálogo socrático"" (Babette Gross: Willi Münzenberg, Eine politische Biografie, p. 93).