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El pasado 26 de Mayo, un andamio de las obras de la construcción del nuevo estadio de fútbol en Valencia se desplomaba arrastrando a la muerte a dos trabajadores. El shock que sufrieron sus compañeros allí presentes fue brutal. Al terror de un escenario dantesco tras el desplome subsiguiente de un encofrado de cerca de 3 mil kilos, se sumó la impotencia de no poder socorrer a otros dos compañeros que se encontraban gravemente heridos y que, tras ser liberados por los bomberos, fallecieron desgraciadamente pocas horas después.
Pronto aparecieron por allí las diferentes instancias de la clase explotadora a manifestar, con el cinismo más repugnante, su consabida "solidaridad con las víctimas". Llegó el "amo", que presiona para acelerar el ritmo de las obras (y evitar que el desplome inmobiliario devalúe aún más sus operaciones urbanísticas) aunque quería ser el primero en dar el "pésame" a las familias de los fallecidos. Luego se acercó el contratista que no duda en abaratar costes subcontratando y "re-contra-subcontratando" (el 80% de los trabajadores en este caso), pero que alardea de cumplir la ley y tener ¡22 técnicos de seguridad en plantilla! Asomaron también su hedionda tez precisamente los representantes de la ley y la autoridad municipal, que no vacilaron en anunciar "investigaciones" y "sanciones", cuando lo cierto es que los vecinos se han hartado de denunciar por ejemplo la prolongación "ilegal" de los trabajos hasta primeras horas de la madrugada sin que ello haya servido para impedirlo, y en cuanto a las multas es bien sabido que el patrón se resarce indirectamente de ellas, sangrando aún más a los trabajadores.
Por último, aparecieron los Sindicatos, que dicen defendernos del patrón y del Estado al servicio del patrón. Pero de estos lacayos del patrón (que esa es su verdadera función), no se sabe que resulta más vomitivo: Su patética justificación de su habitual "hacer la vista gorda" («sabíamos lo del abuso de las subcontratas y lo de las jornadas de trabajo de más de 16 horas, pero no podemos hacer nada por que al tratarse de una obra no pública no estamos representados en el Comité de Seguridad en el Trabajo»); o sus "movilizaciones" - cinco minutos de silencio el día posterior al accidente, concentración de delegados sindicales ante la obra siete días después del crimen - destinadas a sembrar la impotencia y la resignación.
Sean cuales sean las causas o las circunstancias particulares de este accidente laboral, lo cierto es que año tras año, las condiciones laborales de la inmensa mayoría de los trabajadores se rige cada vez más explícitamente por el doble y criminal chantaje que describe la canción de Daniel Viglietti que hemos elegido para el título de este artículo: «Me matan si no trabajo,... y si trabajo me matan».
De lo segundo da buena cuenta el propio accidente de Valencia que es un eslabón más de una cadena cada vez más insoportable, la de la degradación de las condiciones de trabajo y de vida de los proletarios. En lo tocante a sus repercusiones en siniestralidad laboral, hay que decir que el capitalismo español aventaja dramáticamente a sus compinches europeos en el ranking de "crímenes laborales". A lo largo de los últimos años se vienen produciendo en España entre 1000 y 1200 muertos en accidente laboral, un 20% de todos los que se producen en la UE. Hasta ahora se achacaba esta "distancia" al mayor peso del sector de la construcción en la economía española. De hecho el parón del "ladrillo" hacía prever una disminución del número de accidentes laborales así como de su mortalidad. Pero no es así. Sólo en los dos primeros meses de este año se habían producido ya 178 accidentes mortales. Eso indica que las prácticas habituales de la construcción (subcontratación de personal sin preparación) se están extendiendo a otros sectores incluyendo los servicios (especialmente el transporte). Al mismo tiempo, en las obras se acentúan también los factores de riesgo para la seguridad, tales como las jornadas extenuantes o la ausencia de descansos semanales tanto para el personal como para la maquinaria.
Por mucho que los gobiernos traten de disimular estadísticamente la escalada de los accidentes de trabajo y las enfermedades laborales, como por ejemplo excluyendo de las estadísticas de accidentes "in itinere" (los que se producen yendo o volviendo del trabajo") o aquellos en los que se pueda imputar "temeridad" al trabajador, lo cierto es que trabajar resulta cada vez más mortífero. O te quedas seco de repente en uno de tantos accidentes laborales, o tienes la "suerte" de ver apagarse progresivamente la ya escasa salud que te va dejando una alimentación cada vez más empobrecida e insana o un medio ambiente cada vez más tóxico.
Recientemente, un estudio del Observatorio de Riesgos Psicosociales del sindicato UGT (citada en la edición digital de El País del 02/06/2008), ha establecido que cerca del 75% de los trabajadores sufren stress laboral y que tres cuartas partes de estos ven dañada su salud (fatiga, dolores en cuello y cabeza, irritabilidad, sensación de agobio, insomnio, problemas oculares,...) como consecuencia de ello. No nos resistimos a reseñar además la conclusión de tan sesudo estudio del sindicato "socialista": «El problema de fondo es que en las empresas siguen primando los intereses económicos a la satisfacción o el bienestar de los trabajadores».
¡Cuanta razón tenía Marx al denunciar en el Manifiesto Comunista el carácter hipócrita, reaccionario y mistificador de quienes defienden que el capitalismo sea capitalismo en beneficio de los trabajadores!
Por que para los trabajadores, para todos los trabajadores, el trabajo asalariado supone, como vemos un sacrificio de su propia vida, pero lo que define al proletariado es precisamente que se ve obligado a vender su fuerza de trabajo convertida en una mercancía cuyo "precio" es el salario, como único medio para lograr su supervivencia y la de su familia. El proletariado es, como analizaron Marx y Engels, la primera clase explotada de la historia que es "libre". Libre por cuanto nada le "obliga" a estar atado al amo esclavista o la tierra del señor feudal. Nadie, en efecto, le pone una pistola en el pecho para que trabaje. Es "libre" de hacerlo o de no hacerlo. Aunque, si renuncia "libremente" a trabajar debe atenerse a la consecuencias: enfermedades, penuria, hambre, marginación...
El proletariado está "libre" (o sea que carece) de otro medio de subsistencia que no sea la venta de su fuerza de trabajo. El capitalismo es el primer y único sistema social de la historia en que el explotado debe ir en búsqueda de su explotador. De ahí lo atinado no sólo del «y si trabajo me matan», si no también del «me matan si no trabajo».
Con la actual agravación de la crisis de la economía capitalista mundial, la clase explotadora trata de salvaguardar los - para ella - "sagrados" beneficios, a costa precisamente de los llamados costes laborales que incluyen desde luego los salarios que se ven degradados no solo de forma relativa perdiendo capacidad adquisitiva, sino también de forma absoluta al emplear mano de obra menos cualificada y por tanto más sensible a la concurrencia y al abaratamiento de la mercancía fuerza de trabajo. También le sirven para adelgazar el coste final de esa mercancía la disminución de los gastos de su reproducción lo que intenta a través por ejemplo de la reducción de inversiones en sanidad o educación, pero también reduciendo las inversiones en infraestructuras o seguridad laboral. Lo que la burguesía quiere meternos hoy en la cabeza con los discursos "fatalistas" con los que acompaña la carestía de los productos básicos, el aumento vertiginoso del desempleo, o la tendencia "in crescendo" de la siniestralidad laboral, es precisamente que nos resignemos al destino que puede depararnos esta sociedad cada vez más mortífera para el género humano y la vida misma sobre el planeta.
Pero no existe tal fatalidad si se erradica el capitalismo de la faz de la tierra; si se emancipa a la humanidad de las leyes inhumanas de la acumulación y la apropiación privada de lo que se produce socialmente; si se libera la actividad creativa y transformadora de los seres humanos de su tributo al beneficio y la alienación. Para que la humanidad pueda no sólo sobrevivir, sino darle pleno sentido a la palabra vivir; el sistema de explotación de unos seres humanos por otros debe morir.
Etsoem.2/6/2008.