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Los últimos cinco años hemos visto un desarrollo internacional de la lucha de clases. Las luchas se han producido en respuesta a la brutalidad de la crisis capitalista y al dramático empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo en todo el mundo. Hoy, al entrar en una nueva agravación de la crisis, anunciada por la crisis inmobiliaria en EEUU, cabe esperar una intensificación de estas luchas. En algunos de los países donde las condiciones obreras son más miserables -Egipto, Dubai, Bangla Desh- ya hemos visto los gérmenes de futuras huelgas de masas. En Europa reaparecieron en 2006, con las protestas de los estudiantes en Francia, un movimiento proletario de protesta con un carácter masivo y tendencias hacia la autoorganización.
En este momento en Alemania, asistimos al inicio de una nueva etapa de este desarrollo. En uno de los países industriales destacados de la cuna del viejo capitalismo, la simultaneidad de diferentes conflictos laborales amenaza con hacer bola de nieve y convertirse en una verdadera oleada de luchas obreras.
Un Año Nuevo de descontento
El año 2008 empezó mostrando cómo la compañía de ferrocarriles Deutsche Bahn (DB) se veía obligada a conceder el 11% de aumento salarial y una hora de reducción de la semana laboral de los conductores de tren. Esto ha sido el resultado de meses de fogoso conflicto que no han podido erosionar ni la ilegalización de las huelgas a escala nacional de los ferrocarriles, ni la división de la fuerza de trabajo de DB que han llevado a cabo los sindicatos. A esto le siguieron las movilizaciones en el área del Ruhr contra el cierre de la producción de teléfonos móviles Nokia. Durante una jornada de movilizaciones en Bochum, en solidaridad con los trabajadores de Nokia, se pudo ver manifestándose en la calle a obreros de diferentes sectores, así como el envío de delegaciones de diferentes partes de Alemania. En particular, los obreros de la fábrica de automóviles Opel en Bochum se pusieron en huelga durante esta jornada, en apoyo de los "Nokianer".
Para entonces, el ritual anual de las negociaciones salariales ya había comenzado. A la sucesión de huelgas de los obreros del metal les siguieron paros de decenas de miles de obreros del sector público en todo el país. Hacia mitad de Marzo, los médicos de los hospitales municipales también se manifestaron, reivindicando, como muchos otros trabajadores, un 12% de aumento salarial.
Pero sobre todo es la huelga total indefinida de los obreros del transporte en Berlín desde el final de la última semana de Marzo, la que ha mostrado que este año las luchas por la negociación salarial están desafiando directamente la ofensiva capitalista contra la clase obrera. Esta huelga de 10000 trabajadores -que de entrada es la más importante y más larga de su categoría desde la posguerra en la historia de Alemania- ha manifestado una combatividad y una determinación que inicialmente cogió a la burguesía por sorpresa. Este conflicto se agudizó precisamente en el momento en que la compañía de ferrocarriles trataba de hacer un último intento de retractarse de las concesiones que se había visto obligada a hacer, y cuando las negociaciones en el sector público estaban a punto de romperse. En este último sector, el Estado "ofrece" un 5% de "aumento" en dos años y pide a cambio ¡una ampliación de la jornada semanal en dos horas! En Berlín, donde todo el trasporte municipal está en huelga, excepto los trenes suburbanos (S-Bahn, propiedad de DB), de repente se abrió la perspectiva de que también estos últimos trabajadores, y la totalidad de los trabajadores del sector público, se pusieran en huelga, ¡no sólo en Berlín, sino en todo el país! La clase dominante tuvo que activar la parada de emergencia[1]. La compañía de ferrocarriles retrocedió en unas horas, antes de que se produjera una reanudación de la huelga nacional de conductores de tren. Al mismo tiempo, las instancias federales y municipales y el sindicato Verdi, llamaron a una mediación en el conflicto del sector público, lo que significaba que las huelgas en este sector serían ilegales en las siguientes semanas. De esta forma, el gobierno, los patronos y los sindicatos, aislaron la huelga de la compañía de transportes de Berlín (BVG).
Pero el potencial para que la simultaneidad de las luchas obreras plantee objetivamente su interrelación no viene únicamente del descontento general masivo por la caída de los salarios reales; también hay una acumulación de despidos masivos. Unos pocos días después de lo de Nokia, se impidió la bancarrota del banco semiestatal WestLB a costa de una operación estatal de salvamento de 2 billones de euros. El coste para los empleados: 2000 despidos, un tercio de la plantilla, y recortes salariales masivos para los que se quedan. El Estado, que ha desembolsado billones de euros para sostener esas y otras instituciones de crédito, como el IKB en Dusseldorf, o el banco provincial de Sajonia, les dice ahora a los obreros del sector público que ¡no hay fondos disponibles para satisfacer sus reivindicaciones salariales!
Pero además de las víctimas del actual cataclismo del mercado inmobiliario, las pasadas semanas varias compañías industriales -Siemens, BMW, Henkel (Persil)- han anunciado beneficios record y al mismo tiempo despidos masivos. La tradicional mentira que las empresas en dificultad cuentan a sus trabajadores -que restablecer la rentabilidad mediante "sacrificios" salvará sus empleos- ha quedado una vez más hecha añicos.
Estos ataques sin precedente han llevado no sólo a las primeras expresiones de resistencia este año: Nokia, y también las manifestaciones de los mineros en el Saar contra el cierre de minas[2]; sino también ayudan a erosionar la propaganda de la clase dominante. Tras la campaña de "unidad nacional" de los sindicatos y los políticos burgueses contra la compañía finlandesa Nokia, uno de los "gags" favoritos de los cómicos es quejarse de los ¡horribles capitalistas finlandeses que dirigen la Siemens y el WestLB!
La politización de la lucha
Uno de los signos más significativos de la actual maduración de la situación es el principio de una politización más abierta y consciente de la lucha obrera. Los acontecimientos recientes nos dan tres importantes ejemplos:
1.- El papel de la factoría de automóviles Opel en Bochum en el reciente conflicto en Nokia. Lo cierto es que los trabajadores de Nokia se sintieron desmoralizados e intimidados por la provocativa brutalidad con la que se anunció el cierre de la fábrica. La masiva intervención de los obreros de Opel en Nokia, llamando a luchar y prometiendo unirse a cualquier eventual huelga, es lo que hizo posible la movilización que tuvo lugar. Ya en el 2004, una huelga salvaje de una semana en Opel en Bochum, impidió el cierre de su propia planta. Hoy los "Operaner" (obreros de la Opel) están determinados a generalizar esta lección ampliamente a los trabajadores: ¡la resistencia obrera y la solidaridad sirven de mucho! Lo que vemos aquí es la emergencia de vanguardias combatientes en grandes concentraciones obreras, que son conscientes de su peso en la lucha de clases, y que están dispuestos a ponerlo en juego en beneficio de todos los trabajadores. Otra de estas concentraciones es la de Mercedes-Daimler, que ya en los años 90, mediante una huelga a gran escala, previno el recorte del subsidio por enfermedad que quería llevar a cabo el gobierno Kohl. En el 2004, los obreros de Daimler, que tomaron las calles en Stuttgart y en Bremen contra los recortes de salarios y de subsidios, declararon que no luchaban sólo por ellos, sino por todos los trabajadores. También deberíamos recordar que Alemania aún es un país de grandes fábricas y concentraciones industriales, con millones y millones de obreros altamente cualificados.
2.- El principio de confrontaciones abiertas entre los trabajadores y los órganos de control de izquierda del capital se concretiza en la huelga del transporte de la BVG en Berlín. Esta huelga no es únicamente en reacción contra la actual pérdida de salario real ante la inflación creciente. Los trabajadores también se rebelan contra las consecuencias de los acuerdos salariales del 2005, que han dado como resultado reducciones salariales del 12%, un horrible empeoramiento de las condiciones de trabajo, y la "subcontratación" de plantilla en condiciones aún peores. Un acuerdo que Verdi, el principal sindicato del sector, aún defiende vehementemente. Consciente de que la nueva "oferta" salarial que la patronal iba a hacer sería una provocación para los obreros, Verdi organizó anticipadamente una jornada de protesta para un sábado a finales de Febrero, de modo que causara los menos desórdenes posibles. Pero cuando los obreros escucharon que sus salarios iban a congelarse a nivel de los de 2007, con aumentos sólo para los contratados a partir de 2005, fueron a la huelga 24 horas antes de la jornada prevista, sin esperar el permiso del sindicato. Tal es la indignación, no sólo respecto a las de hecho reducciones salariales, sino también frente al intento obvio de dividir a los trabajadores, que Verdi se ha visto obligado a abandonar su búsqueda de un "acuerdo cordial negociado" y a llamar a una huelga total. Esta huelga también ha llevado a una confrontación abierta con la coalición de izquierdas de la Socialdemocracia y el ala izquierda "Linkspartei" (coalición "Red-Red"), que gobierna Berlín. Este último partido, que surgió del partido estalinista SED, que gobernaba en Alemania del Este, y que ahora se está extendiendo por la antigua Alemania occidental con el apoyo del que antes fuera líder del SPD, Oskar Lafontaine, denuncia la huelga como expresión de ¡una "mentalidad de privilegiados", de "mimados" berlineses occidentales! Esto sucede en el momento en que poderosas fracciones de la burguesía alemana intentan establecer el partido de Lafontaine y Gysi como la quinta fuerza parlamentaria, capaz de reconvertir el descontento obrero al terreno electoral. ¡No importa que noche tras noche, las noticias de la TV se las arreglen para no mencionar siquiera una huelga que está creando el caos en la capital!
3.- Están apareciendo los primeros blogs de Internet donde por ejemplo los obreros ferroviarios expresan su admiración y su solidaridad con la huelga de la BVG. Esto es tanto más importante cuanto que, en sectores como los conductores de tren, los pilotos o los médicos hospitalarios, donde el peso del corporativismo es particularmente fuerte, la burguesía está respondiendo a la creciente insatisfacción con los sindicatos oficiales DGB, animando sindicatos seudo radicales pero estrictamente corporativos. Esto no es únicamente para contener la combatividad en un marco sindical y prevenir la autoorganización, sino también para tratar de contrarrestar la radicalización política. El sindicato de maquinistas de tren, el GDL, actualmente favorito del izquierdismo, es de hecho una caricatura de estrecho parroquianismo y de conformismo apolítico.
El papel creciente del proletariado alemán
Durante décadas, la burguesía alemana ha estado orgullosa de su sistema de autonomía de negociación salarial, un marco legal estrictamente definido dentro del cual, sobre la base de la división sectorial y regional de los obreros, los patronos y los sindicatos imponen la voluntad del capital. Sin embargo 2008 no es la única vez en la Alemania de posguerra que la clase obrera ha empezado a poner en cuestión este marco burgués. Desde las huelgas de septiembre de 1969 a la lucha masiva en la Ford de Colonia en 1973, huelgas salvajes han contestado los "acuerdos" impuestos por sindicatos y patronos. Esta intervención autónoma de la clase fue provocada sobre todo por las consecuencias de la inflación. Tampoco es la primera vez que ha habido movilizaciones obreras y expresiones de solidaridad de clase en respuesta al cierre de fábricas. En particular la lucha de Krupp Rheinhausen en 1987 ha quedado en la memoria colectiva de la clase.
Pero hoy tenemos ambos fenómenos juntos. La inflación y la acumulación de los efectos de años de verdaderas reducciones salariales han llevado a un malestar generalizado. Los despidos y el desempleo masivo, que inicialmente han tenido a menudo un efecto intimidatorio sobre la combatividad, provocan una reflexión cada vez más profunda sobre la naturaleza del sistema capitalista.
Las luchas actuales son la continuación de las de los años 60, 70 y 80, de cuyas lecciones hay que apropiarse conscientemente. Pero no son sólo una continuación. También son una profundización de esta tradición de lucha. Después de 1968, Alemania participó en la reanudación internacional de la lucha de clases. Pero aún iba a la zaga de otros países, a cuenta de la particular brutalidad de la contrarrevolución y de la inicialmente mayor capacidad de Alemania para resistir a los peores efectos de la crisis capitalista.
En oposición a esto, el proletariado alemán está empezando actualmente a unirse a sus hermanas y hermanos en Francia y otros países, a la cabeza de la lucha de clases internacional.
Traducido de Welrevolution, prensa de la CCI en Alemania, 14 de Marzo de 2008
[1] En los años recientes, la rama del sector público en Berlín rompió con las negociaciones en común con otras provincias (Länder), para llevar a cabo las negociaciones salariales por su cuenta y así aislar a los trabajadores del Estado allí de sus colegas en otras partes. Como telón de fondo hay que considerar la especificad contemporánea alemana de que la capital no sólo es la mayor ciudad, sino también la más pobre de las grandes ciudades del país.
[2] Desde hace años, la excavación de minas en el Saar ha producido terremotos, ocasionando daños a otras propiedades. Hasta ahora esto nunca ha incomodado a la clase dominante. Ahora, de repente, esto provee un pretexto para cerrar todas las minas que quedan en la provincia.