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Ayer 24 de junio de 2007, 6 soldados del contingente español en Líbano morían en un atentado terrorista. Todas las fuerzas políticas de derecha e izquierda se han apresurado a declarar que estos soldados han muerto “por la paz”, que estaban allí en una “misión de pacificación”, bendecida por la ONU.
Para PSOE e IU, para numerosos medios de “comunicación”, para toda una serie de intelectuales de “izquierda”, habría que trazar una raya entre las tropas enviadas a Irak que serían fuerzas de ocupación y las desplegadas en Líbano, Afganistán o Haití que cumplirían una misión de “interposición” en “beneficio” de la población.
Esta distinción no tiene ninguna base seria, es un engaño demagógico cuya función es hacernos aceptar la guerra con todas sus consecuencias: sufrimientos para las poblaciones afectadas; muertes, invalidez, para los soldados allí destacados –en su mayoría procedentes de familias obreras o de capas sociales desfavorecidas- y recortes sociales, cargas fiscales etc., impuestos a los trabajadores para pagar el enorme gasto que representan.
Irak, Afganistán y Líbano constituyen junto con Israel – Palestina, los puntos más álgidos de la violenta convulsión imperialista que sacude toda la zona que va desde el Mediterráneo a Asia Central, una región estratégica fundamental tanto desde el punto de vista militar como por las reservas de petróleo que posee.
En esta contienda hay actores que aparecen continuamente en el escenario mientras que hay otros que se mueven entre bambalinas y cuyos siniestros designios se encubren tras los cortinajes de la diplomacia, las tropas de “paz” y las misiones de “mediación”.
Estados Unidos –secundado por Gran Bretaña- e Israel están directamente implicados. Sus tropas, su aviación, causan cotidianamente, lotes intolerables de dolor y destrucción. Junto a ellos hay toda una serie de gángsteres de barrio, a menudo aspirantes a ocupar un Estado que nada tiene que envidiar a aquellos en barbarie y atrocidades contra la población: Hamás y Al Fatah, enzarzados en una salvaje guerra que aterroriza a la población palestina de la que supuestamente serían sus “liberadores”; Hizbollah, aliado de Irán en Líbano, muy ensalzado por los sedicentes “izquierdistas” que impone a la población la cruel ley islámica; el reciente Fatah al Islam, que se enfrenta al ejército libanés y que es, con toda probabilidad, un comanditario del régimen sirio…
Francia, Irán, Alemania, Rusia, aparecen como actores respetables con intenciones desinteresadas. Pero tras esa careta amable se oculta el rostro repugnante de sus apetitos imperialistas: aprovechan como buitres el declive histórico de Estados Unidos para reforzar sus posiciones y avanzar sus peones, un declive que se ha hecho patente en Irak y se está acelerando a pasos agigantados:. « La situación en Irak no es sino el epicentro de un proceso de desintegración y de caos militarizados que se extiende por Palestina, Somalia, Sudan, Líbano hasta Afganistán que amenaza constantemente con tragarse a nuevas regiones del planeta entre las que no hay que excluir, ni mucho menos, a las metrópolis capitalistas centrales, como lo han demostrado los atentados terroristas de Nueva York, Madrid y Londres durante esta primera década del nuevo siglo. Lejos de construir un nuevo orden mundial en Oriente Medio, el poder militar norteamericano no ha hecho más que propagar un caos militar sin límites» (Editorial Revista Internacional nº 129, ).
Este caos ha convertido la vida de los millones de personas en un infierno: hambre, desempleo total, muertes diarias, epidemias, inválidos de por vida, secuestrados, torturados, detenidos, alistados… En ese ambiente completamente irracional, las tropas de la OTAN (en el caso de Afganistán) o los cascos azules (en el caso de Líbano) se ven llevados a acciones militares tan estúpidas como estériles como ha ocurrido recientemente con el bombardeo de una escuela en Afganistán. De ahí que todas las chácharas sobre la misión “humanitaria” o “civilizadora” con la que nos obsequian Zapatero y su fiel escudero, Llamazares, sean una mentira deliberada. En la asignatura de la Barbarie los “bonachones” soldados de la ONU nada tienen que aprender de los “antipáticos” marines americanos destacados en Irak.
¿Cuál es el papel del Capital Español en esta telaraña sangrienta? Enviando tropas a Líbano defiende su pretensión de ser una potencia “mediterránea” con “algo que decir” en Oriente Medio, enviando tropas a Afganistán busca no quedarse fuera de una batalla crucial para el control de Asia Central, vientre estratégico del planeta. Irak era una apuesta perdedora y por eso ZP se retiró revocando la orientación anterior de Aznar. Afganistán y Líbano serían, por el contrario, apuestas más ventajosas…
Pero tales cálculos “optimistas” de esos expertos en cuentos de la lechera que son ZP y Moratinos están destinados a ser progresivamente desmentidos. Por un lado, Afganistán se encamina hacia una guerra de desgaste muy similar a la iraquí con las tropas de la OTAN empantanadas en un engranaje infernal de provocaciones, matanzas y atentados. La situación libanesa es aún más peligrosa pues cada día parece más inevitable el estallido de una guerra abierta de todos contra todos donde las tropas de la ONU se verán obligadas a intervenir causando muertos y sufriendo bajas en sus filas. Todo empuja en esa dirección: el contagio del caos que viene tanto de Palestina como de Irak, las presiones de USA y Francia –por el momento aliadas pero abocadas a enfrentarse-, la tentativa de Siria para recuperar su influencia perdida, la larga mano de Irán…
Los 6 soldados no han muerto en misión de paz sino dentro de una política de guerra. Es cierto que, como gangster de segunda división, el Capital español puede disimular sus designios imperialistas con grandilocuencias como la “Alianza de las Civilizaciones”, hazmerreír de las cancillerías. Pero su política aporta la cuota de sangre, barbarie y destrucción a todas las poblaciones de la zona y ha llevado la tragedia a 6 familias, 3 de ellas emigrantes.
Zapatero y Llamazares gustan de santificar sus operaciones guerreras con la bendición de la ONU. Pero las acciones amparadas por la ONU son tan imperialistas como las que emprende por cuenta propia Estados Unidos en Irak. Las Resoluciones de la ONU dieron el visto bueno a la primera guerra del Golfo (1991) que causó medio millón de muertos o muchos episodios bárbaros en Yugoslavia (1991-95), Ruanda (un millón de muertos) etc. Tanto las Resoluciones destinadas a cumplirse como aquellas hechas expresamente para incumplirse (en general las adoptadas contra Israel) son actos de guerra. La ONU es-como dijo Lenin de su antecesora, la Sociedad de Naciones- una cueva de forajidos, armados hasta los dientes.
Con la situación imperialista resultante del hundimiento del antiguo bloque ruso, la ONU se ha convertido en un instrumento que los rivales de Estados Unidos utilizan para frenar su apabullante hegemonía: «Desde 1989, Washington lo comprendió perfectamente: la ONU se había vuelto una tribuna para atajar los proyectos norteamericanos, un lugar donde sus rivales menos poderosos podían retrasar, diluir y hasta imponer un veto a la política de EEUU para impedir que se debilitaran sus propias posiciones» (Revista Internacional 129, antes citada). Alemania, Francia, Rusia, China y figurones como el Capital español se aferran a la ONU como palanca para sabotear las iniciativas políticas y militares norteamericanas. Eso les permite presentarse como “Estados pacifistas” y como partidarios del multilateralismo y la “cooperación internacional”.
Oriente Medio es uno de los muchos cánceres que ha sembrado el capitalismo decadente. Su metástasis amenaza todo el planeta. Tras 70 años de guerra permanente en Palestina, tras la erupción de volcán libanés, tras la incorporación de Irak y Afganistán a la hoguera imperialista ¿es realista creer en los recurrentes planes de paz que lanzan los gobernantes? ¿Es sensato pensar que la ONU o la sobada cooperación internacional van a remediar algo?
Ni el Sheriff mundial –que, a imagen de su actual presidente, aparece cada vez más como un bruto decrépito e incompetente- ni el sindicato de criminales asociados en la ONU, ni las múltiples bandas islámicas que se enzarzan entre si, no tienen ni la voluntad ni la capacidad de aportar la más mínima solución. Ellos no forman parte de la solución sino que son EL PROBLEMA. El problema para la humanidad es el sistema capitalista que se ha convertido en un engranaje infernal de BARBARIE. Una barbarie cuyo rostro aparece todos los días en Oriente Medio pero que asoma cada vez con mayor frecuencia en el resto del mundo.
Solamente el proletariado tiene la solución aunque el camino hacia el desarrollo de su conciencia y de su lucha sea todavía muy largo y erizado de enormes dificultades. Pero no existe ningún otro. La lucha que tenga como horizonte la formación de una comunidad humana mundial sin Estados, sin fronteras, sin intercambio mercantil, sin explotación asalariada, es la que nos permitirá recorrer el camino. Al Frente Capitalista formado por todos los Estados, desde el Gran Bárbaro –USA- hasta los pequeños bárbaros aspirantes a dominar un Estado -Al Fatah; Fatah Al Islam, Talibanes, Al Qaeda etc- el proletariado debe oponer el frente internacional e internacionalista de la lucha de clases por la Revolución Mundial.
Acción Proletaria – Corriente Comunista Internacional, 25-6-07