A propósito de la carta de un lector: ¿En qué consiste la lucha de clase del proletariado?

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Un lector que mantiene una discusión con nosotros y que ha participado en reuniones públicas y otras actividades nos envía una carta donde muestra sus divergencias. Aunque se manifiestan sobre diferentes cuestiones, su centro de gravedad es la cuestión ¿en qué consiste la lucha de clases del proletariado?. Para el lector acciones de violencia realizadas por minorías, revueltas sociales, saqueos o incluso los actos de guerrilla y sabotaje que grupos de la resistencia iraquí ejecutan contra el ejército americano, formarían parte de la lucha de clases del proletariado. En la primera parte se publica íntegra la carta del lector. En la segunda parte, desarrollamos nuestra respuesta. Ni que decir tiene, que todos los lectores están invitados a participar enviando sus comentarios y sus contribuciones más o menos desarrolladas.

1ª parte: CARTA DEL LECTOR

Estimados compañeros:

Prosiguiendo con la discusión sobre la cuestión de la violencia revolucionaria y del terror rojo. Tuvimos amplias coincidencias sobre el carácter masivo y liberador de la violencia del proletariado, única clase que al abolirse a sí misma libera a la humanidad de la explotación, cuya fuerza reside en su toma de conciencia y su autoorganización autónoma dando una perspectiva a toda la humanidad, no pudiendo desarrollar relaciones de coerción sobre sí mismos y sobre otras clases no explotadoras sin degenerar en la creación de un poder burocrático con un aparato terrorista autónomo.

Pero también en la práctica los consejos obreros habrán de confrontar los problemas de la insurrección y de la resistencia armada de la burguesía, la guerra civil y la extensión internacional de la revolución poniendo en el orden del día la necesidad del terror rojo. Y no sólo durante y después de la insurrección si no ya antes. La constitución del proletariado en clase es un proceso (y la insurrección es indudablemente una fase en tal proceso), por lo que en éste proceso los proletarios deben pasar por acciones y objetivos parciales antes de la insurrección. En la práctica real la guerra de clases se caracteriza por la acción de grupos minoritarios de vanguardia en lucha contra el terror del capital y no por la acción de la clase en su conjunto. La vanguardia comunista a partir de un determinado nivel de enfrentamiento habrá de segregar un aparato clandestino específico, unos núcleos armados como lo tenían los bolcheviques, el KAPD (con Max Hölz, etc.), u a otro determinado nivel lo fue la FAI hasta julio de 1936.

Es más la guerra de clases genera y generará espoleada por la crisis histórica del capitalismo (como vemos en la Argentina, la Cabilia, en Irak...) la necesidad de contraponer al mundo de la mercancía y de la propiedad privada las propias necesidades del proletariado confrontando a la propiedad privada y a los aparatos estatales que la protegen. La denuncia de estos movimientos porque no se expresan con un programa comunista o de las acciones contra la propiedad y el estado como revueltas estériles y sin perspectiva, campo de batalla entre fracciones burguesas y manifestaciones de terrorismo, sólo conduce a posiciones indiferentistas y derrotistas y de complicidad con la represión. Ninguna revolución proletaria aparece “pura”, con un programa comunista claro, sin ideologías nacionalistas o burguesas, sin encuadramientos con la izquierda del capital, sin la presencia de lumpenes, ni de saqueadores ni destrucciones ni acciones de terror de minorías. La denuncia socialpacifista de esos movimientos porque no se ajustan a los parámetros de un movimiento ordenado y colectivo, resultado de las luchas preferiblemente reivindicativas del proletariado de los centros capitalistas a lo que lleva es a negar el movimiento real de afirmación del proletariado y a renunciar a actuar como vanguardia real. Se imponen la conclusión a la que llegó Plekhanov en la revolución de 1905: «No había que haber empuñado las armas». Por lo que la supuesta vanguardia se recluye en una torre de marfil siendo incapaz de ver los movimientos proletarios reales caracterizándolos de revueltas interclasistas estériles y sin futuro.

Ningún movimiento proletario ni tan sólo la revolución rusa han estado libres de ideologías burguesas ni de acciones de terror ni de destrucciones. Sino hay el ejemplo de la revolución rusa de 1905, comenzada en enero de 1905 implorando al zar reivindicaciones democráticas bajo la dirección de un provocador policial. O también habría que denunciar la revolución de 1917 por acciones que mancillarían la “pureza” de la clase obrera como la toma de rehenes entre la burguesía y otra serie de actos “indignos” propios de la descomposición capitalista en vez de esperar a la fraternización con la Guardia Blanca. ¿O es que se es tan ingenuo para pensar que el proletariado no va a recibir en herencia de la burguesía más que ruinas?

La CCI se escuda en pretextos “humanistas” para no llamar a la acción directa ni a su centralización y su sistematización. Así lo preferible sería una lucha perfectamente ordenada y colectiva, con programas claros y garantías de victoria. Esquema que lleva a la desconfianza hacia las acciones de vanguardia de la lucha proletaria, acusadas de conducir a derrotas parciales momentáneas, de favorecer las provocaciones y los ataques de la burguesía. Se rechaza organizar acciones de vanguardia. De lo que se trata de organizar un movimiento de educación por la propaganda, de construir un movimiento reivindicativo estructurado dentro del marco legal, con métodos pacíficos de progresión dentro del movimiento obrero y susceptible de conquistar las conciencias por la convicción ideológica.

Oponerse a la violencia de las minorías proletarias en nombre del antiterrorismo, de una mítica “violencia de la clase en su conjunto” es hacerse cómplice con la represión del Estado burgués. Observar el desarrollo de la lucha de clases y la agudización de la crisis capitalista limitándose a constatar las confrontaciones interburguesas y la ausencia de consignas programáticas comunistas en las luchas reales que desarrolla la clase obrera sin considerar que las luchas del proletariado lo son por su contenido y no por su “pureza” programática es complacerse en jugar un papel de teóricos elitistas, espectadores pasivos ante la lucha de clases, es la miseria de la teoría que no va acompañada de los actos de la crítica. Se sobre valoran las luchas economicistas en defensa del estado del bienestar en los países centrales, que como mucho dan lugar  a formas de sindicalismo de base y que se mueven al nivel del valor de cambio del proletariado como capital variable fuera de los periodos revolucionarios. Y en cambio se niega el carácter proletario a movimientos donde se confronta directamente al Estado burgués, imponiendo la violencia de clase, el derrotismo revolucionario y sus propios órganos autónomos y el rechazo a las elecciones y el ataque simultáneo a todas las fracciones burguesas: gobierno, islamistas y nacionalistas como se hace en la Cabilia. Respecto a los acontecimientos argentinos la prueba de que no todo el movimiento piquetero está encuadrado por el Polo Obrero y la CTA y los planes de trabajo es que la burguesía envíe a Toni Negri y a los partidarios del subcomandante Marcos a difundir la ideología gestionista y de la no toma del poder entre las fracciones más radicales de los piqueteros: el MTD, del que el NCI no habla por cierto. En oriente Medio en donde la CCI no ve proletariado por ningún lado, negando que el capitalismo sea el único modo de producción a nivel mundial y que haya engendrado a sus sepultureros también en la región. Allí existe una afirmación proletaria real que se confronta con la fracción más agresiva de la burguesía mundial, tanto en Irak contra el ejército norteamericano y el israelí en Palestina, contando éstos con la solidaridad de las otras fracciones burguesas rivales recubiertas bajo la bandera del pacifismo y del humanitarismo. La guerra tiene por función primordial el aniquilamiento del proletariado a nivel físico e ideológico con la polarización entre las fracciones democráticas, nacionalistas e islamistas.

Las carencias evidentes de estas luchas a nivel de conciencia y de perspectiva internacional sólo podrá ser superada por la acción de las minorías revolucionarias que centralicen (y quizás desde el Centro) su acción internacional permitiendo dar a estas luchas una perspectiva, unificando las luchas del Primer y del Tercer Mundo.

Compartiendo con vosotros las posiciones fundamentales de la izquierda comunista y estando abierto a la discusión y a la colaboración con la CCI no por eso voy a dejar de rechazar los ataques sectarios que hacéis a UHP y de solidarizarme con sus posiciones políticas. También comparto los análisis sobre Argentina. Y tampoco estoy dispuesto a daros un cheque en blanco a vuestra forma de solventar las divergencias políticas o las rupturas orgánicas con la CCI, en que quien sale de la CCI se convierte en “parásito” que tiene que ser fulminado y aplastado. Es la táctica de quien no está conmigo está contra mí. No niego la existencia de auténticos aventureros políticos destructores como la FICCI. Pero no puedo abonar ataques sectarios  a quien mantiene diferencias políticas con vosotros.

En fin deseando seguir la discusión, un cordial saludo

2ª parte: NUESTRA RESPUESTA

Hemos mantenido con este compañero discusiones sobre diferentes temas, entre otros ¿cuál es la naturaleza de la violencia revolucionaria de la clase obrera?; pero esta vez lo que nos plantea no concierne exclusivamente a la continuación de esa discusión[1]. Plantea otros temas entre los que destaca la tesis siguiente: «La guerra de clases genera y generará espoleada por la crisis histórica del capitalismo (como vemos en la Argentina, la Cabilia, en Irak...) la necesidad de contraponer al mundo de la mercancía y de la propiedad privada las propias necesidades del proletariado confrontando a la propiedad privada y a los aparatos estatales que la protegen. La denuncia de estos movimientos porque no se expresen con un programa comunista o de las acciones contra la propiedad y el estado como revueltas estériles y sin perspectivas, campo de batalla entre fracciones de la burguesía y manifestaciones del terrorismo, solo conduce a posiciones indiferentistas y derrotistas y de complicidad con la represión».

Esta tesis es más o menos similar a las defendidas por UHP-Arde, que hemos criticado en Acción Proletaria nº 178 y 180, cosa que nuestro lector no oculta, puesto que «se solidariza con sus posiciones políticas». Sin embargo, pese a que la carta contiene descalificaciones gratuitas de la CCI (nos tacha de “social-pacifistas”, “humanistas”, “vanguardia encerrada en una torre de marfil” para acabar con la acusación grave –que no demuestra en ningún momento- de que “calificaríamos de parásitos a todos los que rompen con nosotros”[2]) plantea no obstante una confrontación de posiciones que puede permitir una clarificación.

Queremos discutir con el compañero –y, por ende, con todos aquellos que comparten sus ideas de fondo- pese a que su carta se limita a enunciar sus críticas y a afirmar sus planteamientos sin exponer en ningún momento las argumentaciones que avalan lo uno y lo otro.

El ataque a la propiedad privada y a la mercancía

El compañero afirma « la necesidad de contraponer al mundo de la mercancía y de la propiedad privada las propias necesidades del proletariado confrontando a la propiedad privada y a los aparatos estatales que la protegen». Pero ¿qué quiere decir exactamente?. La fórmula es muy ambigua pues habla de la mercancía y de la propiedad privada vistas en general sin precisar a lo que se refiere.

Estos “matices” tienen mucha más importancia de la que parece. El capitalismo produce mercancías[3] pero lo hace a partir de la obtención de plusvalía explotando una mercancía especial: la fuerza de trabajo suministrada por los obreros. Esto es lo que distingue realmente al capitalismo y por ello las mercancías que vemos en los escaparates o en las estanterías de los hipermercados no son sino un resultado de un sistema cuyo fundamento es la explotación del trabajo asalariado. “Atacar la mercancía” consiste en atacar un símbolo: asaltar un MacDonalds, robar en un supermercado, saquear un comercio no supone ningún “golpe” al sistema capitalista pues lo que hace es cebarse sobre el resultado regular del régimen burgués.

Del mismo modo, no es lo mismo la “propiedad privada” en general que la propiedad privada de los medios de producción. Lo que caracteriza el capitalismo no es el título de propiedad jurídica sobre bienes, tierras, máquinas o instalaciones, sino una relación social que separa a los productores –los obreros- de todo medio de producción y de vida y les obliga a someterse a la extracción de plusvalía para ganarse la existencia. Hablamos de propiedad privada capitalista en el sentido de privación y exclusión de la gran mayoría del control y gestión de los medios de producción[4].

“Atacar la propiedad” resulta ser una fórmula tan ruidosa como vacía. En el mejor de los casos, ataca un efecto pero no la causa, enfrenta una ramificación pero no la raíz. En su polémica con Proudhon, Marx rebate esos radicalismos grandilocuentes «La propiedad constituye la última categoría en el sistema del señor Proudhon. En el mundo real, por el contrario, la división del trabajo y todas las demás categorías del señor Proudhon son las relaciones sociales que su conjunto forman lo que actualmente se llama propiedad; fuera de esas relaciones, la propiedad burguesa no es sino una ilusión metafísica y jurídica»[5]

Es iluso creer que se ataca el capitalismo porque se asalta un supermercado, se “ocupa” una vivienda[6] o, en el marco de una convulsión guerrera –como fue el caso de Irak-, se saquean viviendas, museos, ministerios... Nuestro lector ve tales acciones como «una ofensiva contra la propiedad privada a la que el proletariado opone sus necesidades». Francamente, ni constituyen una “ofensiva contra la propiedad” (son simplemente un cambio en los beneficiarios de la propiedad) ni suponen una satisfacción de las necesidades del proletariado, lo más que llegan es a la satisfacción temporal de las necesidades de un puñado de individuos.

De forma general, «es la posesión o la no posesión, de los medios producción, así como el modo de su puesta en práctica, lo que determina, en esencia, el lugar en la sociedad de sus miembros y su acceso a las riquezas, es decir, la pertenencia a una clase social y la existencia de intereses comunes con otros miembros de la misma clase. De forma general, el hecho de poseer medios de producción y ponerlos a trabajar individualmente determina la pertenencia a la pequeña burguesía (artesanos, explotaciones agrícolas, profesiones liberales, etc). El hecho de estar privado de medios de producción y de estar obligado, para vivir, a vender su fuerza de trabajo a los que los detentan y los utilizan en su proyecto para apropiarse de una plusvalía determina la pertenencia a la clase obrera. En fin, forman parte de la burguesía, los que detentan (en el sentido jurídico o en el sentido global de su control, de manera colectiva o individual) medios de producción que para ponerlos en marcha utilizan el trabajo asalariado y que viven de la explotación de este último bajo la forma de plusvalía que éste produce» (Revista Internacional nº 73: El proletariado es la clase revolucionaria)

Por eso, la apropiación de bienes de consumo, o su “expropiación”, como pomposamente la llaman ciertos grupos anarquistas, no significa ningún ataque a la propiedad privada capitalista. En todo caso es un cambio de manos de la propiedad y si la apropiación fuera suficientemente importante (lo cual está fuera de lugar en el caso de asaltos, etc y sólo lo planteamos para desarrollar el razonamiento hasta sus últimas consecuencias), podría incluso llegar a satisfacer las necesidades de algunos obreros, que entonces dejarían de serlo, para siempre; pero no podría significar nunca una solución para toda la clase obrera y para la humanidad. Si tratamos de imaginar una sociedad donde la consigna sea «expropiaos los unos a los otros» sólo tenemos que mirar alrededor, al capitalismo: «Los matices entre especulación comercial, de la bolsa, pseudo-negocios de ocasión, adulteración de alimentos, chantaje, peculado, robo, escalamientos y rapiñas se confunden tanto entre sí que desaparecen los límites que separaban a la honorable burguesía de la delincuencia. Se repite el mismo fenómeno que conduce regularmente a la rápida degradación de las aparentes virtudes de los burgueses, una vez trasplantados al terreno social extraño de las condiciones de las colonias de ultramar. Con el abandono de las barreras y de los soportes convencionales de la moral y del derecho, la sociedad burguesa, cuya ley íntima de existencia es la más profunda inmoralidad, la explotación del hombre por el hombre, recae directa y desenfrenadamente en la pura y simple delincuencia. La revolución proletaria deberá por tanto, luchar contra este enemigo (el lumpen, NdR) instrumento de la contrarrevolución» Rosa Luxemburgo: “La revolución rusa”, Ed Castilla SA, Madrid, 1975, pag. 68-9)

El proletariado moderno tampoco puede plantearse como perspectiva el reparto de los bienes y riquezas existentes por la sencilla razón de que –como demostró Marx frente a las teorías de Proudhon- la raíz de la explotación de los obreros y del hundimiento del capitalismo no está en el modo en que se reparte lo producido, sino en las relaciones sociales a través de las cuales se organiza la producción[7].

Revueltas sociales y lucha del proletariado

Nuestro lector coloca en el mismo plano de la “guerra de clases” cosas radicalmente diferentes como son las revueltas sociales de Argentina; los saqueos perpetrados por el lumpen en museos, mansiones o ministerios cuando las tropas americanas entraron en Bagdad;  las “acciones de terror de minorías” y la “afirmación proletaria real” en confrontaciones imperialistas como las de Irak o Palestina.

Sin embargo lo único que no cabe en ese cajón de sastre es la verdadera lucha de clase del proletariado. Esta es rechazada por nuestro lector con todos los calificativos negativos posibles. Afirma perentoriamente que ««se sobre valoran las luchas economicistas en defensa del Estado del bienestar en los países centrales, que como mucho dan lugar a formas de sindicalismo de base y que se mueven al nivel del valor de cambio del proletariado como capital variable fuera de periodos revolucionarios», después dice que preconizaríamos «un movimiento ordenado y colectivo, resultado de luchas preferiblemente reivindicativas del proletariado», finalmente que trataríamos «de construir un movimiento reivindicativo estructurado dentro del marco legal, con métodos pacíficos de progresión dentro del movimiento obrero y susceptible de conquistar las conciencias por la convicción ideológica».

No sabemos de donde ha deducido el compañero esa visión nuestra de un “movimiento pacifista, legalista, economicista”. Desde luego una lectura, incluso superficial, de nuestra publicaciones no permite sacar tales conclusiones. Dejando eso de lado y yendo al meollo de la cuestión lo que nuestro lector entiende por lucha obrera es en realidad el sabotaje sindical de la misma. Es incapaz de distinguir entre el intento de los obreros por defenderse y la acción sindical para sabotearlos. Cuando los obreros intentan responder a los despidos, los sindicatos les imponen el corsé desmovilizador y capitalista de la defensa de la empresa. Cuando los obreros se movilizan contra el recorte de las pensiones los sindicatos tratan de entramparlos en el objetivo de luchar por el mantenimiento de un “Estado del bienestar” que no es sino el envoltorio atractivo del capitalismo de Estado[8].

Nuestro lector no comprende que una de las manifestaciones clave de la lucha de clases es la confrontación entre los obreros que intentan luchar y el policía del Estado en los centros de trabajo: los sindicatos. La burguesía es muy consciente del peligro que representa el proletariado y para ello emplea a los sindicatos, a los partidos de “izquierda” y “extrema izquierda”, para anticiparse a la lucha obrera, para llevarla a la derrota, para impedir que los obreros constituyan su propio terreno de clase, su autonomía política y social,  diluyéndolos en un plano economicista, dividiéndolos, o desviándolos al terreno del capital.  Los obreros tienen que hacer frente a los sindicatos, imponerles una relación de fuerzas y desde esa confrontación, junto con otras experiencias en el terreno social, político e ideológico, se irán fraguando las condiciones para poder pasar a luchas masivas, a grandes huelgas de masas que permitan a nuestra clase lanzar una ofensiva general contra el Estado capitalista[9].

Esta confrontación es bastante áspera, a veces pasa por episodios más o menos sonados como las huelgas salvajes pero la mayor parte del tiempo toma la forma de luchas dispersas, donde las tendencias obreras apenas se esbozan pues lo predominante es que son rápidamente apagadas por el bombero sindical. Este proceso, tan laborioso como difícil y penoso, la única vía posible para laborar el terreno social hasta ponerlo en condiciones del estallido internacional de huelgas de masas, decepciona a nuestro impaciente lector, llevándole a negar el pan y la sal a estas luchas considerándolas “valor de cambio del proletariado como capital variable” (¿), extravagante fórmula tan pedante como desprovista de sentido. Prefiere, como Santo Tomás, tocar inmediatamente las llagas del cuerpo de Cristo, quiere las cosas para ya, aquí y ahora, ahora o nunca. Por eso, las revueltas sociales satisfacen mejor sus expectativas de “lucha de clases”. En efecto, en ellas, como en Argentina, multitudes desfilan por las calles y toman por asalto el parlamento, los bancos son apedreados, los supermercados saqueados, las avenidas están jalonadas de barricadas, hay choques con la policía... Se trata de llamaradas de fuego espectaculares que sin embargo pasan pronto y no dejan el más mínimo rastro en el terreno social. Tras las explosiones más o menos ruidosas lo que queda es la apatía y la frustración, una vez pasada la tormenta el poder capitalista sale fuertemente reforzado –como podemos ver actualmente en Argentina[10]. Tal es la diferencia cardinal –junto a otras- entre las revueltas sociales y la huelga de masas proletaria. Las primeras estallan rápidamente pero como el fuego hecho a base de pajas, se apagan con la misma rapidez con la que se habían encendido. En cambio, la huelga de masas proletaria nace del fuego de un tronco que cuesta horrores encenderlo pero una vez ha prendido resulta muy difícil extinguirlo.

Nosotros somos solidarios con los sufrimientos terribles de las capas sociales protagonistas de esas revueltas y llamamos al proletariado a solidarizarse con ellas. Pero solidaridad no quiere decir comulgar con ruedas de molino aceptando como válidos combates sin perspectiva que no hacen sino reflejar el caos que reina en la sociedad capitalista.

Esta crítica provoca las iras de nuestro lector que nos acusa de “indiferencia” y “derrotismo” y de ponernos de lado con la represión. ¿No comprende que señalar las limitaciones insalvables de los movimientos de estas capas y darles como perspectiva unirse a la lucha del proletariado es lo único que dará una alternativa real a sus mejores elementos?. «De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria...Las capas medias –el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino-, todas ellas luchas contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus puntos de vista para adoptar los del proletariado (...) El lumpenproletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras» (Manifiesto Comunista)

El porvenir de la humanidad depende de que el proletariado sea capaz de afirmarse como clase autónoma e independiente, definiendo su propio terreno de clase, liberándose de los planteamientos ideológicos y políticos que lo atan a la burguesía pero, simultáneamente, no diluyéndose en los movimientos de otras capas sociales que, pese a sus sufrimientos terribles, no encierran ninguna alternativa.

Eso le obliga a distinguir. Distinguir entre su terreno de clase constituido por la unidad, la solidaridad, la defensa intransigente de sus reivindicaciones, el internacionalismo, y el terreno burgués de la Nación, la guerra, la defensa de la democracia... Distinguir entre su lucha coherente, aunque su proceso de desarrollo sea lento y penoso, y las explosiones súbitas pero sin continuidad ni futuro de las capas pequeño burguesas o marginadas. Distinguir en fin entre su lucha solidaria y responsable y las acciones de robo, saqueo y picaresca del lumpen. Nuestro lector no distingue, para él es oro todo lo que reluce, “tout ce qui bouge est rouge”,como dicen los franceses[11]. Con tal método está causando un perjuicio grave a la lucha por la autonomía de clase del proletariado.

Las confrontaciones imperialistas son la negación más brutal de la lucha obrera

Pero donde nuestro lector se mete en un terreno muy peligroso es cuando dice que: «En Oriente Medio en donde la CCI no ve proletariado por ningún lado, negando que el capitalismo sea el único modo de producción a nivel mundial y que haya engendrado a sus sepultureros también en esta región. Allí afirma una afirmación proletaria real que se confronta con la fracción más agresiva de la burguesía mundial, tanto en Irak contra el ejército norteamericano y el israelí en Palestina, contando estos con la solidaridad de las otras fracciones burguesas rivales recubiertas bajo la bandera del pacifismo y del humanitarismo».

¿Qué se desprende de esta embarullada frase? Empieza con un ingenioso sofisma: la CCI no ve proletarios en Oriente Medio de lo que deduce con admirable “lógica” que la CCI no ve que “el capitalismo sea el único modo de producción a nivel mundial y que haya engendrado a sus sepultureros también en esta región”. ¡Los escolásticos se relamerán de placer ante tan brillante silogismo!

El proletariado en Oriente Medio es débil, poco concentrado, sometido a la confrontación imperialista más brutal, a violentas ideologías nacionalistas y guerreras. Por ello no está presente como clase social autónoma. Pero eso no significa que en el futuro, al calor del desarrollo de la lucha revolucionaria del proletariado de los países centrales, no podrá reaparecer y ajustarle las cuentas a los diferentes verdugos que hoy lo machacan: sionistas, islamistas, palestinos etc.

Nuestro lector está dominado por el más lamentable inmediatismo: sí el proletariado no está presente cada día del año y en cada lugar del planeta, entonces habría desaparecido. ¿No es capaz de comprender que la existencia del proletariado es histórica y que ello va más allá de su ausencia o presencia en una época o en un país determinados?

La búsqueda desesperada por nuestro lector de un “proletariado” presente “urbi et orbi” le lleva a pensar que hay una “afirmación proletaria real” (¿??) en Irak[12] y Palestina. Tan alambicada frase quiere decir que la confrontación criminal entre bandidos imperialistas encerraría una “lucha de clases”. Es decir, está tomando partido en la guerra imperialista, eligiendo un bando frente al otro. Atrapado en esa dinámica encuentra «la fracción más agresiva de la burguesía mundial» en el bando formado por el imperialismo americano y el israelí, dando a entender que sus rivales de la “resistencia iraquí” o del bando palestino serían “menos agresivos”.   

En este punto, nuestro lector coincide con la posición de ARDE-UHP[13] y la del GCI[14] tal y como él mismo reconoce. Esta posición la criticamos en Acción Proletaria nº 180 señalando que «Desde luego a los autores de Arde no ha debido “arderles” demasiado la cabeza para descubrir su innovadora teoría de “la lucha de clases en Irak”. Toda la extrema izquierda (desde el trotskismo hasta el anarquismo oficial) es una consumada especialista en vender como “movimiento de masas” con “dirección burguesa” las causas imperialistas de la burguesía. Pero Arde tiene otro maestro experto en esa “arte y ciencia”, no del zoquete, sino del enredo y el embaucamiento: el llamado G”C”I. Su especialidad, aparte de llamar al asesinato de militantes comunistas es apoyar mediante hábiles subterfugios al Bloque Popular Revolucionario de El Salvador, el Zapatismo en México, a Sendero Luminoso en Perú. Estos subterfugios han consistido en presentar las acciones encuadradas por esas fuerzas burguesas como “movimientos de proletarios en armas” (en el caso de Sendero Luminoso como “defensa de proletarios prisioneros”) haciendo creer que serían ellos quienes llevarían la iniciativa independientemente de la “dirección formal” que sería, por supuesto, “burguesa” y que el G”C”I “no apoyaría en absoluto” (Acción Proletaria nº 131, los parásitos del G”C”I llaman al asesinato de nuestros camaradas en México)»

A esta tesis peligrosa aporta el granito de arena del argumento de suponer que determinados imperialismos representarían la parte más agresiva o más extrema del capitalismo mundial. Habría por así decirlo imperialismos “pata negra” y otros de menos monta. Habría que elegir y polarizarse contra los primeros. Es el mismo argumento que emplean muchos grupos trotskistas para elegir campo en cualquier guerra imperialista. ¡Siempre habría un imperialismo peor que otro!.

Este “argumento” niega que el capitalismo es un sistema mundial de cuyo engranaje forman parte todos los estados nacionales, sea cual sea su tamaño, sus alianzas, su régimen o la ideología oficial que profesen. Como dijo Rosa Luxemburgo «el imperialismo no es la creación de un estado o grupo de estados imperialistas. Es el producto de determinado grado de madurez en el proceso mundial del capitalismo, es una condición congénitamente internacional, una totalidad indivisible, que solo se puede reconocer en sus relaciones y del que ninguna nación se puede apartar a voluntad» (La crisis de la socialdemocracia, página 116 edición española).

Nuestro lector añade otro argumento de “peso pesado” pues lo repite varias veces. En primer lugar nos dice que «Ninguna revolución proletaria aparece “pura”, con un programa comunista claro, sin ideologías nacionalistas o burguesas sin encuadramientos con la izquierda del capital», después añade que «ningún movimiento proletario ni tan solo la revolución rusa han estado libres de ideologías burguesas ni de acciones de terror ni de destrucciones», para concluir triunfalmente «está el ejemplo de la revolución rusa de 1905, comenzada en enero de 1905 implorando alzar reivindicaciones democráticas bajo la dirección de un provocador policial. O también, habría que denunciar la revolución de 1917 por acciones que mancillarían la ‘pureza’ de la clase obrera»

Todo esto constituye una pésima demagogia. Nos atribuye la búsqueda desesperada del santo Grial de una “lucha obrera pura” aduciendo la perogrullada de que toda lucha obrera está infestada desde sus inicios por los miasmas de la ideología burguesa. ¡Pero el problema está en que lo que hoy ocurre en Irak nada tiene que ver con lo que ocurrió en Rusia 1905 o 1917!. ¡Son como el infierno y el cielo!. En Irak se ventila una confrontación imperialista, en Rusia se ventilaba una revolución social. ¿Cómo es posible que nuestro lector caiga en la ceguera manifiesta de confundir lo uno y lo otro?. En Irak lo que vemos son bombas, matanzas ciegas, choques militares, manifestaciones de chiitas, sunitas y demás sectas archí reaccionarias. En Irak vemos muerte, desolación, ruinas, la violencia más desbocada, la eclosión de la peor barbarie. En Rusia 1905 y 1917 lo que vimos eran Asambleas Generales, pensamiento libre y colectivo de las masas, debates apasionados, solidaridad, fraternización, esperanza ...

Poner en el mismo plano hechos tan diametralmente opuestos es el resultado del “método” de amalgamas y generalidades abusivas que recorre el texto del lector. Es verdad que una guerra imperialista y una lucha proletaria tienen en común la presencia de mistificaciones burguesas. No puede ser de otra manera puesto que la ideología dominante es la ideología burguesa y por definición su influencia está presente en todo acontecimiento social incluso en aquellos que se proponen destruir el sistema. De esta verdad de Perogrullo nuestro lector, en un silogismo barato, deduce que como en todo acontecimiento social está presente la ideología burguesa ¡todo acontecimiento social pertenece a la lucha de clases!. Sin embargo, la naturaleza y la lógica de esas mistificaciones es radicalmente diferente en cada una de ellas: en la guerra esas ideologías van en el sentido de su desarrollo, son su banderín de enganche. En cambio, en la lucha obrera son un peligroso obstáculo que esta tiene que superar.

El papel de las minorías

El proletariado engendra en sus filas minorías más avanzadas que ven antes que el resto las perspectivas, los medios y los problemas del combate de clase. ¿Cuál es el papel de estas minorías más avanzadas? ¿Deben sustituir al conjunto de la clase luchando en su lugar en las largas épocas en las que esta no se manifiesta? ¿Deben ser los representantes autoproclamados de su combate que la dirigen como un general manda a la tropa?

Hace mucho tiempo que el movimiento obrero ha rechazado claramente esas visiones. Como dice el Manifiesto Comunista «todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento independiente de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría». Dentro de ese movimiento, el papel de los compañeros más avanzados no es el de luchar en lugar del conjunto de la clase o el de conducirla como el pastor que conduce el rebaño, sino el de desarrollar su toma de conciencia, su unidad, su solidaridad, para que sea capaz de lanzarse victoriosamente contra el Estado capitalista. «¿Cuál es la posición de los comunistas con respecto a los proletarios en general? Los comunistas no forman un partido aparte opuesto a los otros partidos obreros. No tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado. No proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento proletario. Los comunistas solo se distinguen de los demás partidos proletarios en que por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad. Y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre proletariado y burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto» (Manifiesto Comunista).

Sin embargo, para nuestro lector todo eso hay que echarlo al cubo de la basura pues «en la práctica real, la guerra de clases se caracteriza por la acción de grupos minoritarios de vanguardia en lucha contra el terror del capital y no por la acción de la clase en su conjunto».

¿En qué consiste esa “acción de grupos minoritarios de vanguardia en lucha contra el terror del capital”? A lo largo de la carta, nuestro lector nos proporciona algunas pistas: «la vanguardia comunista a partir de un determinado nivel de enfrentamiento habrá de segregar un aparato clandestino específico, unos núcleos armados como lo tenían los bolcheviques, el KAPD (con Max Holx etc.) o a otro determinado nivel lo fue la FAI hasta julio de 1936». Preconiza la necesidad de «acciones de terror», «violencia de minorías proletarias»...

Nuestro lector, como es la tónica en su carta, mezcla y embarulla las cuestiones. Una cosa es que en un periodo de preparación de la insurrección proletaria el partido revolucionario se dote de medios específicos para contribuir a su éxito. Otra muy diferente es la acción de Max Hölz y sus grupos minoritarios dentro del periodo revolucionario en Alemania (1919-23). Pero esas dos experiencias, de por si muy diferentes, no tienen nada que ver con la posición de dedicarse aquí y ahora a “acciones de terror”, “violencia de minorías proletarias”.

Esta última posición se asemeja a la de ciertas tendencias anarquistas que preconizan la acción de grupos minoritarios de afinidad que cada día deciden “libremente” qué van a hacer para oponerse al capital.

Aquí no podemos entrar en un análisis de los resultados nefastos que a lo largo de la historia del movimiento obrero han tenido esos “movimientos” de propaganda por el hecho, de acción directa de minorías, de enfrentamientos minoritarios con la policía o las bandas a servicio del capital. Volveremos sobre ello. Aquí solo queremos insistir en algo que nos parece muy importante: actualmente, el proletariado está generando en su seno una nueva generación de minorías revolucionarias. Es muy peligroso que sectores de esa generación se pierdan en el pozo de la acción de grupos minoritarios de vanguardia, pues sencillamente ello significa que se van a quemar tras una temporada de estéril activismo cayendo en la desmoralización y retirándose de toda actividad combativa. La energía, la convicción y el entusiasmo de estos compañeros no puede despilfarrarse en esas trampas sino que debe orientarse hacia el desarrollo de la conciencia, de la unidad, de la solidaridad, de la fuerza, de las luchas obreras. La tarea de las minorías de vanguardia no es la de perderse en esas acciones minoritarias que propone el compañero sino la de contribuir activa y pacientemente a la preparación de las condiciones de la huelga de masas. Es un camino duro y difícil, pero es el único posible.

Acción Proletaria 13-4-05

 


[1] Que por otra parte hemos desarrollado en una reunión pública sobre este tema (ver en Acción Proletaria nº 180, «la violencia terrorista es antagónica a la violencia de clase del proletariado»)

[2] En un encuentro con este compañero celebrado tras la escritura de la carta reconoció que no tenía ninguna prueba con la que justificar tal acusación: «Ante nuestra demanda de en qué pruebas basabas esas acusaciones tu respuesta fue que no la sustentas en ninguna. Ante nuestra reflexión de que en esas condiciones hay que abstenerse de hacer tales acusaciones gratuitas, mostraste tu acuerdo y compromiso en abstenerte de hacer tal tipo de afirmaciones» (Acta del Encuentro).

[3] Hay que precisar que la mercancía no es exclusiva del capitalismo: bajo el feudalismo y el esclavismo, existían los mercaderes, es decir, individuos que traficaban con mercancías. Del mismo modo, en el proceso de hundimiento del viejo orden feudal aparecieron formas de intercambio simple de mercancías, por ejemplo, entre granjeros y artesanos en las ciudades medievales o en las primeras etapas de desarrollo de las colonias que luego darían lugar a Estados Unidos.

[4] Por esta razón, y en continuidad con el marxismo, siempre hemos rechazado el “argumento” de los trotskistas que veían los regímenes existentes en Rusia (o Cuba) como “socialistas” o “comunistas” por el hecho abstracto de que la propiedad de los medios de producción está en manos del Estado y supuestamente se habría abolido la propiedad privada. La propiedad bajo el capitalismo, sea de titulación estatal o de titulación “privada”, supone siempre la expropiación de los productores: los obreros y la mayoría de la población explotada.

[5] Marx: La miseria de la filosofía página 154 edición española

[6] Sobre la cuestión específica de las ocupaciones de vivienda ver en Acción Proletaria nº 176 nuestro artículo a propósito de nuestra intervención en unas Jornadas sobre el problema de la vivienda celebradas en Madrid en abril 2004.

[7] La consigna de los proletarios de Roma, que popularizó el cristianismo, era el reparto de las riquezas. Pero ellos  podían plantearse así la cuestión porque no jugaban ningún papel en la producción, que recaía enteramente en el trabajo de los esclavos: «Los proletarios romanos no vivían del trabajo, sino de las limosnas que les daba el gobierno. Por eso la demanda de los cristianos de propiedad colectiva no se refería a los medios de producción, sino a los medios de consumo. No pedían que la tierra, los talleres y las herramientas e instrumentos de trabajo fueran propiedad colectiva, sino que se dividiera todo entre ellos, casas, ropas, alimentos y otros productos necesarios para la vida. Las comunidades cristianas se cuidaban bien de no investigar el origen de esas riquezas. El trabajo de producción recaía siempre en los esclavos» (Rosa Luxembug: “Socialism and the churches”, tomado de Archivo de autores marxistas de Internet y traducido por nosotros)

[8] Siguiendo las aportaciones de los grupos de la Izquierda Comunista y lo que empezó a desarrollar la IC en su primer congreso, nosotros vemos que el capitalismo desde las primeras décadas del siglo XX (donde se inicia su periodo de decadencia) tiende en todos los países al capitalismo de Estado, tendencia que toma diferentes formas: en los países “socialistas” la de una estatización más o menos completa de todas la economía; en cambio, en los países occidentales es la de una combinación entre la intervención del Estado y la propiedad “privada” clásica.

[9] No podemos desarrollar aquí cómo es el proceso que lleva a la huelga de masas. Llamamos a nuestros lectores a tomar en consideración la serie de artículos sobre la revolución rusa de 1905 que hemos iniciado en la REVISTA INTERNACIONAL nº 120. Del mismo modo, éste va a ser el tema que abordaremos en las próximas Reuniones Públicas que celebraremos en el mes de mayo. Finalmente, recomendamos la lectura del libro de Rosa Luxemburgo Huelga de masas, partido y sindicatos.

[10] Ver nuestro artículo sobre los acontecimientos argentinos en REVISTA INTERNACIONAL nº 109

[11] Todo lo que se mueve es rojo

[12] En un Encuentro celebrado con posterioridad al envío de la carta que estamos debatiendo, el lector cambió de posición sobre la naturaleza de la situación en Irak. Como señalamos en un acta que realizamos de dicho Encuentro y que enviamos al compañero para su verificación: « En el encuentro tras una intensa discusión llegaste a la conclusión de que la actual confrontación que tiene lugar en Irak nada tiene que ver con la lucha de clases sino que se trata de una batalla imperialista entre dos bandos –el americano por un lado y el de la llamada “resistencia iraquí” del otro- que son igualmente enemigos del proletariado y de la humanidad. Esta decantación tuya nos parece importante por lo que supone de ruptura con los argumentos tramposos y sofísticos de izquierdistas y similares de “hay que golpear al bando imperialista más fuerte”, “hay que estar con los que luchan”, “no hay que hacer el juego al imperialismo” etc.». Esto honra al compañero. Sin embargo hemos mantenido la respuesta original pues de lo que se trata es de discutir una posición que –sea acertada o errónea- no pertenece a nadie sino que es una herramienta para comprender la realidad.

[13] Queremos precisar que ARDE-UHP no representa a todo UHP. Hay compañeros dentro de este medio que no comparten los puntos de vista de los señores de ARDE . 

[14] Grupo “Comunista” Internacional. Grupo anarco-parásito que edita la publicación Comunismo, y por el que UHP-Arde siente un gran aprecio, y en el que encuentra “inspiración”

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