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Hace poco Sarah Palin, coparticipe con John Mc Cain de la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos, mantenía enconadamente que hombres y dinosaurios cohabitaron la Tierra hace 6 mil años, cuando la ciencia ha demostrado sobradamente que los últimos dinosaurios desaparecieron de la faz de nuestro planeta más de 65 millones de años antes de la aparición del primer homo sapiens. Esta ignorancia de la evolución histórica de las especies proviene en gran medida de la doctrina religiosa del creacionismo que está aún hoy ampliamente arraigada, como ponen de manifiesto las reinvenciones de la historia que llevan a cabo multitud de museos cristianos que, sobre todo a partir de 2005, han proliferado en USA (especialmente en Kentucky, pero también en Cincinnati y Ohio), así como en parques temáticos como el que lleva construyéndose desde 2007 en Lancashire (Gran Bretaña), impulsado por un grupo de hombres de negocios norteamericanos, para "explicar" la creación del Universo en siete días, conforme a lo que, al pie de la letra, dice la Biblia. Cuesta tomarse en serio estos Disneylandias y Parque Jurásicos de opereta, con su correspondiente escenificación hollywoodiana que tratan de explotar la ignorancia, la credulidad y los prejuicios religiosos de la gente. Pero es innegable el éxito de esta ideología oscurantista. E inquietante: según algunas encuestas más del 20% de la población de Flandes, por ejemplo, o uno de cada dos americanos, se inclinarían por una explicación creacionista del mundo, y rechazarían de plano la teoría de la evolución demostrada por Charles Darwin.
La teoría darwiniana de la evolución contra el creacionismo.
Hace 150 años, en Noviembre de 1859, Darwin publicó "El origen de las especies". Se trataba de una obra basada en gran acumulación de observaciones y experimentos realizados en la naturaleza, que transformaban de arriba abajo la visión de los orígenes del hombre y el lugar de éste en el universo de los seres vivos. Se demostraba, por primera vez, la existencia de una base común del desarrollo de las diferentes especies y seres vivos, y para ello se partía, aún superándolos, de los trabajos previos de otros naturalistas tales como Buffon y Linneo, así como de las teorías "transformistas" de Lamarck. La teoría darwinista demostraba de forma dialéctica, rigurosa y científica, como los seres vivos tienen la facultad de adaptarse a su ambiente natural. Al mismo tiempo Darwin integraba esta teoría en una concepción completamente novedosa de la evolución de las especies. Con todo ello se pone de manifiesto la existencia de una genealogía común a todos los seres vivos, una filiación en la que el hombre ya no se ve como una especie superior, totalmente creada y elegida por Dios, sino como el producto aleatorio de una diferenciación ente las diferentes especies. Se trataba pues de un cuestionamiento radical de las "enseñanzas" de la "La Biblia" y de su Génesis, una completa refutación de la idea de la creación divina, invalidando, por tanto, todas las tradiciones religiosas monoteístas (cristianismo, judaísmo e islam). Esta posición materialista y científica de Darwin suscitó inmediatamente ataques desde todos los lados, y sobre todo por parte de los dogmas religiosos que ya habían puesto en la picota el pensamiento de sabios como Galileo o incluso Copérnico, científicos estos que con sus descubrimientos habían sido los primeros en desmentir el geocentrismo religioso que postulaba que la Tierra es el centro del universo, y sobre todo el centro de la Creación divina.
Si este descubrimiento de Darwin significó un escándalo no fue tanto por demostrar la evolución de las especies, sino que las interacciones de esta evolución no obedecían a finalidad alguna de la naturaleza [1]. Así pues, el llamado "árbol de la vida" no se asemeja a un árbol genealógico bien jerarquizado, con una base y una cúspide estructuradas y cuyo remate sería el hombre, el homo sapiens, sino más bien a la de un abigarrado matorral, en cuyas raíces se englobarían todas las formas de vida más antiguas, y en el que el hombre no es más que una especie particular entre las millones de ramificaciones que aún están presentes sobre la Tierra. De esta visión se deduce un parentesco entre el ser humano y formas de vida de las más elementales como una ameba. Y esto le resulta insoportable a todos aquellos que, aún de forma muchas veces inconsciente, están todavía atrapados por atrasados esquemas religiosos. Hasta en nuestros días resulta que el método y las conclusiones de Darwin son puestas en cuestión con extremada vehemencia, cuando lo cierto es que los hallazgos científicos en el campo de la paleontología, en el de la biología y en el de la genética, así como en muchos otros ámbitos del conocimiento, han supuesto tajantes confirmaciones de la validez de la teoría de Darwin [2]. Por ello las religiones se han visto obligadas a disfrazar la prosecución de su cruzada anti-darwiniana, propagando una ideología que trata de camuflar las creencias religiosas so capa de una "construcción científica" alternativa, el llamado "diseño inteligente" - o como se le conoce en inglés: intelligent design -. En efecto ya no vemos a la Iglesia defender el creacionismo como lo hacía en tiempos del propio Darwin. Recordemos el debate que tuvo lugar en 1860 entre un apasionado defensor del evolucionismo como el científico Thomas Huxley y el obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, en el que éste pretendió burlarse del primero al preguntarle: «Dígame Mr. Huxley: ¿Desciende usted del mono por vía de su abuelo o por la de su abuela? ». A lo que Huxley le contestó: «No me avergüenza en absoluto tener un simio entre mis antepasados, ¡pero sí estar emparentado con un hombre que utiliza su talento, para oscurecer la verdad!». Es verdad que la Iglesia católica no se ha atrevido jamás a poner "El origen de la especies", en la lista de libros prohibidos, lo que no quiere decir que no lo haya condenado oficiosamente, o que durante muchísimo tiempo no haya corrido un tupido velo sobre la teoría de la evolución en los programas escolares que ha implantado. Hoy la religión se ha adaptado y plantea una doctrina mucho más sinuosa y también más perniciosa: el "diseño inteligente", que parte de una cierta aceptación de la existencia de una evolución, pero ve ésta decidida y "pilotada" por la "divina" providencia. Según esta teoría, por tanto, el hombre no sería el resultado de un "azar de la naturaleza", sino el fruto de la voluntad de un creador omnipotente que así lo habría querido y "programado".
Esta variante actual del creacionismo trata de aprovecharse del auge que en tienen hoy todo tipo de ideologías espiritualistas, oscurantistas y sectarias. Muchas de ellas directamente inoculadas por fracciones de la burguesía que encuentran un terreno propicio para la manipulación en mucha gente desorientada y desesperada por la miseria, la barbarie y la falta de perspectivas del mundo capitalista. Esto es lo que les empuja a huir de la realidad objetiva y a refugiarse en la fe, en una ciega creencia en el "más allá", en un "orden supremo" invisible y omnipotente que escapa a cualquier comprensión racional. La creencia en un Dios creador todopoderoso, así como la emergencia de toda suerte de sectas (que, por otra parte, se dedican a obtener beneficios bien capitalistas) es rentabilizada por ideologías de tipo New Age (Nueva Era), para cristalizar los temores, los sufrimientos y las angustias de multitud de desdichados y desamparados frente al callejón sin salida de la sociedad capitalista. Esta realidad enfatiza aún más la vigencia del análisis expuesto por Marx ya en 1843, cuando en la "Introducción a la Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho", señalaba que: «El sufrimiento religioso es, al mismo tiempo, una expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es el signo de la criatura oprimida por la desdicha, el sentimiento de un mundo sin corazón y el alma de circunstancias desalmadas. Es el opio del pueblo.».
La religión ha sido siempre el primer baluarte de las fuerzas conservadoras y reaccionarias para anestesiar las conciencias contra los avances de la ciencia. Por ello hoy tiene que adaptarse para poder seguir tratando de mantener el status quo, presentándose, eso sí, como un refugio del hombre frente a "las desgracias de esta sociedad", cuando en realidad busca tenerlo idiotizado por un sinfín de creencias y, sobre todo, sometido al orden social establecido.
La reaccionaria teoría del "diseño inteligente".
El "diseño inteligente" se presenta como teoría científica que trata de conciliar el evolucionismo y el creacionismo, presentando tanto al uno como al otro como sendas opciones "filosóficas", y tratando, fraudulentamente, de darse una cierta base científica. El precursor del "diseño inteligente", el jesuita Teillhard de Chardin (1881-1955), se empeñó durante los años 1920 en demostrar que existía una teleología, es decir una finalidad de la evolución, a la que llamó "el punto Omega" y que definía como el polo divino de convergencia y armonización culminante en la llamada "noosfera", una especie de beatitud celestial animada por el espíritu de Dios,... Hay que decir, sin embargo, que más que en el catolicismo, es en el protestantismo y en sus múltiples variantes de "Iglesias Evangélicas" y sus lecturas literales de La Biblia, donde se encuentran los adversarios más acérrimos de Darwin. Esto explica, por otra parte, el auge del Intelligent Design en los Estados Unidos durante los "años Bush" cuando el gobierno lo respaldó poco disimuladamente. En cuanto a los objetivos reales de los propagandistas actuales del "Plan Inteligente", han quedado claramente expuestos[3] en un documento de uso interno titulado "The Wedge" (algo así como "la cuña") redactado por el "think tank" del Discovery Institute que es la institución más destacada de este movimiento. En 1999 se produjeron una serie de filtraciones que permitieron conocer que los objetivos establecidos sin ambages por el Discovery Institute son: «vencer al materialismo científico y a sus herederos morales, culturales y científicos, para posteriormente reemplazar las explicaciones materialistas por la comprensión de que la naturaleza y el ser humano han sido creados por Dios», y que se propone conseguir a corto o medio plazo: «que la teoría del diseño inteligente se convierta en una alternativa aceptada por las ciencias y que se desarrollen investigaciones científicas que partan de la teoría del diseño; asistir también al comienzo de una influencia de la teoría del diseño sobre otras esferas que no sean las ciencias naturales; que reaparezcan igualmente importantes debates en lo relativo a la educación, y que sujetos como la defensa de la vida, la responsabilidad penal y la personal vuelvan a estar en primera línea de la agenda nacional.». Y en efecto la educación escolar y la enseñanza, y paralelamente en el plano jurídico, han sido el objetivo predilecto de la ofensiva desatada por esta "teoría", que también ha tratado de sembrar la confusión en los círculos científicos, buscando la mayor difusión de sus postulados en todas las esferas de la sociedad con poderosas campañas de publicidad y de "creación de opinión pública", valiéndose especialmente de Internet, para, como nuevos misioneros, emprender una sistemática "conversión" de infieles. Lo esencial de esa propaganda es tratar de "colar" la teoría del diseño inteligente como si fuese una hipótesis "científica" alternativa al darwinismo. No en vano su documento directriz expone netamente su voluntad de «hacer del diseño inteligente la visión predominante en la ciencia, que se den aplicaciones de la teoría del diseño inteligente en terrenos científicos que incluyan la biología molecular, la bioquímica, la paleontología, la física y la cosmología en cuanto a ciencias naturales, en la psicología, la ética, la política, la teología, la filosofía y las materias literarias; que sea capaz de influir en las artes». Pero precisamente el hecho de que los propósitos fundamentalistas del "diseño inteligente" se hayan podido conocer por parte del gran público, ha supuesto un revés para sus promotores, que al no poder negar su autenticidad, quieren vendernos hoy una versión mucho más edulcorada.
Pero esta empresa se ha visto relevada y especialmente exacerbada en el mundo musulmán. En Turquía un tal Harun Yahia, alias de Adnan Otkar, encabeza un lobby mafioso que se dedica a repartir masiva y gratuitamente su propaganda entre los profesores y los directores de colegios e institutos, de forma que ha inundado centros educativos del mundo entero con su Atlas de la Creación, que también se ha difundido vía Internet. También distribuye más de 200 películas documentales y más de 300 obras traducidas a 60 idiomas. Los intentos por desfigurar la historia de las especies y de los seres vivos forma parte, como otras tantas patrañas inventadas por las clases dominantes a lo largo de la historia de la humanidad, del lavado de cerebro con que quieren trabar el desarrollo de la conciencia de gran parte de la humanidad (y de los proletarios en particular), para mantenerlos embrutecidos e impedir que se liberen de sus cadenas. A través del oscurantismo tratan de cegarnos con el reflejo de la putrefacción de la sociedad capitalista. Se trata de las máscaras ideológicas con que tratan de ocultar la verdadera faz de este mundo para preservar las relaciones de explotación. La visión religiosa no es más que una de estas máscaras.
Ciencia y conciencia
La creencia religiosa representa lo contrario de la ciencia y la concepción científica. Para la religión y la tradición teológica, el saber, el conocimiento sólo pueden tener una esencia divina y resultar, por tanto, inaccesibles al común de los mortales. La visión materialista en la ciencia (o sea que los hechos y el estudio de las reacciones, diferentes o similares, en tal o cual medio, constituyen la base de la experiencia científica) no es ni una "filosofía" ni una "ideología", sino la condición necesaria para una concepción consciente e histórica de las relaciones del hombre con su medio natural que incluya su propio comportamiento como objeto de estudio; es una visión de los contornos de un conocimiento al que no puede ponérsele límite alguno. El desarrollo de la ciencia está totalmente ligado al desarrollo de la conciencia por parte de la humanidad. La ciencia tiene una historia, que no es lineal, ni está mecánicamente ligada a los progresos técnicos o a los avances tecnológicos (lo que excluye cualquier "positivismo", es decir toda idea de un continuo "progresismo"). Está, por tanto, estrechamente imbricada en las relaciones sociales de producción por las que se ve condicionada. Las creencias, en cambio, se apoyan en el miedo hacia lo desconocido. A diferencia de lo que sucede con los prejuicios religiosos - que son ante todo una ideología al servicio del orden existente, del poder establecido, y que por ello tienden a salvaguardarlos en el conservadurismo y el status quo -, el desarrollo de la conciencia es el elemento motor que acompaña el desarrollo de la ciencia. Esto explica que el método científico no tema en absoluto poner una y otra vez en cuestión sus hipótesis o revisar lo que había considerado adquisiciones. Es, pues, dinámica, en constante evolución. Tal y como lo define Patrick Tort en su libro "El Efecto Darwin" (pág. 150)[4]: «La ciencia inventa, progresa, y se transforma. La ideología recupera, se ajusta y se remodela».
Y como citaba en un artículo del Monde de l'Education de junio de 2005: «El "diálogo" entre ciencia y religión es una ficción inventada por la política. Nada puede consensuarse, ni intercambiar entre la búsqueda inmanente del conocimiento objetivo y la apelación a lo sobrenatural que constituye la postura del creyente. Si, aún por una sola vez, se admitiese que un elemento sobrenatural puede contribuir a construir la explicación científica de un fenómeno, se estaría renunciando en ese mismo momento a la coherencia metodológica de toda la ciencia. El método científico no se negocia. Hay que recurrir a todas las marrullerías del liberalismo individualista (...) para convencer de que puede optarse entre la explicación científica y la interpretación teológica, o que ambas pueden ser combinadas, como si la admisión de la ley que rige la caída de los cuerpos dependiera de la convicción personal, de la democracia electiva o de la "libertad".»
Hay que señalar que la "política" a la que se refiere esta cita es, lógicamente, la política de la clase dominante. He aquí por qué las concepciones científicas de un Copérnico, de un Marx o un Engels, de un Darwin,... han sido, y siguen siendo en la mayoría de los casos, atacadas o desfiguradas escarnecidamente por parte de los defensores de un orden social inmovilista.
W (24/11/09)
[1] Podríamos añadir a la lista de "escándalos" ante descubrimientos de la ciencia, los que se desataron ante los avances de la paleontología que - confirmando además las deducciones de Darwin -, demostraban que la cuna de la humanidad estaba en las altiplanicies africanas, lo que tiraba por tierra la presunta "superioridad de la raza blanca portadora de la civilización". Sobre esto recomendamos la lectura de los trabajos de Richard Leakey, como por ejemplo "La formación de la humanidad"
[2] Ya vimos en anteriores artículos como esta visión darwiniana ha sido también abundantemente desnaturalizada y deformada por interpretaciones reaccionarias tales como el "darwinismo social" de Spencer o la eugenesia racista de Galton, que sin embargo resultaron explícitamente rechazadas por el propio Darwin (véase, en francés, https://fr.internationalism.org/ri404/le_darwinisme_social_une_ideologie...)
[3] Ver los artículos "Creacionismo" y "Diseño Inteligente" en el sitio Wikipedia de Internet.
[4] Hemos realizado una reseña de este libro en https://es.internationalism.org/node/2538