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Desde comienzos de la década de 1990, la burguesía ha conseguido evitar una recesión abierta de la economía mundial, desarrollando un discurso sobre la “salud y el crecimiento de la economía” en los principales países, que hoy tiene como paradigma a China. Sin embargo ese crecimiento se basa sobre todo en una desenfrenada especulación financiera e inmobiliaria que ha convertido la economía mundial en un casino, fragilizando el sistema financiero, que tiembla por ejemplo ante cualquier filtración de que la Casa Blanca estaría considerando una acción armada sobre Irán, o algunos discursos pesimistas de los “gurús” económicos.
.Por otro lado, ese “desarrollo” del que hacen gala, no ha evitado una continuación y una agravación ininterrumpida de los despidos y la destrucción del tejido industrial, con el consiguiente aumento del número de desempleados. Eso sin contar el abandono de regiones enteras de África a la deriva y el crecimiento de la miseria en Asia (incluyendo la misma China, pese al “milagro”) y América Latina que generan flujos de emigrantes que arriesgan la vida para llegar a encontrar, con mucha suerte, trabajos precarios en condiciones casi de esclavitud.
Si esas son las condiciones de miseria para la clase obrera y la población que ha significado el “desarrollo económico” los últimos 15 años; hoy asistimos a una acumulación de signos de más graves convulsiones financieras al mismo tiempo que se suceden los mazazos de los ataques a las condiciones de vida obreras.
El crecimiento… ¡de la deuda y de los signos precursores de nuevos crash financieros!
Durante estos últimos cuarenta años hemos comprobado que los períodos de recesión económica han sido cada vez más devastadores, y los períodos de relanzamiento más limitados. Debemos destacar que a pesar de los discursos tranquilizantes de la burguesía, que a menudo se dedica a decir que todo va bien (el desempleo bajaría, el poder adquisitivo aumenta...) o que los problemas son momentáneos, la perspectiva para 2007 no es una mejora del crecimiento sino la continuación de su deterioro. En los años 1960 la media del crecimiento de la producción en los países de la OCDE era del 5,6%; en los años setenta del 4,1%; en los ochenta, el promedio del período es de 3,4%; de 1990 a 1995 el 2,4%. La tendencia general a la baja continúa. Hay que señalar que la industria británica perdió 220.000 empleos en dos años. El número de personas empleadas en la industria manufacturera (3,3 millones) es inferior al del año 1841 (3,6 millones) ¡Es el relanzamiento del mercado inmobiliario y la vuelta a las inversiones en bolsa, lo que según la burguesía, está generando en Gran Bretaña el boom del consumo; es decir que es la especulación la que genera esta “riqueza”!
La droga del endeudamiento ha hecho acumular una montaña de deudas descomunal que en el último período ha llegado a hipotecar a toda la sociedad. La deuda total - en millones de dólares - de los Estados Unidos era de 450.000 en 1.970, de 1.069.000 en 1.980, de 5.000.000 en 1.988. Actualmente es de 7.800.000 millones de dólares. Este endeudamiento no sólo afecta a los Estados Unidos, sino a todos los países desarrollados y subdesarrollados. Baste ver por ejemplo como el “crecimiento espectacular” de la economía española está basado en realidad en una tasa de endeudamiento de las empresas y las familias del 110% de la renta disponible. Y a eso se suma la especulación desenfrenada: «El aparato financiero sufre las peores convulsiones desde 1.989... Su deterioro se realiza al mismo tiempo que un desarrollo gigantesco de la especulación que afecta a todas las actividades: acciones bursátiles, bienes inmuebles, arte, agricultura, etc...» (Revista Internacional 98).
La masa de movimientos financieros generados por la especulación se calcula en 699 billones de dólares; mientras que la transacción de bienes y servicios (o sea el intercambio de productos reales de la economía) no supera los 32 billones.
En esas condiciones, la devaluación del mercado inmobiliario en USA, donde la evolución del precio de la vivienda es negativa por primera vez en 10 años (-1,7%) y ha disminuido la venta de viviendas nuevas (-17% respecto a 2005) aumentando en cambio (hasta el 60%) el número de viviendas que no encuentran comprador; o el anuncio de signos de recesión en China donde se teme que la masa de mercancías que ha producido el desarrollo económico tengan dificultades para colocarse en el mercado mundial; pone en cuestión el papel de “locomotoras mundiales” de estos dos países y siembra el pánico de un crash financiero y una recesión.
«Wall Street sufrió ayer la mayor caída en una jornada desde los días siguientes a los ataques terroristas del 11 septiembre, cuando una jornada de considerables caídas de las acciones en todo el mundo culminó más tarde en un pánico de liquidaciones en New Cork. El índice industrial Dow Jones cerró habiendo perdido más de 400 puntos de media, entre los temores de que USA y China –las locomotoras gemelas de la economía global- estuvieran a punto de hundirse en la recesión y de que la Casa Blanca estuviera preparando ataques aéreos contra las instalaciones nucleares iraníes» (The Guardian, 28.02.07)
¡Naranjas de la China!
¿China sería el nuevo paradigma de la economía mundial, como trata de hacernos creer la burguesía?
Ya hace años que se nos viene diciendo que el espectacular crecimiento de la economía en China muestra la vitalidad del capitalismo mundial, 4 años consecutivos de crecimiento alrededor del 10%, e incremento de superávit comercial del 67%. Y, si China puede hacerlo, ¿Porqué el resto del mundo no?
Pues porque China “puede” precisamente porque los países desarrollados no pueden. La industrialización de China se basa en la desindustrialización de los principales países de Europa y de USA. En China se pueden amasar grandes beneficios porque la clase obrera está pagando con creces este “milagro económico” con tasas monstruosas de explotación, salarios ínfimos, jornadas de 12 horas y más, llegando a dormir en los talleres y mínima protección contra los accidentes de trabajo y contra la polución industrial: Se calcula que más de un millón de obreros mueren anticipadamente cada año debido a estas condiciones de explotación. Si en los años 70 y 80 la burguesía mundial podía poner como modelo la situación de Japón y Alemania, hoy su modelo “exitoso” es China. Si entonces se les decía a los trabajadores que debían ser productivos como sus hermanos de esos países de vanguardia para poder alcanzar el nivel de vida de estos, hoy se les dice que tienen que aceptar trabajar en condiciones “a la china” para que sus empresas sigan siendo competitivas. Pero ninguno de los batallones del proletariado en los países desarrollados aceptaría más sacrificios para vivir como en China.
Es necesario destacar que el crecimiento económico en China se produce en un período en el que la agravación de la crisis en los países industrializados obligó a estos últimos a bajar los costes de producción invirtiendo en los países donde la mano de obra era barata. El crecimiento económico de China es una expresión de la agudización de la crisis mundial y no una señal de una vitalidad del capitalismo. A pesar de toda la propaganda sobre el surgimiento de una “nueva clase media” y el desarrollo de una “cultura de consumo” en China, la mayoría de la población sigue siendo desesperadamente pobre y la mayor parte de la producción industrial China se canaliza a la exportación. El mercado mundial está siendo inundado con productos baratos chinos.
De ahí los temores de los economistas burgueses a un “recalentamiento” de la economía china. El reciente hundimiento de la bolsa en Febrero fue desencadenado, en parte, por el anuncio de que el gobierno chino iba a acentuar el control sobre el comercio ilegal de acciones en su economía. Pero la verdadera pesadilla que tienen es que la economía china, que lanza todas estas mercancías incontroladamente al mercado mundial, encabece una crisis abierta de sobreproducción, que tendría un efecto devastador sobre el estado de la economía mundial.
Los ataques a la clase obrera
Frente al panorama idílico que trata de dibujar la burguesía de progreso y crecimiento económico, maquillando para ello las estadísticas si es necesario, los últimos acontecimientos tanto en España como en el resto del mundo vienen a mostrarnos que el capitalismo está iniciando una nueva recesión donde se ven golpeados los sectores punta: 10.000 despidos de Airbus que afectan a varios países europeos (400 de ellos a España), también el sector del automóvil con despidos masivos por parte de todos los fabricantes (General Motors planea despedir 30.000 trabajadores en Estados Unidos y Ford 10.000) que se concretan en España con el cierre de Delphi (1.400 despidos directos que afectan hasta 4.000 trabajadores por las subcontratas en la Bahía de Cádiz) y en la nueva reconversión de SEAT enmascarada de “plan de futuro” con 1.600 despidos. Estos son unos pocos casos dentro de una lista interminable de despidos que afecta a trabajadores de grandes y pequeñas empresas y de numerosos países.
Por otra parte, si la economía de casino ha “ocultado” la inflación estos años recientes a través del boom inmobiliario, actualmente las presiones inflacionistas se dibujan como una amenaza. En los años 1970, la inflación fue el precio que la burguesía hizo pagar a los obreros para evitar la recesión. En 1980 juzgaron que la recesión era mejor opción; hoy nos confrontamos a la amenaza de ambas simultáneamente. Los sacrificios sólo han traído más sacrificios y ahora a los despidos masivos se une la degradación salarial y un desarrollo cada vez más insoportable de las condiciones de explotación para los que siguen en el trabajo.
Todos estos fenómenos son la expresión del hundimiento inexorable del capitalismo en su crisis histórica. Por todas partes se aceleran los ataques sin final contra el proletariado, desarrollando el empobrecimiento y la miseria: aumento de los despidos masivos, recorte en las prestaciones por desempleo, ataques a los sistemas de jubilación, degradación en los servicios de sanidad y educación...
La crisis económica y la guerra imperialista producen una barbarie y una tragedia inenarrables en la mayoría de la población y en el proletariado, pero no hay que ver en la miseria únicamente la miseria, pues al igual que el ave fénix que siempre resurgía de sus cenizas, la clase obrera en su dolorosa toma de conciencia a nivel internacional tiene la llave para salvar a la humanidad del exterminio y mediante la revolución comunista llevarla a una sociedad verdaderamente humana.
P./Hic Rhodas.