Foro Social Europeo: La anti-globalización es una ideología de la burguesía

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Tras Porto Alegre en enero de 2001, Florencia en noviembre de 2002 y Larzac el pasado verano; otro espectáculo “antiglobalizador”, un nuevo show del “otro mundo es posible” ha vuelto a agotar las localidades. Esta vez ha sido en las ciudades francesas de París, Ivry, Bobigny y Sant-Denis los días12 a 15 de noviembre de 2003 con ocasión de la segunda edición del Foro Social Europeo (FSE). Cerca de 50 mil personas, venidas de todos los rincones de Europa, han pasado por los centenares de “debates” programados para esos días. La traca final del Forum la puso el 15 de Noviembre una manifestación que reunió 80.000 personas. Con semejante balance se podría decir que el movimiento antiglobalización (o “altermundialismo”, como se dice ahora) va viento en popa. Y esto no incomoda a la burguesía, sino todo lo contrario. Al fin y al cabo ella es quien patrocina el espectáculo.

Desde sus orígenes en el Foro Social Mundial (FSM) de Porto Alegre, la clase dominante ha aparecido como el principal “sponsor” de la antiglobalización. Al diario Le Monde Diplomatique y a la asociación ATTAC, emblemas de este movimiento, les fueron concedidos en enero de 2002 por el ministerio francés de Asuntos Exteriores 80.000 euros para contribuir a la organización del 2º FSM  Foro Social Mundial en Brasil. Igualmente, en Larzac, hace unos meses, el Consejo regional de Midi-Pyrénées contribuyó con la generosa cifra de 50.000 euros a esa causa. Respecto al FSE de noviembre en París lo menos que se puede decir es que la burguesía francesa no ha escatimado medios. Matignon ha bendecido la cita altermundialista” con medio millón de euros. Los Consejos Generales de Seine-Saint-Denis, de Val de Marne y de la Essonne han “aflojado” más de 600.000 euros. Por último el ayuntamiento de París ha puesto sobre la mesa un millón de euros y el de Saint-Denis, 570.000 euros. Y todo eso sin contar la enormidad de medios  logísticos puestos graciosamente a disposición de la organización: salas  municipales, teatros, bibliotecas, gimnasios e incluso ¡locales de la Prefectura! “El esfuerzo financiero y logístico asumido por el Consejo de París, las alcaldías de distrito y los servicios municipales (disponibilidad de un lugar para la organización de este evento, subvención para el acondicionamiento de la zona de la Villette, apertura de espacios de reunión y de albergue…) ilustra, creo yo, una voluntad que está a la altura de las exigencias de esta reunión” (Bertrand Delanöe).

La implicación de la burguesía en el movimiento antiglobalización es tan escandalosamente patente que  los alcaldes de las ciudades de acogida, sean del PCF o del PS ( París), han tenido el honor de pronunciar  los discursos de apertura del FSE el 12 de Noviembre, mostrando que ellos llevaban la voz cantante. No resulta sorprendente pues la importante presencia de fuerzas burguesas de encuadramiento de la clase obrera, tales como sindicatos, partidos de izquierda y de extrema izquierda del capital, en el seno de este Foro. Efectivamente, numerosos sindicatos como la CGT, FO, CFDT, CFTC, el G10Solidarios - del que forma parte el SUD -, la FSU…, así como el IGMetall alemán, la CUT brasileña, etc., todos ellos reputados maestros del sabotaje de la lucha de clases y de las técnicas de mistificación de la clase obrera, no sólo figuraban como los principales animadores de muchos debates, sino que algunos de ellos eran  incluso co-organizadores del Forum SE. ¡Qué más puede decirse!

Lo mismo puede decirse de los partidos burgueses a los que hipócritamente les estaba vetada la participación, pero que estuvieron presentes e intervinieron cuanto quisieron, agazapados tras las  asociaciones, fundaciones o periódicos que están bajo su control. Por ejemplo, el PS aprovechó el Movimiento de Jóvenes Socialistas, la Federación nacional Léo Legrange o la Fundación Jean Jaurès como portavoces. El mismo PCF estuvo particularmente presente en los debates por medio de su periódico L´Humanité y su fundación Espace Karl Marx. La LCR tenía también cabida en el Forum por medio de su semanario Rouge (que mientras duró el FSE se convirtió en diario y se distribuyó gratuitamente), y sus Juventudes Comunistas Revolucionarias.

Esta es la verdadera cara de los animadores y los organizadores de la antiglobalización. He aquí lo que se oculta en esa pretendida “escena política renovada”, esas “nuevas alternativas”: toda la vieja quincalla burguesa de los sindicatos y la social-democracia, pasando por el trotskismo y otros componentes del izquierdismo.

La globalización: una mistificación para enmascarar la crisis del capitalismo

Pero ¿por qué la burguesía gasta tanto dinero y despliega tal cantidad de medios y energías para animar un movimiento que repite de mil maneras que otro (incluso otros) mundo es posible y necesario porque éste no anda bien? ¿Acaso se le han cruzado los cables a la clase dominante? ¡Seguro que no! Si no cabe duda de que ha sido ella quien creó y quien financia, organiza y da gran publicidad a este movimiento antiglobalización, es por que ese ambiente verbenero de “cambio radical” esconde en realidad una poderosa arma de mistificación contra la clase obrera.

El fracaso del capitalismo no sólo se evidencia en el desarrollo de la barbarie guerrera en los cuatro puntos cardinales del globo, sino también en la irresoluble crisis económica que se agrava cada vez más y de la que derivan violentos ataques contra el proletariado. Los recientes hachazos a las pensiones y a las prestaciones sanitarias en Francia, Alemania, USA,... así lo atestigua. Todo ello hace surgir inevitablemente una inquietud por el futuro que nos puede deparar el capitalismo. Por eso la clase dominante necesita imperativamente cortar cuanto antes esa reflexión. Y es justamente para eso para lo que les sirve la antiglobalización. La propia “disposición” del FSE (cuatro sedes diferentes para que los desplazamientos de uno a otro sean un auténtico quebradero de cabeza, dispersión de las salas de reunión de una punta a otra de las ciudades convertidas en un auténtico laberinto) estaba especialmente “diseñada” para poner trabas al encuentro y a la discusión al margen de los “debates” oficiales. “Debates” que, dicho sea de paso, estuvieron completamente “prefabricados” para reservar las intervenciones orales a los “expertos” (filósofos, periodistas, sindicalistas…) que se alternaban como “moderadores” u “oradores”, mientras al público se le relegaba a ser mero espectador destinatario del lavado de cerebro.

“Otro mundo es posible”… “Si. Pero ¿qué mundo?” Esta es la cuestión común y convenida que se formula a la antiglobalización, y que se repetía una y otra vez, en los periódicos, los “platós” de televisión, etc., pues eso permite que los “líderes” de este movimiento como Bernard Cassen de ATTAC,  o José Bové de la Confederación Campesina, expliquen y justifiquen por qué la antiglobalización no postula ninguna perspectiva precisa. “Nos lo estamos pensando” vienen a decir estos personajes. Y por ello el cometido de encuentros como el FSE sería el de obrar como un gigantesco “laboratorio de ideas” en el que definir los contornos de ese “otro mundo” o, más ambiguamente aún, “esos posibles mundos”.

Pero si la antiglobalización se mantiene en ese limbo y reivindica además tal indefinición es porque no conlleva ninguna alternativa al capitalismo y sí, en cambio, un verdadero callejón sin salida para la clase obrera.

“¡Contra la globalización liberal, hay que actuar AQUÍ y AHORA por una nueva lógica económica y social!” (panfleto del Movimiento Republicano y Ciudadano). He ahí el arquetipo de las propuestas “altermundialistas” que nos han estado machacando por todos lados a lo largo del FSE. Si el mundo va mal, buena gente, es debido a esas malditas multinacionales sin escrúpulos, esencia del “neoliberalismo”, y ávidas de beneficios. O sea el clásico y rancio discurso izquierdista consistente en clamar contra los malos patronos “que organizan el sistema para su propio beneficio”, pero que en realidad salva la cara del sistema capitalista, ya que no sería necesario barrer el capitalismo de la faz de la tierra, sino simplemente trocar su “lógica neoliberal” por una lógica más “humana”.

¡Claro! ¿Cómo no lo habremos pensado antes de todas esas crisis y todas esas guerras que han asolado y asolan aun hoy la especie humana? Las desvergonzadas mentiras de la burguesía rozan a veces el ridículo.

El proceso de producción capitalista está determinado por el beneficio. Para el capitalista, la producción sólo tiene finalidad y razón de ser cuando obtiene de ella, un año tras otro, un beneficio neto’…Pero la ley fundamental de la producción capitalista, la que la distingue de las demás formas económicas basadas en la explotación, no es solamente la obtención de ganancias tangibles en oro constante y sonante, sino la obtención de ganancias en una ‘progresión cada vez mayor’”. (Rosa Luxemburgo, “La acumulación del Capital. El problema en cuestión”. Cuadernos de P y P nº 51).

El crecimiento del capital en sí mismo aparece como principio y fin, como finalidad en sí mismo y sentido de toda la producción…La producción por el beneficio y no por los hombres se convierte en ley para todo el planeta; y el subconsumo, la inseguridad de poder consumir, y por momentos, el no-consumo de la inmensa mayoría de la humanidad, se convierta en la regla”. (Rosa Luxemburgo, “Introducción a la Economía Política. Las tendencias de la economía capitalista”. Cuadernos de P y P nº 35.

Es esta ley de bronce, esta implacable lógica fundamento de la naturaleza del capitalismo, es la pretenden escamotearnos los antiglobalizadores para justificar su ideología reformista o sea la ilusión de un capitalismo con rostro humano.

La burguesía tiene suficiente experiencia en materia de mistificación para saber que en las viejas ollas es donde se cuecen los mejores guisos. Y el potaje antiglobalizador que le ofrece hoy al proletariado, pese a apariencia “novedosa”, tiene el regusto de ese viejo puchero que es el reformismo.

Querernos hacer creer que sería posible una gestión “diferente” y “humana” del capitalismo es la mayor estafa de las perpetradas por este movimiento que se califica a sí mismo como “lleno de esperanza”, pero que en realidad no persigue otro objetivo que impedir que la clase obrera llegue la conclusión de que el capitalismo se halla en una situación de bancarrota histórica irreversible, que sólo puede “ofrecer” miseria y barbarie, ya desde su entrada en su periodo de decadencia a comienzos del siglo XX.

La contribución de los anarquistas al engaño de la globalización

A la clase dominante se le plantea sin embargo un problema: ¿Qué hacer con quienes no se dejan seducir, o los que se muestran insatisfechos con un FSE tan netamente reformista? ¿Qué hacer con los que se muestran reticentes a esta descomunal mascarada de inspiración estalinista en la que todos los “debates” estaban previamente preprogramados? No pasa nada. Los “altermundialistas” lo tenían todo previsto, incluso la organización de un “contra-foro”, el llamado Foro Social Libertario (FSL) que celebró al mismo tiempo en Saint-Ouen.

Los libertarios proponen reivindicaciones inmediatas de ruptura con el capitalismo”. Reclaman, “no una reforma de la economía capitalista sino su abolición”, contrariamente al FSE que “no pone en cuestión la economía de mercado” (página Internet de presentación del FSL).

Así pues el FSL, animado por las organizaciones oficiales del anarquismo (CNT, Alternativa Libertaria, Federación Anarquista, OCL,..), se presentaba y se promocionaba utilizando un vocabulario copiado del de los revolucionarios. Pero dejémoslo claro, no se trata más que de un escaparate para atraer a los elementos a los elementos más reticentes o que buscan una perspectiva de ruptura, y acabar encarrilándolos al regazo reformista de la antiglobalización. Como prueba de ello veamos los asuntos discutidos y las propuestas realizadas por el FSL “para intentar construir alternativas”: “el acceso de todos a la cultura”,  “una educación igualitaria para todos” o “un mejor reparto de las riquezas”, o sea temas calcados de los programados por el FSE y que son expresión de puro y simple reformismo.

Y ello sin hablar de la ideología autogestionaria a la que tan apegados están los anarquistas y que ha sido retomada por la antiglobalización en su conjunto con la famosa consigna de la “democracia participativa”. Una peligrosa ideología que incita a los obreros a organizar su propia explotación en las fábricas o que lleva a las poblaciones a gestionar directamente la miseria sin que jamás puedan solucionarla, como en el caso de Porto Alegre.

No sorprende pues que los libertarios se sumaran al cortejo de la manifestación del 15 de noviembre, o que Alternativa Libertaria animara un debate en el seno de la FSE sobre la “actualidad de la autogestión”, ni que el Foro de Saint-Ouen estuviese previsto en el mismo marco que el FSE. En efecto, en la página  web del FSE y en su rúbrica “En torno al FSE”, se encontraban todas las informaciones concernientes al “contra-foro anarquista”. El anarquismo oficial es pues una componente cien por cien de la antiglobalización. Un eslabón de la cadena en la que tiene una función clave: hacer de enganche para llevar a los elementos más críticos y más rebotados ante la barbarie del mundo capitalista a la trampa reformista de los “altermundialistas”.

La revolución proletaria es la única solución a la crisis del capitalismo

“Otro mundo es posible…pero, sobre todo, que no sea el comunismo”. He ahí el “leit motiv” del  movimiento antiglobalización: ponerle trabas a la clase obrera en su difícil esfuerzo de reapropiación de su conciencia de clase. En la ideología antiglobalización no hay lugar para la clase obrera, sino para “multitudes”…de ciudadanos, evidentemente. ¡Nada de lucha de clases!, sino movilizaciones ciudadanas a cuál más interclasista: desde la lucha por los derechos de los homosexuales o de  las mujeres, hasta el combate por un “mundo sin pesticidas” o por “la protección de los animales de laboratorio”. ¡Ni hablar de revolución proletaria!, más bien perfeccionamiento de la democracia burguesa, que es la forma más refinada de la dictadura de la burguesía contra los explotados.

Frente a la ofensiva antiglobalización contra el proletariado enfilada a obnubilar la conciencia de clase de éste, los revolucionarios no pueden quedarse con los brazos cruzados. Tienen por el contrario la responsabilidad de reafirmar que únicamente la sociedad comunista puede representar un porvenir para la humanidad y que sólo la clase obrera es portadora de ese nuevo mundo. “Dado que la abolición de la explotación equivale, en lo fundamental, a la abolición del salariado, sólo la clase que sufre esta forma específica de explotación, es decir el proletariado, puede ser portador de un proyecto revolucionario.”…”El proyecto comunista del proletariado... es perfectamente realizable, no sólo porque el capitalismo ha creado las premisas para tal sociedad sino porque es el único proyecto que puede sacar a la humanidad del marasmo en que se hunde” (De la serie “Quién puede cambiar el mundo” Revista Internacional nº 73).

Ese fue el sentido de la intervención de la CCI: venta de su prensa (en seis idiomas) y la difusión de una octavilla en la web del FSE y en la manifestación del 15 de noviembre, así como intervenciones orales en los debates del FSL. Todo ello ilustra la decidida voluntad de la CCI de defender las posiciones marxistas y de demostrar por qué la antiglobalización (desde ATTAC a los anarquistas del FSL) es una trampa montada contra el proletariado.

Sólo si la clase obrera es capaz de desarrollar sus luchas en su propio terreno reivindicativo contra el sistema capitalista, el proletariado podrá señalar la perspectiva de que no hay otro mundo posible que el comunismo.

 

Azel (26 noviembre 2003).

Traducido de Revolution Internationale (órgano de la CCI en Francia) nº 341.

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