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Todo lo que habla el gobierno del ciudadano K1 sobre la “fantástica recuperación” de la economía argentina tras la debacle del 2001 son milongas. La realidad que padecen los trabajadores y la inmensa mayoría de la población es cada vez más angustiosa. Algunas cifras lo ilustran: la población con ingresos por debajo del umbral de pobreza que era el 5% en 1976 pasó en 2004 al 50%; 11 millones de personas tan solo tienen para vivir 150 $ mensuales cuando la línea de indigencia está establecida en 389$2. El hambre, al principio limitada a provincias norteñas como Tucumán o Salta (adonde el 80% de los niños padecen malnutrición crónica) empieza a afectar a las zonas más pobres del terrible cinturón de villas miseria del sur de Buenos Aires.
Contra esta situación insoportable se han rebelado los obreros. Entre junio y agosto hemos asistido a la mayor oleada de huelgas desde hace 15 años3. Han destacado las luchas de los hospitales de Quilmes y Moreno, de empresas como Supermercados Coto, Parmalat, Tango Meat o Lapsa, el Subte de Buenos Aires (metro), los trabajadores municipales de Avellaneda, Rosario y de las localidades más importantes de la provincia sureña de Santa Cruz, marineros y pescadores a escala nacional, empleados judiciales en todo el país, los maestros de 5 provincias, los médicos de la municipalidad de Buenos Aires, los docentes de las Universidades de Buenos Aires y Córdoba... Entre estas luchas ha sobresalido la del hospital de pediatría Garrahan (Buenos Aires) por la combatividad y el espíritu unitario y solidario que ha mostrado. En Córdoba, uno de los principales centros industriales del país, se vivió en el mes de junio una multiplicación de luchas que no se veía desde hace dos décadas: industria automotriz, gas, docentes, empleados públicos…
En el momento en que escribimos este artículo, la oleada de luchas parece refluir. Como veremos más adelante, el primer plano de la actualidad social en Argentina ya no lo ocupan las huelgas obreras, sino un ruidoso e hipermediatizado enfrentamiento entre las organizaciones piqueteras y el Gobierno, así como el espectáculo habitual de los políticos ante las próximas elecciones legislativas. Las luchas han podido obtener aquí y allá algunas mejoras salariales efímeras–especialmente en el sector público-, sin embargo, ante un capitalismo cada vez más hundido en una crisis sin salida, la principal conquista de las luchas no está en el terreno económico sino fundamentalmente en el político: las lecciones que se sacan de ellas y que sirven para la preparación de nuevas luchas que son inevitables; la solidaridad, el espíritu de unidad, que maduran entre los obreros; la comprensión de quienes son los amigos y quienes los enemigos…
La principal lección de la oleada de luchas: el proletariado se afirma como clase en lucha
En 2001 se produjo en Argentina una espectacular revuelta social que fue saludada en los medios altermundialistas y por un grupo del campo proletario (el BIPR) como una situación “revolucionaria”. Sin embargo, esa movilización se situó en un terreno claramente interclasista, con planteamientos nacionalistas y de “reforma” de la sociedad argentina que no podían significar otra cosa que el reforzamiento del poder capitalista. En un artículo que publicamos en la Revista Internacional nº 109 pusimos de relieve que «el proletariado en Argentina se ha visto sumergido y diluido en un movimiento de revuelta interclasista. Este movimiento de protesta popular no ha expresado la fuerza del proletariado sino su debilidad. Este no ha podido afirmar ni si autonomía política ni su auto-organización».
Esta crítica no la hacíamos con un espíritu de puntilloso purismo sino en defensa de una auténtica lucha proletaria. Así, afirmábamos que «el proletariado no tiene necesidad de consolarse ni de agarrarse a quimeras ilusorias. Lo que necesita es recuperar el camino de su propia perspectiva revolucionaria, afirmarse sobre la escena social como la única clase capaz de ofrecer un porvenir a la humanidad y de aglutinar tras ella a las otras capas sociales no explotadoras». Decíamos que «el proletariado en Argentina está muy lejos de haber agotado sus capacidades de lucha» y que estas volverán a desarrollarse si de los acontecimientos de 2001 «saca una clara lección: la revuelta interclasista no debilita el poder de la burguesía, a quien debilita principalmente es al propio proletariado».
Hoy, 4 años después, la oleada de huelgas en Argentina ha mostrado un proletariado combativo que se manifiesta en su propio terreno de clase, que empieza a reconocerse, aunque sea tímidamente todavía, como una clase con identidad propia. No somos nosotros los únicos en decirlo, la publicación “Lucha de Clases: Revista Marxista de Teoría y Política” de Julio de 2005, escrita por intelectuales de izquierda, reconoce que «Uno de los hechos mas destacados en este último año ha sido la vuelta a la acción de los trabajadores ocupados al centro de la escena política argentina después de años de retrocesos. Estamos ante un extendido ciclo de luchas reivindicativas donde los trabajadores pelean por la recomposición de su salario y las degradadas condiciones de trabajo, buscando reapropiarse de las conquistas perdidas en décadas pasadas», añadiendo que «Mientras los trabajadores de la industria y los servicios han empezado a hacer oír su voz, otras voces se llamaron al silencio: las de aquellos que habían decretado el “adiós al proletariado».
¿Este surgimiento combativo del proletariado es un fenómeno local ligado a las peculiaridades de la situación argentina? Sin negar la influencia de factores específicos –en particular, el descenso rápido y brutal del nivel de vida de grandes masas de la población como consecuencia de una degradación económica que se aceleró con el batacazo del 2001- esta oleada forma parte del proceso internacional de recuperación de la lucha de clases que hemos señalado desde 2003 y participa plenamente de sus características y tendencias.
En un texto recientemente publicado4 hemos evidenciado las características generales de esa recuperación: es lenta y difícil, no ha cristalizado todavía en luchas espectaculares, va avanzando no tanto a través de una sucesión de luchas victoriosas, sino de derrotas de las que los obreros empiezan a sacar lecciones que darán vida a próximas luchas más fuertes, el hilo conductor que las preside y va lentamente contribuyendo a su maduración es «el sentimiento muy confuso todavía, pero que acabará emergiendo cada día más en los tiempos venideros, de que no hay solución alguna a las contradicciones que hoy minan al capitalismo, ya sea en el plano económico como en otros aspectos de su crisis histórica: la permanencia de enfrentamientos bélicos, el auge del caos y de la barbarie cuyo carácter imparable queda patente cada día que pasa»5.
De la misma forma que en otras luchas en otros países (Heathrow en Gran Bretaña, Mercedes y Opel en Alemania), en esta oleada ha estado presente un arma fundamental para el avance futuro de la lucha proletaria: las tentativas de búsqueda de la solidaridad.
En el Subte (metro de Buenos Aires) toda la plantilla paró espontáneamente ante la muerte de dos obreros de mantenimiento producida por la falta absoluta de medidas de protección frente a accidentes laborales. Los trabajadores de Hospitales Posadas, Italiano y Francés de la Capital Federal han realizado diversas acciones de solidaridad con sus compañeros de Garrahan. En el Sur, en la provincia de Santa Cruz, la huelga de los trabajadores municipales de las principales ciudades ha suscitado una viva simpatía en amplias capas de la población. Ello ha cristalizado en la asistencia masiva a sus manifestaciones en el centro de la ciudad. En Caleta Olivia, trabajadores petroleros, judiciales, docentes, desempleados, se unieron a una manifestación de sus compañeros municipales. Los trabajadores de los yacimientos petroleros se pusieron en huelga reclamando que fueran concedidas las reivindicaciones de los municipales y planteando las suyas propias. Lo mismo hicieron los trabajadores de la empresa Barillari, del sector pesquero. En Neuquén, los trabajadores sanitarios se unieron de forma espontánea a la manifestación que los maestros en huelga encaminaban hacia el gobierno provincial. Atacados violentamente por efectivos policiales, los manifestantes lograron reagruparse y vieron como gente de la calle se sumaba a la manifestación increpando duramente a los policías que se retiraron a una prudente distancia. Un paro en todas las escuelas del país fue convocado en apoyo a los docentes neuquinos.
También, es importante señalar el planteamiento unitario que ha presidido la reivindicación salarial de los trabajadores de Garrahan: en lugar de reclamar aumentos porcentuales que profundizan las diferencias entre las distintas categorías y alientan la división y la competencia entre los propios trabajadores, han luchado por un aumento igual para todos que va en el sentido de disminuir esas diferencias y favorecer a los sectores peor pagados.
Durante los últimos 15 años, la actualidad ha estado dominada de forma agobiante por las manifestaciones más terribles de la degeneración del capitalismo: guerras, convulsiones económicas, catástrofes de todo tipo, terrorismo, asesinatos, la peor barbarie… Lo único que parecía alzarse contra esta perspectiva eran, o bien, actos de protesta montados por organizaciones del capital que adoptan disfraces ”anti-capitalistas” como los altermundialistas, cuyo “programa” hemos podido verlo en la práctica con el “colega” Lula en Brasil, o bien revueltas interclasistas desesperadas e impotentes. Ahora el panorama está empezando a cambiar. Lenta y penosamente el proletariado desarrolla su propio terreno de clase y con ello comienza a izar una autentica bandera de lucha contra la barbarie capitalista a la cual pueden unirse todos los explotados y oprimidos del mundo.
La respuesta de la burguesía
Pero sería estúpido creer que la burguesía va a quedarse de brazos cruzados ante ese resurgimiento de su enemigo mortal. Responde rápidamente desplegando no solo el arma de la represión brutal sino la mucha más venenosa de la maniobra y la mistificación política y sindical.
Esto lo hemos visto concretamente en Argentina. El gobierno federal y los gobiernos provinciales han empleado la fuerza policial contra los huelguistas; detenciones, condenas judiciales, sanciones administrativas han caído sobre numerosos trabajadores. Sin embargo, el grueso de la respuesta de la burguesía se ha concentrado en una maniobra política destinada a aislar los sectores más combativos, llevar los diferentes focos al impasse y la desmoralización y sellar en todas las cabezas que “la lucha no es rentable”, que de la movilización no se obtiene nada, que quien quiera mejorar las cosas debe elegir entre dos alternativas:
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Los movimientos “por abajo”: los actos de presión minoritaria y violenta de piqueteros, por una parte; y la acción de paliar la miseria realizada por “organizaciones de base”: empresas autogestionadas, redes de trueque, comedores populares etc.
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La acción “por arriba”: las gestiones de los sindicatos o los buenos oficios de los políticos.
Es decir, ¡debe moverse como una peonza dentro de alternativas que están controladas y encuadradas por el Estado capitalista y sirven al mantenimiento de su dominación!
Para ello ha tomado la lucha de Garrahan –que hemos señalado su papel destacado en la oleada actual- como cabeza de turco.
En primer lugar, ha desatado una tremenda campaña tratando a los obreros de “terroristas” y presentándolos como desaprensivos que antepondrían sus “intereses particulares” a la salud de los niños internados en el hospital. Con un asqueroso cinismo, los gobernantes, que dejan morir de hambre a miles de niños, han exhibido de repente una “frenética preocupación” por la infancia “amenazada” por esos “inhumanos”. El gobierno del ciudadano K, apoyado sin fisuras por los grandes sindicatos (CGT y CTA, la gremial de este último, ATE, se oponía rotundamente a la huelga) ha desplegado la intransigencia más brutal. Así, los trabajadores de Garrahan han sido deliberadamente excluidos de las negociaciones salariales de empleados estatales y, más aún, los agentes gubernamentales han aceptado recibir a representantes de otros colectivos en huelga (por ejemplo, los docentes de la Universidad) pero se han negado sistemáticamente a cualquier contacto con los de Garrahan.
Todo esto significaba una clara provocación destinada a aislar a los trabajadores de Garrahan, lo que ha sido completado con la absurda acusación de que estarían siendo manipulados por una pretendida conspiración “anti-progresista” constituida por Menem, Duhalde y Maccri6.
Pero lo que más ha debitado la lucha de los trabajadores de Garrahan ha sido la “ayuda” prestada por las organizaciones piqueteras7. Estas se han pegado como lapas a la lucha de Garrahan (lo mismo han hecho frente a la de los obreros de Tango Meat) en nombre de la “solidaridad”. De esta forma, los obreros de Garrahan se han visto asociados –y el gobierno y los medios de “comunicación” lo han publicitado al máximo- con los métodos de “lucha” de las organizaciones piqueteras basados en acciones comando minoritarias que en lugar de golpear realmente al Capital y al Estado a quien causan más problemas es a los demás trabajadores. Así, las organizaciones piqueteras han cortado el estratégico Puente Pueyrredón en horas punta provocando atascos que afectaban a numerosos trabajadores del conurbano sur de Buenos Aires. O bien, como sucedió en Cañadón Seco (en el Sur) unas 45 personas cortaron los accesos a la refinería de Repsol-YPF sin consultar previamente a los trabajadores de la planta.
Progresivamente, la atención social se ha desviado desde la lucha de Garrahan y la agitación obrera hacia el enésimo e hipermediatizado enfrentamiento entre las organizaciones piqueteras y el gobierno con un espectacular despliegue de fuerzas policiales en torno al Puente Pueyrredón.
Pero lo que ha constituido la puntilla ha sido la organización de una falsa solidaridad con los obreros de Garrahan. Estos se han visto invadidos por un alud de organizaciones sindicales de base, de organismos piqueteros, de grupos de extrema izquierda, de todo tipo de organizaciones sociales, que representados por sus dirigentes soltaban bellos discursos de “apoyo” y arengaban con vacuos llamamientos. Esto provocaba un ilusorio sentimiento de solidaridad cuando en realidad lo que significa era un cerco a su alrededor aislándolos cada vez más que llevaba a su completa desmoralización.
Esto ha sido posible porque la lucha de Garrahan, pese a su combatividad y espíritu unitario, ha sido férreamente controlada desde el principio por una lista Roja dentro del sindicato del ramo, ATE, opositora a la Lista Verde que es la que dirige el sindicato. Ante la desafección que los trabajadores empiezan a sentir por los sindicatos, estas listas “rojas” toman rápidamente el relevo, sobre todo en momentos de lucha, para mantener a los obreros bajo el control sindical. Esto se concreta en organizar esa falsa solidaridad a través de “coordinaciones con otras organizaciones de base”. Como decía Gustavo Lerer, dirigente de la Lista Roja en Garrahan, «Hoy no se puede decir que ATE luche verdaderamente, los que paramos somos las bases. La idea es coordinar con todos los que podamos: tratar de hacer nosotros desde abajo lo que no hacen los dirigentes desde arriba (…)las organizaciones de desocupados, los piqueteros -que son nuestros pacientes- se solidarizan con nosotros ». La solidaridad es reducida a “apoyo de organizaciones” y circunscrita a los “pacientes”, es decir, que no sería un asunto de lucha general de clase sino un negocio privado de trabajadores y pacientes.
La auténtica solidaridad solo puede desarrollarse fuera y en contra de la argolla sindical, consiste en la lucha común: incorporarse a la lucha nuevos sectores de trabajadores, envío de delegaciones, manifestaciones y asambleas conjuntas donde los obreros de manera directa conviven, luchan, piensan y sienten juntos, y a ellos pueden sumarse otros oprimidos y explotados. En ese movimiento, las divisiones que atomizan a los obreros empiezan a resquebrajarse y estos pueden comprobar de forma viva que pertenecen a una misma clase, percibiendo su fuerza y su unidad.
Esa solidaridad directa, activa y masiva, la única que da fuerza y hace avanzar la lucha proletaria, ha sido reemplazada por la “solidaridad” mediante intermediarios (las organizaciones “sociales” con sus dirigentes a la cabeza), pasiva y minoritaria, que produce la euforia de “estar apoyado por las masas que hay detrás de esas organizaciones” cuando la realidad, que se comprueba con amargura a continuación, es que se está más aislado y dividido que nunca.
«Lo peor para la clase obrera no es la derrota clara, sino el sentimiento de victoria tras una derrota ocultada peor real: fue ese sentimiento de “victoria” (contra el fascismo y por la defensa de la “patria socialista”) el veneno más eficaz para hundir y mantener el proletariado en la contrarrevolución durante cuatro décadas en medio del siglo XX».
CCI 16-09-05
1 Kirschner, presidente de Argentina, conocido coloquialmente como el Señor K
2 Datos del diario Clarín 30-8-5
3«El pasado mes de junio fue el de mayor conflictividad laboral en el último año, con 127 protestas, que afectaron en un 80% al sector público, el 13 % en el área de servicios y el 7 % restante en las diversas ramas de la industria. Ese mes superó en cantidad de conflictos a los registrados en todos los meses de junio desde. 1980. El análisis de la conflictividad laboral que ha tenido lugar en el mes de junio en los últimos 26 años, desde 1980 incluido, muestra que la de 2005 es la mayor desde entonces» (Del Colectivo Nuevo Proyecto Histórico, grupo surgido en Argentina, en su texto Sindicato y necesidades radicales)
4 Ver en la Revista Internacional nº 119 la Resolución sobre la evolución de la lucha de clases.
5 Del texto anteriormente citado
6 Los dos primeros antiguos presidentes de nefasta memoria
7 Ver el artículo sobre el movimiento piquetero publicado en Acción Proletaria números 177 y 178, escrito por el grupo proletario Núcleo Comunista Internacional, procedente de Argentina (para más información sobre este grupo ver Revista Internacional nº 120)