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Después del fin del período de reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, el mundo capitalista ha continuado hundiéndose lentamente aunque inexorablemente en su crisis económica.
En la primera parte de este artículo nosotros vamos a mostrar la realidad de esta evolución hasta finales del siglo XX.
La segunda parte se dedicará más particularmente a poner en evidencia que el capitalismo está entrando en una nueva fase de recesión económica, sin comparación en cuanto a su gravedad con las que le han precedido.
La burguesía tiene una mentira preparada. En el momento que la crisis económica va a tener de nuevo una brusca aceleración, ella trata de encerrar a los obreros en un falso terreno: el de la lucha contra la economía liberal y la economía de mercado. Esto oculta conscientemente a los obreros que el gran ordenador de la economía capitalista y los ataques contra la clase obrera es el mismo estado capitalista. En "las líneas directrices del empleo" dentro de la constitución europea, nosotros podemos leer que los estados deben reformar "las condiciones demasiado restrictivas de la legislación en materia de empleo que afectan a la dinámica del mercado de trabajo" y promover la "diversidad de modalidades de contratos de trabajo, sobre todo en materia de tiempo de trabajo". El rechazo de la constitución no modificará ni una tilde esta política. El proletariado es así llamado a olvidar las última recesiones pero también el hundimiento de la bolsa de 2.001-2.002, y con esto todos los ataques masivos, el deterioro de sus condiciones de vida que no han cesado de desarrollarse después de la reaparición abierta de la crisis económica mundial a finales de los años sesenta y que son particularmente acentuadas a comienzos de los años 2.000. La clase obrera paga un alto tributo al capitalismo en quiebra, sin hablar del ataque masivo a las jubilaciones y el desmantelamiento en curso de la seguridad social. La burguesía, cínicamente, trata también de nuevo convencer al proletariado que si el acepta hacer sacrificios suplementarios, ¡mejorará el futuro, el nivel de vida remontará, el paro retrocederá! Todas estas mentiras no tienen más que un solo objeto, conseguir que la clase obrera acepte pagar con un aumento de su miseria y su explotación, el hundimiento catastrófico del capitalismo en su propia crisis económica.
La crisis de un sistema
Las recesiones de 1.967, 1.970-71, 1.974-75, 1.991-93 y 2.001-2.002 fueron tendencialmente más largas y profundas y esto en un contexto de declive constante de la tasa de crecimiento medio de la economía mundial. El crecimiento del PIB mundial también ha seguido la misma tendencia a la baja, pasando de más del 4% en los años cincuenta a menos del 1% a comienzos de los años 2.000. Después del hundimiento de la economía que golpeó el mundo capitalista a finales de 1920 y a comienzos de los años 1930 con su acompañamiento de explosiones de la miseria y del paro obrero, el capitalismo ha sacado un máximo de lecciones. Desde aquel momento, y después de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo consiguió organizarse para tratar de impedir un hundimiento brusco de su economía. Hemos asistido desde entonces a un reforzamiento del papel del control del estado sobre el conjunto de la economía nacional. El desarrollo por todo el mundo del capitalismo de estado, que además de la función económica que se le asignó, tiene también un papel en la militarización de la sociedad y el encuadramiento de la clase obrera. Pero como esto no era suficiente para asegurarse, la burguesía se dotó de organismos internacionales como el COMECOM para el antiguo bloque del Este y el FMI para el bloque occidental, encargados de velar de que no hubiese sacudidas muy violentas de la economía. En el mismo sentido, y contrariamente al período anterior a la Segunda Guerra Mundial, la burguesía reforzó el papel de los bancos centrales. Estos fueron dirigidos a jugar un papel directo en la política económica a través de su acción sobre las tasas de interés y la masa monetaria.
Las recuperaciones cada vez menos vigorosas
A pesar de todo esto, y contrariamente a lo que nos cuenta la burguesía, la evolución económica se inscribe lentamente pero con seguridad hacia un declive. El capitalismo de estado puede ciertamente frenar estos procesos, pero no puede impedir su irremediable desarrollo. Es así, que después de 1960, las recuperaciones económicas fueron siempre muy limitadas y los períodos de recesión muy profundos. El mundo capitalista se hundió en su crisis. Mucho más allá de sus particularidades, África, América Central, el antiguo bloque soviético y la mayor parte de países de Asia, se han hundido en un enorme caos económico. Posteriormente, son Estados Unidos, Japón y Europa los que conocen directamente los efectos de la crisis. En Estados Unidos la tasa de crecimiento por décadas entre 1950-1960 y 1.990-99 pasó de 4,11% al 3% y, para el mismo período, de 4,72% a 1,74% en Europa (fuente OCDE). El crecimiento del PIB mundial por habitante de 1961 a 2003 ha pasado de prácticamente el 4% amenos del 1%. Después del período de reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, que ha sido llamado por la burguesía "los treinta gloriosos", la producción mundial ha retomado progresiva e inexorablemente el camino de la recesión. Si ésta ha podido ser frenada en su desarrollo e interrumpida con períodos de recuperación cada vez más cortos, es simplemente porque la burguesía mundial ha recurrido a un endeudamiento creciente y a la utilización de un déficit presupuestario cada vez más importante. La primera potencia mundial constituye, sin ninguna duda, el mejor ejemplo. Ella ha pasado de un presupuesto público excedentario del 2% en 1.950 a un déficit presupuestario cercano actualmente al 4%. De esta manera la deuda total de Estados Unidos, que aumentó lentamente desde los años 1950 a comienzos de los años 1980, ha conocido en el curso de los últimos veinte años una verdadera explosión. Claramente se ha doblado pasando de 15 billones de dólares a más de 30 billones. Estados Unidos ha pasado de ser el principal acreedor del planeta a ser el país más endeudado. Pero sería totalmente erróneo pensar que, a pesar de las especificidades propias de la primera potencia mundial, esta tendencia no corresponde a la evolución global de la economía capitalista. A finales de los años 1990, África llegó a más de 200.000 millones de deuda, el Medio Oriente igual, la Europa del Este más de 400.000 millones de dólares, Asia y la región del Pacífico (incluida China) tiene más de 600.000 millones de dólares como igualmente América Latina (fuente Etat du monde 1998).
Si tomamos la producción industrial, la realidad de la ralentización del crecimiento económico mundial después del fin del período de reconstrucción, es todavía más marcada.
De 1.938 a 1.973, o sea en 35 años, la producción industrial de los países desarrollados aumentó el 288%. Durante los 22 años siguientes el crecimiento ha sido sólo del 30% (fuente OCDE).
La ralentización del desarrollo de la producción industrial mundial aparece así muy claramente. La clase obrera debe necesariamente pagar esta realidad. Tomando simplemente los cinco países más desarrollado económicamente del mundo nosotros tenemos una evolución del paro particularmente clara. Ha pasado de una media del 3,2% de 1948-52 al 4,9% en 1979-81, para llegar en 1995 al 7,4% (fuente OCDE). Estas cifras son las que nos da la burguesía, pues en este capítulo ella subestima la realidad para la clase obrera. Además, después de 1995, el paro no ha hecho más que continuar su desarrollo sobre el conjunto del planeta.
Con el fin de ralentizar su hundimiento en la crisis, la burguesía no se puede contentar sólo con dotarse de instituciones nuevas a nivel internacional, ni de recurrir a un endeudamiento faraónico como hemos visto, con el fin de mantener artificialmente con vida un mercado solvente que en la realidad está totalmente saturado. Además es necesario frenar la caída progresiva de la tasa de ganancia. Los capitalistas no invierten jamás si no obtienen un beneficio siempre más grande en relación con el capital invertido. Es lo que determina la famosa tasa de ganancia. De 1960 a 1980 ésta bajó, pasando del 20% al 14% igualmente para Europa, para remontar como por magia al 20% en Estados Unidos y a más del 22% en Europa a finales de los años 1990. ¿Tendría siempre la clase obrera que creer en los milagros? Dos factores podrían explicar esta alza: el crecimiento de la productividad del trabajo o la creciente austeridad aplicada a los obreros. Si la productividad del trabajo ha sufrido una erosión de la mitad de su crecimiento en este período, es entonces el ataque a las condiciones de vida de la clase obrera como la burguesía ha podido por el momento restaurar su tasa de ganancia. La evolución de la parte salarial, en porcentaje del PIB (producto interior bruto) en Europa ilustra perfectamente esta realidad. En los años 1970-1980, se elevaba a más del 76% en Europa y a más del 79% en Francia, para caer a menos del 66% en la una como en la otra. Esto explica la agravación de la explotación y el desarrollo de la miseria en la clase obrera que son las principales causas de la restauración momentánea de la tasa de ganancia en los años 1990.
En una segunda parte ilustraremos el descenso a los infiernos de la fase actual de agravación de la crisis económica mundial.
Traducido de Révolution Internationale nº 359, publicación de la CCI en Francia.