Al final de los años 80, la CCI presentó la idea de que el capitalismo había entrado en su fase de descomposición: “En una situación así, en la que las dos clases fundamentales -y antagónicas- de la sociedad se enfrentan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva, la historia sigue, sin embargo, su curso. En el capitalismo, todavía menos que en los demás modos de producción que lo precedieron, la vida social no puede «estancarse» ni quedar «congelada». Mientras las contradicciones del capitalismo en crisis no cesan de agravarse, la incapacidad de la burguesía para ofrecer a la sociedad entera la menor perspectiva y la incapacidad del proletariado para afirmar, en lo inmediato y abiertamente la suya propia, todo ello no puede sino desembocar en un fenómeno de descomposición generalizada, de putrefacción de la sociedad desde sus raíces”[1].