'Fracción Interna' de la CCI: Intento de estafa a la Izquierda Comunista

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En cada número de todas y cada una de las publicaciones de la CCI, pubicamos nuestras “posiciones de base” en las que puede leerse lo siguiente:

“La CCI se reivindica de los aportes sucesivos de la Liga de los Comunistas de Marx y Engels (…) de las Fracciones de izquierda que se fueron separando en los años 1920-30 de la Tercera internacional en el proceso de degeneración de ésta y más particularmente de las Izquierdas alemana, holandesa e italiana”.

Nuestra organización es el fruto de la labor incansable de las Fracciones de izquierda. En el plano de los principios organizativos, es sobre todo el fruto de la labor de la Izquierda italiana durante los años 20 y 30, agrupada en torno a Bilan. Así, se entenderá que nosotros nos tomemos muy en serio la cuestión de las fracciones, tanto más porque nuestros antecesores de la Izquierda italiana realizaron un trabajo de fondo sobre las condiciones en que surjen fracciones en el movimiento obrero y sobre la función que están llamadas a desempeñar. La cuestión de la fracción está en el meollo mismo de nuestra idea de lo que es una organización revolucionaria.

Cuando un grupo de militantes se declaró “Fracción interna de la CCI” en octubre de 2001, era deber nuestro volver a tratar este problema de la fracción en el movimiento obrero y de lo que ha representado históricamente para así tratar la cuestión de la manera más idónea.

Por ello decidimos publicar en el no 108 de la Revista internacional un artículo que reafirma nuestro concepto sobre lo que significa una fracción en el movimiento obrero (“Las fracciones de izquierda, en defensa de la perspectiva proletaria”). Nosotros barruntábamos evidentemente que los miembros de la pretendida “fracción interna” no iban a estar de acuerdo con la visión defendida en ese texto. Se propuso entonces a esos militantes que expusieran públicamente su desacuerdo cobre la cuestión de la fracción en las columnas de esta Revista internacional. Para esquivar una confrontación abierta de las divergencias, se apresuraron en aceptar la propuesta sacándose de la manga unas exigencias que la CCI no podía aceptar (1), pues nos pedían nada menos que renunciáramos a nuestros análisis sobre los móviles que los habían llevado a formar la pretendida “fracción” (2).

Desde entonces los fraccionistas han publicado una respuesta a nuestro artículo (3). El objetivo de su respuesta es mostrar: “cómo está obligada la CCI a deformar o ignorar partes enteras de la experiencia de la historia obrera, especialmente de la historia de sus fracciones, de modo que cae inevitablemente en el olvido y la traición a sus propios principios organizativos y los principios del movimiento obrero”.

¿De qué se trata realmente?

¿Qué se plantea cuando se declara una fracción?

Inevitablemente, la creación de una fracción plantea cuatro preguntas básicas para una organización comunista:

a) ¿De qué natutaleza son las divergencias políticas que separan a la fracción de la organización en su conjunto? Y, en primer lugar, ¿afectan esas divergencias a los principios programáticos de tal modo que justifiquen la creación de una organización dentro de la organización, según la concepción que la CCI ha desarrollado basándose en el legado de la Izquierda Italiana?

b) ¿Cómo debe reaccionar la organización ante la creación de una fracción? ¿Cómo deberá asumir la responsabilidad de favorecer en su seno el debate y a la vez mantener su cohesión y su capacidad de acción?

c) ¿Qué responsabilidades tiene la propia fracción ante la organización? ¿Cuáles son sus tareas, cómo lleva a cabo su lucha para defender sus posiciones y, especialmente, cuál es su deber en el respeto de las reglas de funcionamiento y de la disciplina organizativa?

d) ¿Cuál es la opinión política de la mayoría de la organización sobre si hay o no razones para que se forme una fracción? Más concretamente, la negativa por parte de la CCI a reconocer el fundamento de la fracción actual, ¿no sería una tentativa para eludir el debate de fondo por parte de sus órganos centrales actuales?

Ya hemos contestado a la tercera pregunta en el artículo de la Revista internacional nº 108 y en un artículo sobre “Las fracciones frente a la cuestión de la disciplina organizativa” publicado en la Revista internacional nº 110. Nuestra respuesta a la cuarta pregunta –o sea nuestro análisis sobre la verdadera naturaleza de la “fracción interna” que se formó en la CCI– quedó confirmada por unanimidad (4) por nuestra Conferencia extraordinaria de abril de 2002, cuya reseña también publicamos en la Revista internacional nº 110. De modo que nuestro objetivo en este artículo es sobre todo contestar a las dos primeras preguntas. Para ello, debemos empezar por recordar los conceptos básicos de la CCI sobre cómo debe llevarse un debate en una organización comunista y sobre cómo y por qué pueden aparecer en su seno tendencias o fracciones.

¿Cómo deben tratarse las divergencias?

Los estatutos de la CCI dan una importancia y ponen esepcial cuidado a la explicación de nuestros principios organizativos sobre la actitud que debe adoptarse ante el surgimiento de divergencias en su seno:

“Si las divergencias se ahondan hasta originar una forma organizada, la situación debe comprenderse como expresión:

–  ya sea de una inmadurez de la organización,

–  ya como una tendencia a su degeneración.

“Ante esa situación, únicamente la discusión podrá:

–  ya sea absorber las divergencias,

–  ya permitir que aparezacan claramente divergencias de principio que pudieran desembocar en separación organizativa.

“Esa discusión para resolver los desacuerdos nunca podría ser sustituida por medidas disciplinarias de ningún tipo, pero, mientras no se haya llegado a una de esas salidas, la posición mayoritaria es la de la organización.

“Es, de igual modo, conveniente que ese proceso de surgimiento de una forma organizada de desacuerdos se desarrolle de manera responsable, lo cual supone en particular:

–  que, aunque no tiene por qué juzgar cuándo debe constituirse y disolverse una forma organizada así, ésta sí debe basarse, para que sea de verdad una auténtica contribución en la vida de la organización, en posiciones positivas y coherentes claramente expresadas y no en una colección de puntos de oposición y de recriminación;

–  que esa forma organizada sea, por consiguiente, el resultado de un proceso previo de decantación de las posiciones en la discusión general en el seno de la organización, o sea que no sea concebida como la precondición de esa decantación”.

Es evidente que para que esos requisitos estatutarios sean operativos, la organización debe darse los medios para que se desarrollen unos debates en los que participarán todos los militantes a nivel internacional. Esos medios están explícitamente redactados en un texto fundamental que adoptó toda la CCI tras su crisis organizativa de 1981 (5) :

“La existencia de divergencias en el seno de la organización es un signo de su vitalidad, pero únicamente el respeto de una serie de reglas en la discusión de esas divergencias permitirá que éstas sean una contribución en el reforzamiento de la organización y en la mejora de las tareas para las que la clase la ha hecho surgir.

Pueden enumerarse unas cuantas de esas reglas:

–  reuniones regulares de las secciones locales, poniendo a su orden del día las principales cuestiones en debate en el conjunto de la organización: el debate no podrá ser ahogado de ninguna manera;

–  circulación lo más amplia posible de las diferentes contribuciones en el seno de la organización mediante los instrumentos previstos para ello (los boletines internos);

– rechazo, por consiguiente, de correspondencias secretas y bilaterales, que lejos de favorecer la claridad del debate, lo único que hacen es oscurecerlo alimentando malentendidos, la desconfianza y la tendencia a la constitución de una organización en la organización;

–  respeto por la minoría de la indispensable disciplina organizativa;

–  rechazo de toda medida disciplinaria o administrativa por parte de la organización contra miembros de ella que planteen desacuerdos (…)”.

Los individuos que iban a formar la “fracción interna” no respetaron ni la forma ni el fondo de los estatutos y de nuestros principios de funcionamiento. No asumieron la responsabilidad que les incumbía de confrontar abiertamente, en el seno de la organización, las divergencias que tenían o pretendían tener con el resto de la organización, aun cuando las reuniones internas de la organización y las contribuciones en sus boletines internos se lo permitían sin la menor restricción (6).

En lugar de hacer eso, se dedicaron a verse entre ellos para complotar contra la organización en reuniones secretas. En cambio, cuando se descubrieron esas reuniones secretas, la CCI reaccionó con la preocupación de:“rechazar toda medida disciplinaria o administrativa”: “El comportamiento de los miembros del ‘colectivo’ constituye una falta organizativa muy grave merecedora de la sanción más severa. Sin embargo, al haber decidido los participantes en esa reunión [o sea la reunión secreta del 20 de agosto de 2001, cuya actas llegaron, “accidentalmente”, a conocimiento de la organización] poner fin al ‘colectivo’, el BI decide abandonar esa sanción” (7).

El texto sobre el funcionamiento que citábamos antes deja igualmente explícito cómo comprendemos nosotros lo que es una fracción en el seno de una organización proletaria:

“La fracción expresa el hecho de que la organización está en crisis por haber surgido en el seno de ésta un proceso de degeneración, por haber capitulado frente al peso de la ideología burguesa. “Contrariamente a la tendencia, que sólo se justifica por divergencias de orientación frente a cuestiones circunstanciales, la fracción se justifica por divergencias programáticas que sólo pueden desembocar ya sea en la exclusión de la posición burguesa, ya sea en la salida de la organización por parte de la fracción comunista y al ser la fracción portadora de la separación de dos posiciones que se han hecho incompatibles en el seno de un mismo organismo, tendiendo, por eso mismo, a tomar una forma organizada con sus propios órganos de propaganda.

“Al no poseer la organización de la clase ningún tipo de garantías contra una degeneración, el papel de los revolucionarios es luchar permanentemente para eliminar posiciones burguesas que podrían desarrollarse en su seno. Y es cuando están en minoría en esa lucha cuando su tarea consiste en organizarse en fracción, ya sea para ganarse al conjunto de la organización para las posiciones comunistas y excluir la posición burguesa, ya sea, cuando la lucha se ha vuelto estéril a causa del abandono del terreno proletario por parte de la organización (generalmente en épocas de retroceso de la clase), formar el puente hacia la reconstrucción del partido de clase, el cual sólo podría entonces surgir en una fase de auge de las luchas.

“En cualquier caso, la preocupación que debe guiar a los revolucionarios es la que existe en el seno de la clase en general. O sea, la de de no despilfarrar las débiles energías revolucionarias de las que dispone la clase. O sea, la de velar sin cesar porque se mantenga y desarrolle un instrumento tan indispensable pero también tan frágil como lo es la organización de los revolucionarios” (8).

Los principios de la CCI vienen en línea recta de la Izquierda italiana

Esa definición de lo que debe ser una Fracción es un legado directo de la Izquierda italiana y, especialmente, de Bilan.

En el movimiento obrero, el término “fracción” se empleó indistintamente para caracterizar corrientes como los bolcheviques, los mencheviques, los espartaquistas y diversas minorías sobre tal o cual orientación del partido, especialmente en el partido ruso durante la revolución, en torno al tratado de Brest-Litovsk, etc. Las citas de Lenin y de Trotski que usa la “fracción interna” en su artículo lo muestran ampliamente. Sin embargo, la concepción de la CCI, condensada en la cita anterior, es más precisa : establece una diferencia entre todo lo que puede ser una minoría e incluso una tendencia sobre tal o cual punto de la orientación del partido, incluida una orientación tan crucial como la posición que debía tomar la revolución en un caso como el de Brest-Litovsk, y la minoría a la que se denomina fracción. Esta definición no es ni invento ni retórica, sino que nos viene de Bilan, de todo el trabajo de profundización que llevó a cabo durante los años 30.

En aquel período, el grupo que iba a crearse en torno a Bilan, como todas las oposiciones y las minorías dentro o alrededor de la Internacional y de los partidos comunistas, se encontraba ante una situación dramática de que esos partidos, compuestos por millones de obreros, que se habían formado durante la oleada revolucionaria de 1917-23, estaban en proceso degenerativo hacia la traición, uno tras otro, de los principios fundamentales del proletariado con el reflujo de la revolución. En esas condiciones, definir las tareas y el sentido de la actividad que debían llevar a cabo los opositores y los excluidos era una cuestión vital, al igual que lo era definir el marco de esa actividad:

“Cuando el partido pierde su capacidad de guiar al proletariado hacia la revolución – y eso ha ocurrido por el triunfo del oportunismo– las reacciones de clase producidas por los antagonismos sociales, ya no evolucionan en la dirección que permite al partido cumplir su misión. Las oposiciones se ven obligadas a encontrar nuevas bases en las que cimentar a partir de entonces los órganos de reflexión y de vida de la clase obrera, o sea, la fracción” (Bilan, nº 1, “Vers l’Internationale deux et trois-quarts”  – ¿Hacia la Internacional dos y tres cuartos?)

Bilan estaba en desacuerdo con la orientación preconizada por Trotski de fundar un nuevo partido, una nueva Internacional y de hacer un llamamiento a las izquierdas socialistas. Para Bilan había primero que examinar y sacar las lecciones de la experiencia histórica reciente, del fracaso de la revolución rusa, de la traición de la Internacional, de la degeneración de los partidos:

“Quienes contra esa labor indispensable de análisis histórico oponen el cliché de la movilización inmediata de los obreros, lo único que están haciendo es añadir más confusión e impedir la reanudación verdadera de las luchas proletarias” (Bilan, nº 1, “Introduction”).

Algo esencial en la perspectiva para la actividad de la fracción era la evolución de la situación y del partido. Como lo evidencia la cita del Boletín de información que precedió Bilan (publicado en el artículo de la “fracción interna” (9)):

“La fracción así comprendida, es el instrumento necesario para el esclarecimiento político que debe definir la solución de la crisis comunista. Y debe juzgarse como arbitraria toda discusión que hoy oponga entre sí como excluyentes dos posibles salidas a la fracción : el enderezamiento del partido o la transformación en un segundo partido. Tanto una como la otra dependerán del grado de esclarecimiento político alcanzado y ninguna de las dos puede caracterizar ya la fracción. Es posible y deseable que el esclarecimeinto se concrete en triunfo de la fracción en el partido, el cual volverá a encontrar entonces su unidad. Pero tampoco ha de excluirse que ese esclarecimiento acabe precisando diferencias básicas que autoricen a la fracción a declarse a sí misma, y contra el viejo partido, partido del proletariado; y éste, tras todo un proceso ideológico y organizativo de la fracción, en relación con el desarrollo de la situación, encontrará las bases para su actividad. Tanto en un caso como en el otro, la existencia de la fracción y su reforzamiento son premisas indispen­sables para que se solucione la crisis comunista” (Bulletin d’information nº 3, noviembre de 1931)

La tarea que se propone la fracción es, en primer lugar, la de hacer una labor de esclarecimiento político, de profundización.

La definición de la actividad de la fracción está intimamente relacionada con el análisis de la relación de fuerzas entre las clases. La degeneración del partido es la expresión del debilitamiento de la clase. La fracción se opone a la idea de que se pueda crear en todo instante un nuevo partido:

“La comprensión de los acontecimientos ya no viene acompañada de la acción directa sobre ellos, como así ocurría anteriormente en el partido, y la fracción sólo librando al partido del oportunismo podrá reconstuir esa unidad” (Bilan nº 1, “Vers l’Internationale deux trois-quarts”).

Bilan iba a desarrollar su comprensión de lo que es la fracción durante toda su existencia, plasmándose en la resolución de 1935, propuesta por Jacobs y publicada en Bilan nº 17. Esta resolución fue sin duda la expresión más acabada de la idea que Bilan tenía sobre lo que era una fracción y su relación con el partido de clase. Las dos nociones están, de hecho, íntimamente ligadas, al representar la fracción la continuidad de los intereses históricos de la clase obrera, mientras que la existencia del partido viene también determinada por las condiciones de la lucha de clases misma y por la capacidad del proletariado para afirmarse como clase revolucionaria.

“Es evidente que la necesidad de la fracción es también la expresión de la debilidad de un proletariado que ha sido o desarticulado o gangrenado por el oportunismo, mientras que, al contrario, la creación del partido es la plasmación de un curso con etapas ascendentes, en las que el proletariado, una y otra vez, se vuelve a encontrar a sí mismo, se va concentrando, y mediante las luchas parciales y globales va abriendo brechas para acabar derribando la estructura del capitalismo” (Bilan nº 17, “Projet de résolution sur les problèmes de la fraction de gauche”)

¿Qué representa la fracción?: “La fracción es una etapa necesaria tanto para la construcción de la clase como para su reconstrucción en las diferentes fases de la evolución; es el vínculo mediante el cual se expresa la continuidad en la vida de la clase, a la vez que expresa la tendencia de ésta a dotarse de una estructura con principios y un método para intervenir en lo concreto de las situaciones. El proletariado no será nunca una fuerza económica que pudiera construirse en torno a sus riquezas materiales, pues es una clase que sólo dispone de los medios que el capitalismo le otorga a cambio de su fuerza de trabajo, los estrictamente necesarios para su propia reproducción. Por eso su afirmación como clase independiente destinada a crear un nuevo tipo de organización social, sólo puede manifestarse en realidad durante esos períodos específicos durante los cuales se trastornan las relaciones entre las clases en un plano mundial” (idem).

Según esa definición elaborada por Bilan, está claro que la fracción no significa minoría, ni tendencia u oposición sobre algún punto de la orientación o incluso un punto del programa de clase, sino que expresa la continuidad del ser histórico del proletariado, de su porvenir revolucionario. Por consiguiente, la noción de fracción ya no es usada por Bilan como pudo serlo hasta entonces por el movimiento obrero para definir a las diferentes corrientes. La fracción tampoco es una forma específica del período histórico en el que vive Bilan ante la degeneración del partido. Toda la historia del movimiento obrero no sólo está marcada por la existencia de partidos, en las fases ascendentes de la lucha, sino que también se expresa en la historia de sus fracciones:

“Los ‘centros de corresponsales’, creados por Marx antes de la fundación de la Liga de los Comunistas, su labor teórica des pués de 1848 hasta la fundación de la Iª Internacional, la labor de la fracción bolchevique en el seno de la IIª Internacional, fueron los momentos esenciales de constitución del proletariado que permitieron que aparecieran partidos animados por una doctrina y un método de acción. Ver el término de cada proceso negando la fracción bajo todas sus formas históricas particulares, es como ver el árbol y no el bosque, es santificar una palabra tirando por los suelos lo que significa” (idem).

La tarea de la fracción no sólo es mantener o restaurar el programa frente a las traiciones oportunistas o los fracasos de la lucha de clase, es también elaborar sin cesar la teoría del proletariado:

“Para dar una sustancia histórica a la labor de las fracciones, hay que demostrar que hoy son la filiación legítima de las organizaciones en las que el proletariado se encontró como clase en las fases anteriores y también que son la expresión siempre más consciente de las experiencias de la posguerra. Eso debe servir para probar que la fracción no puede vivir, formar responsables, representar realmente los intereses finales del proletariado sino es con la única condición de aparecer como una fase superior del análisis marxista de las situaciones, de la percepción de las fuerzas sociales que actúan en el capitalismo, de las posiciones proletarias sobre los problemas de la revolución” (Bilan, nº 17, “Proyecto de resolución sobre los problemas de la Fracción de izquierda”, subrayado en el original).

No tenemos mucho sitio en este artículo para seguir analizando la noción de fracción elaborada por Bilan. Pero sí que es el de Bilan el concepto de fracción del que se reivindica la CCI desde que nació. En esto como en otras tantas cosas, la CCI se considera continuadora de la frac­ción, cuya tarea es participar en la creación de las condiciones de surgimiento del partido del mañana; algo así como servir de puente, como decía Bi­lan, entre el antiguo partido que fue la IC, muerta bajo el estalinismo, y la futura Internacional de la revolución venidera.

¿Desvirtúa la CCI la experiencia de la clase obrera?

Tras haber formulado nuestro marco de análisis, heredado de lo que elaboró la Izquierda italiana, que permite comprender la naturaleza y las tareas de una verdadera fracción, examinemos ahora lo que dice nuestra supuesta fracción que pretende representar fielmente la continuidad de los principios de la CCI. Cuando afirma que sería la CCI la que los abandona, lo mínimo que cabe esperar es que lo demuestren.

Antes de comentar el texto sobre las fracciones publicado en su Boletín nº 9, veamos en qué “posiciones positivas y coherentes claramente expresadas y no en una colección de puntos de oposición y de recriminación” se basa la declaración de formación primero del “colectivo” y después de la “fracción interna”.

La declaración de formación del “colectivo” ya no tenía nada de prometedora. En respuesta a la pregunta “¿cómo y por qué nos hemos reunido?”, el texto nos explica:

“Tras la reunión de la sección Norte [de RI] dedicada a la discusión del texto de orientación sobre la confianza, cada uno de nosotros pudo darse cuenta de una convergencia de enfoques entre la mayoría de los miembros de la sección presentes en esa reunión, en torno a un rechazo común tanto del método como de las conclusiones del texto de orientación. Esta covergencia se añadía a una constatación anterior de un descuerdo común con la manera con la que se ha considerado, se ha explicado y presentado al resto de la CCI la degradación reciente de las relaciones en el seno de la sección Norte”.

¿Qué es todo eso sino una “colección de puntos de oposición?”. Los propios miembros del “colectivo” lo reconocen, puesto que su perspectiva es “¡Trabajar! Ir al fondo de los problemas. Ir a buscar las respuestas, las experiencias y las lecciones sobre los problemas actuales de la CCI en la historia de nuestra clase y del movimiento obrero”.

Es un objetivo meritorio y no podemos sino lamentar que los miembros del “colectivo” que formaron la “fracción” apenas dos meses más tarde no lo hayan continuado. Los miembros del “colectivo” no están contentos con ciertos análisis defendidos por la mayoría, sin por ello, como ellos mismos lo confiesan, poseer una orientación alternativa que oponerles:

“Nuestra oposición, si sigue siendo minoritaria, deberá tomar la forma de una fracción que lucha en el seno de la organización por su enderezamiento. Creemos, por ahora, que es demasiado pronto para declararla como tal, primero porque la política actual no ha sido todavía confirmada ni por el BI ni por un congreso de la CCI y, además, porque necesitamos todavia elaborar y reunir los textos más desarrollados para una orientación alternativa a la política actual” (subrayado nuestro).¡Pues vaya continuidad auténtica con la CCI que les permite ver la posibilidad de organizarse en fracción sin haber producido textos fundamentales que discutir en el seno de la organización!

Cuando se forma la “fracción”, los “textos más desarrollados” no han aparecido ni por asomo. Sin pararse en barras, la “fracción” propone la orientación de:

“–  combatir la deriva ‘revisionista’ actual que no sólo se expresa en el funcionamiento, sino también en el plano teórico-político;

–  desarrollar la reflexión teórica sobre todo mediante una labor profunda sobre la historia del movimiento obre­ro, parra llevar a la organización a rea­propiarse de sus propios fundamentos, los del marxismo revolucionario, de los que se está apartando cada día más la política llevada a cabo actualmente;

–  colocar el análisis sobre la situación internacional en el primer plano de las discusiones (10), luchando, en particular, contra una tendencia “desmoralizadora” que está siendo la marca de nuestra comprensión de la situación y de la relación de fuerzas entre las clases, para reforzar con ello nuestra intervención en la clase obrera;

–  llevar a la organización a comprenderse como parte del MPP (11) y por consiguiente desarrollar una política unitaria, más valiente y más determinada hacia ese Medio (12).

Se le plantea pues a la supuesta fracción justificar su existencia al no ser su aparición el resultado de ningún “proceso previo de decantación de las posiciones en la discusión general en el seno de la organización”. Al contrario, sí que se ha “concebido, y no pretenderá negarlo, como condición de esa decantación” ¿Es serio eso de que “una tendencia ‘desmoralizadora’ que tiende a ser la marca de nuestra comprensión de la situación y de la relación de fuerzas entre las clases” sería la expresión del abandono programático de los principios proletarios por parte de la CCI? En esas condiciones, no es de extrañar que la mayoría de la organización se haya negado a reconocer la legitimidad de la “fracción”. Al fin y al cabo, si un loco se toma por Napoleón, estaremos obligados a constatar que se toma por Napoleón, sí, pero no estamos obligados a seguirle los pasos en su locura, creyéndonos nosotros también que es el emperador.

El artículo de su Boletín nº 9 (13) de la “fracción” está, pues, ante un reto imposible, al ser su objetivo encontrar una garantía histórica y programática que justifique su creación. Vamos a procurar ahora sacar la lógica, si puede llamarse así a esa especie de aguachirle con ínfulas históricas, parar hacer su crítica.

Diversión en lugar de divergencia o cómo escurrir el bulto

La primera parte del artículo intenta tratar sobre las fracciones en los momentos de lucha de clase ascendente y descendente con ejemplos sacados de las tres Internacionales. Nos enteramos así que :

“Fue mediante la fusión de todo tipo de organismos e incluso de sociedades obreras cómo nació la Iª Internacional (…) En cambio, el período de contrarrevolución que siguió a la represión de la Comuna de París, vio que la aparición de agrupamientos, tendencias o fracciones en la Internacional tomaron otro camino hasta llevarla a su desaparición”.

Esto no nos lleva muy lejos, al no distinguir para nada entre “organismos”, “agrupamientos”, “tendencias” o “fracciones”. Sobre todo, no establece diferencia alguna entre las tendencias que representaron las primeras corrientes originarias del movimiento obrero (proudhonianos y blanquistas, por ejemplo), que estaban destinadas a desaperecr con el desarrollo de la clase misma, y la “forma histórica particular” de las fracciones de izquierda (retomando las palabras de Bilan) que tomó la tendencia marxista.

En lo que a la IIª Internacional se refiere, nos enteramos de que hubo toda clase de “fracciones” imaginables: en Alemania estaban los eseinachianos y los lassalianos, mientras que en Francia,

“el partido constituido en el congreso de Marsella de 1879, conoció dos fracciones: la “colectivista” de Guesde y Lafargue y la “posibilista” de Brousse, que agrupaba a los reformistas. “Si tomamos el ejemplo del POSDR, sigue el autor, lo que hemos desarrollado antes se verifica de manera fulgurante: “Después de 1905, las dos fracciones, menchevique y bolchevique, se reagruparon una primera vez en 1906 y una segunda vez en 1910 (…) Luego, con el curso hacia la guerra, encontramos el fenómeno de dispersión no sólo en los dos fracciones principales, sino incluso en su seno. Fue así como en el POSDR en 1910, había tres fracciones bolcheviques: la de Lenin, los ozovistas y los conciliadores, y tres mencheviques: la unitaria, la de Plejánov contra la unidad y los conciliadores, entre los cuales Trotski.”

Una vez más, no se hace ninguna distinción entre las corrientes reformistas (incluso “estatalistas” como los lassallianos), las corrientes de izquierda (eisenachianos, guesdistas, por ejemplo) y la fracción bolchevique que con la Izquierda alemana “representaban [sólo ellas] los intereses del proletariado mientras que la derecha y centro expresaban cada día más la corrupción del capitalismo” (14).

Después, el autor pasa al período de la revolución rusa, recurre a Trotski, “el más digno de los revolucionarios” (sic, como diciendo que Lenin, Luxemburgo, Liebknecht lo serían menos…), para contar la historia de las diferentes “fracciones” aparecidas en el partido durante el período revolucionario y la guerra civil: la oposición de Kamenev-Zinoviev a la toma del poder en octubre, la oposición del grupo de Bujarin a la firma del Tratado de Brest-Litovsk, así como las oposiciones acerca del ejército rojo, etc. En la época de Brest-Litovsk,

“Los partidarios de la guerra revolucionaria constituyeron entonces una auténtica fracción con su órgano central”. Trotski subraya, y nuestra “fracción” aprovecha la ocasión para recordárnoslo, que “la fracción, el peligro de escisión no fueron entonces vencidos mediante decisiones formales basadas en los estatutos, sino mediante la acción revolucionaria”.

Lo que hay que recordar también es que si Bujarin y el grupo Kommunist no hicieron escisión en la época de Brest-Litovsk, no solo fue gracias al propio desarrollo de los hechos y a los argumentos de Lenin, también lo fue gracias al propio sentido de la responsabilidad de aquéllos, a su comprensión de que el partido bolchevique tenía un papel crucial que desempeñar en la eclosión de la revolución a nivel mundial. Pero, sobre todo, las fracciones mencionadas por Trostski ahí, eran verdaderas minorías, formadas en torno a problemas cruciales de los que dependía la supervivencia de la revolución. Es pura indecencia ponerse a comparar las minorías en el seno del partido bolchevique con una “fracción” cuyo objetivo –o más bien el objetivo proclamado– es “poner el análisis de la situación internacional en el primer plano de las discusiones”. El objetivo confesado de todas esas “demostraciones” es convencernos de que:

“La historia del movimiento obrero que hemos trazado a grandes rasgos nos enseña:

–  que han existido y existirán muchos tipos de fracciones y agrupamientos;

–  que no todas han tenido programas acabados para constituirse en fracción, por eso es por lo que existe probablemente un proceso de esclarecimiento con el desarrollo de la discusión;

–  que toda fracción o agrupamiento no desemboca necesariamente en una escisión;

–  y que por lo tanto “la CCI está obligada a deformar e ignorar piezas enteras de la historia obrera, especialmente de la historia de sus fracciones”.

Todas esas corrientes, oposiciones, etc. han existido sin la menor duda, pero ¿qué tiene que ver todo eso con la fracción, tal como la CCI la ha definido desde siempre y basándose en los trabajos de la Izquierda italiana?. En realidad, el objetivo del artículo de la “fracción” es, sencillamente, hacer diversión ocultándose detrás de un alarde de conocimientos mal digeridos, hacer olvidar que para la CCI la noción de fracción tiene un sentido muy preciso según el cual la existencia de nuestra supuesta “fracción interna” no tiene la menor justificación teórica ni de principios.

Está pues claro que la “fracción interna”, que pretende mantener las posiciones básicas de la CCI, ha preferido olvidarse del concepto de fracción como lo ha usado siempre la CCI, para echar mano del de Trotski y del movimiento obrero anterior a Bilan, o sea un nombre aplicado a diferentes corrientes, minorías, tendencias y fracciones que existen inevitablemente en toda la historia del movimiento obrero. Recordemos de paso que Bilan elaboró su noción de fracción, entre otras cosas, contra la idea que tenía Trotski de la labor que debía llevarse a cabo en años 30. Pero, según parece, para nuestra “fracción interna” Trotski parece haberse convertido en fuente de referencia sobre la cuestión.

Justificar la indisciplina

Vale la pena pararse sobre lo que nos dice el autor de las fracciones salidas de la IIIª Internacional, en período de “dificultades del movimiento obrero”, pues es especialmente de éstas de las que se reivindica la CCI y que, según nuestro concepto –y el de Bilan– es precisamente en esos períodos en los que la clase es incapaz de hacer surgir el partido, cuando se justifica la labor de las fracciones. En realidad, el texto poco dice, si no es que “en la IC la discusión teórica se torció rápidamente, se impidió, se cercenó siendo sustituida por la disciplina, lo que desembocó rápidamente en la exclusión de las Oposiciones”. Entre los inmensos problemas que encaraba el movimiento obrero, la Internacional, los partidos, las premisas de futuras fracciones, la “fracción interna” solo se queda con uno, por algo será, y es el de la disciplina.

Y así es: el problema de la “fracción interna” es que no solo debe librarse de las obligaciones demasiado rigurosas de los análisis y de los principios de la CCI sobre la cuestión organizativa, sino que además debe justificar las violaciones más flagrantes de la disciplina mínima que permita que la organización funcione, e incluso que exista, quebrantamientos que han marcado a esa “fracción interna” desde antes de nacer oficialmente y que le han valido, en la CCI, el apodo de “infracción”. Y empieza justificándose del modo más original:

“A causa de la creación [en la Tercera internacional] del nuevo régimen interior de las organizaciones comunistas con la mayor unidad y centralización internacional, la cuestión de la disciplina interna toma otro carácter. Es la razón por la cual en la fase de degeneración de la IC y de los PC, la vida de las fracciones es muy diferente: todo lo que empuja a la unidad en la fase de ascenso de las luchas empuja más fuertemente todavía a la desunión en su fase de declive” (14).

Esta frase “genial” está precisada así en un artículo sobre la “disciplina” precisamente, publicado en el Boletín nº 13:

“Si en el siglo XIX era la socialdemocracia la que defendía con firmeza la disciplina en el partido contra los oportunistas que reivindicaban la “libertad de acción”, o sea, tener las manos libres para…chanchullear con la burguesía , en cambio, en el siglo XX, en el capitalismo decadente, fue la derecha del PC la campeona de la disciplina interna, como lo son hoy nuestros liquidacionistas, para poder así acallar todas las divergencias, lo cual significa acallar e incluso eliminar a la izquierda, o sea, a la posición marxista”.

No hay aquí lugar para denunciar en detalle lo ridículo de semejante postura, cuyo objetivo evidente es identificar a toda costa a la CCI con los PC estalinizados, con la necesaria dosis de hipocresía para no decirlo abiertamente. Vale sin embargo la pena recordar, y es algo que la CCI siempre ha considerado como positivo, que la IC es, en efecto, la primera de las internacionales basada en un programa explícitamente comunista, dedicado al derrocamiento inmediato del capitalismo. Como tal, exige de los partidos miembros, considerados como secciones nacionales del partido mundial, una disciplina ante las decisiones del centro, en particular la adopción d’un programa unificado, y la exclusión de los partidos socialpatriotas y de los centristas. Es el objetivo mismo de las 21 condiciones, la última de las cuales propuesta nada menos que por Bordiga, dirigente de la Izquierda italiana…para luchar en especial contra la indisciplina de corrientes oportunistas como el partido francés. Mientras la IC defendió el programa del proletariado, esa mayor unidad y centralización internacional era una necesidad para la revolución comunista y expresa un desarrollo del programa que corresponde a las necesidades de la lucha internacional y revolucionaria de la clase obrera (16). La “novedad” aportada por la “fracción interna” con la idea de que “en el siglo XX, en el capitalismo decadente, fue la derecha del PC la campeona del la disciplina interna” no es más que malabarismo para ocultar su propia indisciplina.

Hasta aquí poco hemos aprendido, si no es que hubo muchas fracciones en la historia del movimiento obrero, y que éstas pueden ser tendencias, agrupaciones, oposiciones, que pueden contribuir ya sea a la unidad de la organización, ya a su estallido. En la segunda parte, sin embargo, se nos dice que “lo que fundamenta la existencia de una verdadera fracción es la existencia de una crisis comunista” (subrayado nuestro) ¡Vaya!, o sea que todos esas “agrupaciones, tendencias, fracciones” de las acaban de hablar ¿no eran “verdaderas fracciones”? Nuestro autor cita los textos de Bilan, en los que la CCI siempre se ha basado, efectivamente, para demostrar la necesidad y la justificación de una fracción en lucha contra la degenración de una organización comunista (Notemos, de paso, que el autor pone el mayor cuidado en no citar los propios textos de la CCI sobre el tema). Pero si la “verdadera” fracción, según su terminología, es la definida por la Izquierda italiana, o sea un organismo que surge contra la degeneración del partido, cuyo papel es o regenerar el partido o preparar a los futuros dirigentes tras la traición definitiva de éste, ¿qué pasa con todos los demás ejemplos de “fracción” que llenan el texto entero? La “fracción “ parace haber inventado algo nuevo: una fracción de geometría variable, una fracción que se tuerce y se retuerce en todos los sentidos según las necesidades. No, no ha inventado nada, pues no es nada nuevo en el movimiento obrero ese método típico del oportunismo que consiste en usar los principios en función de las circunstancias y según el interés que en ellos se encuentre. Si los “infraccionistas” de marras citan ahora a la Izquierda italiana es porque la izquierda de la IC se vio a menudo obligada a romper la disciplina de la Internacional para mantener su fidelidad al programa del proletariado y que la referencia de la lucha de la izquierda contra la degeneración de la Internacional comunista hacia el estalinismo, les sirve para justificar su desprecio flagrante por nuestros principios, por nuestras reglas comunes y por sus antiguos camaradas. Si la situación de la “fracción” puede compararse a la de la Izquierda italiana, entonces, es de cajón, la CCI va a hacer el papel de la IC estalinizada (17). Y así queda escrito el guión de la película, con sus buenos y sus malos.

A pesar de todo, a la “fracción” le encantaría encontrar una expresión patente de la degeneración de la CCI para así justificarse de una manera un poco más consistente. El problema es que podrán darle vueltas y más vueltas, nadie puede negar el lugar que ocupa hoy la CCI entre las escasas organizaciones que defienden contra viento y marea el internacionalismo proletario: podremos “ser idealistas” (como dice el BIPR) “consejisto-anarquistas” (según el PCInt) o “leninistas” (como dicen los anarco-consejistas), pero nadie ha negado nunca hasta ahora que la CCI sea, sin ambigüedades ni concesiones, internacionalista. Y como le es imposible encontrar en nosotros semejante traición al principio que es la línea divisoria entre proletariado y burguesía, la “fracción” se ve obligada a andar buscando indicios anunciadores de ese perspectiva. Así puede leerse lo siguiente en la conclusión de su artículo sobre India y Pakistán:”

¿Cuál es la conclusión natural, lógica que se despeja de toda la argumentación de la Revista internacional? (…) Que únicamente las grandes potencias, empezando por Estados Unidos, hacen esfuerzos, aunque insuficientes “para hacer bajar la tensión” y evitar la guerra (…) Todo eso, pues, de manera natural, lógica, abre la puerta a que, cuando se presente la ocasión, se empiece a llamar o a “exigir” de las burguesías de las grandes potencias que, en lugar de “permitir” o “atizar” los odios y las matanzas, actúen más resueltamente para “hacer caer la tensión” y que paren el caos...”

Este procedimiento es lamentable, pues, ¿podrá alguien de buena fe interpretar de ese modo tanto la forma como el fondo de nuestro análisis? La “fracción” termina así su idea: “No hay ningún llamamiento concreto, ni a la clase, ni a los revolucionarios…Lo que nos recuerda las bellas resoluciones de la IIª Internacional en vísperas de la guerra”, olvidándose aparentemente que esas “be­llas resoluciones” fueron propuestas por… Lenin y Luxemburg y que pusieron las bases para Zimmerwald. Es eviden­te que el ridículo no mata, pues si así fuera la “fracción” tendría los días contados.

Del oportunismo al fraude

Es verdad que cualquier experto en etimología vendría a explicarnos que el sentido de las palabras cambia con el tiempo. Pero como marxistas que somos, lo que nos interesa no es tanto la evolución de una palabra como la evolución de las condiciones históricas que la hacen existir. Con esto queremos decir a la vez la evolución de las condiciones históricas generales (ascendencia y decadencia del capitalismo) y la de la experiencia y comprensión del movimiento obrero. Hacer como hace la “fracción”, andar entresacando todos los casos donde aparece la palabra fracción, ignorando por completo la evolución de su sentido histórico y sobre todo el sentido que adquirió para la Izquierda comunista de hoy y crear la confusión con un revoltijo entre “fracciones, agrupamientos, tendencias”, es “consagrar la palabra negando la sustancia” como decía Bilan (ver lo escrito antes). Es, ni más ni menos que entrar a saco en el movimiento obrero en busca de justificaciones para una política y un comportamiento injustificables. Por un lado citan una cantidad interminable de minorías diversas para demostrar que para formar una “fracción” no se necesita programa, ni siquiera unas posiciones coherentes, ni luchar contra la degenración de una organización, ni buscar una nueva coherencia y, por otro lado, invocan a la Izquierda italiana (la verdadera fracción, recordémoslo) para justificar todas las infracciones cometidas contra nuestros principios organizativos en nombre de no se sabe qué lucha contra la degeneración de la CCI. En resumen, se reivindican del derecho a decir y a hacer cualquier cosa desde el momento en que se otorgan el nombre de “fracción”, basándose en citas tomadas de cualquier manera en nuestros predecesores. Si transformar las figuras del movimiento obrero en iconos inofensivos para justificar la política del oportunismo era ya una práctica que denunciaron Marx y Lenin (18), la “fracción” de marras ha dado un paso suplementario: para ocultar su práctica oportunista tras un batiburrillo pseudo teórico, se han lanzado a un auténtico intento de fraude hacia el medio proletario con la noción misma de fracción.

Cuanto más cambian, más de lo mismo, pero peor

“El congreso de la CCI marcó la entrada definitiva de la CCI en su fase de degeneración (…) Esta degeneración se ha manifestado, en el plano de las posiciones políticas, en el rechazo de ciertos principios sobre los que se había construido (…), pero también, y de manera todavía más caricaturesca, en el plano de su funcionamiento interno con la prohibición de reuniones entre camaradas minoritarios (…) la censura de los textos públicos de la tendencia, la propuesta de modificar su plataforma y sus estatutos sin texto explicativo ni debate, así como una multitud de resoluciones y de tomas de postura contra camaradas minoritarios. La degeneración de la vida interna de la CCI ha estado sellada de modo irrevocable con la exclusión de la tendencia de la instancia suprema de la organización –su congreso internacional- tras la negativa de principio de la tendencia a prestar juramento de fidelidad a la organización para después del congreso (…)

“Con su constitución, la Fracción entiende:

“e) representar la continuidad programática y orgánica con el polo de agrupamiento que fue la CCI, con su plataforma y sus estatutos que ha dejado de defender (…)

“g) establecer un puente entre el antiguo polo de agrupamiento que fue la CCI y el nuevo polo que podría desarrollarse sobre las bases de la Fracción en el curso futuro de la lucha de clases”.

El texto que acabamos de citar es la declaración de formación de una “fracción”, no en 2001, sino en…1985, cuando se formó la supuesta “Fracción Externa de la CCI”, la cual, hoy, ha llegado no ya a defender la continuidad de la CCI, sino a poner en entredicho sus posiciones fundamentales, como la de la decadencia del capitalismo. Se entenderá que no palidezcamos de miedo ante las acusaciones actuales de la Infracción…

Nos queda sin embargo por señalar una diferencia de actitud entre la “fracción” de entonces y la de hoy. Aquella, la de 1985, aunque se apresuró a sembrar toda clase de patrañas sin fin sobre la “degeneración” de la CCI, al menos terminaba así su declaración:

“[La Fracción] pide que se organicen inmediatamente encuentros con las secciones de Bélgica, de Inglaterra y de Estados Unidos para proceder a la entrega de material y de las finanzas, todo lo cual pertenece a la organización”.

En cambio, la “fracción” actual se marchó robando no solo dinero, sino también los documentos más sensibles de la organización: las señas de los camaradas y de los suscriptores (19).

No es la primera vez en la historia de la CCI que un agrupamiento de descontentos plasma sus frustraciones, sus rencores, en resumen, todo lo que tienen en contra de la organización y sus militantes, constituyéndose en “fracción” para defender “la auténtica CCI” (Cf. “La cuestión del funcionamiento de la organización en la CCI”, en la Revista internacional nº 109). Se puede constatar, sin embargo, una evolución en los modos de actuar de ese tipo de agrupamientos, portadores de la marca de su época. La última “fracción”, con sus comportamientos de pandilleros, expresa plenamente el peso de la ideología del capitalismo en descomposición que se infiltra incluso en las organizaciones revolucionarias.

Jens, 6/12/2002

 

1) No hay sitio aquí para citar toda la carta de rechazo de los “fraccionistas”, pero subrayemos que exigen en particular “el reconocimiento formal y escrito de la fracción” (…) “la anulación de las sanciones en curso a todos los miembros de la fracción [o sea que debíamos darles el derecho de transgredir a su gusto las reglas organizativas, puesto que eran una “fracción] y el cese inmediato de la política de desprestigio, de las medidas disciplinarias para con ellos; lo cual implica obligatoriamente el rechazo del ‘clanismo’ como explicación de la política de nuestra fracción (…) [los miembros de la “fracción” nunca han sido sancionados por “clanismo” como ellos dan a entender] y una crítica de la explicación del clanismo como causa de la crisis actual…”.

2) Ver en la Revista internacional nº 110 el artículo sobre la Conferencia extraordinaria y nuestro análisis de la fracción.

3) En el nº 9 de su Boletín. El lector encontrará los textos citados en https://membres.lycos.fr/bulletincommuniste.

4) Lo cual desmuestra que el análisis de la naturaleza de la fracción no es únicamente el de una pretendida “dirección liquidadora”, según la terminología de la fracción, sino del conjunto de la CCI.

5) Ver Revista internacional nº 33.

6) Según las acusaciones de la “fracción” repetidas hasta la náusea en su Boletín, se les habría prohibido escribir en los Boletines internos de la organización. La verdad es que la organización exigió en una resolución votada incluso por los futuros miembros de la “Fracción” que esos militantes “hagan una crítica radical de sus actuaciones” y “se compromentan en una reflexión de fondo sobre las razones que los llevaron a comportarse como enemigos de la organización” [en las reuniones secretas] y que ante todo se explicaran en los boletines internos. Tras la creación de la fracción –la cual se reiivindica, al contrario, de las reuniones secretas– les exigimos sencillamente que tomaran posición por escrito sobre el contenido de esas reuniones. ¡Vaya censura, una censura que exige que la minoría escriba textos, mientras que ésta se reivindica del derecho a callarse!. Invitamos al lector a leer el artículo de la Revista internacional nº 110, “El combate por la defensa de los principios organizativos”, en donde encontrará la presentación detallada del combate que ha tenido que llevar la organización contra el comportamiento de los miembros de la “fracción”.

7) Ver Revista internacional nº 110 (nota anterior) para una presentación detallada de todo lo que hubo en torno a la constitución de ese ‘colectivo’.

8) Art. cit. Revista internacional nº 33.

9) En su artículo, la “fracción interna” hace toda una exposión según la cual para la CCI, una fracción “desemboca obligatoriamente en escisión”; se ve que el autor de ese artículo habrá leído con unos lentes especiales nuestro artículo de la Revista internacional nº 108 para poder así leer cualquier cosa.

10) El fariseismo de los miembros de esa “fracción” quedó patente en que, después de expresar esa reivindicación, no se les ocurrió mejor cosa que negarse a acudir a una reunión del órgano central con el pretexto de que antes de discutir sobre la situación creada por la “fracción” se iba a discutir sobre…¡la situación internacional!

11) Nuestra organización ha sido siempre y sigue siendo la única, lamentablemente, en defender de manera consecuente y sin la menor ambigüedad que el medio proletario existe. ¡Hay que tener cara para dar esa razón para formar una fracción destinada a combatir no se sabe qué el proceso de degeneración de la CCI!

12) Dejamos aquí de lado las acusaciones varias de “derivas organizativas” que contine esa declaración, en particular, la que acusa a la CCI de haber sancionado a un camarada que “defendía valientemente sus posiciones”. La realidad es que ese militante se hizo a hurtadillas el mensajero de la campaña “pasillera” montada por Jonás contra uno de nuestros militantes al que acusaba de ser agente del estado.

13) Vease https://membres.lycos.fr/bulletincommuniste/francais/b9/groupemindex.html.

14) Bilan nº 17, “Proyecto de resolución sobre los problemas de las Fracciones de izquierda”.

15) Esta conclusión, sin duda, pretende denunciar la degeneración teórica de la CCI: “todo lo que empuja a la unidad en la fase de ascenso de las luchas…” (o sea el desarrollo de la lucha de clases y, sobre todo, de la conciencia del proletariado sobre lo que está en juego en la situación revolucionaria) ese mismo “todo” empuja más fuertemente todavía a la desunión en su fase de declive”.

Lo que la “fracción” nos ofrece con eso, con palabras de Rosa Luxemburg, “no son más que frases huecas y encaje hinchado y brillante de palabras. Hay un signo que no engaña: cualquiera que piense con la cabeza y domine a fondo el tema del que se habla, se expresa clara y comprensiblemente. El que se expresa de manera oscura y pretenciosa (…) lo que muestra es que él mismo no lo tiene muy claro o que tiene sobradas razones para evitar la claridad” (Introducción a la economía política).

16) Para ampliar el tema, puede leerse el artículo de la Revista internacional nº 110 sobre la disciplina. Digamos de paso que esta “Infracción” tiene una idea que le es muy propia de la disciplina y que podría resumirse así: cuando somos mayoría y “tenemos las riendas” de la organización, la disciplina es entonces algo bueno; cuando estamos en minoría y debemos aceptar las mismas reglas que los demás, entonces la disciplina es mala.

17) Hasta ahora sólo faltaba alguien en el reparto: un Stalin en la CCI. Con “Último [y nauseabunda]aviso” publicado en el Bulletin nº 14, lo han completado.

18) “En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta, envileciéndola. En semejante “arreglo” del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero” Lenin, El Estado y la revolución).

19) Debe señalarse que la última publicación de la Infracción por Internet ha hecho pública, para que se entere la policía del mundo entero, la fecha de la conferencia general de nuestra sección en México…Cf. el artículo “Los métodos policiacos de la FICCI” aparecido en Révolution internationale nº 330.

Corrientes políticas y referencias: