Elecciones en Alemania: estrategia electoral contra la clase obrera

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Tras la amarga derrota sufrida por el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) en las elecciones regional del 21 de Mayo pasado en Renania del Norte, “bastión de la socialdemocracia”, el canciller alemán Schröder y el presidente del partido Müntefering han anunciado que las próximas elecciones generales tendrán lugar en el otoño de 2.005, es decir, un año antes de lo previsto. Los partidos de la oposición cristiano-demócrata y liberal han saludado unánimemente la decisión de Schröeder, declarando que “…cada día menos que gobierne la coalición de los rojos-verdes es un buen día para Alemania…”. Las federaciones patronales y los sindicatos han mostrado su “alivio” al comprobar que los “alemanes” por si mismos hayan expresado, en la urnas, su apoyo o rechazo a las “…dolorosas pero, muy necesarias, reformas económicas que hay que poner en marcha…”. La Bolsa de Frankfurt ha anunciado la posibilidad de encontrar un “nuevo optimismo” tras las próximas elecciones, independientemente de la salida política que vayan a tener.

¿Como explicar este entusiasmo unánime de toda la clase dominante ante la convocatoria de nuevas elecciones?, ¿Tan mal ha gestionado los intereses del capital nacional la coalición entre el SPD y los Verdes que no es posible esperar un año para hacerlos abandonar el Gobierno?, ¿El cambio del gobierno actual, que parece probable, conducirá a un cambio, por ejemplo, de la política económica y social, como anuncia a bombo y platillo la oposición actual?.

No es muy difícil comprender porque el canciller actual quiere convocar nuevas elecciones. El ejercicio del poder no esta determinado únicamente por los resultados en las elecciones generales, también afecta a la capacidad de gobernar los resultados de ciertas elecciones regionales y municipales. El SPD ha perdido el poder en Renania del Norte, una provincia en la que había gobernado ininterrumpidamente durante los últimos 39 años. Esta ha sido su novena derrota electoral consecutiva. Ante un declive tal de la social-democracia, sin parangón en la historia alemana reciente, la convocatoria de nuevas elecciones son el último recurso en manos del canciller actual para evitar la aparición de luchas de poder abiertas en el seno de su partido. De hecho Schröder contempla estas elecciones como la única posibilidad de mantenerse en liza. Si los cristiano-demócratas de la CDU ganaran las próximas elecciones provinciales de Renania-Palatinado, podrían bloquear la mayor parte de las iniciativas legislativas del Gobierno federal.

Además, Schöder es lo bastante realista para saber que sus posibilidades de reelección esta vez son escasas y, por tanto, esta muy preocupado por preparar la forma en la que dejar el Gobierno. Hay que recordar que, a lo largo de los años 80, ante la agravación del desempleo masivo y el crecimiento de un fuerte descontento en la clase obrera, el SPD juzgo necesario volver a la oposición y, entonces, fue el ala izquierda del partido la encargada de preparar el terreno para poder imponer los ataques anti-obreros. La forma en la que el canciller social-demócrata de la época, Helmut Schmidt, fue expulsado del buró político por sus propios “camaradas”, es recordada en la historia como una verdadera desgracia. Schröder preferiría, como su predecesor Kohl, ser democrática y “honorablemente” desaprobado por los votos.

La perspectiva de unas elecciones anticipadas que se anuncian particularmente favorables para los cristiano-demócratas y liberales, hacen muy fácil comprender el gran interés que tiene la oposición en que se materialice tal perspectiva. Por una parte, la impopularidad del Gobierno de izquierda – incluso entre el electorado tradicionalmente social-demócrata – le da muchas razones para ser optimistas. Además, este optimismo esta fundado en la constatación de que, en los últimos meses, importantes fracciones de la burguesía alemana han apostado por la salida de la izquierda del Gobierno. Así, estas fracciones se han asegurado de que el partido ecologista, los Verdes y, su principal figura política, el ministro de asuntos exteriores Fischer, se hayan desacreditado notablemente. Gracias al “escándalo de los visados” se ha podido atacar al ministro Fischer por su política de permisividad demasiado “liberal” en la concesión de visados, entregados sobre todo a ciudadanos de Ucrania, política que habría abierto las fronteras de Alemania a una “oleada de criminales”.

Sin embargo, actualmente, la política imperialista no es el factor determinante en la decisión de avanzar hacia las nuevas elecciones generales, ni del Gobierno que saldrá de las mismas. Esta muy claro que el “escándalo de los visados” tiene sobre todo una dimensión electoral. Por ejemplo, esta campaña ha permitido a los cristiano-demócratas presentarse como los “vigilantes de una política contra los criminales extranjeros” para tomar así votos de la clientela de la extrema derecha. Pero, sobre todo, ha puesto muy difícil la posibilidad de seguir manteniendo la coalición entre los rojos-verdes, dando a Schöder la justificación necesaria para llamar a la convocatoria de nuevas elecciones generales.


El retorno de la cuestión social


Como hemos señalado al principio de este artículo, es chocante que en estos momentos no sólo todos los partidos políticos directamente implicados, sino todas las fuerzas políticas de la burguesía alemana hayan saludado calurosamente la convocatoria de elecciones generales anticipadas. Si bien es cierto que, el comportamiento de los políticos y sus partidos se explica esencialmente por sus intereses en llegar o mantenerse en el poder, esto no es tan evidente para los jefes de las industrias, los capos sindicales, la Iglesia, ó los dirigentes bursátiles. En realidad, el poder de estas elites en el seno del Estado (sin citar a los jefes militares o de los servicios secretos que no expresan sus opiniones en público) no depende de la existencia de un Gobierno de izquierda o de derecha en Berlín. Es por tanto evidente que, la organización de las nuevas elecciones generales, se ha convertido en un asunto vital para las fracciones centrales de la burguesía alemanas en su conjunto, que no se puede explicar únicamente por los cálculos políticos de los partidos.

La nueva situación política esta ligada a la situación económica, es decir, a la agravación de la crisis capitalista. Lo que está parcialmente en juego es, el mantenimiento o la recuperación de la confianza de los inversores. La burguesía alemana quiere demostrar a todo el mundo que las “reformas económicas” (es decir, los ataques masivos contra la clase obrera) van a continuar aplicándose sin descanso, e incluso se van a acelerar. No habrá, por tanto, “un año perdido” ni un “bloqueo mutuo” de las fuerzas políticas hasta el 2.006.

El simple hecho de que no se haya manifestado ninguna duda sobre que se va a mantener el “camino de las reformas económicas” – independientemente de la salida electoral que resulte – demuestra que lo que esta en juego no es el cambio de la política económica. Si la coalición de los rojos-verdes acaba siendo colocada fuera del Gobierno no será porque la burguesía este descontenta con su política económica, ni porque la oposición tenga una alternativa mejor que ofrecer. Lo que los cristiano-demócratas y liberales han propuesto es la continuidad de lo que el Gobierno Schröder-Fischer han hecho durante los últimos siete años, es decir, la misma política que desarrollan todos los gobiernos del mundo hoy en día: atacar sin tregua a la clase obrera.

¿Entonces, a que viene esta agitación y esta repentina precipitación de acontecimientos?. La burguesía alemana reacciona actualmente ante un factor nuevo y significativo de la situación social. Este nuevo factor no es la crisis económica en si misma. Esta crisis mundial crónica, y su desarrollo incesante, que es imposible de solucionar en el marco del capitalismo, se extiende y profundiza desde hace décadas.

Lo que es nuevo, es la cuestión social, el problema de las consecuencias de la crisis para los trabajadores, para la clase productiva y explotada, ha vuelto al centro de la vida de la sociedad. Esta cuestión social ha quedado de lado con los acontecimiento de 1.989, cuando el hundimiento del estalinismo sirvió para dar crédito a la mentira de que el capitalismo habría ganado la “victoria final”, que habría “conseguido” enterrar definitivamente a la clase obrera. La aparición de las ilusiones de los años 1.990 – la nueva economía, los exorbitantes éxitos bursátiles, la revolución informática – contribuyeron a extender esta farsa y las ilusiones que le acompañaron. Pero el sufrimiento creciente de la clase obrera, en particular a través del desarrollo brutal del desempleo masivo, han ido quitando fuerza y peso a estas ilusiones.

Hoy día, no sólo en la periferia del capitalismo, sino en el corazón mismo del sistema, en los supuestos bastiones del Estado “del bienestar” tales como Alemania, Francia o Italia, amplias capas amplias capas de la población obrera se sienten directa e inmediatamente amenazadas por el desempleo y la pauperización. En Alemania, el desempleo oficial ha superado la barrera de los 5 millones de parados. Esta multitud de desempleados despierta en las memorias la crisis económica de 1.929. En este proceso, las capas de la población que hasta ahora se podían considerar como “bien pagadas” y altamente cualificadas están cada vez más inquietas. Así, en las pasadas semanas, los médicos de hospitales de Alemania han desfilado manifestándose por las calles y el personal de AGFA ha descubierto que la compañía se ha colocado en situación de bancarrota de la noche a la mañana. A los ojos del mundo, la cuestión social vuelve a estar en el centro de la escena. Esto obliga, sin duda, a reaccionar a la clase dominante.


El significado del desempleo masivo


En un país como Alemania, donde se está produciendo un aumento particularmente brutal del desempleo masivo, la clase dominante debe intentar hacer frente a las impresiones aún muy embrionarias entre los trabajadores de que no hay solución a este problema en el marco del capitalismo. Tiene que hacer todo lo posible para crear el sentimiento contrario. Debe hacernos creer que existen mejores soluciones para superar y acabar con el problema.

Las nuevas elecciones constituyen una de las respuestas que va a utilizar la burguesía ante el peligro de que la clase obrera reconozca, o siquiera suponga, la bancarrota del sistema capitalista. Ahí se encuentra la esencia del trabajo asalariado – que lo distingue radicalmente de formas precedentes de explotación: los explotados pueden adquirir bienes para vivir en tanto que puedan ser explotados con beneficio. Los trabajadores asalariados no son obligados a trabajar por medio del uso de la violencia, sino que deben buscar por si mismos los explotadores a los que vender su fuerza de trabajo para vivir. Es cierto que la burguesía ha desarrollado a lo largo del siglo XX, ante el desarrollo del desempleo masivo cada vez más permanente, sistemas de seguros dirigidos por el Estado, con el objetivo de evitar el desarrollo de una toma de conciencia creciente entre la clase obrera. Pero hoy día, bajo la presión de la crisis, la burguesía se ve obligada a reducir radicalmente estos sistemas de seguros precisamente en el momento en el que el desempleo se ha vuelto un fenómeno más masivo y permanente. El desarrollo de la crisis empuja, cada vez más, a los explotados a abrir los ojos ante la realidad de la sociedad de clases.

Sin embargo, no se puede negar el hecho de que, a través de las maniobras electorales, los explotadores intentan ganar un tiempo precioso para poder atacar esta conciencia naciente en el proletariado. Si, contra toda previsión, los rojos-verdes son reelegidos, les será al menos posible reivindicar que la mayoría de la población, por “si misma” “admitirá” la necesidad de las “reformas”. Si cambia el Gobierno, la burguesía podrá dar cancha a unas “reformas más consecuentes” con un nuevo Gobierno. Y si esto sucediera, al mismo tiempo, la social-democracia (el SPD y los sindicatos) – de forma más creíble de cómo lo pueden hacer hoy día en tanto que fuerza gubernamental – podrían volver a desarrollar el “debate sobre el capitalismo” lanzado por el actual jefe del partido Franz Müntefering, avivando las ilusiones sobre la posibilidad de limitar el desempleo gracias a la acción del Estado contra la llamada “globalización de la economía” ( es decir, el desarrollo de una política autárquica comparable a la que se desarrolló en el período de la preparación de la Segunda Guerra Mundial). Al mismo tiempo, se puede contar con que el ex – patrón del SPD, Oskar Lafontaine, que ha abandonado el Partido con el objetivo de crear una nueva alianza electoral de izquierdas con el PDS (el antiguo partido gobernante en la Alemania del Este adaptado a los nuevos tiempos) sobre la base de una posición “anti-globalización”.

Esta iniciativa parece estar destinada , de hecho, a reducir aún más si cabe las esperanzas de una posible reelección de Schröder.


La democracia, principal arma del capital


Las nuevas elecciones van a significar además, la puesta en práctica de la ideología democrática contra el desarrollo de la conciencia, la combatividad y de la confianza en si mismo del proletariado. La burguesía sabe que el descontento crece y se extiende entre los obreros, empleados y parados. Es igualmente consciente de que los obreros tienen, por el momento, dificultades importantes para entrar en lucha debido a que falta un sentimiento claro de pertenecer a una sola clase, de falta de confianza en sus propias fuerzas, de un sentimiento de vulnerabilidad ante el aumento del desempleo.

En ese contexto, la burguesía intenta hacer de estas elecciones un momento y un medio aparentemente más eficaz que la lucha para que los explotados puedan expresar su indignación y su insatisfacción. En lugar de desarrollar asambleas masivas, de ir a la calle en manifestación, o de desarrollar huelgas y luchas, se nos propondrá votar para “cambiar” el Gobierno. Es así como la democracia trabaja.

El Gobierno, o un partido determinado, agitan la amenaza que puede desencadenar la cólera entre la población. Permitiendo poder “golpearlo” con el voto, se evita el desarrollo de una lucha obrera independiente. Para que la solidaridad y la indignación ante los ataques se puedan desarrollar entre la clase obrera, la burguesía intenta transformar estos sentimientos en una reacción de venganza ciega que debería poder satisfacerse “haciendo pagar al culpable”. Para evitar que el proletariado sienta su propia fuerza de clase, la burguesía empuja a los obreros al aislamiento más atroz, convirtiéndolos en ciudadanos al servicio del Estado.

La burguesía va a querer hacernos creer que va a ser útil para los intereses obreros “castigar” al SPD o al Gobierno rojo-verde. Pero las reglas de la alternancia democrática de los partidos en el poder hace que este “castigo” no afecte en lo más mínimo a los intereses del Estado. Así, la política del Gobierno actual será, sin ningún tipo de duda, continuada y desarrollada por sus sucesores, sean estos cuales sean.

Para la clase obrera, la disyuntiva no se sitúa entre “elegir” o “castigar” tal o cual fracción o tal o cual hombre político de la burguesía. Su objetivo es el de acabar con las raíces de la explotación, erradicar las causas de los sufrimientos y de la falta de perspectivas para el conjunto de la humanidad. Lo que es necesario para el proletariado es no luchar contra molinos de viento, contra simples representantes o síntomas de las enfermedades del sistema, sino desarrollar un combate consciente y masivo para acabar con el capitalismo a nivel mundial.


Artículo traducido de WELT REVOLUTION nº 130, publicación de la Corriente Comunista Internacional en Alemania y Suiza.








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