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Anexo: Trotsky y la Izquierda italiana (Textos de la Izquierda comunista de los años 30 sobre el trotskismo)

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El combate contra el oportunismo y el centrismo se inscribe en una larga tradición de luchas en el seno del movimiento obrero.

Ya a comienzos de siglo, la Izquierda Italiana de la cual nuestra corriente se reivindica, había llevado un combate que se remonta hasta antes de la primera guerra mundial  contra la Socialdemocracia, después contra todas las corrientes centristas (“terzini”) que dudaban en romper con esta última para participar en la fundación de una Tercera Internacional desembarazada de corrientes vacilantes.

En los años 20, ella va a proseguir este combate en el seno de la IC, primero sola, después con la Oposición de izquierda rusa. Por, fin lo conducirá contra las posiciones centristas de Trotski en el seno de la Oposición de Izquierda Internacional.

En efecto, en los años 30 cuando la contrarrevolución ha triunfado, Trotski persistía en considerar el periodo como revolucionario. Para él, la revolución mundial era aún posible; no le hacía falta más que una dirección revolucionaria que evidentemente habría que construir alrededor de él.

Para la Izquierda Italiana, el análisis del periodo, del curso histórico, era radicalmente diferente: la ola revolucionaria que había iniciado Octubre 17 estaba derrotada. En este periodo de reflujo profundo del movimiento obrero, la Izquierda Italiana se daba, con justa razón, como tarea preservar los principios revolucionarios, enriquecerlos extrayendo el balance del periodo pasado y prepararse en la espera de un periodo histórico más favorable para la clase obrera.

La visión de Trotski, a contra corriente, que veía encaminarse el curso hacia la revolución en tanto que iba hacia la segunda guerra imperialista mundial, le condujo a defender puntos de vista divergentes con la Izquierda Italiana particularmente sobre tres cuestiones importantes:

- la cuestión española y las “consignas democráticas” (enero-febrero 1931),

- la cuestión alemana y el Frente único (julio 1931-marzo 1932).

- la cuestión de la fracción y del partido (cuestión más teórica que abarca todo el periodo).

Los textos de la Izquierda Italiana que publicamos a continuación muestran la importancia y el rigor de los debates de ésta época y son una crítica sin concesión a las posiciones de Trotski. Estas posiciones centristas debían, naturalmente, conducir a los continuadores de Trotski a pasarse al campo de la contrarrevolución al sistematizar sus errores. Lo que se realizó desde su participación en el segundo conflicto ínter imperialista.

Diciembre 1989.

Sobre las consignas democráticas (BULLETIN INTERNATIONAL de la Oposición Comunista de Izquierda, n° 5 - marzo 1931.)

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Resolución de la CE de la fracción de la izquierda italiana

1.- La democracia, bajo sus diferentes aspectos, es una forma de gobierno por medio de la cual el capitalismo ejerce su dominación de clase. El fundamento de la democracia, es decir la pretendida división de la sociedad en diferentes agrupamientos de mayorías y de minorías que pueden establecer un equilibrio político, es por otra parte la forma especifica de la que el capitalismo se sirve para enmascarar su dictadura de clase. Ella define la naturaleza misma del Estado capitalista que, como la doctrina marxista nos enseña tiende a establecer un equilibrio entre las fuerzas del capitalismo y la anarquía económica sobre la cual se funda el régimen burgués y también a coordinar las diferentes maniobras ideológicas destinadas al reclutamiento de las fuerzas que componen el aparato de represión de las masas, a corromper al proletariado, a dispersar la ideología comunista en las masas.

2.- La idea fundamental de que la sociedad se divide no en mayorías y minorías que se expresan en el juego electoral sino en clases y que el Estado es el órgano de una clase determinada, es completada con la otra tesis según la cual jamás el proletariado puede hacer “suya”, ni siquiera provisionalmente, la reivindicación de la democracia que es, en definitiva, una reivindicación del capitalismo.

3.- La democracia, en tanto que forma de vida social, representaba una forma más avanzada solamente cuando el capitalismo aún no se adueñaba del poder, es decir cuando representaba él mismo una clase revolucionaria. En la situación actual por el contrario, donde el capitalismo se halla en el puesto de mando de la economía mundial, la democracia no representa en ningún sentido un paso adelante para el proletariado, al contrario, aparece como un recurso inmediato que el enemigo manipula contra la revolución comunista. Ahí donde la demarcación de clase es menos neta, en la pequeña burguesía y en las poblaciones trabajadoras rurales, la maniobra capitalista para enmascarar su dominación de clase bajo la forma democrática encuentra las mayores posibilidades de éxito. Estas clases son las fuerzas que no podrán jamás ser los protagonistas de una transformación social; pues son justamente las fuerzas que se arrastraran a la cola de una u otra de las clases antagónicas. La democracia es el instrumento fundamental del cual se sirve el capitalismo para manipular estas fuerzas en su propio beneficio. La idea de la dictadura proletaria es la única que, apoyándose en un programa agrario de transformación gradual de la economía agrícola, puede entrañar el indispensable apoyo de los campesinos a la revolución comunista.

5.- Durante la revolución rusa, los bolcheviques han apoyado provisionalmente la consigna de la “Asamblea Constitucional” por el periodo extremadamente limitado que va de la caída del zarismo a la tentativa de una institución de poder capitalista amenazado por el constante avance del movimiento revolucionario de los obreros y los campesinos. A pesar del hecho que la reivindicación de “Asamblea Constituyente” se desarrollaba paralelamente a la constitución de los Soviet, a pesar del hecho que las bases de clase de un poder capitalista que se expresaban a través de la democracia no estaban sólidamente establecidas como en los otros países, a pesar de todo ello, esta reivindicación representa un peligro decisivo de desviación del Partido bolchevique mismo en el momento revolucionario crucial.

6.- Aún cuando las relaciones entre las clases y la apertura del periodo histórico de la guerra civil imponen al capitalismo renunciar a las otras formas específicas de la democracia para recurrir a otros sistemas como el del terror blanco, las consignas democráticas deben ser rechazadas por el proletariado; éstas preparan el terreno sobre el cual actúa la contrarrevolución democrática y socialdemócrata. La experiencia alemana nos prueba que la derrota de 1923 no es la consecuencia del hecho que se detuvo demasiado tarde sobre la ruta del frente unido con los partidos de la socialdemocracia; nos prueba que no había que comenzar a ir en esta dirección.

La experiencia italiana nos prueba que no existen agrupamientos particulares de capitalistas (industriales) democráticos y otros grupos de capitalistas (propietarios de tierras) fascistas.

Por otra parte, en la fase imperialista de la economía capitalista, los choques que oponían fundamentalmente a estas fuerzas del capitalismo han desaparecido; y si tanto la democracia como el fascismo encuentran su personal en el campo agrario, ello depende únicamente de la posibilidad de manipular las capas medias de la población de las campiñas.

7.- Hay que rechazar de manera definitiva la adopción de la consigna democrática en todos los países capitalistas. Aún ahí donde existe el terror fascista, estas reivindicaciones no sirven más que para desanimar al proletariado comunista, para preparar las condiciones políticas susceptibles de desnaturalizar la experiencia rusa. Allí han sido los proletarios quienes han cazado, las armas en la mano, a la Asamblea Constituyente; entre nosotros sería la Asamblea Constituyente la que encontraría las posibilidades de frenar, mediante las armas de la contrarrevolución, la victoria comunista.

8.- Aún en las colonias, en la fase actual del imperialismo, no existe ninguna base que permita afirmar que la democracia tiene un carácter necesariamente anticapitalista y anti burgués. Si allí un poder burgués de tipo europeo o americano no existe, ello depende del hecho que la dominación mundial del capitalismo se acompaña de la imposibilidad, en grandes partes del mundo, de instituir una organización económica francamente capitalista en competencia permanente con los otros capitalistas (...)

9.- Un examen profundo de la situación en China y las colonias en general, donde las condiciones van a presentarse para movimientos de masa, es necesario con toda urgencia. Ello a fin de establecer en la situación actual del imperialismo, en el periodo histórico de las revoluciones proletarias ya afirmadas- si el mareo de las relaciones sociales es tal que permita a los partidos comunistas lanzar consignas democráticas inspiradas en la fórmula de la dictadura democrática de los obreros y los campesinos.

La experiencia y el examen de estas cuestiones para los países imperialistas tales como España, Italia, etc. es francamente negativa y prueba el peligro, aunque se utilicen de forma provisional, de las consignas de naturaleza democrática.

El camarada Trotsky y la política del Frente Unico en Alemania (Fraction de Gauche italienne marzo1932)

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La posición central del camarada Trotski sobre el problema del frente único contra el fascismo en Alemania no parece tener suficientemente en cuenta el papel que corresponde a la socialdemocracia durante el ascenso fascista. En la “Carta al obrero comunista alemán miembro del Partido Comunista Alemán” (“La Verite” de diciembre 26, 1931) el camarada Trotski, después de haber recordado la táctica de los bolcheviques rusos durante el ataque de Kornilov, constata que «1a socialdemocracia, como un todo, con sus antagonismos internos, vive en conflicto agudo con los fascistas» y define así el deber del Partido: «Nuestra tarea consiste en utilizar este conflicto, y no hasta el momento más agudo, para unir a los adversarios contra nosotros». La explicación que el camarada Trotski da sobre el desarrollo de la política de frente único, parece marcar que su objetivo es el de la lucha concreta para batir al fascismo y en esta política, los consejos de fábrica tendrían una gran importancia.

El recuerdo de la experiencia rusa a propósito del ataque de Kornilov no parece muy pertinente. Este ataque se llevaba a cabo en efecto en una situación que debía preceder dos meses solamente a la victoria del Partido, se llevaba a cabo en circunstancias de desagregación que desafortunadamente no tienen nada de común con la fuerza de que dispone actualmente el capitalismo alemán en marcha hacia la victoria de la reacción fascista, en tanto que el marco de las fuerzas sociales en Rusia podía aún asignar al menchevique Kerensky la función de elemento “incapaz” de realizar y defender la democracia. Por el contrario la socialdemocracia en Alemania y en todos los países donde el capitalismo domina desde hace mucho tiempo no es un elemento “incapaz” de defender el nuevo régimen progresivo de democracia, sino que ella es un elemento capaz de defender el poder del capitalismo, en tanto las condiciones se producen para dar a este poder la forma de reacción blanca. Y esta capacidad, la socialdemocracia la prueba con la política que impide el contraataque proletario. Política que consiste en agitar el espectro del fascismo; espectro que se concretiza en la realidad, justamente en la medida en que la socialdemocracia logra evitar los conflictos de clases, las luchas armadas del proletariado y realizar el desarme general de las masas.

En general hay que repetir con Lenin que, en los países capitalistas, jamás se presentaron las condiciones favorables que el proletariado ruso ha conocido en 1917 para realizar su victoria revolucionaria.

El parlamento, en tanto que órgano de control político del capitalismo sobre las masas, ha sido completado por el sindicato, en el periodo imperialista del capitalismo, y esto sobre todo en los países con alto desarrollo industrial. Estos sindicatos están en general adheridos a la dictadura de la burocracia socialdemócrata la cual no ha modificado los estatutos sindicales basados sobre los principios de la lucha de clase. Estos principios son de otra parte los que permiten al partido socialdemócrata mantener su control sobre las masas.

En las situaciones en que las relaciones entre las clases se vuelven muy agudas, el Partido debe sobre todo tender a romper el mecanismo de control sobre la clase obrera, teniendo bien en cuenta que no se trata esencialmente de una incapacidad de las masas para comprender la necesidad de orientaciones preconizadas por los comunistas, sino que si el capitalismo logra la serie de sus éxitos, ello depende del hecho que el partido comunista no ha logrado quebrantar el control socialdemócrata sobre las masas (...)

La URSS y el problema del nuevo partido (BILAN nº 1)

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En el fondo, todas las contradicciones del camarada Trotski se explican por su error sobre la perspectiva general que él aún preconiza. El trabajo de la Oposición Internacional de Izquierda, inspirado directamente por el camarada Trotski, se basaba en la URSS en tanto que polo de concentración del proletariado mundial. De la naturaleza proletaria del Estado ruso, se desprendía la perspectiva fatal de un bloque universal del capitalismo para la guerra contra la Unión Soviética. El deber de los oposicionistas en todos los países era la defensa de la URSS contra este ataque imperialista inevitable y su lugar, en esta guerra, era en los puestos de avanzada de la defensa del Estado soviético.

Toda la política de “rectificación” de los partidos comunistas se fundaba sobre la visión de la lucha del proletariado ruso contra el centrismo incapaz de asegurar la defensa del Estado obrero. Lo que habría determinado las condiciones favorables para la “rectificación” de los partidos comunistas. Se puede decir que todas las escisiones que se desarrollan en el seno de la Oposición Internacional de Izquierda tienen como causa las divergencias sobre la cuestión rusa. El camarada Trotski, procediendo a toda esta serie de rupturas, creía, evidentemente, realizar así -y solamente así- las condiciones políticas favorables para su perspectiva general.

Después de la victoria del fascismo en Alemania, él preconiza la fundación de un nuevo partido con el objetivo de regenerar la IC, para asegurar la defensa del Estado ruso contra el imperialismo. Aún ahora, el camarada Trotski preconiza la fundación de nuevos partidos y de una nueva Internacional para defender a la URSS activamente. Pero, toda la perspectiva del camarada Trotski, si se juzga por las experiencias vividas, es totalmente desmentida por los acontecimientos. En efecto, es después de la derrota del proletariado mundial en Alemania, en febrero último que se ha abierto la fase de mejores relaciones entre los Estados capitalistas y el Estado soviético. Se nos podrá responder que no se trata más que de una fase absolutamente pasajera y que asistiremos mañana al bloque universal contra el Estado ruso. Que no se trata de una fase pasajera, se prueba por el hecho que el Estado ruso consolida sus posiciones económicas, estratégicas y políticas, justo en el momento en que el proletariado mundial se ve presionado por la ofensiva del enemigo (...)

La victoria del centrismo y el desarrollo de su función vuelve cada vez más improbable la hipótesis de la lucha universal del capitalismo contra la URSS. Pero aún si ello debiera verificarse, el lugar del proletariado ruso y mundial sería al lado de la fracción de izquierda y no al lado del centrismo que, durante la guerra, llegaría a la conclusión inevitable de su política, poniendo directamente en juego las características proletarias del Estado. (...)

Sin desear prejuzgar con elementos aún inciertos, es evidente desde ya que la Unión Soviética quedará comprendida en uno u otro de los bloques imperialistas existentes que se enfrentarán. (...)

(La Comisión Ejecutiva de la fracción de izquierda del Partido Comunista Italiano, Agosto 23, 1933.)

Un gran renegado con estilo de pavo real: Leon Trotsky (Bilan nº 45)

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(...) El N° 37 de la “Lútte Ouvriere” publica una declaración de Trotski donde éste, después de haber dicho que «si hay una guerra justa, es la guerra del pueblo chino contra sus conquistadores», afirma que «todas las organizaciones obreras, todas las fuerzas progresistas de China, sin ceder en nada a su programa y su independencia política, cumplirán hasta el fin su deber en esta guerra de liberación, independientemente de su actitud frente al gobierno de Tchang-Kai –Tchek». Concluye con una previsión que ha sido naturalmente plenamente confirmada por los acontecimientos: «la derrota del militarismo japonés es inevitable, y se trata de un asunto de un porvenir no muy lejano». Hemos ya visto que la “Lutte Ouvrière” hablaba tres semanas antes de «fraternización de los soldados japoneses y chinos»... En cuanto a la previsión, no dábamos una importancia excesiva al desmentido que los recientes acontecimientos parecen darle, y si lo hemos informado, es únicamente para poner en evidencia que, según Trotski, el desencadenamiento de las luchas de clase en Japón no es el resultado de la reanudación de la lucha de clases en China, sino el contragolpe de los reveses militares. No es otra cosa que el recurso de los socialistas de 1914 para comprometer al proletariado en la guerra: la derrota militar de Francia habría permitido la extensión de poderosas organizaciones del proletariado alemán, y viceversa, la victoria de Francia, habría sacudido la opresión de los junkers en Alemania y por ello mismo propulsado un movimiento hacia el socialismo,

«Jamás hemos puesto y jamás pondremos sobre el mismo plano todas las guerras» dice Trotski. Y he aquí la vieja canción: Marx estaba por las luchas de independencia de Irlanda y Polonia. «Lenin ha escrito centenares de páginas para demostrar la necesidad capital de distinguir entre las naciones coloniales y semicoloniales que forman la gran mayoría de la humanidad.. La conclusión se desprende con una fuerza inquebrantable: Japón y China no se encuentran en el mismo plano histórico, El patriotismo chino es legítimo y progresivo».

Antaño, Trotski se levantaba contra «el método de las analogías literarias, formales y no según el materialismo histórico». Pero en esa época el luchaba contra Bujarin y Stalin que predicaban el “frente único nacional” con la burguesía china. Pero actualmente que su posición se une a la de Stalin en China y que se halla de acuerdo para rechazar “implacablemente a los peores enemigos del interior”, él tiene necesidad también de esas analogías formales, tal como los socialdemócratas alemanes -a los que Rosa Luxemburgo puso al descubierto en su tiempo- tenían necesidad de citar a Marx para justificar su traición.

Marx, Engels y Lenin (Trotski de 1925-27 igualmente), aunque no han puesto todas las guerras en el mismo plano, sin embargo han puesto en el mismo plano todas las guerras cuya naturaleza es análoga desde el punto de vista social. Lenin, por ejemplo, no ha negado la evidencia en 1914-18. Los dos bloques imperialistas “no se hallaban sobre el mismo plano histórico” y cada uno de ellos no era homogéneo y comportaba al lado de Estados imperialistas, países oprimidos por el imperialismo. Pero Lenin se basa sobre la naturaleza de las clases en el poder para calificar la guerra de imperialista.

Siempre la guerra enfrenta a países que no se hallan “sobre el mismo plano histórico” y desde un cierto punto de vista, es ésta una de las causas de las guerras. Pero todo el problema consiste en determinar que clase conduce la guerra y establecer una política adecuada. En el caso que nos ocupa, es imposible negar que es la burguesía china quien conduce la guerra. Que ella sea agresora o agredida, el deber del proletariado es luchar por el derrotismo revolucionario tal como en Japón. No hacerlo, lo que conduce a hacer lo inverso y, como Trotski, enrolar a los obreros chinos «a cumplir su deber en la guerra contra Japón», porque pretendidamente así resultaría la revolución en Japón, es ponerse sobre el mismo camino que los traidores de 1914-18. Y no es asombroso que Trotski, para cubrir su contrabando y su traición, tenga necesidad de recurrir a todo su arsenal de injurias contra los proletarios que se mantienen fieles al marxismo. Lo que por lo demás no es nada nuevo, no se requiere de una inteligencia excesiva: basta con no tener escrúpulos para triunfar. (...)

Por su traición, Trotski tiene necesidad de cubrirse con todas las plumas de su pasado revolucionario: debe presentarse como el monopolista de la inteligencia, debe terminar la obra de Stalin. Este apunta el revólver contra los “peores enemigos del interior”, Trotski a falta de GPU [policía secreta] pone en acción todos los recursos del diccionario de sinónimos para desacreditar a sus adversarios. Es verdad que él puede así reabsorber las crisis en el seno de las secciones de la IV Internacional (¿) como se ha visto en la rápida cabriola efectuada por la sección belga. Pero el empleo de estos métodos por una parte, y la rapidez de ciertas conversiones por la otra indican muy claramente que no nos encontramos más que con unos renegados que son hoy prácticamente inútiles para el proletariado porque no tienen más que una función suplementaria de dispersión ideológica de las filas de la vanguardia, en tanto que los fascistas, los demócratas y los centristas se ocupan del papel principal de la dispersión violenta del proletariado (...)

El proletariado reivindica una sola guerra: la guerra civil contra la burguesía (Communisme nº 8)

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(...) De nuevo en todos los países la burguesía ha podido sustituir con los frentes nacionales de unión sagrada al frente internacional de la guerra de clases, pero no podía hacerla más que a condición de someterse, luego de su victoria, a la implacable ley capitalista que le empuja a arrojar “el excedente” de fuerzas productivas y humanas en el precipicio de la guerra.

Nos hace asistir actualmente a un entrecruzamiento de manifestaciones de crecimiento de gigantescas economías de guerra con convulsiones de guerra imperialista que, aunque circunscritas, se van multiplicando y amplificando.

Las hogueras prenden, se extinguen, vuelven a prender por los cuatro puntos cardinales: ayer, la guerra incendiaba Manchuria y Shangai, arrasaba Etiopia; desde hace un año, sangra al proletariado español; he aquí que abraza al corazón de China,

¿Será la burguesía la única en recordar Octubre 1917?

Desplegando toda su potencia de clase dominante, conjurando la corrupción y la violencia, movilizando todos sus recursos diplomáticos, alternando el juego de la Sociedad de las Naciones con el de la “no intervención”, enarbolando la mística democracia-fascismo, guerra nacional, imperialismo esta burguesía obsesionada por la visión de su propia decadencia ¿logrará organizar la masacre de un proletariado ciego e impotente?

(...) En España, al lado de la chusma social-staliniana que invita a la defensa de la República burguesa, la coalición trotskista-anarco-sindicalista-pseudo comunistas de izquierda ¿no cubre la guerra antifascista con la bandera del socialismo?; ¿no proclama que esta guerra dirigida por el Estado capitalista, constituiría la inevitable etapa transitoria hacia la Revolución proletaria, mientras que nuestros hermanos españoles inmolados en la unión sagrada “antifascista” eran masacrados en Barcelona en mayo último, en nombre del “orden” republicano?

¿La guerra en China? Otra ocasión de acreditar nuevamente la mentira de la “guerra nacional” de liberación con miras a la “derrota” del imperialismo japonés y la “autopreservación” de la URSS con miras al desarrollo de la “tercera revolución china”. Otra ocasión también de perorar sobre la revolución democrática burguesa, en tanto que la sociedad capitalista no podía ya fecundarla en su seno, porque, económicamente esta revolución tropezaría con el declive de la producción burguesa y que, políticamente, se enfrentaría a un proletariado aspirante a la sucesión de las clases dominantes de las colonias (...) ¡No equivocarse, por tanto! Fuera del proletariado mundial, no existe ninguna fuerza progresiva capaz de edificar la industrialización de las economías atrasadas. Los que hablan de etapa transitoria del capitalismo democrático no son más que agentes, concientes o inconscientes, del imperialismo.

En China como en España, la “revolución” burguesa no ha producido sus “frutos naturales”, sino al contrario, tal como en España, ha arrancado al proletariado chino de su terreno de clase, le ha desviado de su objetivo fundamental: la construcción de la sociedad sin clases en conjunción con el proletariado mundial (...)

Y el Estado soviético, ligado a los destinos de la sociedad capitalista decadente desde que adhirió al socialismo nacional, polo de la contrarrevolución mundial, aporta su eficaz contribución a la labor de masacre organizada de los proletarios chinos. Lo que pasa en China muestra, mejor que una impecable demostración teórica, que por encima de los antagonismos imperialistas se ejerce soberanamente la solidaridad de clase de todos los Estados capitalistas contra el proletariado que, dado que es la única fuerza motriz del progreso social, puede surgir como enterrador del mundo burgués.

Esos que ladran social-stalinianos pueden obstinarse en “temblar” por los intereses de su ala imperialista, amenazados en China por el competidor japonés, ... estos traidores ¿pueden deplorar otra cosa que “1a impotencia” de los Estados democráticos para contener los apetitos del fascismo? Pero la burguesía mundial no tiene que recibir consejos de sus inmundos sirvientes. Su seguro instinto de clase le incita a “resignarse” a todo lo que puede obstaculizar la marcha del proletariado hacia su emancipación.

En China, el heroico proletariado revolucionario de 1925-27 agoniza actualmente bajo los golpes de Japón con la complicidad del Kuomingtang, de la URSS y de las potencias “garantes” de su “independencia”.

Al lado de Tchang-Kai-Tchek, verdugo de Cantón, el estalinismo participa en el asesinato de los obreros y campesinos chinos bajo la bandera de la “guerra de independencia” y sólo su ruptura total con el Frente Nacional, su fraternización con los obreros y los campesinos japoneses, su guerra civil contra el Kuomingtang y todos sus aliados, bajo la dirección de un Partido de clase, puede salvarlos del desastre.

PROLETARIOS, vuestro deber es apoyar a las fracciones de izquierda que laboran por la independencia ideológica, política y orgánica de vuestra clase contra todas las corrientes seudo-comunistas que, al aceptar la guerra “antifascista” de España y la guerra “nacional” de China han traicionado los intereses fundamentales de la revolución proletaria, han volcado en un nuevo 1914.

Ayudad a las fracciones a sentar las bases del Partido que será el arma de vuestra victoria mañana.

Desdeñad el boicot unilateral del Japón imperialista, ¡rehusad toda solidaridad directa o indirecta con cualquier forma de opresión capitalista!

Mediante la huelga, afirmad vuestra solidaridad de clase con vuestros hermanos de todos los países doblegados bajo el yugo fascista o democrático y afirmaros contra la organización de vuestra propia masacre, romped el cerco de hierro de la unión sagrada, empeñaros sin tardar en una batalla contra vuestra propia burguesía (...) ¡Por la revolución mundial!

Fracción Belga de la Izquierda Comunista Internacional


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