Este documento conjunto de varios grupos proletarios
pertenecientes al Comunismo de los Consejos y también procedentes de la Oposición de Izquierdas
(la LCI) es claro
en la denuncia de la mistificación antifascista. Sin embargo, debemos reflejar
dos importantes ambigüedades:
- Considera que en España hubo “Consejos de Obreros y de Soldados”.
Desgraciadamente, esa no fue la realidad pues la respuesta inicial de los
obreros en julio de 1936 no consiguió crear sus propias organizaciones: Asambleas
y Comités Elegidos y Revocables. Al contrario, la CNT, la UGT y el POUM impusieron
unos “Comités” formados por delegados sindicales que confiscaron completamente
la iniciativa a los obreros. Del mismo modo, los organismos espontáneos
surgidos en torno al armamento de los obreros – las Patrullas de Control-
fueron rápidamente copados por esas organizaciones y transformados en
“Milicias Antifascistas” que eran sacadas del “frente urbano” – la lucha
de clase entre el proletariado y la burguesía- para ser enviadas al frente
militar en la guerra entre Franco y la República.
- Por otro lado, pide «romper con el aparato dirigente de la Confederación
sindicalista (CNT) que hace de acólito y colaborador con los capitalistas» lo que significa albergar ilusiones sobre la CNT como organización. Es
cierto que muchos obreros combativos estaban afiliados a la CNT pero ello no
significaba en absoluto que la organización “les perteneciera” y que
bastaba con romper con su cúpula traidora para regenerarla y ponerla al
servicio de los obreros. Lo que demuestra la trayectoria de la CNT desde, como mínimo,
1930 hasta 1937, es su integración progresiva e irreversible en el Estado
Capitalista. Su apoyo apenas disimulado al Pacto de San Sebastián firmado
por un arco de políticos burgueses que iba desde monárquicos con Alcalá
Zamora al PSOE, su actuación a escala nacional cuando la insurrección
obrera en Asturias 1934, su apoyo descarado al Frente Popular en las
elecciones de febrero de 1936, su maniobra para derrotar desde dentro la
lucha espontánea de los obreros en julio de 1936 y su alistamiento en el
Frente “antifascista” de defensa de la República, su
complaciente aceptación de poltronas ministeriales en el gobierno catalán
y central y, como culminación, su cobertura desvergonzada a la bárbara
represión ejercida por los estalinistas contra los obreros en Mayo 1937,
constituyen los jalones de su integración definitiva en el Estado
Capitalista.