Adjunto | Tamaño |
---|---|
![]() | 602.51 KB |
La crisis del sistema capitalista se profundiza en todo el mundo. No se limita a Grecia, España y Portugal, sino que son Francia, Alemania y USA los que entran en recesión; el paro bate record en el mundo y la pobreza se dispara en la Norteamérica de Obama.
Los “brotes verdes” o “la senda del crecimiento y del empleo”, gobierno tras gobierno (de un color u otro), se convierten en una degradación brutal de las condiciones de vida y de trabajo. Nos anuncian continuamente el “final del túnel”. Decían que sería para 2012, ahora dicen que para 2014. Merkel lo retrasa a 2017 y hay economistas que lo colocan ¡en 2025! Es UN INFIERNO INTERMINABLE. Y, además, la llegada al “final del túnel” -¡caso de producirse! ¡Que no es seguro!- se hará bajo condiciones que retrotraen a la clase trabajadora muchas décadas atrás: total desprotección ante los intereses de la clase empresarial, creciente y descarnada miseria y explotación, emigración masiva para huir de una precariedad y un desempleo crónicos. La clase capitalista y su Estado tratan de compensar la reducción de ventas, beneficios e ingresos como producto de la crisis incrementando los impuestos y precios de los productos básicos (mientras los capitalistas gozan de la complicidad de la administración para pagar lo mínimo posible por su patrimonio y sus beneficios), disminuyendo las condiciones de vida y de trabajo de la población (“reducción de costes laborales y sociales”) y expulsando del mercado de trabajo a la creciente“mano de obra sobrante”. Se trata de una guerra de clases de los de arriba contra los de abajo.
El papel que en las “democracias” capitalistas tienen reservado los sindicatos y la izquierda es, cuando no pueden evitar la aparición de la protesta, canalizarla hacia movilizaciones y reivindicaciones estériles, que lleven al desgaste, la impotencia y la derrota: huelgas y protestas simbólicas convocadas a toque de corneta y controladas desde arriba, divididas por empresa, sector o zona geográfica, unidas a eslóganes y reivindicaciones que nada tienen que ver con nuestros intereses y necesidades (“salvar la economía”, evitar “arruinar el país”,“salvar el sector”, etc.). ¡Como si la economía o el país pertenecieran a trabajadores y parados, y no en realidad a la clase capitalista y a la maquinaria estatal a su servicio! ¡Como si desahuciados y bancos, trabajadores y empresarios, parados y políticos, fuéramos todos “ciudadanos iguales”!
En la práctica, los sindicatos “combativos”, “de base”, etc., no se diferencian de los sindicatos “mayoritarios”. Tras la verborrea y el discurso radical su actuación y métodos confluyen con ellos, convirtiéndose en sus apéndices críticos, con diferencias meramente formales, como hemos visto en las diferentes“huelgas generales” de los últimos años.
Cada vez más compañeros (de distinta procedencia, circunstancias, sector, afiliados o no a sindicatos, etc.) nos planteamos cómo hacer frente a esta situación y cómo encontrar un camino realmente eficaz para defendernos. Una cosa es segura: sólo la lucha masiva y contundente puede hacer retroceder a la clase capitalista y al gobierno de turno a su servicio. No podemos confiar para ello ni en los “pasteleos” y las maniobras sindicales, ni en la farsa y el circo electoral y parlamentario. Algunas de las líneas generales para llevar a cabo una lucha eficaz contra el capital por la obtención de unas condiciones dignas de vida y trabajo, dentro de un proceso vivo y sin fórmulas mágicas, pasan necesariamente por tender a:
Esto último es lo más importante. La principal conquista de las luchas no será tanto las mejores condiciones conseguidas, que el Capital y su Estado intentarán eliminar lo más pronto posible, sino la creciente unidad, solidaridad, conciencia y capacidad de auto-organización que desarrollemos. Esto nos irá dando la fuerza necesaria para imponer una sociedad diferente, construida por los trabajadores mismos, en la que no haya ni explotación, ni miseria, ni guerras.
Corriente Comunista Internacional 12-11-12