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Revolución mundial nº 97, Marzo-Abril 2007

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Bush se resiste a la reorientación de la política imperialista en Irak

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Los esfuerzos concertados de la fracción dominante de la burguesía en EUA por forzar a un reajuste de la política imperialista en Irak han encontrado una fuerte resistencia por parte del núcleo duro de los elementos leales a la administración Bush. Desde el fracaso para cambiar el equipo dominante en las elecciones del 2004, la administración ha estado bajo presión para modificar sus políticas fallidas. Esta presión fue ejercida a través de análisis de política exterior, campañas mediáticas y escándalos políticos. La administración siempre ha respondido a medias, con las suficientes concesiones para dar la apariencia de que ya viene el cambio. Los ejemplos incluyen el sacrificio de Paul Wolfowitz, diputado neoconservador secretario de defensa ampliamente acreditado por ser el arquitecto de la política de guerra en Irak, y la adopción de una política dirigida al retiro gradual de tropas en enero del 2006.

Sin embargo, en tanto que la situación en Irak empeora constantemente, en el último invierno apareció el consenso en la fracción dominante de que la situación en Irak era absolutamente un caos, un cenagal que arriesga con alcanzar los intereses globales del imperialismo americano. El ejército americano claramente se ha visto tan forzado por las guerras en Irak y Afganistán que fue incapaz de responder a amenazas en otras partes del mundo. Esta es una situación intolerable porque el ejercicio de la fuerza militar en el exterior es una absoluta necesidad para el imperialismo americano en un periodo en que su hegemonía esta bajo cambio creciente. Para empeorar las cosas, la torpeza de la administración Bush con la guerra en Irak ha despilfarrado completamente las conquistas ideológicas de la clase dominante americana que logró al manipular la popular aceptación de sus aventuras imperialistas más allá de sus fronteras después del 9 de septiembre.

Este consenso llevó en marzo pasado a la creación de una comisión bipartita, el Grupo de Estudio Iraquí, dirigido por James A. Baker, y el anterior congresista demócrata Lee Hamilton. Baker, cercano consejero y amigo de George Bush padre, Secretario de Estado bajo la primera invasión americana a Irak en 1991. Baker manejó el aspecto legal del presidente Bush para ganar la elección del año 2000 en Florida, y a veces se refieren a él como el “portero” de la familia Bush, con quien siempre se cuenta para limpiar las suciedades de la familia. Hamilton también fue coopresidente de la comisión 9/11.  Formada de manera aplastante por prominentes oficiales[1] [1] de la administración Reagan, Bush padre y Clinton, la comisión en esencia representa la continuidad del aparato permanente del estado capitalista, que vio la necesidad de forzar al equipo dominante a alterar el curso.

El trabajo inicial de esta comisión fue conducido secreta y confidencialmente, pero en el curso de la campaña electoral, sus miembros, tanto demócratas como republicanos cada vez más lo hacían en público, criticando específicamente la retórica política de la polarización de la administración, oponiendo “mantener el curso” vs “salir corriendo” , como incapaces de avanzar los intereses imperialistas nacionales. La tendencia de la administración a poner en duda el patriotismo de sus críticos burgueses fue claramente inaceptable. De hecho, los media transmitieron el mensaje, emanado de la comisión, de que esta simplista dicotomía política reflejaba una insostenible pérdida de relación con la realidad. Tan fuerte era esta presión que para principios de septiembre el presidente en realidad dejó de usar el lema “mantener el curso”. Sin embargo, Bush aún pareció aferrarse a este punto de vista. Aún continúo denunciando a los demócratas como el partido del “salir corriendo” y el contenido de su mensaje continuó enfatizando la necesidad de continuar luchando en Irak hasta lograr la victoria. Sin embargo, el grupo de estudio efectivamente puso las bases para un cambio en la política aún antes de la elección.

En Internationalism[2] [2] 140 decíamos que impedir la victoria democrática: “…incrementaría la presión por ajustes extra-electorales en la administración, incluyendo quizás la forzada renuncia del secretario de Defensa Donald Rumsfeld.”

La confirmación se dio casi inmediatamente con el anuncio de la forzada renuncia del secretario de defensa Rumsfeld y la designación de un sucesor a la 1 de la tarde un día después de la elección. Si se puede creer en los informes de los medios, una semana antes de la elección, Bush ya había pedido a Rumsfeld renunciar y decidido reemplazarlo con Robert Gates, veterano agente de seguridad nacional que trabajó como director bajo George Bush padre. Demostrando aún más gráficamente la potencial influencia del bipartidista Grupo de Estudio iraquí, debe notarse que Gates fue de hecho miembro del grupo de estudio iraquí (renunció luego de su nominación como Secretario de Defensa). Gates generalmente apoyaba la actitud cautelosa de Baker en relación a la política imperialista y las críticas a la actual actitud de la administración.

El fortalecimiento de la mistificación democrática lograda por la elección en noviembre es importante para la burguesía porque la creencia de que el sistema funciona es una precondición para la conformidad popular con lo que viene después. A pesar de la popular repulsión contra la guerra, particularmente en la clase obrera, la elección no es una victoria de la paz, sino una victoria del esfuerzo de la burguesía para preparar  la próxima guerra, para reparar el daño hecho al ejército americano, al servicio de inteligencia y el aparato político exterior por los errores de la administración Bush.

El debate real en la burguesía sobre Irak no opone halcones con palomas, sino halcones contra halcones sobre como salir mejor del cenagal y prepararse para la próxima aventura militar en el exterior. Como escribió el “pacifista” New York Times en su editorial dos días después de la elección, “La tarea más urgente de Mr. Gates, asumiendo que sea confirmado, debe ser reabrir los canales necesarios de comunicación con los servicios militares e inteligencia extranjeros sobre el terreno. Luego de escuchar lo que tienen que decir, necesita recomendar una nueva estrategia realista a Mr. Bush en lugar de la que ahora se ha demostrado fallida. Tendrá que reconstruir un ejército mal desplegado, reenfocar la transformación militar cambiando las innecesarias armas de la guerra fría por nuevas tecnologías más acordes a las actuales necesidades, y alimentar una relación más constructiva con los comités de vigilancia del congreso”.

Desde la elección, los jefes generales de personal se apresuraron para afirmar su independencia del desacreditado Rumsfeld.  Los jefes han emprendido una revaloración de la situación militar en Irak, investigando por su cuenta políticas alternativas aún antes que Gates fuera confirmado y antes de que el grupo de Estudio de Irak emitiera sus recomendaciones a mediados de diciembre. El ejército ya publicó un nuevo manual de entrenamiento que revierte uno de las más controversiales políticas de Rumsfeld estimando mínimos niveles de tropas para ocupación y operaciones de reconstrucción luego de invasiones militares, política que ha sido desastrosa en Irak.

Liberados de una obligación de seguir la línea establecida previamente por el incapacitado Rumsfeld, el General Abizaid, director del Comando Central de EU, testificó ante el Senado y la Casa de los Comités a mediados de noviembre criticando y contradiciendo las pasadas decisiones y políticas de Rumsfeld y Bush en Irak. Por ejemplo, en relación a la larga disputa entre los servicios armados y Rumsfeld sobre los necesarios niveles de tropas en Irak, Abizaid testificó que el general Eric Shinseki fue dado de baja por Rumsfeld en 2003 por criticar la doctrina de Rumsfeld de dispersar las fuerzas de ocupación empleadas e insistir en que eran necesarios más de 300 000 soldados, fue corregido en sus evaluaciones de la situación y no debía haber sido dado de baja.

Abizaid también contradijo la propaganda de la administración que por mucho tiempo insistió en que el mayor peligro en Irak no venía de Al Qaeda sino de las milicias sectarias que estaban al borde de la guerra civil. Abizaid se opuso tanto al retiro programado de tropas por el cual abogaban algunos demócratas, como al despliegue de miles de tropas más como abogaba el republicano senador John McCain. En su lugar, el pedía un cambio de política que podría cambiar el despliegue de un número significativo de tropas americanas con tareas de patrullaje y combate para entrenar a las fuerzas de seguridad irakíes.

A pesar del popular desencanto con la guerra y el amplio apoyo a la retirada, no habrá un rápido retiro militar de Irak. La administración Bush ha rechazado esencialmente las recomendaciones del grupo de estudio y parece completamente decidido a escalar la guerra en Irak. La línea dura en la administración ha aprovechado la propuesta del senador McCain de una “aumento” de tropas, con el despliegue de quizás 30 000 soldados adicionales para sofocar la resistencia en las áreas sunitas, a pesar de que los líderes militares en la Junta de Jefes y en el campo en Irak son opuestos al incremento de tropas. La oposición militar al “aumento” estima que las preocupaciones se relacionan a que esto solamente hará parecer la situación como una ocupación, aumentará el número de objetivos americanos sobre el terreno y por lo tanto el número de atentados, y a la larga debilita la capacidad militar de intervenir en cualquier otro lugar. De hecho, es irónico que cuando el ejército quería tropas adicionales en 2003, la administración Bush las rechazó y despidió al general a cargo, y ahora cuando no quieren más tropas, la administración plantea apretarles el cuello. Bush respondió anunciando un movimiento en el comando militar. Los lideres militares que se oponen a la escalada en el comando central y en el campo en Irak han sido reasignados a otros lugares, y están siendo reemplazados por oficiales que aceptan el plan de la administración.

Con toda probabilidad, a pesar de esperar alguna obstinada resistencia de algunos elementos en la administración, la fracción dominante anticipó la implementación en gran mediada de propuestas del Grupo de Estudio iraquí, incluyendo particularmente aumentar la presión sobre la burguesía iraquí para alcanzar compromisos entre sí, una especie de programación para una retirada, y un cambio al rechazo de la administración Bush realizar pláticas con Siria e Irán para acordar una Conferencia Internacional en Medio Oriente sobre el futuro de Irak que podría incluir la participación de estos dos países. En esta consideración, Baker ha puntualizado públicamente la importancia de hablar a sus “enemigos”. Esta es la única opción al alcance que podría permitir a EU liberarse del cenagal de Irak, mantener una presencia en la región, y responder a las aperturas europeas hacia Irán y Siria. Mientras Bush asigna a Gates como su nuevo secretario de defensa bajo la presión de las fuerzas externas en la burguesía, Gates parece ser la única figura del presidente capaz de reconocer la gravedad de la situación. El ajuste de la situación en Medio Oriente es crucial a los intereses del imperialismo americano, necesario para sentar las bases del imperialismo americano y ajustarse más efectivamente a los cambios en el lejano oriente y Latinoamérica.

La resistencia de la administración Bush a una corrección significativa del curso plantea graves peligros para la clase dominante. Arriesga la pérdida de disciplina política en la burguesía, debilitando la mistificación democrática y la intolerable agravación de la crisis del imperialismo americano. Esto agravará seriamente la crisis política que aflige a la clase dominante y crea una mayor presión política sobre la administración.

 

J. Grevin

Notas



[1] [3] Además de Baker y Hamilton, la comisión incluyó a la anterior jefe de la Suprema Corte de Justicia Sandra Day O´Connor, republicana designada a la corte por la administración Reagan, Lawrence Eagleburguer, anterior Secretario de Estado bajo George Bush padre; Leon Pannetta, anterior jefe de la Casa Blanca y jefe de personal de la administración Clinton; William J. Perry, anterior Secretario de Defensa durante la administración Clinton, 1994-97; Charles Robb, anterior senador democrático por Virginia y yerno de Lyndon B. Jonson. Robert Gates, anterior director de la CIA, sirvió en la comisión hasta su renuncia luego del anuncio de su nominación como Secretario de Defensa para reemplazar a Rumsfeld en noviembre. El anterior alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, republicano, sirvió brevemente en la comisión y renunció en la primavera pasada.

 

[2] [4] Publicación de la CCI en EEUU.

A 8 meses de las elecciones del 2 de julio de 2006: En el terreno electoral es la burguesía la que siempre gana

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Las promesas de construir una sociedad mejor a través de las urnas electorales se están haciendo añicos. La realidad de ataques a las condiciones de vida (ver artículo en este mismo número) nos está recordando el verdadero rostro de la democracia. Todas las promesas sobre empleo, seguridad, calidad de vida y “futuro radiante” se están disolviendo como nieve al sol. ¿Qué balance entonces de las elecciones?

 

Las elecciones son una mistificación

 

Durante el siglo XIX los obreros llegaron hasta arriesgar la vida en la lucha por conseguir el derecho a votar. En ese momento histórico el capitalismo era un sistema en plena expansión y el parlamento era un terreno donde los obreros podían aprovechar las pugnas entre fracciones de la burguesía y la aristocracia para defender sus condiciones de vida. Hoy es la misma clase dominante la que moviliza una cantidad insultante de recursos para empujar a los trabajadores a que voten; la razón es simple: las elecciones y sus parlamentos ya no representan más un terreno donde los trabajadores podrían estar representados (la izquierda aún con su lenguaje obrerista esta del lado del capital). La razón de existir del entramado electoral es la mistificación, el seguir engañando a los trabajadores con la ilusión de que diluidos en la masa de “ciudadanos” se puede mejorar el mundo.

 

El objetivo central de la burguesía en las elecciones (federales, estatales, etc.) es siempre el de empujar a los trabajadores a que abandonen el terreno de la lucha colectiva, enturbiar su conciencia de pertenencia a una clase explotada para conducirlo al dócil redil del “ciudadano” atomizado e impotente.

 

Si la burguesía gasta cantidades enormes en el circo electoral es porque a través de esta cortina de humo pretende hacernos olvidar que la situación social sigue agravándose: desempleo en aumento, miseria galopante, aumentos de precios, etc. Se empieza a vivir una situación de campaña electoral casi permanente, se acaban unas elecciones y empiezan otras, incluso los escándalos de los partidos son utilizados para “mantener viva” la flama electoral, esta situación no es un error de manejo, por parte de la burguesía, es una política perfectamente orquestada para ocultarnos la realidad de una crisis económica que no tiene salida y cuyo único destino es la agravación cada vez más dramática de sus consecuencias para los trabajadores, todo ello independientemente de que este la derecha o la izquierda en el poder.

 

Para las clases dominantes del mundo entero las elecciones son un medio muy eficaz para asegurar el mantenimiento de su poder. Ninguna elección cuestiona al capitalismo, ninguna elección se propone como fin el acabar con la dictadura del capital sobre el trabajo asalariado, ningún candidato, sea del partido que sea, se propone como programa político hacer una revolución mundial para acabar con este sistema de explotación, guerras y miseria. Y no se trata de ceguera política o de una traición de los partidos que participan en ella (como se deduce de los lamentos del EZLN), se trata simplemente de una evidencia de lo que es el rostro real de las elecciones y sus parlamentos: una institución al servicio de la burguesía donde nos venden promesas de cambio para que la explotación capitalista siga reinando.

 

 

Las elecciones están siempre al servicio del capital

 

No ha sido una casualidad si todo el aparato estatal nos saturó de la “necesidad” de votar. Los intelectuales llamaron a la “responsabilidad ciudadana”, la iglesia apeló a “ejercer con libertad” el voto, los artistas  usaron sus talentos para sumarse a las campañas de tal o cual candidato, todos los días nos decían: “¡vota, vota!”. Hay que sospechar inmediatamente de tanto interés. Nos han repetido hasta el cansancio: “¡El pueblo ganó!, ¡es un triunfo de la democracia!, ¡todos salimos ganando con elecciones pacíficas!”. ¡Cínicas mentiras de la clase dominante y sus acólitos! Los trabajadores no han ganado nada. Al contrario, han caído en la trampa, han abandonado su terreno de lucha para optar por un callejón sin salida. La clase dominante ha explotado muy bien las elecciones para atacar la conciencia obrera. En esa tarea ha sabido explotar muy bien las fuertes ilusiones que hay entre los trabajadores hacia la democracia, los partidos políticos y las elecciones.

 

La burguesía presentó las elecciones como un reto, como un momento donde habría que “decidir” el rumbo del país, incluso se atrevió a presentar los proyectos de los partidos y sus alianzas como “proyectos contrapuestos”. Hoy vemos a Felipe Calderón “realizar” postulados del programa de La Alianza por el bien de todos de López Obrador (austeridad en el sueldo de funcionarios, lucha contra la marginación, etc.).

 

No podemos dejar de denunciar a todos aquéllos que afirmaban  que el “apoyo crítico” a López Obrador iba al menos a ayudar a “clarificar la conciencia” y a pasar luego a una fase más “crítica y radical”. Pero el terreno electoral no clarifica, ata a los trabajadores a las ilusiones de “reformas” y sólo refuerza la ideología democrática. Igualmente mal parado se encuentran todos aquéllos que como Marcos “rechazaban a todos, izquierda y derecha”, sin embargo, todo ese giro radical era sólo la envoltura de su defensa de la Constitución (una nueva desde luego!) y de su exigencia de elecciones “realmente limpias”…¡el lenguaje radical no oculta su defensa descarada del capital, su sistema y sus instituciones!

 

Como decíamos más arriba, el parlamento hace mucho tiempo que dejó de ser un lugar donde se toman decisiones. Es un sitio donde se registran esas decisiones y donde los partidos se reparten tareas para hacer creer que ahí hay una “lucha de intereses”, para hacer pasar el cuento de que los trabajadores, en tanto ciudadanos, estarían ahí “representados”. Si bien es cierto que a veces hay pleitos reales en las cámaras de diputados y senadores, esos pleitos no representan la lucha entre los intereses de los trabajadores y los de la burguesía, sino son la expresión de luchas terribles entre grupos de la misma clase dominante, pugnas por interese completamente ajenos al proletariado. Es por ello que hoy podemos afirmar tajantemente que las elecciones se mantienen simplemente como un instrumento de mistificación al servicio del capitalismo, su meta es hacer creer que la democracia es el “valor supremo”, que es la expresión de la “soberanía del pueblo”. Esa “libertad” que nos ofrece la democracia se reduce a la “libertad” de elegir a un nuevo equipo de los explotadores. Las elecciones es una forma eficaz para frenar la toma de conciencia de que el capitalismo está en quiebra, siempre la burguesía trata de hacernos creer que la crisis es obra de “acaparadores”, de funcionarios “deshonestos”, ladrones, corruptos, etc. mientras los trabajadores sigamos masticando esos cuentos se aleja la posibilidad de reflexionar sobre las verdaderas causas de la miseria y la explotación.

 

Un nuevo “equipo de gobierno” que se presenta como “producto de la voluntad popular” ha empezado a trabajar en el Estado, sus promesas aún están frescas y, sin embargo; los ataques a las condiciones de vida se han acelerado mostrándonos la verdadera naturaleza de esas campañas electorales.

 

La lección más importante que los trabajadores debemos sacar a 8 meses de esas “elecciones históricas” no es la de lamentarnos o pensar que tal vez el “otro candidato” hubiera hecho algo diferente. Frente a un futuro angustiante e incierto, la respuesta no esta en el terreno de las elecciones y la democracia, es solamente en el terreno de la lucha de clases, del combate colectivo de los trabajadores, donde se puede hacer frente a los ataques crecientes a nuestras condiciones de vida. Una vez más, las elecciones muestran su naturaleza: un medio eficaz de la burguesía para domesticar al proletariado.

 

Marsan 10-02-07

 

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Geografía: 

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Marcha del 31 de enero del 2007: La burguesía divide su trabajo entre derecha e izquierda para golpear al proletariado

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El 31 de enero, a dos meses de haberse iniciado el presente sexenio, se realizó la primera gran manifestación sindical. Decenas de organizaciones sindicales, campesinas, sociales, así como de corrientes de PRD, PT, Convergencia e inclusive del PRI, llenaron el zócalo en la llamada “Marcha por la Soberanía Alimentaria, la Defensa del Salario y del Empleo”. Fueron dos movilizaciones, la primera organizada por el Frente Sindical Mexicano, la Unión Nacional de Trabajadores y el Congreso Agrario Permanente; la segunda por grupos que simpatizan con López Obrador. En esta gran manifestación las organizaciones adoptaron la rimbombante Declaración del Zócalo y llamaron a ''construir la amplia unidad social'' y establecer un ''nuevo pacto social''. Aunque fue en el Distrito Federal donde se realizó la marcha más grande y donde se dieron cita principalmente todas estas agrupaciones, se realizaron otras tantas en la mayoría de los estados del país, destacando las marchas de Morelia Michoacán con 10 mil asistentes y la de Puebla con 6 mil.

Todas estas siglas y personajes políticos pertenecen a la burguesía y tienen el objetivo común de prevenir que el descontento generalizado de la clase trabajadora producto de la multiplicación de los ataques a sus condiciones de vida que la burguesía le ha asestado en estos últimos meses derive en un crecimiento de la combatividad que busque alternativas propias por encima de los organismos políticos, sociales y sindicales de la clase capitalista; todavía más, esta estrategia tiene el propósito de impedir a toda costa que la clase proletaria logre cristalizar una conciencia, aunque sea mínima de las causas reales de su miseria y, por lo tanto, por ese medio, que logre vislumbrar la perspectiva comunista. Es en estos términos que se plantea la cuestión, contra todas aquellas fábulas de la izquierda y el izquierdismo radical de la burguesía que buscan embaucar a los trabajadores en un terreno totalmente minado.

Las organizaciones políticas y sindicales participantes en la marcha enarbolaron sobre todo su rechazo a “la carestía” y se pronunciaron por la construcción de un pacto social incluyente, que defienda la soberanía nacional, alimentaria, el empleo y el salario; es decir, otra vez los reclamos de que el capitalismo sea “más humano” y que sepa dar más migajas a los explotados. Por su parte, López Obrador señaló la necesidad de luchar por algunas cuestiones que en nada se diferencian del programa de política económica de todos los partidos de la burguesía, que pone el acento en los esfuerzos para mejorar el funcionamiento de la economía nacional, es decir, de la economía burguesa, para lograr una  mejor competitividad en el mercado internacional frente a otros estados nacionales.

 

Las trampas renovadas del PRD y el sindicato

Desde finales del 2006 (RM95) denunciamos esta estrategia del Estado que se ha venido perfeccionando al pasar de los meses hasta confeccionar, como lo hemos advertido, todo un tinglado político y sindical que no sólo está dirigido a administrar el descontento de los trabajadores por los golpes inmediatos de los últimos meses sino también y sobre todo a maniatar a estos mismos ante los ataques inminentes que ya se preparan, por ejemplo, al sistema de pensiones y de seguridad social no sólo del IMSS donde el golpe ya ha dado pasos avanzados sino del ISSSTE al cual están afiliados igualmente millones de trabajadores en activo, pensionados y jubilados.

Entre otras cosas, la izquierda del capital planea convocar a una asamblea de la convención nacional democrática (CND) que va a celebrarse en el Distrito Federal del 21 al 24 de marzo, para continuar con este tipo de acciones. Por ejemplo, ya se está hablando de un posible paro de labores nacional, el próximo 2 de mayo, durante el cual no sólo se suspendan labores sino que haya bloqueos de carreteras y otras acciones de las llamadas “radicales”, ni que decir del gran carnaval que la burguesía está impulsando para el 1º de mayo para acentuar aún más la confusión en las filas de los trabajadores. En este tenor, tienen contempladas infinidad de actividades relacionadas con el frente político sindical autollamado de “Izquierda Progresista” el cual desde mediados de diciembre del 2006 suscribió un acuerdo para “defender el patrimonio nacional”: impedir la privatización del sector energético, impulsar la reforma del Estado –en particular las reformas electorales-, impulsar reformas que favorezcan la competitividad de la economía… Es decir, fortalecer la economía burguesa.

Toda la alharaca dirigida al restablecimiento de las instituciones democráticas “refritea” los libelos de siempre, las trampas contra el proletariado para apartarlo de su reflexión de clase ante la quiebra del capitalismo buscando impedir, como ya decíamos, que el descontento generalizado ante los brutales ataques derive en el desarrollo de su combatividad lo que llevaría al estallamiento de luchas masivas y generalizadas posibilitadas por el hecho de que los ataques se han dado en esta misma escala.

Hay que recordar que la división de tareas dentro del aparato político estatal de la burguesía se está orientando a convencer a los trabajadores de que la causa de su miseria se debe a que el gobierno es de derecha y que por tanto deberán acercarse a los partidos y las organizaciones de izquierda, un engaño descomunal que busca una vez más maniatarlos de pies y manos para hacer pasar los ataques económicos que necesita la burguesía para mantener sus ganancias. Efectivamente. Qué mejor embaucador que aquellos que se dicen defender a los obreros y dispuestos a “luchar” a su lado. No por nada, este tipo de organismos y partidos jamás dejan abandonado el terreno social donde saben que irán los trabajadores desilusionados por las promesas incumplidas de los partidos en las campañas electorales.

En adelante, los trabajadores tendrán que redoblar su esfuerzo para tratar de clarificar sobre las motivaciones de la burguesía (partidos, organizaciones, sindicatos…) para organizar este tipo de eventos donde la organización, el control y del mismo y las resoluciones para el futuro están siempre en las manos de su enemigo de clase. Luego, hay que tener en cuenta que la avalancha de pretendidas demandas sociales que la burguesía amontona sin cesar enfrente de los obreros no son sino distractores que les impiden identificarse como clase y, por tanto, que les obstaculizan tomar el control de su propia lucha de clase.

RR/febrero del 2007

Situación nacional: 

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Correo del lector: Algunos elementos sobre la homosexualidad

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Hemos recibido correspondencia de un lector (GR) que nos indica que en RM 92, en el artículo “Ejemplar lucha de la joven generación en Francia y el fiasco zapatista en México”, escrita por el simpatizante B, se dice: “el aparato izquierdista de la burguesía fracciona al proletariado en una pléyade de actores sin porvenir: sindicatos, ecologistas, homosexuales, indígenas…” lo cual, señala, podría leerse: “los homosexuales no tienen porvenir”. Ni el camarada B (hemos hablado ya con él sobre esta frase), ni nosotros tenemos una actitud de desprecio a los homosexuales (no ha sido esa la postura de los comunistas[1] [9]) es otro aspecto lo que se intentó decir, y la misma correspondencia de GR nos permitirá esclarecerlo.

Antes de abordarlo, señalemos otros elementos que plantea el compañero GR. Nos dice: “la extrema derecha internacional ha enderezado todas sus baterías contra la comunidad lesbico-gay-transgénero. Durante el nazismo, también los homosexuales fueron víctimas del Holocausto…” Aunque reconoce que este desprecio a la homosexualidad no proviene sólo de la derecha, sino es una ideología que la clase dominante extiende, así nos dice: “Heterosexuales y no pocos bisexuales de clóset pequeños burgueses, proletarios y principalmente lúmpenes, previamente fanatizados, diariamente asesinan brutalmente a gays de cualquier clase social, en aras de la "religión" o de "la moral", azuzados por la burguesía derechista… [incluso] los regímenes izquierdistas también han oprimido a la comunidad lésbico-gay-transgénero. Stalin, Mao y Castro, criminalizaron la homosexualidad y muchos murieron en los gulags…”

La misma correspondencia profundiza sobre cómo se reproduce esta ideología por parte del izquierdismo: “En México, el auto denominado "Partido Comunista de México, Maoísta", durante los últimos años, desde las páginas de su revista oficial "Bandera Roja" ha declarado que "la homosexualidad es una degeneración (sic) burguesa", que es "un problema social (sic), que tiene sus causas en la putrefacción del capitalismo", que en el caso de las mujeres lesbianas habría que reeducarlas, "para que tengan una relación correcta hombre-mujer"…”

Estas ideas las concluye con un argumento, que compartimos en lo general: “…la discriminación, persecución, violencia, abusos, asesinatos y el sida que actualmente padece la comunidad lesbico, gay, bisexual y transgénero bajo el yugo burgués hetero-supremacista, sólo finalizarán con la revolución obrera mundial del futuro.” (el subrayado es nuestro).

Hay sin embargo argumentos que contradicen su conclusión; por ejemplo, cuando reivindica a los enfrentamientos de los parroquianos de un club gay de Stonewall, Nueva York (1969), por ser el inicio de un movimiento “que buscan que se respeten los derechos humanos de las personas con una orientación distinta a la heterosexual”, está validando el argumento de la clase dominante que hace pensar que mediante el respeto a derechos humanos u otorgando derechos civiles a minorías el capitalismo podría ser “mejor”. Esta idea incluso la fortalece cuando afirma que el reconocimiento por la Organización Mundial de la Salud (instrumento de la ONU, la cual es continuadora de la Sociedad de la Naciones, a la que Lenin, con justeza llamara “cueva de ladrones”) de que la homosexualidad no es una enfermedad mental ayuda “… en gran manera al inicio del fin del racismo homofóbico…”

Pero hay algo que es importante tener presente en el proceso de reflexión de la clase obrera, y que consiste justamente en ubicar lo que define su carácter revolucionario. El camarada GR, a pesar de tener claro que la persecución y maltrato hacia los homosexuales (y habría que agregar a la mujer, a los niños, animales y la depredación del medio ambiente) no puede eliminarse sino se elimina antes el sistema capitalista, no deja de acunar la vieja idea que la burguesía y pequeñaburguesía repiten una y otra vez (lo mismo a través de sociólogos y periodistas a sueldo que de sus voceros de izquierda, como lo es el guerrillero Marcos), y que consiste en hablar de los “movimientos marginales” (ecologistas, feministas, indigenistas, homosexuales...) como los nuevos sujetos del cambio...

 

“Luchas parciales”, medios de confusión para los trabajadores

Cuando se habla de movimientos sin porvenir, como el de homosexuales se pretende mostrar que la clase trabajadora, en tanto explotada, no puede actuar discriminando y parcializando su combate. Un trabajador lo mismo es explotado si es mujer u hombre, o si tiene una preferencia sexual u origen étnico, y aunque puede haber mayor carga opresiva hacia la mujer, los homosexuales... no es posible darles solución dentro del capitalismo, por ello estos movimientos no sólo no tienen porvenir, son además utilizados por el capital para extender la confusión y división entre los asalariados.

La condición de los trabajadores presentes como una clase despojada con tan sólo su fuerza de trabajo para vender, la hace ser una clase singular en la historia que sintetiza el desarrollo y penurias de la humanidad. Esta clase es la primera en la historia que al enfrentar su condición de explotada no busca perpetuarse como tal, ni crear nuevas formas de opresión, dado que, como señalara Marx, “...no puede emanciparse sin superar sus propias condiciones de vida. Y no puede superar sus propias condiciones de vida, sin superar al mismo tiempo, todas las condiciones inhumanas de vida de la sociedad que se cifran y compendian en su situación...” (La sagrada familia). Esto nos dice que el proletariado es la UNICA clase que al criticar su condición de explotada, critica al sistema en general. Esos argumentos nos permiten comprender porqué el proletariado es la única clase revolucionaria, y al mismo tiempo ubicar que la lucha en contra del capitalismo no puede llevarse mediante el “ataque” a los argumentos “superestructurales” (costumbres, ideologías, forma de vida...), que aunque son cargas que sufre, no pueden enfrentarse de forma parcial, sin eliminarse antes los fundamentos económicos.

Sigamos esta idea y conectémosla con el hecho real de que existen grupos de la población que tienen como preferencia sexual la homosexualidad. En este grupo se encuentran lo mismo proletarios, burgueses y pequeñoburgués, ante los que, como lo dice GR, hay una agresión continua (aunque esta se presenta incluso en modos de producción del pasado). La pregunta inicial es ¿podemos suponer que esa minoría, definida por su preferencia sexual, puede por ese motivo ser un “sujeto revolucionario”?.

Para responder iniciemos recordando que Ernst Röm, jefe de las SA (secciones de asalto) nazis, era homosexual, lo mismo que el economista y funcionario inglés Keynes, o el padre Maciel, fundador de los legionarios de cristo, todos ellos son fieles servidores del capital, y su preferencia sexual en nada define su actuación, es decir que la homosexualidad, o la condición de marginalidad per se, no da a un individuo el carácter de revolucionario.

Podría pensarse que en su condición individual no representan tal fuerza, pero podría expresarla mediante grupos o movimientos de homosexuales.

Hay diversas agrupaciones homosexuales, desde las que plantean simplemente la obtención de derechos civiles (hay los que incluso plantean como un “logro” el hecho de que los homosexuales sean aceptados en el ejército), las que son clubes sociales contraculturales, hasta las que se plantean, como dice el compañero GR, un “... acercamiento con las diferentes agrupaciones comunistas...” Pero ninguna de estas representa una alternativa, ni para combatir la agresión a los homosexuales, ni para el desarrollo de la lucha proletaria.

Las dos primeras no hacen sino fomentar la idea de que la “tolerancia” y la actuación “incluyente” en el capitalismo ayudaría a hacerlo más humano[2] [10]. Los otros grupos referidos, aunque pretenden usar un discurso radical, no hacen sino validar la posibilidad de una solución a la agresión contra homosexuales dentro del capitalismo, y por otra parte se vuelven un mecanismo útil para dispersar a los trabajadores, es decir que no vean en su condición de explotados un motivo de unión, sino cada quien se agrupe por alguna afinidad... y si la burguesía, mediante la estructura sindical empuja a la separación de los trabajadores por oficio, por rama, etc., las agrupaciones marginalistas profundizan esta tarea de sabotaje al impulsar su separación por color de la piel, por la condición étnica, por el sexo, o por la preferencia sexual.

De manera que las luchas parciales, entre ellas las de movimiento feministas u homosexuales, como lo señalamos en nuestra Plataforma: “... lejos de reforzar la necesaria autonomía de la clase obrera tienden por el contrario a diluirla en la confusión de categorías particulares e invertebradas... Por ello constituyen un auténtico instrumento de la contrarrevolución que los gobiernos burgueses han aprendido a utilizar eficazmente.”

 

Tatlin/febrero-2007

 

Notas:



[1] [11] Ante el proceso llevado en contra de Oscar Wilde (1895) por tener relaciones homosexuales, los revolucionarios de entonces lo toman como una preocupación, aún cuando muestran ciertas debilidades. Bernstein (antes de asumir abiertamente su postura oportunista y revisionista) aclaraba: “Por más que la conducta sexual pueda no ser de la máxima importancia para la lucha política y económica… [tampoco es] del todo irrelevante…” Explicando más abajo que, hablar de las relaciones homosexuales como “antinaturales”, “…induce ya de pos sí un error…” (El modo de juzgar la relación sexual anormal, 1895)

 

[2] [12] La socialdemocracia alemana al fundar la Republica de Weimar (1919-33) otorga derechos civiles y sociales a las mujeres y homosexuales, lo cual es simple hipocresía, dado que ese refinamiento de las leyes burguesas trataban de esconder que fue la misma socialdemocracia la que aplastó la insurrección obrera y asesinó arteramente a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

 

Vida de la CCI: 

  • Cartas de los lectores [13]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • Las luchas parciales [14]

Las lecciones de La Internacional Comunista a 88 años de su fundación

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Desde la presentación del Manifiesto del Partido Comunista por Marx y Engels, (1848) queda definido el carácter internacionalista de la organización proletaria, como la CCI lo señala en su Plataforma Política: “La naturaleza necesariamente mundial y centralizada de la revolución proletaria confiere al partido de la clase obrera ese mismo carácter mundial y centralizado por lo que las fracciones o grupos que trabajan en su construcción tienden necesariamente hacia una centralización mundial.” En la tendencia hacia esta centralización a nivel planetario, la Internacional Comunista (IC ó III Internacional) representa el punto más alto alcanzado por el proletariado y, por tanto, los aciertos así como los errores de su corto periodo de vida son experiencias invaluables, en el avance de la clase hacia el logro de su objetivo histórico, que hoy merecen ser recordadas.

El contexto de la formación de la IC es la oleada revolucionaria internacional de 1917-1923 que se alzó en respuesta a la guerra de 1914-18. De esta manera, la IC fue un producto directo de las nuevas necesidades del movimiento obrero y sus posiciones programáticas al momento de su fundación eran reflejo de la vanguardia política de ese periodo. Sin embargo, el primer congreso de la IC surge poco después de que estas movilizaciones habían alcanzado su punto culminante e iniciaban su declive, marcado por la derrota de la revolución en Alemania en enero de 1919. De esta manera, en retrospectiva, podernos darnos cuenta que el surgimiento de la IC fue tardío lo que se tradujo en una debilidad vital para los intentos revolucionarios que amenazaban con destruir al capitalismo en ese entonces y que no lograron extenderse a nivel mundial dando lugar así al negro periodo de la contrarrevolución estalinista.

 

La ruptura con la IIª Internacional

Cuando estalló la primera Guerra Mundial la mayoría de los socialdemócratas de la II Internacional en lugar de oponerse a la carnicería, apoyaron a sus burguesías con la consigna de la “defensa nacional” mostrando el oportunismo y chovinismo esparcido en sus filas y que marcó su traición al proletariado quedando éste sin una dirección política consolidada en ese momento crucial. Sin embargo, una minoría revolucionaria había constituido un ala de izquierda en el seno de la Internacional en proceso de degeneración, que decreta la muerte de la II Internacional y llama a la formación de la IIIª. El Partido Bolchevique formaba parte de la izquierda revolucionaria constituyendo una auténtica vanguardia para el proletariado mundial. Como a lo largo del movimiento obrero, en éste momento particular se constata la importancia fundamental de las minorías en el siempre difícil combate para salvar a la organización de las garras del oportunismo e impedirle hundirse en la degeneración o, peor aún, traicionar, y en estos casos, en su arduo trabajo por dar vida a una nueva organización y permitir así la continuidad del movimiento.

La primera tentativa de reconstitución de la nueva Internacional fue en 1915 en Suiza donde se difundió una resolución del grupo Izquierda de Zimmerwald que además del rechazo a la guerra planteaba la necesidad de denunciar su carácter imperialista y llamaba a la solidaridad internacional y a la transformación de las huelgas económicas en huelgas políticas hacia la guerra civil. En 1916 la segunda conferencia en Kienthal ya pone en primer plano las consignas por la lucha revolucionaria contra la guerra y por la construcción de la nueva Internacional. Octubre de 1917 ponía en evidencia que la Revolución Rusa era el comienzo de la revolución mundial y con ello la imperiosa necesidad de contar con una organización sólida para dirigirla. Aunque el auge de la revolución aporta su impulso al trabajo de organización de la IC, éste ya estaba en retraso.

Es hasta enero de 1919 que varios partidos comunistas llaman al Primer Congreso de la nueva Internacional. A pesar del bloqueo casi total al que ya se veía sometida Rusia y las dificultades del proletariado del Oeste, la revolución concentra todas sus esperanzas en la única salida posible, la unión internacional de las fuerzas revolucionarias bajo un programa que fijara claramente los objetivos de clase en la Plataforma (1919) que asume: “Las condiciones indispensables para la lucha son: la ruptura no solamente con los sirvientes del capital y los verdugos de la revolución comunista –el ala derecha de la socialdemocracia– sino también con el “centro” (el grupo de Kautsky) que abandonó al proletariado en el momento critico para reunirse al enemigo de clase”.

Así mismo en su primer Manifiesto (1919) expone la forma en que los revolucionarios avanzando, asumiendo y sintetizando las experiencias de las luchas proletarias: “Bajo la bandera de los consejos obreros, de la lucha revolucionaria por el poder y la dictadura del proletariado, bajo la bandera de la Tercera Internacional, obreros del mundo entero uníos”.

 

Las adquisiciones de la IC

La IC partió, desde su fundación en marzo de 1919, de una comprensión de la nueva etapa del capitalismo y de las nuevas condiciones y necesidades que se desprendían de este hecho. El capitalismo iniciaba la era de su decadencia, periodo en el que se aferra a la vida a través del capitalismo de Estado. Así, su Plataforma se centra en las cuestiones capitales de la revolución proletaria: la conquista del poder político, retomando las lecciones de la revolución de Octubre -la necesidad de una completa destrucción del Estado burgués, sustituyéndolo por la dictadura del proletariado organizado en consejos obreros y la expropiación de la burguesía con la transformación económica de la sociedad. Las medidas económicas en la Plataforma constituyen, un punto de partida adecuado cuyas debilidades hubieran podido ser superadas en el caso de un desarrollo victorioso de la revolución mundial. La Plataforma expresaba confusiones sobre aspectos que se estaban saldando con el cambio de periodo histórico como eran la cuestión nacional, el parlamentarismo y el sindicalismo. Sin embargo, la IC muestra una preocupación por expresar los nuevos métodos de lucha obrera adecuados a la nueva situación, y esto es una clara demostración de que fue el resultado del momento culminante de la oleada revolucionaria mundial y de los enormes pasos adelante que había dado el proletariado, lo que continúa siendo una referencia esencial para los proletarios de hoy.

 

El peso de la contrarrevolución

El aislamiento del bastión ruso, y con ello el declive de la oleada revolucionaria, extendieron sus efectos sobre todas las organizaciones obreras y entre ellas la IC que inició su degeneración oportunista. La imposibilidad para su desarrollo y consolidación debido a ese reflujo, se traducía en terribles consecuencias para ese movimiento de masas debido a la ausencia de un partido comunista consolidado, centralizado a escala internacional, dotado de un programa más claro y reconocido por su clase. Por ejemplo, cuando Alemania estaba llamada a ser el nuevo impulso para la oleada internacional, la derrota del levantamiento de Berlín en enero de 1919, marcada por el asesinato de Luxemburgo y Liebknecht, fue, en gran parte, el resultado de la incapacidad del recién nacido KPD para alertar a los trabajadores sobre las trampas y provocaciones de la burguesía.

En 1920 la esperanza de la revolución palidecía rápidamente. A pesar de esto y de las debilidades programáticas, en el Segundo Congreso se aclararon las nociones sobre la dictadura del proletariado, y el papel del partido. La necesidad de hacer efectiva la ruptura con la socialdemocracia lleva a la adopción de las 21 condiciones de admisión a la Internacional entre las que se encontraban las confusiones sobre las luchas de liberación nacional, el parlamento y los sindicatos contra las cuales fracciones minoritarias de izquierda se empezaban a oponer.

En el Tercer Congreso en 1921, se reconoce el retroceso de la oleada revolucionaria. El partido ruso se encontraba como la dirección preponderante de la IC y en un esfuerzo por mantener viva a la IC lanza la consigna “Ir a las masas” por lo que los Bolcheviques y las fuerzas dominantes de la IIIª Internacional obran a favor de un acercamiento con los centristas ambiguos y traidores a los que denunciaban dos años antes pero que aún tenían influencia sobre el proletariado. Los grupos reaccionarios consiguen sabotear toda tentativa de formación de partidos comunistas en Inglaterra, en Francia y en otros países. Gracias a sus maniobras y sus calumnias sobre la izquierda, que luchaba contra esta política, consiguen aislar a las izquierdas, a la italiana con Bordiga, a la inglesa, alrededor de Pankurst y a la germano-holandesa con Pannekoek, Gorter y el KAPD (excluido en este congreso). El camino del “Frente Único” de 1922 en el cuarto congreso y la defensa de la patria rusa y del “socialismo en un solo país”, finalmente decretado en 1926, estaba ya abierto por estas acciones. A pesar de que la oleada revolucionaria se extendió todavía a Bulgaria y con otro intento a Alemania en 1923 y a China en 1927, el reflujo ganó a estos últimos esfuerzos.

 

La lucha de las Izquierdas Comunistas

Desde los primeros indicios de la penetración del oportunismo en los Partidos Comunistas las Izquierdas Comunistas, posteriormente organizadas como fracciones, dieron una encarnizada lucha de oposición en éstos para mantener los principios proletarios. El combate de las Izquierdas contra la degeneración de la Tercera Internacional es ejemplar porque fue librado en el peor período que haya conocido el movimiento obrero: la situación de retroceso de la oleada revolucionaria y la profunda y terrible contrarrevolución.[1] [15] Las Izquierdas hicieron todo lo que pudieron desde el interior de la IC para evitar su degeneración, fueron excluidas de ésta a lo largo de los años 20 pero continuaron su combate para asegurar la continuidad entre la organización que estaba pereciendo y el futuro partido mundial.

Marx y Engels habían constatado que un partido o una Internacional no pueden conservar su carácter de instrumentos de la clase cuando domina un marco general de reacción. Este instrumento de la clase no puede conservar una unidad organizacional cuando no existe un movimiento en ascenso de la clase, él es penetrado por los efectos del reflujo y de la derrota, y contribuye entonces, a la confusión, a la contrarrevolución. Es por esto que Marx disolvió la Liga de los Comunistas después del reflujo de la oleada revolucionaria del 1848 y traslada el Consejo General de la AIT a Nueva York después que la derrota de la Comuna de París, y que marcó el fin de un período. La II Internacional, a pesar de su auténtica contribución al movimiento obrero, sufre un largo proceso de corrupción durante el período ascendente del capitalismo, donde ésta se ve atada cada vez más al reformismo, dando así un sello nacional a sus partidos. El nacionalismo la hace presa de la guerra imperialista, de manera parecida, la derrota de la oleada revolucionaria condena a la IC. Tras este periodo de crisis para la clase obrera, la tarea indispensable de balance, elaboración teórica y de desarrollo de la conciencia de la clase corresponde a las “fracciones revolucionarias” surgidas de las viejas organizaciones, preparando así el terreno para la construcción de una nueva organización.

La Internacional Comunista sólo puede entenderse como una parte auténtica y fundamental del movimiento proletario que nos deja enseñanzas vitales en la lucha por la revolución mundial. La CCI se reivindica de esta organización hasta el Tercer Congreso, periodo en el que en su seno se sostuvo aún una lucha encarnizada por la autonomía de la clase y por la defensa del Internacionalismo, columna vertebral de la clase trabajadora. Por ello, esta organización muere como instrumento del proletariado con la declaración de “socialismo en un solo país”. El proceso de contrarrevolución que condenó a la IC sembró una terrible confusión en el movimiento obrero. Aquellos que prosiguieron su tarea en los sombríos años 30-40, lo que quedaba del movimiento de la Izquierda Comunista, tuvieron que sufrir y constatar las implicaciones del período de derrota pero han salvaguardado las experiencias que dejó la oleada revolucionaria. La CCI, como parte importante del Medio Político Proletario actual, reivindicándose de la Internacional Comunista y de las Izquierdas Comunistas, ha proseguido la tarea de éstas clarificando y profundizando esas lecciones preparando las bases del futuro partido mundial.

Héctor, febrero/2007



[1] [16] El combate de las Izquierdas en la Internacional Comunista. Revista Internacional 91.

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

  • Tercera Internacional [17]

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