Balkanes, Oriente Medio
Tras los acuerdos de paz, la guerra imperialista siempre
Apretón de manos histórico y televisado al mundo entero, entre Yasir Arafat, presidente de la OLP, y Yitzhak Rabin, primer ministro israelí. Después de 45 años de guerras entre Israel y sus vecinos árabes, con los palestinos en particular, hemos asistido a un acontecimiento considerable al cual Clinton, gran sacerdote de la ceremonia, quiso darle todo su valor de mensaje: la única paz posible es la «Pax americana». Hay que decir que el presidente de EEUU necesitaba un éxito así para compensar los problemas que ha tenido desde su llegada al poder. Pero la romería organizada en su propia casa no sólo debía servir para enderezar una popularidad en fuerte baja en Estados Unidos. El mensaje del 13 de septiembre y su parafernalia se dirigían al mundo entero. Importaba dejar bien claro a todos los países del mundo que EEUU sigue siendo el «gendarme del mundo», único capaz de garantizar la estabilidad del planeta. Ese acto tan lucido era tanto más necesario porque desde que Bush anunció en 1989 un «nuevo orden mundial» bajo la batuta del imperialismo americano, la situación no ha hecho sino empeorar, por todas partes y en todos los ámbitos. El fin del «imperio del mal» (como llamaba Reagan a la URSS y su bloque) iba a abrir las puertas a la prosperidad, a la paz, al orden, al derecho de los pueblos y de las personas y así. Lo que sí ha habido es más convulsiones económicas, más guerras, hambres, caos, matanzas, torturas, más barbarie todavía. En lugar de la autoridad afirmada de la «primera democracia del mundo», pretendida garantizadora del orden planetario, a lo que hemos asistido es a una pérdida acelerada de dicha autoridad, a un creciente cuestionamiento de ella por países cada vez más numerosos, incluso entre los aliados más próximos. Con la foto de los efusivos saludos entre los viejos enemigos «hereditarios» de Oriente medio bajo la mirada condescendiente del presidente americano, este pretende inaugurar un «novísimo orden mundial», puesto que el nuevo de Bush envejeció antes de servir. Pero de nada servirá todo eso, ni los gestos simbólicos, ni los discursos rimbombantes, ni las fastuosas ceremonias televisadas, pues, como siempre en el capitalismo decadente, los discursos y los acuerdos de paz lo que preparan son nuevas guerras y todavía más barbarie.