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En RM 95 destacábamos que los resultados de las elecciones presidenciales del 2 de julio del 2006 habían sido cuestionados por algunos sectores de la burguesía lo que revelaba que continuaban las pugnas internas en su interior en ausencia de acuerdos mínimos para la designación del equipo de gobierno; una situación que vuelve a recordarnos la dificultad que la burguesía tiene para el control de sus procesos electorales. También advertíamos a la clase obrera sobre las nuevas trampas que el Estado capitalista estaba preparando de acuerdo a la nueva situación política ya que por encima de los conflictos internos de la clase dominante siempre cumplirá su función, como representante de sus intereses colectivos, de asegurar que se estructure la estrategia política adecuada para perpetuar la explotación de la clase trabajadora y su dominación como clase. Retomamos algunos aspectos de estos dos ejes de la situación nacional para hacer un seguimiento estrecho tanto de la vida política interna de la burguesía como del nuevo escenario político que esta está preparando contra el proletariado.
La descomposición, origen de las dificultades internas de la clase capitalista
“Entre las características más importantes de la descomposición de la sociedad capitalista, hay que subrayar la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación política. La base de este fenómeno es, claro está, que la clase dominante cada día controla menos su aparato económico…” (Tesis 9 sobre la descomposición, Revista Internacional 62). Efectivamente, la dinámica de la vida de la burguesía ha estado dominada particularmente desde finales de los años ochenta por fisuras pronunciadas producto de la agudización de la crisis que multiplica la ferocidad de la competencia entre sus diferentes grupos complicando sus propias relaciones y su capacidad de acuerdos para conseguir una mínima unidad y una disciplina duraderas; y que evidencia un proceso de la descomposición generalizada del capitalismo, marcando la tendencia dominante del “cada quien por su lado” y al “sálvese quien pueda”; impulsos irrefrenables cuyos ejemplos pueden verse por decenas y centenares en las relaciones de los diversos grupos de poder económico y político dentro del Estado capitalista donde se aprecia “una gran fractura política de la burguesía en su conjunto y aunque en su forma se presenta como una bipolarización (PAN-PRI vs PRD), es una fragmentación mayor en la que cada uno de los sectores busca su propio provecho y donde las relaciones entre dada una de las partes se presenta con dificultad, creando alianzas endebles, no duraderas, en las que los intereses se mezclan y los personajes y grupos se mueven de un bando a otro. Por eso, al imponerse a Calderón en la Presidencia, la agudización de la pugna, no sólo presagia su continuación sino su agudización, dada la extensión de la pelea en todos los dominios: partidos, ejército, clero, grupos del tráfico de drogas…” (Punto 5 de la Resolución sobre la situación nacional en México de la III Conferencia Panamericana). El resultado inmediato de esta situación es que cada grupo de la clase dominante al no poder hacerse con un control total del juego político, se dedica a entorpecer el avance de sus adversarios lo cual explica las crecientes dificultades que está teniendo la burguesía en los últimos años para continuar de manera ordenada con sus proyectos económicos y políticos como los tenía planeados.
Las dificultades actuales de la burguesía
Después de la asunción oficial de Felipe Calderón continúa la misma situación pues a pesar de que la fracción de AMLO ha venido resintiendo una pérdida importante de apoyos en algunos sectores de la burguesía, la persistencia de su “gobierno legítimo” no expresa más que las dificultades de la burguesía mexicana que hasta ahora no ha podido cohesionarse; para la fracción de López Obrador no se trata de una apuesta menor pues a medida que pasa el tiempo y se definen los reacomodos políticos dentro de las estructuras del poder estatal busca fortalecerse como un referente que pueda aglutinar a aquellos sectores de la misma burguesía relegados de la distribución de los cotos de poder económicos y políticos.
La llamada “transferencia del poder” estuvo marcada por la división de la clase dominante; el mismo hecho de que la fracción de Calderón haya tenido necesidad de blandir de manera amenazante el poder del ejército para apuntalar su gobierno, echando por tierra el “prestigio histórico” de imparcialidad política de ese sector, no hace sino ilustrar las dificultades que hemos venido comentando. En cuanto al show mediático de los diputados del “Frente Amplio Progresista” (PRD-PT-Convergencia -FAP), del cual todos los medios de la burguesía nos hartaron hasta el cansancio, a todas horas, no fue más que un intento por prestigiar de nuevo a las llamadas fuerzas progresistas de izquierda que supuestamente se estarían oponiendo a la “afrenta al pueblo de México”. Por encima de todo este espectáculo hay que notar el mensaje central de la clase explotadora representada por todos los diputados y senadores de todos los partidos de derecha e izquierda: al lado de cualquier diferencia el interés de la nación burguesa está primero.
En fin, las acciones espectaculares del nuevo gobierno federal en cuanto al “combate al crimen organizado” y en particular al narcotráfico no hacen sino confirmar nuestro análisis sobre este asunto: no se trata de un problema entre policías y ladrones sino del mismo conflicto interburgués que enfrenta a las diversas fracciones en pugna por los mayores beneficios de los negocios capitalistas (y vaya que el trasiego de enervantes favorece la acumulación de capital), cuyas ramificaciones cruzan como telarañas todo el edificio de la sociedad capitalista tocando lo mismo a potentados y respetables empresarios, a políticos renombrados, a las procuradurías de justicia, a generalísimos del ejército, a obispos y arzobispos…, por lo tanto, las medidas de hoy corresponden a los ajustes de cuentas de una franja de la burguesía que trata de poner orden también en este terreno disciplinando a los diversos cárteles de la droga a su poder central y por lo tanto a la hegemonía de uno de los cárteles (en la misma prensa burguesa se habla de aquél que está enfrentado a muerte con el Cártel del Golfo), tratando de emular lo que habían venido haciendo sucesivamente los gobiernos centrales del PRI en las décadas pasadas. Sin embargo, hay más simulación que otra cosa, pues son todas las estructuras de poder de la burguesía las que están resintiendo una fractura tan sensible que difícilmente pueden responder al llamado de disciplina de un poder central cada vez más cuestionado por sus propios congéneres. Tan evidente como que los primeros golpes que reinauguran el “combate al narcotráfico”, ahora sí “decidido y firme” se da casualmente en perjuicio de unos cárteles y, por consiguiente, en beneficio de otros (aquéllos al parecer ya hicieron sentir su “desacuerdo” ejecutando a un familiar muy cercando al nuevo presidente).
Las nuevas trampas políticas y sindicales contra el proletariado
En primer lugar, las diversas fracciones en pugna siempre tratarán de involucrar a la clase trabajadora para que tomen partido por una u otra. Luego, hay que poner atención en las actividades que lleva a cabo el Estado como garante de los intereses colectivos de la burguesía, en particular sus esfuerzos por revertir los efectos negativos de sus enfrentamientos internos contra la clase obrera. Así, es posible apreciar en la nueva coyuntura el siguiente tinglado político contra el proletariado y con el cual todos los grupos de la clase dominante (PAN, PRD, PRI…) están de acuerdo:
- Primero, aprovechan la disidencia de AMLO y el liderazgo que le han configurado los medios para que funcione como un verdadero polo de atracción del enorme descontento social producto de los ataques a las condiciones de vida y de trabajo contra el proletariado y así tratar de impedir que éste busque una respuesta autónoma como clase. El espantajo sigue siendo la lucha por democratizar al país como premisa para lograr mejores condiciones de vida.
- Luego, estructuran todo un bloque político-sindical autodenominado como de “izquierda progresista” integrado principalmente por el FAP, la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), el Comité Nacional de Organismos Rurales y Pesqueros (CONORP) y la Coalición Ciudadana Nacional, organismos que, aglutinando a más de un centenar de grupos (entre ellos los telefonistas, la Central Campesina Cardenista, sindicato del IMSS), desde el pasado 13 de diciembre suscribieron una alianza para, dicen, defender el “patrimonio nacional”, es decir, los intereses de la burguesía nacional. Sus objetivos concretos son: impedir la privatización del sector energético, impulsar la reforma del Estado y en particular modificaciones del sistema político electoral; además, impulsar reformas económicas que favorezcan el desarrollo, la sustentabilidad, la equidad y la competitividad de la economía; todo ello recubierto de un discurso que pretende luchar por preservar las conquistas laborales y defender los intereses de los trabajadores.
En RM Nº 95 denunciamos los primeros pasos dados en esta dirección por la clase dominante, al parecer a estas alturas el tinglado político sindical está prácticamente definido, listo y aceitado para funcionar como descarrilador del descontento obrero y, sobre todo, de los previsibles estallidos de luchas que necesariamente sobrevendrán como respuesta a los ataques inmisericordes de la burguesía contra las condiciones de vida y de trabajo que han arreciado como lluvia sobre terreno mojado a finales del sexenio anterior y principios del actual. El engaño consiste en calificar al gobierno federal con el mote de derecha e identificar con éste la dureza y la política antiobrera y, por consiguiente, en llamar a fortalecer la opción de izquierda que siempre ha manejado un lenguaje defiende obreros; sin embargo, no se trata más que de un esquema de “derecha-izquierda” elaborado para hacer creer a los trabajadores que la derecha estaría identificada con los “ricos” y la izquierda con los trabajadores, de ahí que habría que fortalecer esta última opción; esta falsa opción esconde el hecho de que todo el abanico político sindical de la burguesía se reparte las tareas con el único fin de dominar y desviar el coraje de la masa de trabajadores en la falsa oposición derecha-izquierda, obstaculizando el desarrollo de su combatividad y, sobre todo, el avance de su conciencia de clase.
La propuesta de este engendro burgués tiene como fin embaucar al proletariado en una búsqueda por perfeccionar el sistema democrático del capitalismo para mejorar las la eficacia del aparato económico y político que garantiza la explotación cotidiana de la clase obrera. Por ello insistimos que los trabajadores no pueden permitir que sus preocupaciones de clase sean desplazadas por demandas pretendidamente superiores como las llamadas demandas ciudadanas (reforma del Estado, defensa de las empresas estatales, democratización de las instituciones…) o la defensa del sindicato, su verdadero combate está materialmente fundamentado en las reivindicaciones de la defensa de sus condiciones de vida.
Así, en medio de las pugnas interburguesas, la clase trabajadora deberá abrirse paso entre todas las trampas que le tiende la burguesía para avanzar en su lucha que nada tiene que ver con las propuestas que en los meses recientes le están haciendo toda suerte de partidos, sindicatos y grupos de izquierdistas cuyas propuestas tienen un denominador común: la defensa del orden burgués a través de su perfeccionamiento democrático.
O/ diciembre del 2006