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¿Cómo interpretar estos resultados? ¿Es verdad que la economía mundial iría mejor? ¿Es que los Estados Unidos, y sobre todo China, ese nuevo “El dorado” del que habla la burguesía, podrían ser las locomotoras que relanzaran la economía mundial, incluyendo la europea?
Para responder a esta pregunta, es necesario antes que nada analizar la situación de la primera potencia mundial, para comprender que lo que persigue en realidad la propaganda burguesa es ocultar, sobre todo al proletariado, la creciente quiebra de su economía.
El endeudamiento colosal de la economía americana no puede seguir creciendo
Si hay una cosa en la que coincide el conjunto de especialistas de la economía mundial es en la gravedad del endeudamiento de la primera potencia mundial. Para dar la apariencia de bonanza económica de los últimos años, la administración norteamericana ha tenido que dejar crecer desaforadamente tanto el déficit público como el comercial. Con ello ha financiado de forma artificial el consumo de los hogares que representa más de las dos terceras partes del PIB americano y que tiene una influencia determinante sobre la actividad económica, a través de las sucesivas rebajas de impuestos que han tenido lugar tras la recesión de 2.001 (desde 1994 la recaudación fiscal se ha mermado en 1’9 billones de dólares) y de un abaratamiento de los tipos de interés de los préstamos bancarios que están en su nivel más bajo desde 1945 (la FED, el banco central americano, ha bajado los tipos de préstamo al 1%, por debajo incluso de la inflación). Y, sin embargo, el crecimiento económico ha caído al 3,5% frente al 5% de hace algunos meses, y la confianza de los consumidores incluso ha bajado en octubre de 2.004 a su nivel más bajo de los últimos 7 meses.
Y todo ello a costa de un tremebundo crecimiento de los déficits. La propia administración norteamericana, para calificar su alcance casi catastrófico, habla incluso de “twin déficits”, es decir déficits gemelos, en un macabro pero muy significativo juego de palabras con las “twin towers” (las Torres Gemelas). El déficit presupuestario se elevara en 2004 a 413 mil millones de dólares (frente a los 377 mil millones de 2003), y los expertos creen que de aquí a 2011 deberán añadirse 3 billones de dólares más de deudas suplementarias. La situación es tal que: “El gobierno debe pedir prestado actualmente 1100 millones de dólares diarios, y se gasta aún más en pagar los intereses de la deuda (159 mil millones) que corresponde a los presupuestos acumulados de educación, seguridad interior, justicia, policía, ex combatientes, exploración espacial y ayuda internacional” (Le Monde del 4 de noviembre). En cuanto al déficit comercial, éste rebasa ya los 650 mil millones de dólares, es decir el 5,7% del PIB. La situación no es mucho mejor para los otros estados capitalistas. La escalada del precio del petróleo y la revalorización del euro frenarán las tasas de crecimiento en Europa a cotas en torno al 2%, en un contexto marcado además por un aumento de las deudas públicas hasta el extremo de que casi ningún estado europeo puede cumplir el tope del 3% de déficit presupuestario fijado en el tratado de Maastricht. En Francia se alcanza el 4,1%, en Alemania el 3,9%, en Gran Bretaña el 3’2% (el doble que el pasado año), en Italia más del 4%, etc.
La bajada del dólar: una manifestación de la agravación de la crisis
Las reuniones del G-7 se suceden, y en ellas abundan los discursos plagados de llamamientos a mantener políticas comunes. Pero en realidad lo que se produce cada vez más es todo lo contrario. La agravación de la crisis y sobre todo del endeudamiento norteamericano con los riesgos inflacionistas que ellos supone, empujan más bien a incrementar la concurrencia sobre la basa el propio sistema capitalista. Cuando la administración norteamericana mantiene bajos sus tipos de interés, propicia con ello un descenso de la cotización del dólar frente al euro, la principal moneda concurrente, para poder así ganar partes del mercado para la exportación y hacer bajar el nivel de su deuda financiera. Esta política de “devaluación competitiva” ya fue utilizada por Estados Unidos en los años 1.980 y en 1.995, pero el contexto es hoy muy diferente pues tiene lugar en un momento de endeudamiento sin precedentes de su economía. Por ello, a pesar de la presión que esa devaluación representa sobre sus economías rivales, las exportaciones americanas no representan actualmente más que el 75% de sus importaciones, lo que hace todavía más clamorosa la insolvencia de la deuda americana. En esta guerra económica que causa estragos y aunque el dólar ha perdido el 25% de su valor, el déficit exterior USA está a punto de alcanzar valores del 6% de su PIB. “Rebajarlo en torno del 3,5% del PIB, que parece ser el objetivo, necesita sin duda una depreciación suplementaria del dólar del 35% contra las demás monedas. La bajada del billete verde es la tentativa de reconducir a la economía americana hacia una mejora de los equilibrios. El euro debería subir hasta valer 1,70 dólares, penalizando fuertemente las exportaciones europeas” (Les Echos del 6 de noviembre). Frente a esta perspectiva de una bajada sin precedentes del dólar, los principales países europeos y Japón (donde la discreta recuperación económica se basa en un relanzamiento de sus exportaciones) amenazan abiertamente a Estados Unidos con una intervención directa de sus bancos centrales con objeto de subir la cotización de la divisa americana. La gravedad de la situación actual no reside tanto en la concurrencia entre los países industrializados, que es la esencia misma del capitalismo, sino en la tendencia a que esta concurrencia en el corazón mismo del capitalismo (Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón) tiende a poner en entredicho el mínimo de entendimiento que existía hasta ahora entre las grandes potencias para rechazar los efectos de la crisis sobre el resto del mundo.
El alza del petróleo, un factor agravante de la crisis
En este contexto de endeudamiento monstruoso de los principales países desarrollados y de bajada del dólar, la subida del precio de las materias primas, y sobre todo del petróleo, está reactivando el fantasma de la inflación, un fenómeno que hizo grandes estragos en la economía mundial en los años 70. Esta perspectiva alerta al propio FMI que advierte que: “Esperar demasiado sin reaccionar ante los primeros signos de la inflación podría costar caro, restando a los bancos centrales una parte de la credibilidad que tanto les costó conseguir en los años 1980 y 1990” (Le Monde 1-09-2004). Y sin embargo, los “especialistas” de la burguesía quieren hacernos creer que las causas del aumento del precio del petróleo no hay que buscarlas más allá del tirón de la “demanda” (sobre todo por parte de China y Estados Unidos), o una cierta inestabilidad, pasajera por supuesto, del aprovisionamiento.
El método marxista, por el contrario, sitúa este fenómeno del alza del precio del petróleo en un análisis más global. A diferencia de lo que sucedió en las subidas precedentes (las de 1973, 1979, 1997 o incluso la más reciente del año 2000) que fueron básicamente empleadas por Estados Unidos en la guerra comercial contra los otros estados capitalistas, sobre todo Europa y Japón (Ver “La subida del precio del petróleo: una consecuencia y no la causa de la crisis” en nuestra Revista Internacional nº 19), la actual subida del precio del petróleo está penalizando fuertemente a la economía en general y sobre todo al consumo de las familias americanas, ya que hoy, a diferencia de lo que sucediera en el pasado, los Estados Unidos deben importar una parte muy importante del petróleo que consumen. Por eso, hoy, el elevado precio del petróleo repercute inmediatamente en una agravación del déficit presupuestario americano. Además y dado que gran parte del comercio de esta materia prima se paga en dólares, la devaluación de la divisa norteamericana, lo hace comparativamente más costoso para los propios EUA que para sus rivales europeos, que pagan el barril con una moneda, el dólar, más barata que el euro. Así el alza del petróleo muestra no sólo la gravedad de la crisis económica sino también su relación con las guerras actuales. Aún considerando el paso que en el alza del precio del petróleo puedan tener factores especulativos (los expertos estiman que puede estar entre 4 y 8 dólares), gran parte del incremento del precio de esta materia prima esencial se debe al aumento del caos y la barbarie a escala mundial, sobre todo a la incapacidad de Estados Unidos para poner en marcha la producción iraquí, al propio hecho del lodazal militar en el que se encuentran hundidos allí, al riesgo de atentados contra las instalaciones del primer productor mundial que es Arabia Saudita, a las turbulencias sociales en Venezuela y en Nigeria, etc. Esta situación demuestra que no es posible deslindar los aspectos económicos de los aspectos militares o imperialistas, sino al contrario una interpenetración cada vez más grande del conjunto de estos factores que se alimentan los unos a los otros para llevar a una situación cada vez menos controlable por la burguesía. La inestabilidad y el desorden crecientes del mundo capitalista alimentan la inestabilidad económica que, a su vez, no puede producir más que más inestabilidad militar.
El aumento de los presupuestos militares
En este contexto de endeudamiento astronómico de la economía mundial y en especial de la primera potencia, es necesario denunciar el aumento de los gastos militares que constituyen un factor suplementario de agravación de los déficits presupuestarios, devorando cada vez más y más porciones de los presupuestos “asistenciales” para la población. Todos los Estados se ven obligados a reforzar sus presupuestos militares ante la escalada de conflictos y barbarie que se extiende sobre el planeta.
Así por ejemplo, desde que se desencadenara la guerra de Irak hasta la ocupación actual del país, los Estados Unidos se han gastado 140 mil millones de dólares, y eso no basta ya que “el Pentágono reclamó a principios de noviembre un fondo adicional de 70 mil millones de dólares para financiar las operaciones militares durante 2005” (Le Monde, 9-11-2004). El presupuesto del Pentágono sobrepasará en el 2005, y sin contar el coste de las guerras de Irak y Afganistán, los 400 mil millones de dólares, es decir casi la mitad (el 45% exactamente) de todos los gastos militares mundiales.
Si lo comparamos con las guerras precedentes nos daremos cuenta del coste exorbitante de los gastos actuales. Mientras que la Primera Guerra Mundial costó 190 mil millones de dólares, y la Segunda alcanzó un monto aproximado de 2’9 billones para la economía norteamericana, sólo la primera guerra del Golfo en 1991, una operación que apenas duró unos meses, supuso un gasto para USA de 76 mil millones de dólares. (fuentes: “Problèmes économiques”, 1-09-2004).
Pero es que los demás Estados, incluso los que se presentan como “abanderados de la paz mundial” no se quedan de brazos cruzados. Si tomamos como indicativo el caso de Francia vemos que a pesar de que el presupuesto del ejército francés ha crecido notablemente, el gobierno ha decidido concederle “550 millones de euros suplementarios para financiar la operación abierta en Costa de Marfil y 100 millones más para otras operaciones exteriores. Estos gastos se detraerán del presupuesto de ministerios civiles” (Les Echos, 10-11-2004).
Desde finales de los años 1990, el conjunto de los gastos militares va al alza en todo el mundo. Y contrariamente a lo que nos cuenta la burguesía, el dinero que se inyecta en la esfera militar no va destinado a la reproducción del capital productivo sino que supone destrucción pura y simple del capital invertido. Esto significa que el desarrollo del militarismo y el aumento de los gastos que comporta son cargas suplementarias que no hacen sino acentuar el marasmo económico. Detrás de las cifras del llamado crecimiento capitalista para 2004 se esconde en realidad una nueva etapa dramática de la agravación de la crisis que ilustra la quiebra del modo de producción capitalista.
Donald / Diciembre-2004