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En efecto, se trata de un crimen perpetrado en la elite del poder económico y político de la burguesía y, por ende, tiene como telón de fondo la disputa por el poder político estatal. Ya en RM 83 (nov-dic 2004) alertábamos sobre el hecho de que “la burguesía no llegará fácilmente a un acuerdo y no se descarta que se repitan los escenarios en los que están presentes ajusticiamientos y detenciones”. Este argumento no es producto de una “adivinación”, es una percepción basada en un seguimiento puntual de la vida de la burguesía y sus pugnas, que como nunca en varios años han alcanzado cuotas de polarización tan altas como cuando se sucedieron los crímenes de Posadas, Colosio y Ruiz Massieu. Desde el 2000, la CCI ha venido analizando estas pugnas de los capitalistas precisamente en su curso hacia la disputa por el control del Estado burgués. Para comprender el desarrollo de la historia desde una visión materialista, como lo hace el marxismo, se requiere tener una claridad de la actuación de la clase dominante y poder así desmitificar el significado de la democracia, de sus personalidades y el momento particular que vive el sistema. Este seguimiento nos permite entender que este crimen es parte de ese proceso de desgarre que vive la burguesía y que la lleva a romper al conjunto de sus partidos políticos, y a que cada una de sus fracciones en su desesperación por apuntalarse, se asocie cada vez más abiertamente con grupos del narcotráfico. Es ese mismo seguimiento que permite comprender cómo a pesar de que la burguesía comprende la necesidad de un “respiro” para dar un poco de cohesión a su interior, se ve imposibilitada de parar su disputa sobre quién será su representante en el gobierno…
De esta manera, son evidentes las tendencias profundas de la descomposición dentro de las filas del capital donde la dinámica que se enseñorea es cada vez más la del “cada uno por sí mismo”, una posición que ha estado dificultando desde hace mucho el accionar unido de la burguesía en su conjunto.
En este caso, el asesinato E. Salinas, es un crimen de Estado que se inscribe directamente en el curso del conflicto cupular de la burguesía dentro del cual la fracción a la que pertenece la familia Salinas ha tenido en los últimos años un protagonismo central.
El escenario que la burguesía enfrenta es un verdadero terreno minado en el que por todas partes hay explosiones de conflictos: No sólo son los escándalos de corrupción respaldados con videos, ni las disputas legaloides entre diputados del PRI y PRD con Fox; son la cantidad diversa de pugnas que se presentan en cada elección de los Estados, y por cada coto de poder, son las amenazas continuas que se arrojan cada fracción, involucrando incluso a sus sectores más duros como el ejército; es a fin de cuentas la imposibilidad que presenta la clase dominante para cohesionarse.
Es evidente que no es posible saber todo lo que hay detrás de las pugnas de la burguesía, no obstante con los pocos elementos que deja escapar es posible percibir un escenario de ataques, que tienden, a agudizarse cada vez más, y este crimen es muestra evidente de esto. De manera que, como decíamos arriba, no se trata de “descubrir” quienes son los asesinos directos, al proletariado de nada le sirve “descubrir” qué grupo en particular llevó este ajustes de cuentas, más bien de lo que se trata es de que sepa clarificar hasta qué punto las pugnas dentro de su enemigo de clase pueden afectarle directamente ya sea viéndose enrolado para apoyar a tal o cual fracción burguesa, o bien, resintiendo una parálisis política con el impacto social de este tipo de crímenes que tanto amplifican los medios de divulgación del capital. En efecto, los capitalistas saben cómo utilizar este tipo de casos , y revertir los efectos negativos de su descomposición contra el proletariado, de tal manera que si la clase obrera está operando en este momento un esfuerzo importante de retoma de la reflexión sobre la naturaleza del sistema de explotación y sobre las perspectivas de la lucha, este tipo de conmociones pueden significar un trastorno que por lo menos interrumpe momentáneamente el proceso.
A pesar de la fractura notoria de la burguesía, ésta se preocupa por mantener el control ideológico de los asalariados, integrándolo como carne de cañón de las rivalidades, y la mejor forma de hacerlo es encajándolo en la trampa democrática, así este crimen puede ser usado para empujar a los trabajadores a tomar partido por alguna fracción, induciendo a establece su elección para el proceso electoral, por eso, como hemos venido insistiendo, los trabajadores deben evitar caer en la trampa que le tienden, llamándolos a “cerrar filas” para defender un nuevo proyecto de nación del color que sea (PRI, PAN, PRD) con el pretexto de que de otra manera el país se hará pedazos en medio del tipo de conflictos como el que nos ocupa. ¡Ningún apoyo a la burguesía!, la clase obrera tiene otros intereses y otro proyecto histórico.
RR / diciembre-04