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El contexto histórico
“Desde mediados de 1983 la tendencia a la reanudación de las luchas proletarias, cuyas perspectivas ya hemos anunciado después de dos años de confusión y parálisis que siguió a la derrota parcial del proletariado mundial en Polonia, ha llegado a resurgir en Bélgica, Holanda, Alemania, Gran Bretaña, Francia, EUA, Suecia, España, Italia etc., huelgas que han explotado contra las draconianas medidas de austeridad impuestas por la burguesía afectando a todos los países en el corazón del mundo industrializado donde históricamente el destino de la humanidad será decidido” (Revista Internacional n° 37, 1986).
Ya antes, el 5° congreso de la CCI a finales de 1983, identificaba:
a) una extensión simultanea de las luchas nacional e internacionalmente, b) una tendencia a las luchas espontáneas, con la capacidad de desbordar a los sindicatos, c) un crecimiento en la confianza del proletariado para defenderse contra los ataques.
La burguesía respondió a esa situación de una manera completamente calculada alistando el puño de hierro de la represión, pero más importante que eso fue el desarrollo de la maquinaria democrática del Estado. Hubo una clara estrategia política para confrontar a los trabajadores, los partidos de izquierda fueron removidos de los equipos gobernantes para que pudiesen colocarse como “oponentes” a las medidas de austeridad. Esto fue complementado con el desarrollo del sindicalismo radical, el cual usó una retórica radical contra las cúpulas sindicales “denunciándolas” para poder mantener la lucha dentro de los marcos sindicales y evitar que estos fueran desbordados.
La fase inicial de la huelga minera y la respuesta del Estado
La huelga fue entonces una manifestación y confirmación de una oleada de luchas a escala internacional (la tercera desde 1968), su dinámica comenzó con el paro en los campos carboníferos de Yorkshire enfrentando a la estructura sindical: “(se formaron )los piquetes mineros en Yorkshire... (enseguida) también se formaron delegaciones a los ferrocarriles, la industria del acero y la energía. En las primeras semanas hubo una clara tendencia hacia la autoorganización y la extensión de la lucha. Este momento inicial se construyó sobre lecciones de huelgas no autorizadas por el sindicato (huelgas salvajes) de los años previos, actuando por su propia cuenta, de manera masiva fuera y contra las directivas sindicales. Presentando aún confusiones y debilidades tales como las divisiones impuestas por los sindicatos fue, sin embargo, una de las más importantes lecciones de toda la huelga” (World Revolution n° 173).
El Estado británico desarrolló un plan para contener esta situación: “un comité especial fue formado por el gobierno conservador, una fuerza policiaca nacional extrajo las bases de planes antihuelga de los años previos del gobierno laborista y éste fue formado para coordinar la represión; nuevas leyes fueron promulgadas y, mucho más importante, para copar la huelga el gobierno pactó con los sindicatos del acero, de energía, portuarios y de ferrocarriles para mantener a “sus” obreros bajo control... (y) Arthur Scargill, quien dos años antes había necesitado una escolta policiaca para protegerse de la ira de los mineros, hoy fue pulido y presentado como la cabeza radical del NUM.
La huelga fue hecha oficialmente (por el NUM) para que éste pudiera controlarla mucho mejor a nivel local dentro del corporativismo sindical encuadrando la lucha sólo en una industria, presentando a los mineros como un “caso especial” en defensa del NUM o de un “Plan del Carbón”. De esta manera, este corporativismo llegó a ser la cachiporra ideológica que permitió los macanazos policiacos (ibid). Los sindicatos utilizaron una división entre los diferentes campos mineros para mantenerlos aislados y movilizarlos en el bloqueo físico del deposito de Orgreave donde se enfrentaban a la policía, llegando a ser este acto un “ritual” de todos los días. Todo esto fue en detrimento del intento de extensión de la lucha a otros sectores de la clase obrera.
El intento de extensión de la lucha
No obstante, a pesar de las maniobras sindicales, la mayor oportunidad para extender la huelga más allá de la estructura sindical se presentó al inicio, antes de que el sindicato impusiera su dominio: “al principio de la huelga los piquetes fueron el poder..., los conductores de trenes se negaron a cruzar las líneas de los piquetes y detuvieron los embarques de carbón. Muchas de las iniciativas de los trabajadores fueron más allá de las instrucciones del sindicato. En esta confrontación hubo ya un fuerte potencial para generalizar la lucha y esto es lo que los sindicatos han intentado ocultar todo el tiempo” (WR n° 70).
“Como la lucha fue en el verano, su ejemplo atrajo el apoyo de otros trabajadores, y desempleados impidiendo a la burguesía lanzar al ejército contra los mineros... En julio y en agosto el potencial para la extensión fue otra vez mostrado por la huelga de 25 mil trabajadores de los muelles. Esto fue una clara expresión de lo que significa la solidaridad activa: No la defensa del sindicato (NUM) o la defensa de la empresa (British Coal Ltd), sino la defensa de nuestros propios intereses, la defensa de los intereses de nuestra clase.(ibid. WR 173). Al final los sindicatos lograron aislar a los mineros, retomaron el control y alargaron la huelga más allá del tiempo en que pudo haberse extendido a otros sectores, esto fue un aspecto clave para la derrota. Sin embargo, no debemos llegar a la conclusión de que esta derrota sería inevitable.
El fin de la huelga de los mineros no es el fin de la lucha de clases
El resultado de la huelga fue la pérdida del 10% de la industria del carbón y la virtual desaparición de un sector de la clase obrera el cual siempre había sido una figura clave en los principales combates del siglo XX en Gran Bretaña ( 1911, 1921, 1926, 1972, 1974, 1984-85). Fue sin duda una derrota y la burguesía la tomó para argumentar que la lucha de los trabajadores ha sido una pérdida de tiempo, o que la lucha de la clase es una reliquia del pasado.
Pero no puede ser tal cosa, la clase obrera siempre será forzada a defenderse de la explotación, la prueba de ello es que el fin de la huelga minera no significó el fin de la lucha de clases. Este argumento está basado sobre una estrecha visión nacionalista. La lucha de clases es de naturaleza internacional y a pesar de la derrota de los mineros hubo un número significativo de luchas en el resto de Europa en los siguientes cinco años, (huelga general en Dinamarca, ferrocarrileros en Francia en 1986, trabajadores de la educación en Italia en 1987, trabajadores del sector salud en Francia en 1988). La derrota de los mineros no paralizó la lucha aún en Gran Bretaña: los impresores y trabajadores de BT libraron importantes luchas en 1986, mientras los primeros fueron entrampados hacia una derrota a través de una larga huelga, los segundos mostraron claros signos de querer evitar esta trampa. En 1989 hubo un nuevo empuje hacia la simultaneidad de las luchas con huelgas en el transporte y la salud, con consejos obreros, y una nueva experiencia de actividad solidaria.
Lo que realmente detuvo la ola de luchas internacional, fue un evento de importancia internacional: el colapso del bloque imperialista del Este (a finales de los años 80), y la ofensiva ideológica masiva contra la conciencia de la clase materializada por la campaña alrededor de la “muerte del comunismo”. Esto fue lo que realmente marcó el inicio de un profundo reflujo en la lucha de clases cuyos efectos todavía no han terminado de superarse. Pero un reflujo en la lucha, no es una derrota final, ya en el 2003 hubo un reavivamiento de las luchas a escala internacional, el movimiento masivo en Francia en la primavera contra los ataques a las pensiones, el resurgimiento de movimientos espontáneos tales como el de los trabajadores postales y aeroportuarios en Inglaterra, transportes en Italia. Estas huelgas podrían parecer muy modestas pero son parte de una cadena histórica enlazada con el pasado, no solamente con la huelga minera de 1984-85 y con las oleadas internacionales de luchas iniciadas en Francia en 1968, sino también con los momentos de la historia del movimiento obrero cuando éste ha emergido como candidato para dirigir la sociedad y darle una nueva dirección: Francia 1848 y 1871, Rusia 1917, Alemania 1918...
Esta cadena se conecta hacia el futuro con las luchas que la agravación de la crisis del capitalismo con toda certeza engendrará por todo el planeta; y así igual que todas las derrotas pasadas sufridas por el proletariado, la huelga de los mineros ingleses de 1984-85 dará lecciones para las luchas futuras, en particular la necesidad de la solidaridad activa en toda la clase obrera:
«Enfrentada a la Santa Alianza de los explotadores, la solidaridad obrera es más indispensable que nunca. Pero solidaridad no significa una colecta económica para ayudar a los huelguistas. La duración de la huelga no es su fortaleza, enfrentada a huelgas largas, la burguesía sabe como organizarse. Esto fue justamente lo que fue probado.
La verdadera solidaridad es la extensión de la lucha. Esto es lo único que puede hacer retroceder a la burguesía y que puede amenazar la estabilidad de su poder económico y político. Solamente la extensión de la lucha puede impedir a la burguesía utilizar la represión, tal como lo hemos visto en Polonia en agosto de 1980. Enfrentada al Estado capitalista la combatividad no es suficiente, el combate tiene que ampliarse y extenderse tanto como sea posible. Está claro entonces por qué la burguesía se asustó cuando los estibadores entraron a la lucha en el verano de 1984, en solidaridad con sus hermanos mineros.
Cada vez que se entra a la lucha no hay más opción que extender el movimiento, buscar la solidaridad activa de los trabajadores de otras fábricas, ciudades y regiones. Para hacer esto los trabajadores tendrán que enfrentarse no solamente a sus enemigos declarados, jefes, policía, gobierno; sino también tendrán que descubrir las trampas tendidas por quienes se proclaman sus amigos: los sindicatos y los partidos de izquierda...
En manos de los sindicatos, tras las consignas sindicales, la lucha sólo puede ser conducida a la derrota. Solamente la autoorganización en las asambleas generales, en los comités de huelga elegidos y revocables por estas mismas asambleas los trabajadores pueden extender su lucha y ganar...
Estas son las lecciones a extraer de la huelga de los mineros y yendo hacia adelante en esta dirección es que los obreros de todo el mundo transformarán sus derrotas de hoy en la promesa de victoria del mañana» (texto publicado por la CCI en 1985).
La derrota de la huelga minera no debe ser inútil para la lucha de clases. Es cierto que enfrentados a un sistema en decadencia terminal, incluso el más poderoso movimiento de la clase puede solamente ganar un aplazamiento de los ataques del capitalismo contra los trabajadores. Al final la clase obrera tendrá que asumir una política más ofensiva por la superación revolucionaria del capitalismo mundial. Esto es lo que significa “la victoria del mañana”. Pero la revolución no caerá del cielo, ella debe ser preparada por las luchas de hoy, con todas sus inevitables derrotas y amargas decepciones.
Duffy / Octubre del 2004